relatos eroticos

Mi primera masturbación

Desde joven sabía que algo estaba mal en mí ya que siempre que veía una escena erótica algo en mi despertaba pero no sabía por qué hasta que más adelante cuando tuve edad para poder tener mi primera computadora me puse a navegar en internet lo cual me llevo a un sitio porno en el cual había de todo tipo de videos pero me llamo más la atención el cuerpo de la mujer en ese momento a lo cual puse un video donde una mujer de edad madura empezaba a tocarse lentamente a lo cual yo la empecé a imitar torpemente pero seguía sus movimientos lo mejor que podía ya que no quería perder ningún detalle.

Mi madre me grita para que baje a comer lo cual hace que cierre la computadora lo más rápido que podía y me acomodaba la ropa para después bajar con ella al comedor y empezar a comer mientras mi mente solo podía pensar en aquella mujer que parecía una diosa y mi madre me noto distraída.

m.-todo bien cariño?

a.-sí, solo que siento que me puedo resfriar.

m.-bueno acaba de comer y sube a descansar que es viernes.

a.-si mama, gracias eso es lo que hare.

Todo transcurrió de forma normal después de mentirle a mi madre ya que necesitaba que no me molestara por un buen rato para poder continuar lo que estaba a medias.

Termino de comer y me subo al cuarto no sin antes decirle a mi madre que dormiría un rato y que por favor no me molestara para que pudiera descansar lo más posible para que mi papa no se preocupara de mas como era su costumbre ya que soy su princesa.

Ya en mi cuarto me llevo la laptop a mi cama y conecto unos audífonos para que no se escuchara nada afuera de mi cuarto, le pongo play al video y vuelvo a ver a mi nueva diosa la cual después supe que era Kendra Lust, ella se termina de desnudar y por inercia me desnudo dejando mi ropa en el suelo y empezando a masajear mis pechos los cuales ya eran de buen tamaño, pero aún seguía desarrollándome.

La mujer del video metía un dedo en su coño lo cual imite como todo lo que ella hacia y sentí una corriente de placer el cual casi hace que grite y todo mi teatro se caiga pero mordí mis labios y pude contenerme para empezar a jugar con mi dedito metiendo y sacándolo, haciendo círculos adentro de mi pero después mi dios se lo llevo a la boca y no estaba segura de hacerlo pero por la calentura que tenía lo hice y no podía creer el sabor que yo generaba a lo cual me hice adicta rápidamente y seguía lamiendo y volviendo a meter mi dedito a mi coño el cual ya estaba empapado tanto así que mis sabanas estaban mojadas pero eso no me importo y seguía con mi juego el cual al poco tiempo me hizo estallar en un orgasmo muy fuerte y húmedo el cual mojo mis muslos y terminando de empapar las sabanas.

Cerré la página y me metí a bañar aun agitada y sudada para después salir y cambiar mis sabanas para que mi madre no se diera cuenta de mi travesura y dormir con una sonrisa de oreja a oreja.

Espero les gustes mis amores cualquier sugerencia los leo.

Era una época de esas en las que ando excitada. No un poco, sino en plan de coger dos veces al día y tener que manosearme al menos dos más. Me desahogo con mi esposo y responde, pero no siento que siempre pueda desatar todo mi morbo con él.

Ese día, él estaba en el patio y yo en la sala, cuando le escribí un WhatsApp atrevido pidiéndole una foto de su polla. A los 3 minutos respondió connuna, pero al verla, me di cuenta que no era la suya. Era una foto de internet obviamente, de un tipo delgado blanco con el abdomen muy marcado y una verga de lo mas linda. En serio, bonita, grande, gruesa, rosada y cabezoncita, con venas recorriendo toda su longitud. Sentí una contracción en mi vagina y pude notar como me mojaba.

Mi esposo entró y le reclamé, porque no me había mandado SU foto. Me dijo que le daba vergüenza.

-«De donde sacaste esa? Conocido tuyo?»- bromeé

-No, solo busqué «foto de pene» en internet y elegí cualquiera.-

Mientras hablábamos se la había estado tocando por encima del pantalón y ya la sentí dura, así que le desabroche el pantalon y le saqué su gloriosa y ya conocida verga. Morena, de buen grosor, que se siente y la segunda más larga que me había metido. También con buenas venas y muy reactiva. Comencé lamiendo su glande lentamente, mientras besaba y probaba su jugo preseminal. Estaba durísimo y gemía en voz baja, mientras me acariciaba las tetas. Yo se la mamaba y acariciaba con una mano, mientras me metía la otra mano en mi raja mojada. Me lo saque de la boca y me recosté hacia atrás en el sofá, me abrí de piernas para mortrarle mi raja empapada, me levantó de las caderas y me la metió de un empujón y sin dificultad por lo mojada que estaba. Me pellizcaba los pezones que estaban como piedras con una mano y mientras él me daba con todo, me tocaba el clitoris. Cuando estaba llegando al punto máximo, se me venían de repente, flashs de la foto que me habia mandado y eso me llevó volando a la cima. Pude sentir como se venía él con un rugido, mientras con mi orgasmo lanzaba un buen squirt, que se mezclaba con su leche. Carajo, fue una cogida bien rica.

Pero yo andaba las hormonas bastante alteradas, así un rato mas tarde, rapidito, hice una busqueda en reversa de la imagen y la encontré.

Estaba ennun sitio que se llamaba «fotos caseras XXX».

La foto, me llevo a una publicación donde compratía tres o cuatro fotos de su rica verga. Sentí sólo de verla, que me mojaba otra vez. Mis jugos se mezclaban con los restos de semen de mi esposo me hacían sentir sucia y morbosa.

Abajo su nombre de perfil «JairoVergas» ubicado en mi país. En mi país…

Cerre la pagina rápido, para que no me agarraran viendo porno y continue con mi velada.

Nos fuimos a dormir.

Al día siguiente, tuvimos un rapidín mañanero con mi esposo antes que se fuera al trabajo, pero cuando se fue, de inmediato me metí a ver las fotos del señor Vergas.

Cree un perfil, desde una cuenta de correo falsa, para poder comentar » esos abdominales me excitan más que la verga y eso que la verga está hermosa» a los 15 minutos vi que habia respondido mi comentario con un ¿te gustan? Queres chat?

Pensé, debo estar loca, pero tecleé un «sí» sin pensarlo mucho.

Me mandó en privado su usuario de telegram para que yo lo agregara.

Lo agregue en un chat privado y comenzamos los mensajes.

-«Te calienta mi verga, guapa?»

-«No tenés idea, te la comería entera, mandame mas fotos»

A lo que recibí dos de distintos ángulos. Si, era la misma.

Eran mejores tomas y se veía empalmada y lista para la acción.

Yo estaba irracional de lo caliente. Los pezones parecian piedras, el clitoris me palpitaba y mis jugos me tenían más que lista para la acción a mi.

-«Mandame foto linda»

Coloqué el celular de tal manera que se vieran parte de mis tetas y pezones, sin cara y se la mandé

Esto de mandar fotos sí era excitante.

Para ser justos, él me había mandado dos, así que me abrí de piernas, aparté el short de pijama, con los dedos indice y medio me abrí la raja y aproveché para sentir mi humedad y sobar mi impaciente clítoris con mis jugos. Le mandé un acercamiento de mi raja depilada y mojada con mis dedos sosteniéndola abierta.

-«Que rico amor. Que tan puta te sentís?»

-«Putísima»- no sé que me pasaba, solo me mojaba cada cosa que escribíamos y toda la situación.

-¿Querés video llamada? ¿Podés?

-«Si, pero te voy a poner en la pantalla de mi televisor para verte y mostrar»- no me reconocía a mi misma.

-«Listo»- sonó el teléfono

No la pensé y contesté. Vi un torso delgado pero atlético con los abdominales marcados y el primer plano de una verga que daba ganas de paarle la lengua y metértela toda. Él ya se la estaba jalando y tenía húmedo el glande.

Yo coloqué mi celular en el mismo plano, mostrandole mi raja y con el fondo de mis tetas. Me acaricié el clítoris, con ganas, mientras él se jalaba su herramienta en la pantalla de mi televisor y lo escuchaba gemir. Diossss esto era excitante.

Me metí los dedos y me froté y froté mientras lo veía pajearse y exitarse por mi, sin siquiera tocarme.

Sus gemidos guturales y graves se escucharon más fuertes, (tenía una voz bien masculina). Se vino con un par de chorros de semen que le mojaron todo el gran falo que conservaba su erección y yo misma sentí el temblor orgásmico y sin pudor, dejé salir mi squirt ante camara en primer plano, con la pajeada de un hombre desconocido en la retina.

De repente, me desperté. Toda sudorosa y claramente recién orgasmeada. Todo el chat con Vergas, había sido un sueño. Un sueño riquísimo.

Eran las 5 y media de la mañana… hora de «despertar» a mi esposo.

Llegue a casa tarde luego de una cena de trabajo. La semana había sido muy agitada, entre presentaciones de nuevos gerentes, papeles que presentar y charlas aburridas de números que apenas entiendo.

Antes de la cena tenía un rato libre así que fui al sex shop donde suelo comprar mis juguetes. No había nada nuevo pero a veces voy a escuchar conversaciones ajenas y alguna vez he levantado algo. Me llamo la atención una pareja de chicas que compraba un arnés. Sobre todo una de ellas que me pareció muy bonita y ya me hubiera gustado usarlo esa noche con ella en vez de ir a la cena. Las oí reírse y las vi besarse diciéndose cosas al oído. Toda esa situación me llevo a mojarme en el lugar pero tenía la cena de trabajo. La noche fue tranquila, aburrida. Llegue rápido a casa me quite la ropa y quede con el body. Inmediatamente me senté en el sillón y comencé a masajearme las tetas, pensaba la chica del sex shop. Lentamente y entrando más en calor me fui bajando los breteles y liberé mis pechos, me los estrujaba, los juntaba, me los masajeaba, se pusieron duros así que me escupí los pezones y los ataque. La situación me tenía a mil. Había extendido las piernas y mientras me tocaba los pezones, me los pellizcaba, me los frotaba con dos dedos, mi cadera se movía lentamente. Estaba muy caliente y no podía quitarme el rostro de esa muchacha. La imaginaba haciéndole lo mismo que me hacia. De a poco fui bajando mi mano y noté que mis fluidos me habían empapado la parte de abajo del body. Empecé a tocarme sin desprenderlo, solo frotando la mano, pero la calentura era insoportable. Arranque el abrojo y me metí inmediatamente dos dedos para intentar calmar un poco el fuego que sentía.

Con la otra mano me agarraba y arañaba mis pechos. Ya estaba gritando y a punto de tener un orgasmo cuando me empecé a estimular el clitoris. Fue apoyar un dedo para que estallara de placer. Senti como se contraía por dentro mi conchita. Los pezones seguían duros y yo caliente así que fui por un masturbador, lo puse del lado del pene y me lo metí salvajemente. Me senté sobre el y empecé a entrar y salir cada vez más rápido y duro. Me tocaba las tetas y gritaba de placer. Notaba como me gustaba esa penetracion y empecé a notar que me volvía venir. Lujuriosa de tanto placer me lo quite y lo chupe para sentirme el sabor mientras me tocaba el clitoris en busca de más. Lamí cada parte hasta dejarlo solo con mi saliva. Estimularme el clitoris me exigía otra vuelta, así que di vuelta el masturbador, nunca lo había usado del lado femenino pero me pegue la concha y la acomode a la mía y comencé a refregarla. Me había olvidado que de ese lado también era texturada así siguiendo el ritmo que mi cuerpo me pedía me pasaba ahora una concha por mi concha. Mmmmm se sentía rico, me revolvía en el piso del living entre lujuria y deseo de que esa concha hubiera sido la de la chica del sex shop. Seguí así frotándome él masturbador del lado vaginal mientras me tocaba las tetas que permanecían duras. Así de caliente gemía así que subí el volumen de la música. Continué frotándome por unos momentos más hasta que llegue de nuevo al orgasmo. Termine aniquilada casi dos horas después de haber empezado. A duras penas llegue a la cama en donde me dormí al momento.

Hola, como están? Alguna vez te has masturbado con un objeto?…

No sé si a ustedes les pasa, pero a mí me excita muchísimo ver videos sobre esa temática (bueno, hay muchísimas cosas que me excitan), me encanta ver mujeres metiéndose objetos como cepillos de dientes, bananas o pepinos, que se frotan con alguna esquina de una mesa y hasta hay algunas que meten su ropa interior adentro, ¡es algo que me vuelve loco! Mas de una vez me masturbe así, agarrando mi bóxer e ir metiéndolo con mis dedos poco a poco, pero unca llegue a meterlo tanto como quería, así que probé usando un cepillo de dientes viejo para empujarlo y así poder metérmelo todo y, tal vez, llegar a un buen orgasmo con mi ano dilatado, pero nunca tuve demasiado éxito lamentablemente.

Un día, solo en mi habitación a las 3am me puse a ver videos xxx, y comencé a masturbarme frente al pc, y mientras miraba me encontré con uno de estos videos, era de una chica que se metía varios cepillos de dientes en la vagina, esto aparte de excitarme me hizo dar ganas de intentar algo nuevo, no con un cepillo de dientes, sino con algo más grande… estuve buscando en mi habitación algún objeto que no tenga bordes plásticos muy filosos y que, en lo posible, sea cónico. Probé con un frasco de desodorante que tenia una buena forma, me desnudé y lo puse sobre la silla y procedí a sentarme sobre él. Al principio me dolió un poco pero luego de un tiempo comenzó a excitarme, hasta q en un momento tuve una excitación tan fuerte que eyaculé solo con por el simple hecho de sentir como mi ano se dilataba Ufff… no tienen idea lo rico q fue. Pero no me detuve ahí, otro día estaba en la misma situación, pero había tirado mi juguete, así q improvisé un poco. Tomé un preservativo y lo puse en el palo de la escoba, si bien era mas delgado que el desodorante, con el pude explorar más a fondo mi culito. Si bien es cierto que soy bisexual, la realidad es que no estuve con muchos chicos, y las pocas veces que estuve no pasamos más allá del sexo oral, pero cuando estoy en mi habitación y me masturbo metiéndome cosas en mi cola, me gusta pensar que soy un “putito”, me excita que me traten mal de forma verbal en estas situaciones he imaginar no solo que me penetren, me gusta imaginar que me estoy chupando una buena pija y que me llena de semen la boca. Ese día estuve como media hora con ese pene de madera adentro y, cuando eyacule tire muchísimo semen, mi ano quedo un poco adolorido pero no tienen idea lo rico que fue.

Gracias por leer hasta el final, no soy muy bueno escribiendo lo sé, pero me es gratificante compartir mis experiencias con ustedes y, tal vez, excitarlos un poco así como yo me excite y comencé a masturbarme mientras escribía esto jaja, . Muchas Gracias de nuevo y cuéntenme si tuvieron alguna experiencia parecida. Los leo <3

Hola a todos de nuevo les contare como cumpli unas de mis fantasías mas morbosas que e tenido espero que les guste por que yo lo disfrute mucho, bueno ya dejo de hablar y los dejo con el relato.

bueno hace un tiempo yo tenia una fantasía de masturbarme en un lugar público y completamente desnuda y sin tener nadie que me moleste había pensado en varios lugares como un lugar abandonado o en mi auto en un lu apartado pero se me ocurrió el lugar perfecto hacerlo en un bosque.

pero no solo quería masturbarme de manera común si no que quería hacerlo de manera especial con diferentes cosas, pensé en hacerlo con diferentes juguetes pero no tenía muchos juguetes y luego pensé en hacerlo con frutas y vegetales, esa idea me puso muy caliente entonces me puse manos ala obra y planear mi aventura.

un día antes fui a un supermercado ah comprar todos los utensilios, fui a esa parte de la tienda y compré un plátan, zanahori, limone, dos pepinos, y una berenjena, cuando estaba pagando la cajera me miro un poco rara por las cosas que compré pero bueno, se me hizo eterno el día pues solo esperaba tener todas esas cosas dentro de mi.

el día llego partí hacia el bosque, cuando llegue fui a una parte alejada donde había varios árboles que lo rodeaban comenze a apilar una montaña de hojas para hacerlo más cómodo saque todas las cosas de mi mochila las puse en el suelo comenze a quitarme los zapatos y calcetines pues me gustan mucho mis pies luego me quite mi chamarra.

despues procedí a quitarme mi jeans y mi playera para solo quedarme en ropa interior luego me quite mis bragas y mi sostén, estaba completamente desnuda en el bosque al aire libre con mis pezones paraditos y el aire fresco roazando mi vagina algo mojada ssentia genial no me importaba el frío que hacía me senté en las hojas quería sentir la naturaleza en todo mi cuerpo.

saque una botella de lubricante saque la zanahoria de la bolsa le puse lubricante y me la inserté poco a poco se sentía genial la metí y la sacaba lentamente de mi vaginita abri las piernas y me hice para enfrente empeza a meterla más rápido mientras tocaba mi clitoris emoeze a moverla mas rápido lo saque rápido y solt un chorro.

luego procedí a sacar el plátano de la bolsa luego pele el plátano y me lo metí empeze a moverlo rápido dentro de mi se sentía genial sentir como me penetraba con fuerza sólo escuchaba mis gemidos y el sonido de la naturaleza los pájaros cantar y yo continuaba penetrandome con mi platano.

saque el plátano de mi vajina toda mojadita y saque unos cuantos limones y procedí a meterlos en mi vagina uno a uno era genial expulsarlos de mi vajanita salian totalmente lubricados con mis jueguitos tome uno de los limones y me lo metí a mi boca luego los volví a meter a mi vajina una y otra vez.

saque un pepino y lo meti dentro de mi sin pensarlo me metí dos dedos a mi boca y comenze a lamerlos con intensidad luego empece a manosear mis tetas y a pellizcar mis pezones me masturba con tanta intensidad que estaba gritando de placer me daba igual estaba completamente sola dándome placer como una loca lo hazia tan rápido que tuve mi primer orgasmo saque mi pepino y tuve un squirt.

saque la berenjena y le puse lubricante me puse en cunclillas puse la berenjena en la entrada de ano y comenzó a introducirlo poco a poco sentía dolor pero me daba mas placer que dolor sentía como me abría y destrozaba mi culo comenze a dar saltitos en la berenjena gemía como loca en tan solo pensar que estaba sola al aire libre desnuda dando saltos en una berenjena me exito mucho.

y comenze a tocar mis pechos como loca llego un punto en el que con una mano tocaba mis pechos y con otra frotaba mi clitoris tuve un segundo orgasmo saque la berenjena de mi ano la aparte volví a ponerme de. Piernas hacia el aire tome la zanahoria y el plátano introduci el plátano en mi vajina y la zanahoria en mi ano y con las dos

manos comenze a introducirlas con rapidez y fuerza metí toda a zanahoria hasta solo dejar las hojas de fuera se sentía muy bien dentro de mi luego saque el plátano de mi mojada vainita y lo etroduci en mi boca y comenze a comerlo sabía muy bien combinado con mis jueguitos lo comí hasta acabármelo me sentía muy sucia por estar haciendo eso.

pero me daba igual se sentía muy bien saque la zanahoria y la lamí hasta dejarla limpia tomé los dos pepinos y los introduci por mis dos orificios solté un grito al sentir dos pepinos penatrarme estaba con las piernas abiertas y apuntando hacia el cielo me sentía toda caliente tenía la boca abierta y gimiendo solo era yo penetrandome

saque los pepinos de mis oyitos y lamí mis juguitos tomé los limones y me los metí en mi ano uno a uno tome la berenjena y trate de meterla en mi vajina pero no pude entonces comenzó a masturbarme con mi mano hasta venirme después de venirme me puse en cunclillas y comenze a expulsarlos de mi meti todos los productos en una bolsa

comenze a vestirme sin antes sacar un Plug anal de mi mochila y me lo puse tenía forma de corazón me puse toda mi ropa y fui hacia mi auto tire todo a la basura y me dirijo hacia mi casa.

espero que les guste este relato gracias por leer besos y buen día

«Y Godric tomó a Rowena y se entrelazaron en un único y primoroso acto de amor, sellando sus dos almas con la magia más poderosa del mundo».

¡¡Maldita sea, esto no me sirve de nada!! Hermione Granger cerró el pesado tomo de Historia de la Magia con frustración. ¡No me lo puedo creer! Había llegado el día que más temía: la biblioteca de Hogwarts la había fallado. Se había pasado horas consultando sin éxito los otrora informativos volúmenes, pues no había encontrado ni una sola mención a lo que andaba buscando. ¡Ni la referencia más vaga! Si la mayor fuente de sabiduría que conocía no era capaz de resolver sus preguntas, ¿dónde podría buscar? Todo su mundo se venía abajo.

Y todo por culpa de la petarda de Panty Patkinson, pensó con amargura El día anterior la cruel muchacha de la Casa Slytherin había hecho una broma humillándola delante de todo el Gran Comedor. Sus amigos corrieron a defenderla, pero el daño ya estaba hecho y su reputación manchada. Había sido durante el banquete de bienvenida de su sexto año*, en el que el Profesor Dumbledore les había anunciado una cosa maravillosa: el Torneo de los Tres Magos volvería a realizarse de nuevo. Habían pasado más de cien años desde el último así que iba a ser el acontecimiento del siglo. Hermione había comentado ilusionada que representantes de las escuelas mágicas de Beauxbutons y Durmstrang acudirían para enfrentarse a las terroríficas pruebas, a lo que Patty había comentado, con su venenosa voz: «No estés tan ilusionada que no te van ni a mirar. ¿Qué vas a hacer con los chicos de Durmstrang? ¿Leerles un libro?». Esa chica parecía haber nacido para escuchar conversaciones ajenas. El Gran Comedor porrumpió en una sonora carcajada, en la que estaban incluidos algunos de los alumnos de su propia casa, y Hermione abandonó corriendo el salón con la cara roja y lágrimas en los ojos.

Como no era la primera humillación en su vida, al día siguiente estaba con el ánimo resuelto, dispuesta a no volver a dejar que nadie la avergonzase. Se había saltado el desayuno ante la atónita mirada de sus amigos, yendo rauda a la biblioteca. «¡Es el primer día, Hermione, no tenemos deberes» había dicho Ron. No obstante, aunque no hubiera tenido la necesidad de buscar información, no habría tardado en acudir a ese sitio, su favorito dentro del castillo. El olor a cuero viejo, el suave rasgueo de las plumas sobre los pergaminos, el placer de recorrer sus polvorientas páginas, repletas de secretos… Todas esas cosadas, sumadas a la increíble cantidad de conocimiento que atesoraban, hacían que Hermione amase los libros, cosa que nunca nadie pareció entender. Y a pesar de todo, la habían fallado. No esperaba encontrar nada claro en la hora del desayuno, así que volvió por la tarde y el esfuerzo fue igual de inútil. La noche estaba ya entrada y la biblioteca estaba a punto de cerrar. Quizá… No, debía darse por vencida.

Abandonó la bilioteca abatida, conteniendo sin mucho éxito su frustración. Tendría que comerse la vergüenza y preguntarle a sus compañeras de habitación. Tenía que saber lo que era realmente el sexo, o mejor dicho, por qué todo el mundo parecía tan ansioso en torno a él. Conocía la mecánica, por supuesto, ya que lo había estudiado en su anterior colegio. El hombre fecunda a la mujer introduciéndole sus miembro viril. Lo que no entendía es qué había de especial en eso. Sabía que el acto en sí daba placer, ¿pero tanto? No podía creerlo. Necesitaba una confirmación, necesitaba pruebas.

Hermione era la persona más inteligente del castillo, quitando a Dumbledore, pero tenía muchas asignaturas pendientes. Esta era una de ellas. Sabía, no obstante, que los demás alumnos no eran como ella. Harry y Ron se cuidaban de no hablar de estos temas en su presencia, cosa que generalmente agradecía. Ahora no tanto, pues ambos dos habían tenido novias y seguro que también relaciones. Podrían haber sido de ayuda. Las chicas de su curso la respetaban, pero no la incluían nunca en sus planes ni en sus conversaciones. La veían como una empollona y, peor aún, como la amiga de Harry Potter. Él era la persona más popular de la escuela y eso hacía la vida un poco difícil a sus amigos, que siempre quedaban opacados.

La única amiga de verdad que tenía era Ginny, pero ella era un curso inferior y tenía su propio grupo, su novio y sus cosas. No se sentía cómoda preguntándole algo tan privado. Además, ella era menor y preguntarle hubiera sido humillante. ¿No debería ser Ginny la que le preguntase a ella? Pero claro, las tornas habían cambiado y era la chica joven la que tenía la experiencia y la mayor, las preguntas. Más aún, ¿y si no fuera capaz de guardar su secreto? ¿Y si se enteraban Harry y Ron? O peor, ¿y si se enteraban el resto de alumnos? No podía correr ese riesgo. Intentaría preguntárselo discretamente a sus compañeras o quizá, inmiscuirse en sus conversaciones para aprender.

En eso estaba cuando llegó al baño de chicas del tercer piso. No había estado prestando atención a sus pasos, sumida como estaba en sus cavilaciones. No le vendría mal refrescarse un poco la cara, así que entró. Sonrió con nostalgia recordando el incidente del troll en su primer curso. Había sido entonces cuando su amistad con Harry y Ron se había cimentado. Estaba intentando desencresparse el pelo, especialmente enmarañado aquel día, cuando notó que algo la traspasaba. Un fantasma con un antiguo uniforme de tono verdusco se encontraba a su lado, ofreciéndole una sonrisa insufrible.

—¡Myrtle! ¡Te he dicho mil veces que no hagas eso! —gritó Hermione.

—¿Qué pasa? Pensé que no te vendría mal que alguien te atravesase de vez en cuando…

—¿Qué se supone que quiéres decir con eso?

—Nada, nada, no te asustes.

—¿Asustarme yo? ¡Aquí el susto eres tú, que para eso eres un fantasma!

—¡Niña idiota! ¡Cómo te atreves a decirme eso! ¡Habrase visto! ¡¡Me las vas a pagar!!

Hermione salió atropellada del baño y echó a correr a toda velocidad por el pasillo. Desde el principio su relación con Myrtle había sido mala y esta vez la había ofendido de verdad. Ella era muy susceptible con su condición de fantasma, aunque extrañamente adoraba hablar de su propia muerte. Iba a ser difícil darle esquinazo a una persona que podía atravesar paredes. Myrtle no era peligrosa, pero si muy pesada y no iba a dejarla en paz hasta que se disculpase, cosa que ella no quería hacer. Torció al siguiente pasillo y antes de que Myrtle la alcanzara, se echó a sí misma un hechizo desilusionador. No era tan efectivo como la capa de invisibilidad de Harry, pero la ocultaría lo suficiente como para que Myrtle la perdiera de vista. Pasó a su lado segundos después, refunfuñando ella sola:

—¿Asustar yo? ¡La que asusta es ella con esa cara de amargada!

Hermione enrojeció tanto que por un momento pensó que se rompería su hechizo. Una cosa es que se rieran los demás, ¿pero Myrtle? ¿Un fantasma que había muerto durante una pataleta de adolescente? La furia se agolpó en su rostro. Eso no lo iba a permitir. Volvería a la biblioteca y encontraría algún manual que contestase a sus preguntas. El mundo muggle estaba repleto de libros y películas sobre sexo, ella lo sabía por el tiempo que pasaba con sus padres en verano, así que en el mundo mágico no podía haber menos. No podía ser que hubiera tan poca información sobre el tema.

Lo conseguiría, dominaría esa asignatura. Y cuando lo hiciera, dejaría de ser Hermione la empollona, siempre encorvada por el peso de una mochila de libros. Se convertiría en el objeto de deseo de todo Hogwarts.

Volvió a la biblioteca, que tenía las luces apagadas. Forzó la entrada con su varita y abrió la puerta con cuidado en busca de la Señora Pince. Como la pillase la bibliotecaria estaría metida en un buen lío. Parecía que no había nadie así que se dirigió a los estantes. Con la varita fue iluminando los volúmenes. Muchos de ellos ya los había consultado alguna vez. No, estos no le servirían, en ninguno de ellos había encontrado la más mínima referencia. Hasta que se le ocurrió… ¡Claro! ¡la Sección Prohibida! No había contemplado la posibilidad porque esa tarde pensó que le costaría mucho menos encontrar lo que buscaba.

La Sección Prohibida era uno de los sitios más restringidos de Hogwarts, aunque su acceso se encontraba allí mismo, al lado de la biblioteca normal y separada por un cordón. De día la vigilaba la bibliotecaria y solo se podía entrar con el permiso expreso de un profesor. Claro está, allí no había nadie para impedírselo. Entro a ese pasillo y contemplo las decenas de manuscritos, aún más polvorientos que los demás que había consultado. Aquellos libros contenían magia oscura y por eso los alumnos tenían vetado su uso. Los volúmenes le daban mala espina, pero también eran una fuente de conocimiento que nunca había abordado, así que fue paseándose, sacando de cuando en cuando algún libro de su sitio. Uno de ellos se quedó adherido a su mano cuando lo cogió y tuvo que hacer un contrahechizo para librarse.

Sin saberlo, había elegido el libro que contestaría a todas sus preguntas. Leyó su título «El tercer ojo» y en seguida le llamó la atención la foto de su portada, un humano con alas de águila y lo que parecía… un pene monstruoso. Lo abrió con el pulso latiéndole a mil por hora y un rápido vistazo la confirmó que ese era el libro que había estado todo el día buscando. Lo cerró, dispuesta a investigarlo a fondo, no sin darse cuenta de que con el forcejeo del maleficio, una pequeña libretita negra se había caído del estante. La hojeó curiosa y encontró que sus páginas estaban en blanco. Bueno, me servirá para tomar notas, me he quedado sin pergamino. La Señora Pince se moriría si supiera que iba a utilizar uno de sus preciados libros para escribir en él.

Se sentó en una mesa y empezó a leerlo. No cabía duda de que era un poderoso manual de magia oscura. Pasó ante cientos de hechizos sexuales que iban desde aumentar la potencia sexual, el tamaño de los atributos, técnicas anticonceptivas… Pronto se dio cuenta de lo equivocada que estaba. De primeras, había un montón de información, lo que indicaba que el sexo no era un asunto menor como había pensado. Tomó nota de todo ello. A juzgar por lo que decía el libro, era uno de los motores de la sociedad y del ser humano.

También tuvo que reconocer el error de que había sobrestimado la cantidad de prácticas relacionadas con el tema. Ella había supuesto que se circunscribía a la penetración. No obstante, leyó sobre un montón de sexualidades diferentes. Había gente que se tranformaba total o parcialmente en ánimales para la cópula. Se sorprendió porque algunos consideraban el olor como un ingrediente de gran atractivo sexual. También encontró descripciones y dibujos de artilugios que por su forma ya se imaginaba como se utilizarían… Incluso había algo que nunca habría imaginado… Había todo una categoría para los brujos que disfrutaban de los fluidos… hasta de la orina. Todo eso la asqueaba un poco, pero como había hecho con la anterior, fue apuntando en su libreta lo más destacable.

Descubrió que había un denominador común en muchas de esas prácticas. Independientemente de si fuera un mago o una bruja la que los realizase, solía estar presente un componente de dominación sexual. Era una de las filias más repetidas y había toda una variopinta selección de embrujos para lograr que la bruja o mago se convirtiese en tu propio esclavo sexual. Hermione que era una firme defensora de los derechos de los elfos domésticos no se interesó por estas relaciones que consideraba amorales. No obstante, había un hechizo que destacaba entre los demás.

EMBRUJO DEL FLAGELLUM

Una poderosa magia antigua que servirá los más oscuros propósitos de los magos ambiciosos. Tan sencillo de utilizar como potente su efecto. Realízalo apuntando sobre una parte del cuerpo y cada vez que esta sea revelada, la persona que la vea se convertirá automáticamente en tu esclavo sexual. El efecto dura 24h y durante ese tiempo la persona hechizada obedecerá todas y cada una de tus órdenes. Al día siguiente no recordará absolutamente nada. Los efectos se pueden acumular y al cabo de una semana continua de sumisión, se convirtien en permantentes. Se aconseja utilizar una parte del cuerpo poco visible, pues la sobreutilización puede conllevar efectos secundarios.

Hermione leyó la descripción estupefacta, junto con la descripción del movimiento de varita que debía hacerse y las palabras que debían pronunciarse. ¿Y sí…? No, no podría. ¿Pero, qué haría entonces? Había descubierto que este mundo era mucho más amplio de lo que creía. Necesitaba practicar, la teoría sola no bastaba. Un esclavo le ayudaría a todo ello y además no recordaría nada… Los efectos no eran irreversibles… Sí, lo haría. ¿Por qué no?

Alzó su varita, memorizando las palabras e inició el complejo movimiento del hechizo. Pronunció «Flagellum esse» y apuntó a su rodilla, una parte de su anatomía que consideraba inocua, justo en el mismo momento en el que oyó el estridente sonido del bufido de un gato. ¡La señora Norris! pensó, mientras la varita se le escurría de sus manos y caía en su zapato. Se agachó a toda prisa, cogió la varita y volvió a realizar el maleficio. No podían pillarla, no con ese libro, así que tenía que hacerlo rápido. Recogió sus cosas, llevándose la libreta en la que había tomado notas, y devolvió el libro a su estante. Se hizo un encantamiento desilusionador para salir sin ser vista, por si acaso el conserje andaba merodeando por allí, y se dirigió a la Torre Gryffindor.

Una vez tumbada en la cama, se encontraba feliz y radiante, a pesar de que solo quedaban un par de horas para levantarse. Había conseguido averiguar lo que quería y ahora posiblemente sabía más del tema que sus propios compañeros. No solo eso, sino que habia realizado un maleficio que la ayudaría a practicar para dominar el tema. Y mejor aún, se había saltado las normas. Ella sola, sin ayuda de Harry y Ron. Se durmió con una sonrisa ilusionada y la cabeza llena de mil y una posibilidades.

A la mañana siguiente se reunió con sus compañeros en el Gran Comedor. Le preguntaron que dónde se había metido el día anterior y ella respondió que en la biblioteca, restándole importancia. Verdaderamente, tampoco era tan raro. Ron hizo un par de chistes sobre el tema, pero en seguida su tema de conversación volvió a lo que era la comidilla de todo el castillo: el Torneo de los Tres Magos. Harry y Ron discutieron sobre quiénes serían elegidos los campeones de Hogwarts. Ellos no podían participar puesto que solo los alumnos del último año podían hacerlo. Dumbledore les había asegurado que habría un complejo sistema de magia para evitar que los alumnos jóvenes pudieran saltarse el protocolo. Parecían muy emocionados, pero Hermione apenas les escuchaba.

La noche anterior no había contemplado que tenía que elegir a una persona para probar su hechizo. Le empezó a dar vueltas en la cabeza, considerando los posibles candidatos. Tenía que ser una persona de su confianza, por si acaso algo iba mal, pero no tanto porque no quería herir sus sentimientos, aunque el libro aseguraba que no recordarían nada al día siguiente. Harry y Ron quedaban descartados por ese motivo, porque eran demasiado importantes para ella.

Dejaron el Gran Comedor y se dirigieron a las mazmorras, la morada del odiado Profesor Snape. Este año impartiría las lecciones de Defensa contra las Artes Oscuras, para disgusto de todo el mundo menos de Snape y sus adláteres de Slytherin. La asignatura de Pociones la impartía un viejo profesor amigo de Dumbledore. Habían tenido clase con él el día anterior y todos coincidieron en que jamás se habían sentido tan agusto en las mazmorras. Hoy, sin embargo, era su primera clase con Snape y la calidez que habían sentido se esfumaría como un encantamiento desvanecedor.

Snape aprovechó la clase para dedicarse a su afición favorita: menospreciar a los Gryffindor, en especial a Neville y a Harry. Harry era obvio, su rivalidad venía de antiguo, mucho antes de que el niño que sobrevivió llegara a este colegio. Snape había sufrido malos tratos por parte de James, el padre de Harry, que había sido un joven inconsciente. Ese odio había traspasado las generaciones y en el aula era tan evidente que casi podía vislumbrarse en el ambiente. En cuanto a Neville, nadie sabía por qué lo martirizaba tanto el despreciable profesor. Sí, era un chico más bien inútil, pero tenía un gran corazón. Cuando no le presionaban, podía ser incluso un mago competetente. El problema del chico era la inseguridad y Snape se aprovechaba de ello.

Harry aguantó con estoicismo las palabras en forma de dardos venenosos, acostumbrado a lidiar con una imagen que muchas veces le convertía en el blanco de las bromas y las críticas, pero Neville se derrumbó, no pudo aguantar la presión. Harry respondió en su ayuda, contestando de forma irrespetuosa al profesor. Él sonrío pues es lo que quería. La mayoría de las clases se resumían en un tira y afloja entre Snape y los alumnos; él los provocaba para que se rebelasen y así poder castigarlos. Eso mismo hizo y tanto Harry como Neville recibieron la tarea extra de hacer sendas redacciones. Snape en su acostumbrada equitatividad, había castigado a Harry y a Neville por igual, aunque este último realmente no había hecho nada.

El resto del día transcurrió con normalidad, con Harry criticando a Snape a cada rato y comentando lo injusto de su actitud. Generalmente Hermione le habría consolado, pero seguía pensativa, dilucidando quién podría ser la víctima de su maleficio. Desde luego, una cosa era realizarlo y otra llevarlo a cabo. Dudaba que pudiera hacerlo.

Ya de noche se encontraba en la sala común de Gryffindor, poniendo en limpio las notas que había tomado en las clases de ese día. Harry y Ron se habian marchado hace un rato y en la sala solo quedaba Neville, enfrascado en la redacción con la que lo habían castigado. En ese momento, bajo el titileo del crepitante fuego, vio resueltas todas sus preocupaciones. Neville, el pobre Neville. ¿Quién podía ajustarse a sus exigencias mejor que él? Era de su confianza y también muy tímido, así que lograría manipularle de alguna forma si algo salía mal. Con un remordimiento de conciencia, recogió su media, exhibiendo su rodilla izquierda, la fuente de los deseos según la descripción del hechizo.

—Neville, ¿sabes qué hora es? —preguntó dirigiéndose al joven y asegurándose de que viera su rodilla desnuda.

—Queda una hora para anochecer —dijo el chico.

Qué extraño, estaba segura de que el muchacho le había visto la rodilla pero no había reaccionado como esperaba. ¿Quizá hacia falta tiempo? Rebuscó entre su mochila para sacar la libreta en la que había apuntado sus notas. ¿Qué demonios? Estaba completamente vacía y eso que recordaba haber llenado varias páginas. Recorrió toda su extensión y no encontró ni la más pequeña mota de tinta. Ni siquiera tenía título ni estaba firmada. Estaba a punto de meterla en la mochila cuando vio como aparecían unas finas letras por arte de magia.

Enséñale tus pies.

¿Cómo? Esto debía de ser una broma. Una libreta… la estaba hablando. Y lo más extraño de todo, pedía que se descalzara. No sabía lo que estaba pasando. Quizá se había quedado dormida y estaba delirando en sueños.

Enséñale tus pies al chico.

Aquello era todavía más extraño. Quien quiera que controlase esa libreta, que tenía toda la pinta de ser un objeto de magia negra o por lo menos de mal gusto, estaba ahí, mirándoles, pues de otro modo era imposible que supiera lo que había intentado a hacer con Neville. ¿Pero quién o qué era?

El maleficio no ha salido como tú te crees.

Enséñale tus pies.

Vale, esto confirmaba sus sospechas. No recordaba que hubiera nadie en la biblioteca, ¿o sí? ¿Quién podía ser el que había descubierto sus secretos y estaba intentando engañarla con la libreta? La gata de Filch había aparecido justo antes de irse… Pero el conserje no podía ser, él era squib, jamás hubiera podido hechizar esa libreta. Con un escalofrío en la espalda Hermione pensó que tampoco iba a pasar nada por cumplir lo que se le pedía. ¿Qué podía salir mal? Si eso lo había hecho alguien para burlarse de ella, bueno, solo la verían descalza.

Siguiendo el impulso, se quitó un zapato. Apretó con energía su pie a través de la media para desentumecerlo. Los uniformes de Hogwarts tenían mucha clase, pero eran un engorro. Los alumnos solo se los quitaban para dormir y casi nunca utilizaban ropa muggle. Para Hermione eso suponía que se pasaba casi todo el día con capa, falda, medias y esos zapatos sofocantes. Que sus pies estuvieran todo el día encerrados hacían que le doliesen cuando se quitaba los zapatos, y también, para su vergüenza, que oliesen un poco. Se quitó la media de lana, haciéndola una bola, y alzó el pie, estirando los deditos. Tenía unos pies pequeños, muy blancos, pues nunca tomaba el sol. Uñas impecables y cierta pátina de sudor por haber estado todo el día encerrados. Para Hermione tener sus pies desnudos le causaba mucha libertad y disfrutaba todos los días del momento en el que se descalzaba para meterse en la cama.

—Neville, una hora has dicho, ¿no? —dijo Hermione, exhibiendo esta vez su pie.

—Sí, Hermio…

El chico se puso pálido antes de acabar la palabra. Sus labios formaron una o perfecta y sus ojos se desorbitaron tanto que parecían que iban a salirse de sus cuencas.

—Neville, levántate —dijo Hermione, probando su recién adquirido poder.

Neville inmediatamente se levantó. Sí, eso era, el hechizo había hecho efecto. Sin embargo, no se esperaba el resultado. Se había imaginado que el esclavo actuaría como uno de esos robots que había visto en la tele muggle, mas era más bien como un autómata, su cuerpo cumplía las órdenes pero el auténtico Neville seguía dentro, encerrado, como mero observador.

—Neville, ¿estás bien?

—De pronto estoy muy cachondo, Hermione —dijo con una voz atiplada y nerviosa.

—¿Por qué?

—Tus pies…

—¿Qué les pasa?

—Quiero besarlos.

—¿Cómo?

—Por favor, quiero besarlos —dijo con los ojos brillantes, pero sin moverse un ápice.

—Ven.

Neville se acercó titubeante, pero con sus ojos todavía centrados en su pie desnudo. Se arrodilló, poniéndose a su altura y posó sus labios en la parte superior, en un cálido beso. Por la forma en la que miraba y trataba sus pies parecía una madre contemplando a su hijo recién nacido. Neville empezó a besar su planta, sus deditos, su empiene… Colmó de besos toda la superficie de esa parte de anatomía que nunca pensó que fuera tan excitante. De hecho… Era algo raro para Hermione. Sentía en cierta manera el control que tenía sobre el muchacho, y eso la excitaba. Eso es lo que quería, ¿no? Que la deseasen como a las demás chicas. Pero también notaba placer… La experiencia trascendía más allá de lo psicológico y entraba en el terreno de lo físico.

Alzó la otra pierna que Neville descalzó obediente. La desvistió con cuidado dejando que poco a poco su media fuera revelando su blanca piel. Cuando liberó su pies, le dedicó las mismas atenciones, con la misma pasión inaudita en él. Puede que Neville fuera un chico torpe, pero ahí se estaba luciendo. Con las manos masajeaba su talón mientras que con los labios besaba cada centímetro de sus pies, cada poro de su piel.

Movida por el instinto, Hermione llevó su dedo pulgar a la boca del chico, haciendo presión para introducirlo. Neville obediente abrió la boca y dejó que el dedo lo llenara. Dios, aquello era aún mejor. Sentía la saliva en su pies, frío y calor a la vez, y cada roce de sus dientes hacía que diera un respingo de placer. Empezó a sentir un fuerte calor en su sexo y supo, aun sin verse, que estaba roja como un tomate. Acarició tímidamente su pubis, una zona que tenía completamente inexplorada, mientras el chico pasaba de chupar el dedo gordo a los demás deditos.

El cariño con el que lo hacía era el mismo que con los besos de antes. Más que cariño, devoción. Había un brillo especial en su mirada, una cara de satisfacción plena, y tenía los mofletes rojos, tan alterado o más que ella. Pronto fue más aventurado con sus intenciones, más intrépido con su lengua. De las suaves caricias pasó a lametones más pronunciados, que le provocaron un placer electrizante. Había una parte en concreto que alteraba todo su ser cada vez que la lengua del chaval la tocaba. Era la zona justo debajo de sus deditos y espasmos de placer la inundaban con cada caricia.

Justo cuando Neville estaba imprimiendo un ritmo salvaje a sus lametones, manchando de saliva tanto a su cara como a sus pies, Hermione los retiró, echándose para atrás. Apartó sus pies y Neville puso un mohín de tristeza. Ambos se miraron acalorados, sudando y con la cara completamente roja, aunque la de Neville estaba empapada.

—Neville, vete a tu cuarto… y olvida todo esto —dijo Hermione, con un hilillo de voz.

Neville se levantó y sin dirigir ni una palabra, fue hacia la puerta. Ni siquiera recogió sus cosas, que se habían quedado en una mesa cercana. Hermione se echó las manos a la cabeza, con el corazón todavía clavándose en su pecho con cada latido. ¿Qué acabo de hacer? Se dijo a sí misma. Quería experimentar que era el sexo, pero no estaba segura de que aquello fuese lo normal… ¿O sí? Se había sentido excitada de una forma que nunca había vivido antes. La sensación era como recibir diez Extraordinarios en sus TIMOs. No, mejor, mucho mejor. Había sentido un picor que todavía la llamaba a acariciarse el pubis… La plenitud que había notado ante la actitud servil de Neville. ¿Aquello tenía explicación?

Y lo más raro, ¿por qué los pies? ¿Qué tenían esa parte de su cuerpo que despertaba tanta devoción en Neville? No estaba segura de que aquello se deviera solo al hechizo; la mirada de Neville revelaba que aquello lo afectaba a niveles profundos de su ser. Y el hechizo, ¿cómo había hecho efecto? ¿Cómo se había vinculado su pie en vez de su rodilla, como había querido en un principio? Muchas preguntas se agolpaban en su ser y su parte analítica se antepuso a la pasional. Pregunta a pregunta, Hermione. Sí, no podría resolver todo de golpe, aquello era un puzzle que debía encajar pieza a pieza.

Había una pregunta, la más importante, que todavía no se había formulado. Abrió la libreta y con mano temblorosa escribió en el medio de una de sus páginas. No sabía si funcionaría, pero algo le decía que sí.

—¿Quién eres?

Soy Tom Riddle.

[*] Este relato se ubica en el universo de Harry Potter, pero eso no quiere decir que vaya a seguir al pie de la letra el canon. En este mundo el Torneo de los Tres Magos se produce en el sexto año, Lucius Malfoy nunca tuvo posesión del diario de Tom Riddle y Voldemort no resucitó en el Cementerio. Si buscáis historias que sigan fielmente las novelas originales, seguro que encontráis multitud de relatos en esta página.

Saludos.

Que puedo decir sobre mi? En pocas palabras soy de mas puta y me encanta. Tengo buen cuerpo, mis pechos son grandes (soy 36 DD), tengo una bonita cintura y aunque mi trasero no es tan grande como me gustaría pero no esta mal.

Me caliento muy rápido y me gusta probar de todo.

De como probe a un perro.

Los perros siempre me han gustado y siempre he tenido uno, pero cuando cumplí 20 me llego un relato de Zoofilia y Dios me encanto, desde entonces no pude dejar de pensar en como seria hacerlo con un perro, por desgracia solo tenia una perrita pequeña a la que había criado desde pequeña así que ella estaba totalmente descartada pero un dia mi primo tuvo que salir de la ciudad y me pidió cuidar a su perro un fin de semana.

Fue un día muy normal a decir verdad, llegue en viernes por la noche, mi primo había salido de urgencia así que no lo vi y solo me mando un mensaje con instrucciones, esa noche no paso nada solo llegue y dormí en el cuarto de invitados pero claro que metí a Pancho (un hermoso pastor alemán) en mi cama (solo para dormir).

El sábado me levante temprano y le pase unas fotos a mi primo de su perro tipo «Sigue vivo y bien» pero para la hora de la comida ya estaba aburrida, verán mi primo vive en una privada de casa y no hay mucho que hacer ahí así que me vi una películas y luego me puse a leer un poco en internet y por supuesto me metí a cierta pagina con relatos eróticos que había descubierto hacia algún tiempo y por supuesto me puse muy caliente y me dije a mi misma «por qué no?» primero revise toda la casa como paranoica por si se le había ocurrido a mi primo dejar alguna cámara, pero después de buscar y buscar no encontré nada así llego la noche y la decisión, ya era sábado y mi primo regresaría el lunes por la mañana así que tenia que hacerlo YA.

Y lo hice subí a mi habitación con Pancho «para dormir» y una vez dentro me quite toda la ropa y llame al perro para acariciarlo, inmediatamente se puso para que le rascara la panza pero en lugar de eso comencé a masturbarlo y después empece a lamerle la punta roja que ya se asomaba, él se paro y yo seguí lamiéndolo como si fuera una perrita, creo que no entendía lo que pasaba y comencé a masturbarme para estar bien mojadita para él, solo basto un poco para lograr mi objetivo, así que me di vuela y le ofrecí el culo y pronto sentí su nariz fría en mi ya caliente vulva y fue genial.

Pronto paso a lenguetearme tan bien y tan rico como ningun hombre (y créanme que he probado bastantes lenguas), cuando sentí que estaba a punto de montarme se me antojo jugar un jueguito con él y ser una perrita totalmente, así que comencé a moverme en cuatro patas alejándome de él o sentándome en el piso cuando me iba a penetrar, el jueguito le desespero bastante mas rápido de lo que pensé y me gruño y eso es lo mas excitante que pudo hacer, después de eso le di justo lo que quería y él ni tarde ni perezoso me la metió como todo un semental.

Sentir la verga de ese animal me saco por completo de mi, era grande y gruesa y tan venosa. en ese momento pensé que lo único que podía ser mejor que eso seria que hubiera una gran audiencia, pero solo estábamos él y yo y él me daba y me daba y no me soltaba, cada vez era mas profundo y mis rodillas comenzaron a doler, así que me quise acomodar, pero él no me dejo gruño y clavo sus garras en mis caderas, así supe que en verdad era su perrita. Me dolían mis rodillas y me encantaba, me encantaba ser solo un mero medio para su placer un placer salvaje sin restricciones.

No se cuanto duro, pero en verdad duro mucho cuando sentí lo que no pensé que ocurriera su pene se hinchaba y lo supe me iba a abotonar y me graduaría como perra y el orgasmo llego abrazador cuando creí que mi vagina se iba a rasgar, y sentí su lechita caliente y abundante dentro de mi, pasaron varios minutos antes de que me soltara y yo cayera al suelo agotada y adolorida pero con una gran sonrisa, fue cuando lo decidí seria una perra en toda la extencion de la palabra y él seria mi macho, mi amo y mi dueño, al menos hasta que mi primo regresara.

Lo primero que hice fue atender a mi amo, vi que se lamia su pene que aun tenia expuesto y comencé a limpiarlo con mi lengua como creí haría una buena perrita, mi vagina palpitaba pero no me importo, me gustaba sentirme abierta escurriendo semen de mi amo perruno y termine de limpiarlo y pronto me di cuenta que el semen escurrido también estaba en el piso y también lo limpie como buena perrita, luego le hice señas para que subiera a dormir a la cama y yo baje una almohada y un cobertor al piso y dormí ahí. En verdad quería sentirme una perra, no sabia si tendría otra oportunidad como esa.

A la mañana siguiente me despertó, era hora del desayuno y lo debía atender, le tome unas fotos para mi primo y las mande, tome la decisión de no vestirme ni andar en de pie, literalmente seria una perrita. bajar las escaleras fue un reto, y servir su comida y solo hasta que él termino me serví un poco de serial el cual comí en el piso justo donde él comía, no hacia terminado mi cereal cuando mi macho decidió que quería volver a probarme, así que abrí mis piernas y me entregue a mi macho, de nuevo me jodió sin piedad y me abotono y de nuevo jure que seria su perra de por vida.

Al medio día él estaba jugando en el patio, el cual tiene paredes altas y pensé que debía salir a jugar con él y así lo hice, al principio me dio algo de miedo pero después de dos horas ya era una perra feliz, incluso orine en el jardín (porque los perros deben hacer afuera) basta decir que ese fue el domingo mas feliz de mi vida, solo entrábamos a comer, y por supuesto que follamos en el jardín varias veces, creo que lo deje exhausto y él a mi me dejo muy adolorida pero muy bien follada.

Volví a dormir en el suelo, pero ahora con él a mi lado y mi primo llego el lunes al medio día, lo que me dio tiempo de limpiar todo mi desastre.

El lunes me despedi de Pancho y me senti tan triste ahora que lo habia probado lo necesitaba, por suerte para mi no fue ni la ultima vez ni el ultimo perro que probe.

Muy bien tengo ganas de ver que tal resulta subir este relato ademas de que me lo pidieron bastante por correo, tambien por que pese a todo me gusta hacerlo asi que, veamos que tal resulta.

Le reconocí muy por apenas era el joven de las gradas que me echaba un ojo cada que pasaba, aunque aun así tenía mis dudas pues al fin y al cabo lo vi a través de los arbustos y apenas vi su cara pero recordaba su camisa la cual era de un naranja muy llamativo y él era el único con una así. Ahí estaba yo aun en cuatro, entre pasto y tierra, con Max encima de mí descargando los últimos chorros de leche en su hembra a la cual tenía abotonada, despreocupado por lo que acaba de pasar y pese a mis anteriores palabras él ni se inmuto, por otro lado yo estaba pasmada, asustada e impotente debido al nudo el cual sabía bien que iba a tardar en deshacerse y darme oportunidad de largarme de ahí que es lo único que quería hacer en ese momento, ni siquiera disfrute esos momentos con Max pues mi más grande temor se había hecho realidad por un descuido tan tonto, pese a que me di cuenta que algo iba mal poco antes de ser montada la lujuria me venció e ignore lo obvio, por ese gran error habían descubierto mi secreto.

Al final cuando Max salió de mi inmediatamente después me acomode la lycra y subí mi blusa cubriendo mis pechos, me senté abrazando mis piernas para al instante ponerme a pensar “¿Cómo pude estar tan pendeja?…Ya se acabó todo mi jueguito… ¿A quién se le ocurre coger en un puto parque?… ¿Y si le dice a alguien?” son unas de las cosas que recuerdo de entre las tantas que pensé en ese momento, yo estaba temblorosa y sin ganas de salir de entre los arbustos pero al final tenía que hacerlo no me quedaba de otra pues en unas horas más iría a trabajar. Tras ponerle la correa a Max y limpiarme la entrepierna cosa que no hice antes ya que quería a mi perro fuera de mi para pensar con claridad, pues salí de allí verificando que no hubiera más sorpresitas y tras eso pase por la cancha a ver si de casualidad estaba este chico para hablar pero no, todos seguían ahí, los niños y los señores de las gradas incluso unos cuantos más que se sumaron, todos excepto el joven, y tras un suspiro me dije a mi misma en resignación “Pues si…fue el”.

Pasaron unas cuantas semanas y yo no podía dejar de pensar en lo ocurrido en cualquier momento, no importaba si estaba en mi casa, en el trabajo, comiendo o acostada para dormir siempre pensaba en que iba a pasar, ni siquiera quería que Max me tomara, solo quería volver a ver a ese muchacho para hablar con él y rogarle que mantuviera el secreto. Yo salía sola a caminar por el fraccionamiento con la esperanza de en un golpe de suerte encontrarlo; un día pase por el parque y mire que había un partido “Quizás lo encuentre ahí…cuando nos vio antes estaba mirando un partido, así que, quizás” y vaya sorpresa la mía porque cuando me acercaba vi que en efecto ahí estaba entonces nomas verlo se me paro el corazón y me puse nerviosa pero aun así fui a donde él estaba.

“Hola” Dije yo ya que nada más se me ocurrió y el volteo con una expresión extrañada ya que le pareció familiar la voz y con solo verme la cara se puso pálido y se asombró bastante.

—Podemos hablar un rato.

—SI. —Me respondió a secas y con voz cortada, después le sugerí ir a otro lado del parque para estar a solas.

—Seré directa, ambos sabemos lo que viste así que evitemos negaciones.

—Ok. —Seguía siendo muy seco estaba claramente más nervioso que yo pero me sorprendió que no negara lo que vio.

—Solo quiero saber si lo has contado o algo así.

—No…para nada, no te preocupes eso se va a quedar solo en mis recuerdos. —Lo cual me reconforto bastante escuchar aunque me era difícil creerlo, después de todo era un desconocido para mí.

— ¿Cómo sé que puedo confiar en lo que me dices?

—No pues… este…no sé qué decirte. —Se notaba como cada vez estaba más nervioso y empezaba a incomodarse.

—Me llamo Patricia todos me dicen Paty, ¿Tu cómo te llamas? —Le pregunte para liberar algo de tensión.

—Abraham.

— ¿Y qué edad tienes? Yo tengo 24.

—20, tengo 20. —Me respondió un poco más relajado.

—Discúlpame si te incomode con las preguntas de antes es solo que lo que viste, no es como que quisiera que alguien lo supiera.

—Yo lo entiendo, pero confía en mi…no se lo diré a nadie…yo siempre quise tener la oportunidad de ver algo así y pues, gracias supongo, por ti se me hizo. —Entonces supe cómo podría asegurar su silencio.

—Imagino que te gustaría ver más entonces.

—Pues si ¿Por qué lo dices?—Entonces sonreí levemente y le respondí.

—Bueno, acompáñame a mi departamento si tienes tiempo.

Abraham asintió con la cabeza y entonces nos dirigimos hacia el departamento, honestamente no estaba muy segura de lo que hacía pero realmente necesitaba asegurarme de que no saldría de su boca, y bueno como el admitió querer ver algo como lo mío con Max pues pensé que sería bueno que esta vez lo viera mejor para de paso generarle una especie de confianza. Por el camino le fui honesta al decirle que no confiaba en el pero quería cambiar eso, por mi bien, también le dije un poco acerca de mi trabajo para que no se pusiera más nervioso ya que a esas alturas ya se me había bajado el nervio a mí pero a él, no tanto y de igual manera el me comento un poco acerca del suyo hasta que llegamos.

Cuando entramos Max enseguida nos recibió poniéndole especial atención al joven, gruñéndole un poco al no reconocerlo “Cálmate” le dije a mi amante en voz suave mientras lo acariciaba y después le dije a Abraham “Él es Max, de seguro lo recuerdas” le mencione con sarcasmo, acto seguido lo invite a sentarse en una silla de mi comedor para después acompañarlo y decirle.

—Imagino que si te dejo vernos podrás prometerme no contarlo nunca.

—Pues…yo y-ya te dije que no lo-no lo voy a contar. —Me decía tartamudeando.

—Así es, pero comprende que tengo que asegurarme…entonces si te dejo vernos…

—Si… me dejas verlos…te juro que no saldrá de mí nunca.

—Gracias, creo que es todo lo que ocupaba oír.

Así pues lo invite a sentarse en el sillón y le dije “Pues creo que ahora que ambos tenemos tiempo es un buen momento así que…” entonces llame a Max y le dije a este “Este muchacho nos cacho el otro día y hoy, hoy va a vernos en primera fila”.

—¿No se te hace raro hablar con tu perro?— Me menciono.

—No más que dejarlo cogerme. —Respondí tajante sin siquiera voltearle a ver.

El asintió con la cabeza sonriendo levemente a la vez que le dije “Bueno…ya voy a empezar, si quieres tocarte o algo mientras miras…pues por mí no hay problema” de nuevo solo asintió y poco después yo le agarre el pene a Max, él estaba parado y yo estaba a su costado, entonces empecé a masturbarlo aunque debido al anterior comentario de Abraham me ahorre los míos hacia mi macho pues me sentí un poco rara, también por el hecho de que era la primera vez que yo sabía que alguien estaba ahí mirándome y sinceramente me incomodaba un poco. No obstante seguí haciéndolo hasta que poco a poco fui sacando su rojo miembro de su funda y se me salió decir “Ahí esta bebe, el juguete de mami” entonces oí como Abraham reía un poco y después él me dijo “Me gusta que le hables así, perdón por lo que dije antes…no quería que no lo hicieras” de esa manera esta vez yo sonreí y asentí levemente para después poner la cabeza debajo de mi perro buscando mi premio.

Entonces lo saboree con mi lengua, pasándola alrededor de la punta de su verga llenándola de saliva así como chupándola un poco, la introducía a mi boca suavemente para después irla sacando lentamente acariciándola con mis labios hasta hacer que sonara cuando su verga se libraba de mi boca como si un beso fuera, continúe haciéndolo y de a poco fui metiéndola más a mi boca mientras de vez en cuando miraba al espectador el cual solo observaba perplejo como una de sus fantasías se cumplía justo frente a sus ojos lo cual no sé porque pero me hizo reír un poco aun con la verga en boca e hizo también que me abalanzara sobre esta, tragándola más rápido pues habría que dar un buen espectáculo y hasta ese momento había estado algo tímida. Así pues mi ritmo aumento considerablemente y comenzaba a atragantarme con el pene canino que engullía a la vez que con mi lengua rodeaba frenética todo su tronco disfrutando al sentir como se endurecía con mi estimulación. Después de sentirla bien dura la saque de mi boca mientras Max daba leves embestidas al aire dado que evidentemente ya estaba listo para montar a su perrita.

Tras eso me lamí los labios sintiendo el sabor de una buena verga canina aun presente en ellos para después morderlos mientras veía fijamente el trozo de Max quien ya jadeaba excitado y le dije “¿Ya te quieres coger a tu mami verdad? Obvio que si quieres” luego mire a mi invitado.

—¿Y tú, quieres que se coja a su mami?—Pregunte solo para ver su reacción.

—Bueno yo…eso creo.

—Tomare eso como un sí. —Dije entre risas.

—Ok.

—Lo dijiste aquella vez, veo que quieres decirlo ahora así que dilo.

—¡Que perra!—Dijo con una sonrisa dibujada en el rostro.

Por un momento levante un poco mi blusa como si me la fuera a quitar pero rápidamente recordé que Abraham se encontraba allí y decidí no hacerlo pues sentí un poco de pena, sé que lo que estaba presenciando era mucho más que por ejemplo el verme desnuda pero aun así no quise mostrar más de lo necesario y entonces me baje un poco el pantalón y mi bóxer mientras le decía a Max “Vamos bebé ya es hora de que hagas a mami una perrita…tu perrita” mientras me ponía en la posición correspondiente preguntándole a Abraham que si prefería vernos de perfil o por detrás a lo que respondió casi de inmediato que de perfil y entonces lo consentí poniéndome en un modo para que nos apreciara de esa manera, para después bajar más mi ropa dejándola debajo de la rodilla y así facilitar mi abertura de piernas. Para mi sorpresa Max no me monto al verme de modo, voltee para verle y note que estaba viendo a nuestro espectador y se encontraba alerta levantando sus orejas y con su pelaje un tanto erizado, luego mire a Abraham quien ya tenía una mano dentro de su pantalón y no se daba cuenta que mi amante por fin le tomo importancia.

—No te vayas a asustar, pero creo que mi bebé no se ve muy contento contigo. —Le advertí.

— ¿Por qué lo dices?…Ahh ya. —Dijo tras percatarse de la mirada de Max.

—No te preocupes, supongo que con que no te acerques basta y pues si quieres continúa con lo tuyo…sabes a lo que me refiero.

— ¿Supones?…y si ya sé a qué te refieres. —Comento mientras agitaba la mano que sostenía a su amigo.

Luego de eso yo comencé a llamar a Max y darme unas nalgadas para que se interesara más en su hembra que en aquel que quería también montarla y después de un rato surtió efecto así él se acercó gruñendo y le dije “Eso mi amor no le hagas caso a él, solo soy tuya, ya cógeme” después mire al muchacho a quien parecía excitarle eso pues se la jalaba ya un poco más y entonces le hice un comentario “Si gustas sacártela adelante, se te hará más fácil que ahí dentro no cre-es…” súbitamente sentí como Max me montaba y jalaba de mi cadera con sus patas posteriores para enseguida introducir su verga en mi puchita y comenzar a embestir salvajemente a la par que escuche como Abraham abría el cierre de su pantalón e imagine saco su pene para bueno…ya saben.

Max arremetía sin parar contra su hembra mientras gruñía y se aferraba fuertemente a mi cadera incluso llegando a rasguñarme más de lo normal, sinceramente eso me excito bastante pues me encanta su rudeza y parecía que ya no había rastro de esa timidez mía inicial pues gimiendo decía “Ahhh…si mi amor…soy tu puta…mmmm, cógeme duro, dame…ahhh, toda tu vergota” mi macho no necesitaba que se lo dijera pues el mismo no paraba de satisfacerme y la cosa se intensifico cuando comenzó a introducir su bola, abriendo los labios de mi vagina con cada embestida de su nudo el cual finalmente logro dilatar mi vulva e introducirse para poder pegarnos. No sin antes darme una buena ensartada “AHHH… ¡Perro cabrón! Dale a tu perra, no pares” le dije tras un pequeño grito mientras oía como mi invitado se masturbaba más frenéticamente.

— ¿Esto te gusta verdad?

—Ni modo que no. —Respondió sin dejar de observar lascivamente el zoofilico acto. —Dilo otra vez, eso de que quieres que te deje cargada.

Me dio un poco de risa y mientras sentía como la verga de mi mascota palpitaba dentro mío

casi a punto de lanzar su leche por lo cual yo comencé a venirme y mientras gemía sin parar, hice memoria acerca de su petición y recordé lo que dije antes de saber que me estaba mirando aquella vez en el parque por lo que en pleno éxtasis lo dije como se me vino a la mente “Tendré a tus perritos por esto, quiero que…ahhh, me cargues…AHHHH” entonces sentí como derrochaba su caliente semen dentro de mi dejándome llena de este, incluso brotaba de mi vagina su leche como mis jugos y entonces ante dicha escena Abraham comento “¡Que perra eres Paty! Toda una perrita” y así escuchando como el gemía y terminaba con su jalada de verga parándose del sofá y echando su leche en el suelo mientras no dejaba de mirar directamente mi rostro para después decir “Que hermosa estas…quien diría que haces esto” yo me ahorre mis comentarios pues paso de ser bastante reservado a ser muy confiado lo cual me incomodo un poco pero no mucho; Max seguía gruñendo y mordisqueando un poco mi cabello aunque no como de costumbre, entonces Abraham por una razón que no entiendo muy bien se acercó pese a que le dije momentos antes que no lo hiciera y Max no reacciono nada bien, me sostuvo incluso más de mi cadera haciendo que esta vez sí me doliera además de ladrarle agresivamente al joven incluso llegando a aturdirme pues su hocico estaba cerca de mi oído y entonces mire a Abraham para decirle “Defiende a su perra, mejor hazme caso y no te arrimes” él se había puesto pálido lo cual me hizo gracia pero al final se lo había buscado.

El tiempo paso y el nudo de mi perro se deshizo dejándome libre una vez más, yo me quite el pantalón y junto a este mi bóxer solo para irme al baño a limpiarme, también note la evidente mirada que me echo Abraham y decidí no decir nada hasta después de limpiarme e ir por mis pantalones.

—¿Entonces qué tal? —Pregunte mientras me agachaba a recoger los pantalones.

—Nada mal…te juro que de mí no saldrá. —Respondió mientras me paraba frente a él sin aun ponerme la prenda.

—¿Y de lo que ves ahorita?

—Mmm, bueno que te puedo decir…se ve bien. —Su respuesta dibujo una sonrisa en mi rostro

—Bueno a lo mejor un día también te toca probar, solo no hagas pendejadas frente al perro, ya viste que no le caes muy bien.

—¿Algún día?

—Seré franca, es difícil encontrar a alguien con un interés por esto. Así que no me molestaría tener un tipo de relación contigo, nada formal pero una relación.

Después charlamos un poco del tema y le dije que lo pensara, le di mi numero para que me diera una respuesta después y se retiró del departamento dejándome con un buen sabor de boca, ya que nunca creí que alguien seria testigo directo de mis momentos íntimos con Max y menos aún que eso me gustara.

Como escribi al inicio subo este relato ya que se me pidio bastante y la verdad me es dificil enviarles a todos el relato asi que ojala lo leyeran aquellos a los que no pude enviarselos por correo, tambien comenten o bien envienme un mensaje a mi correo diciendome que les parecio.

Mi Primera Experiencia Haciendo un Squirt

Había escuchado mucho acerca del “squirting”, incluso vi varios videos y leí relatos eróticos en los que las chicas decían como llegaban a lograr eso. Yo, incluso una vez llegué a terminar de una manera en la que mojé un poco la cama, pero para que fuera un squirt me faltaba mucho.

Normalmente cuando lo hago con mi novio me hace el amor, pero últimamente hemos cogido de una manera en la que me gusta que me trate como su sumisa. Me gusta decirle que soy su puta por qué sé que eso a lo prende aún más, y a mí me gusta serlo cuando estoy con él, pero últimamente se me ha metido la idea de hacer un squirt, mas no había llegado a ese punto. Cuando lo hago con mi novio termino varias veces y le pido que pare porqué me daban muchas ganas de hacer pipí, pero ahora entiendo que no es eso.

El día que me propuse hacer un squirt fue por varias cosas, una de ella fue por qué leí un relato erótico que me prendió muchísimo.

Saliendo del gym mi novio y yo nos quedamos de ver, para cuando él llegó yo ya tenía los pantalones y los calzones abajo, sólo estaba esperando para que llegara y me lo metiera. Antes de que él llegara de lo excitada que yo estaba comencé a meterme dedos y en ese momento de entre mis piernas corrió un líquido transparente que salía de mi vagina, en ese momento ya estaba muy mojada.

Cuando él llegó me pidió que se la chupara y de ahí me lo metió muy rico. Yo no podía parar de gemir y me excitaba más cuando me ordenaba que no hiciera ruido, pero era algo que no podía contener, con mis manos tapé mi boca para evitar hacer tanto ruido porque nos podían escuchar. Por unos momentos, pensé que terminaría haciendo un squirt, pero en el lugar donde estábamos no podía hacerlo. Le pedí que parara, pero no lo hizo.

Me sentí empapada y muy caliente; él terminó dentro de mí y lo disfruté mucho. Me puse ropa y me fui con su rica leche entre mis piernas, lo cual me prendió aún más camino a casa.

En ese momento me propuse hacer lo que fuera necesario para lograr hacer un squirt, utilicé un dildo y un vibrador. Primero comencé tocándome e introduciendo mis dedos a mi vagina, en ese momento otra vez ya estaba muy mojada. Al tocarme solo podía pensar en lo que hace una hora sentía con mi novio cuando me cogía. Después de tocarme metí el dildo en mi vagina y pasaba el vibrador por mi clítoris, estaba muy prendida que me empecé a moverme de una forma incontrolable. Coloqué el dildo en un lugar fijo para que así fueran mis movimientos de cadera los que controlaran la penetración y no mi mano, (cabe mencionar que mi dildo mide 20cm y normalmente sólo introducía unos 13cm como máximo) pero con lo excitada que estaba comencé a moverme de una forma muy alocada y con cada movimiento llegué al momento en el que empecé a sentir esas ganas de hacer pipí.

Esta vez no pensaba detenerme, con mis dedos estimulaba mi punto «g», y cuando sentí que estaba por terminar metí el dildo de nuevo pero esta vez lo metí casi todo. Lo movía a una velocidad muy alta, hasta que por fin sentí una sensación muy rica y diferente, la cual sólo puedo describir diciendo que terminé mojando toda la pared. El dildo salió expulsado por todos los jugos tan deliciosos que corrían de mi vagina, obviamente probé el sabor de esos jugos y puedo decirles que me encantaró. Me sorprendí de lo rico que terminé y me sentí orgullosa de lograr llegar a ese punto.

Corría la primavera del 77 y todo parecía ir bien. De hecho todo me iba bien. Había terminado el servicio militar y rebasaba en muy pocos la veintena. Estudiaba electrónica, que me apasionaba, con libros que compraba aquí y allí, y los conocimientos adquiridos me permitían trabajar en un taller de reparación y venta de equipos electrónicos cuando estos aun se reparaban, y también hacia mis propios pinitos sin pasar por el taller, lo cual incrementaba mis ingresos.

Para complementar, hacía extras de camarero los fines de semana y en conjunto marchaba todo viento en popa como suele decirse. Podía permitirme ciertos caprichos y satisfacer algunas aficiones que para mucha gente pudieran parecer raras, como la astronomía, que requiere de equipos relativamente caros, y yo gracias a mi trabajo y a mis chanchullos extra laborales, siempre tuve mi propio telescopio sin recurrir a la economía familiar que por otra parte estaba descartada, sobre todo para comprarme a mí un telescopio.

Mis conocimientos de electrónica, y a través del taller donde trabajaba, me llevaron a contactar con una empresa que se estaba instalando en la ciudad, que haría uso de equipos de audio y video y requerirían de técnicos para su instalación y mantenimiento.

Se trataba de una sala de apuestas y juegos de azar, que al parecer estaba funcionando bien en Valencia y otras ciudades y se nos encargó la compra e instalación de toda la electrónica en el menor plazo de tiempo posible, por lo que nos pusimos manos a la obra.

Un técnico de la empresa donde trabajaba y yo, instalamos todo este equipo, y nos hicimos cargo del mantenimiento.

Mientras instalábamos las cámaras de video, los monitores, y los micrófonos que se usarían para el normal funcionamiento de la sala, veíamos a las chicas que formarían el equipo de azafatas, cómo practicaban y se adiestraban en el uso de las maquinas. Algunas eran de esta localidad, y otras venían directamente de Valencia, de otra sala, y eran las que enseñarían a las de aquí los entresijos del juego para su normal funcionamiento. Los empleados de más responsabilidad eran todos de Valencia, así como el gerente y otros altos cargos.

Yo, que como dije tenia veinte y pocos años, no podía evitar mirar sobre todo a las chicas, como ponían voz dulce para cantar las apuestas y como practicaban el trato con los futuros clientes. El equipo de azafatas eran 9 chicas y dos hombres ya algo mayores, aparte de la gerencia.

Lógicamente eran las chicas lo que más me interesaba y gustaba ver y escuchar. Tenían una voz dulce y melodiosa y practicaban para que así fuera, y en general eran bastante guapas y siempre iban maquilladas e impecables.

Enseguida me fijé en una de ellas que destacaba sobre las demás. Y destacaba porque era sencillamente preciosa. No era muy alta pero su figura era perfecta. Tenía el pelo castaño claro, casi rubio, y casi siempre lo llevaba recogido en una coleta. Cuando se lo dejaba suelto, tenía esa melenita a la que se conoce como “egipcia”, y que llega justo a los hombros. Sus ojos, azules, de mirada dulce y algo pícara, y cuándo se los pintaba, realzaban su belleza aún más. Nariz, pequeña y algo respingona, con alguna peca, típicamente femenina. Pero lo más bonito era su boca. Tenía unos labios perfectos. Rosados y carnosos, con las comisuras apuntando ligeramente hacia arriba incluso cuando estaba seria. A veces llevaba un ligerísimo toque de “glossy”, ese brillo tan bonito y sensual, y que tan bien le sentaba. Cuando sonreía dejaba ver unos dientes blancos como la nieve. En definitiva era un rostro precioso, de esos que no te cansas de mirar. Al menos así era para mí, porque sé que la belleza es relativa, y lo que a unos gusta a otros no gusta tanto, pero a mí me encantaba aquella chica y no me cansaba de mirarla, y me cuesta creer que alguien en su sano juicio no quedara maravillado al ver aquel rostro tan bonito.

El primer día que la vi llevaba pantalón vaquero y jersey blanco de punto fino que marcaba su figura, debajo del cual se adivinaba un par de bonitos y turgentes pechos. Incluso llegué a fantasear que no llevaba sujetador, que no sostén, porque una cosa es sujetar y otra muy distinta sostener.

Desconocía su edad, pero no rebasaría en mucho los 20. Apenas conocía su nombre, en realidad lo desconocía todo sobre ella, pero solo sabía que los días que ella no estaba, algo se rompía en mi interior. Puede que suene algo cursi, pero aquella criaturita me estaba haciendo mella y se estaba colando en mi vida, y solo esperaba el momento de ir para estar cerca de ella y poder verla.

Así las cosas, fueron pasando los días. Terminamos el montaje de los equipos y la sala empezó a funcionar. El técnico que había hecho el montaje y yo, estábamos allí por si pasaba algo mientras las chicas evolucionaban por la sala, que estaba a rebosar de gente.

Iban preciosas y elegantes, con el uniforme pantalón negro, camisa blanca y chaleco verde. Y la de mis desvelos estaba sencillamente para comérsela.

Había servicio de cafetería, y los camareros servían bebidas y comida a los clientes.

Una noche oí un comentario de que faltaba un camarero de refuerzo los fines de semana tal era la afluencia de gente. Enseguida se me encendió una luz: yo hacía extras esporádicas de camarero los fines de semana, y si conseguía entrar en la sala de apuestas seria una jugada maestra, pues estaría cerca de la chica que tanto me gustaba, y no representaría un esfuerzo extra para mí. Solo tendría que dejar las extras en hoteles y hacerlas aquí, además estaría en la sala y si hubiese un problema con la electrónica, tendrían al técnico al momento. El plan parecía perfecto

Hice el comentario al gerente y le pareció una idea estupenda. Sé que no es muy profesional que un técnico proponga a la empresa que lo ha contratado para mantenimiento de equipos electrónicos trabajar de camarero los fines de semana, pero a ellos les pareció bien y a mi mejor. A ellos, por supuesto, les pareció genial porque así tendrían al técnico al instante en la sala, pues una avería durante la sesión podía representar un serio revés económico para la empresa.

Y esta es la verdad y no otra: empecé de camarero en la sala de juego solo por estar cerca de la chica que me gustaba. Y ella por supuesto sin saberlo. De hecho me ignoraba por completo, y apenas nos saludamos una o dos veces en las tres semanas que estuvimos montando los equipos.

Poco a poco, supe cómo se llamaba y fui sabiendo cosas de ella. Supe que tenía 23 años, y lo peor: supe que estaba casada. Y lo estaba con un hombre gris, raro, feo, cerrado de barba y bastante mayor que ella. No entendía como un tío así podía haber gustado a una mujer tan bonita, que podía haber aspirado a algo mucho mejor. Pero así era, y así iba a seguir siendo. Mucho más tarde supe por ella misma porqué se había casado con aquel hombre, pero eso es otra historia

Yo libraba los lunes en mis quehaceres de camarero, pero iba igual para estar cerca de ella y así al menos poder verla. Ella lo hacia los miércoles, y era el peor día de la semana para mí, porque sabía que debería pasar la sesión sin verla, y aunque pasaba la jornada con las otras chicas, no era lo mismo. Además solo pensar que estaría con aquel tío me revolvía por dentro. Lo digo como lo sentía.

Cuando ella estaba, yo procuraba servir las mesas de su zona y de vez en cuando pasaba junto a mí y me regalaba alguna sonrisa y podía incluso rozarla, y disfrutaba sintiéndola cerca y oliendo su aroma y perfume. A veces, cuando empezaba la sesión, venia recién duchada con el pelo aun húmedo, y pasar junto a ella era un regalo para mí. Si, lo admito, ¿por qué no había de hacerlo? Estaba pillado por aquella chica. Sabía que estaba casada, que me ignoraba y que no tenía ninguna posibilidad. Sentía rabia, pero me gustaba igual, y no podía hacer nada por evitarlo.

Pasaron los meses, fui conociendo a las otras chicas y me acerqué a unas más que a otras y tuve algunos escarceos. Incluso con una que era de La Cava, y que era también bastante guapa, y aunque era mayor que yo tuve alguna cosilla.

Al finalizar la sesión de trabajo, los empleados nos íbamos a un bar-restaurante que había en la carretera y que estaba toda la noche abierto. Reponíamos fuerzas comiendo algo y charlábamos sobre el trabajo, incidentes de la jornada etc. pero la chica de mis sueños, la que a mí me gustaba, no venía casi nunca, y cuando lo hacia se marchaba enseguida, o venia con el marido lo que era aun peor.

Un día, durante una sesión, vino directamente hacia mí y me dijo:

-Oye, me han dicho que arreglas televisores, ¿es cierto?

-Sí, contesté

-Es que se nos ha estropeado el de casa. ¿Tú podrías venir y echarle un vistazo?

En aquel momento las pulsaciones de mi corazón que normalmente están a setenta y dos en reposo, pasaron a cien de golpe.

-Sí, claro, contesté Dime donde vives y mañana me paso.

Me dijo donde vivía y quedamos a una hora. Una gran alegría inundó mi interior. Dios existe!! Ahora podría conocerla mejor y estaría mucho más próximo a ella. ¡En su casa con ella¡ y ¿quién sabe?, ¡puede que a solas¡ Era un sueño.

Aquella noche apenas dormí, y solo esperaba que llegara la hora de ir a verla.

Al día siguiente a la hora acordada, duchadito y arreglado fui a su casa con mi Renault 4 y mi caja de herramientas. Ella me abrió la puerta y me hizo pasar al comedor donde estaba el televisor averiado. Llamadme cursi, pero en toda la casa se percibía su perfume, su aroma a mujer joven y guapa.

Estaba sola, pues el marido estaba trabajando en una fábrica de productos químicos. Supe que trabajaba a turnos, de 2 de la tarde a 10 de la noche, por lo que sabía que si no venia nadie a molestar estaría solo con ella. Ella me conocía de sobra, éramos compañeros de trabajo y no había ningún problema. Incluso supongo que el marido también sabría que yo iba esa tarde a reparar el televisor.

Pero me dijo que se iba. Dijo que tenía cosas que hacer. Que arreglara el televisor y que cuando terminara cerrara la puerta de golpe y ya nos veríamos por la noche en el trabajo.

Fue como si me hubiesen echado un jarro de agua fría. Se marchó y allí quedé, solo, frente al televisor averiado y hundido en la miseria. Lo único que se me ocurría era prolongar la reparación de la avería para ver si ella volvía antes de acabar.

El televisor, era en blanco y negro, y como casi todos los de la época, funcionaba a válvulas de vacío, aunque ya los había a transistores, aunque mucho más caros, y lo único que le pasaba era que una de las patillas de la rectificadora de corriente, una AZ3, se había sulfatado y no hacia contacto en el zócalo. Esto hacía que no llegara corriente al resto del aparato y el televisor por tanto no funcionaba en absoluto. En seguida lo vi, por lo que la avería estaría resuelta en cinco minutos, pero yo limpié el zócalo; todos y cada uno de los zócalos. Raspé las patillas de todas las válvulas termoiónicas una a una. Comprobé todo lo comprobable, incluso limpié el mueble del televisor esperando que ella volviese.

Hacía poco más de una hora que se había marchado cuando mi paciencia se vio recompensada y oí la cerradura de la puerta. Le mentí, pero por una buena causa. Le dije que la avería se había complicado y que aun tenía que hacer algunas soldaduras y comprobaciones. Lo que fuese por estar un rato a solas con ella.

Vista de cerca era aun más guapa. Tenía una cara bonita de cojones, ligeramente maquillada, con un ligero toque de “glossy” en los labios. Llevaba una falda vaquera, un jersey a rayas, y bailarinas blancas.

Estuvimos hablando sobre el trabajo, sobre las otras chicas, sobre el tratado de Maastricht y otras trivialidades, hasta que comprendí que tenía que terminar y me dispuse a cerrar la tapa del televisor.

-¿Cuanto te debo? preguntó

-Nada, respondí autosuficiente.

Somos compañeros ¿no? No he puesto nada de material. Solo he repasado algunas soldaduras aunque me ha costado bastante dar con la avería. ¡Mentira¡

Estuvo insistiendo en que le cobrara algo pero yo no quise cobrarle nada. Lo que en realidad quería era que cayese rendida en mis brazos para poder comérmela allí mismo, aunque esto, claro, eran solo elucubraciones mías…

Al entrar, estuvo trasteando por la cocina y había puesto una radio en marcha, y desde el comedor se oía la musiquilla y los comentarios de los locutores de la radio.

El arcángel San Gabriel, o alguien de arriba se apiadó de mí y me echó un cable, porque en la radio sonaba una canción del grupo Acuario, de moda en aquel momento titulada, “Eso es el amor” y cuyo estribillo repite una y otra vez “…dame un beso, dame un beso”.

En esta canción radica toda la clave de la historia.

Mientras daba las últimas vueltas a los tornillos de la tapa del televisor, y en un alarde de atrevimiento entre broma y veras señalando a la cocina alcancé a decir:

-Si me das uno de esos tienes un técnico a tus pies para toda la vida .Bromeé

-¿A qué te refieres? Dijo ella algo sorprendida.

-A eso que se oye en la radio.

Dirigiendo la mirada a la cocina, puso atención a lo que se oía en la radio mientras me miraba de reojo, y justo en ese momento se oía el estribillo.

-¿Un beso? ¿Quieres que te dé un beso?

-Sí, dije,mirándola fijamente.

Hubo unos segundos de tenso silencio. Mi corazón latía con fuerza y por un momento pensé que se lo tomaría a mal y me echaría de su casa a cajas destempladas, pero me miró un poco sorprendida y empezó a reír sin saber qué hacer.

-Es broma, le dije, intentando rectificar y rebajar un poco la tensión, pero antes de acabar la frase acercó su cara a la mía y me dio no uno, sino dos besos, uno en cada mejilla.

Al pasar por delante de mi cara, sus labios pasaron tan cerca de los míos que casi pude rozarlos. Supongo que se me quedaría cara de idiota. Sin pensarlo acercó de nuevo su cara y me dio lo que ahora llaman un pico, es decir un rápido y ligero beso pero esta vez en la boca, lo que debió acentuar aun mas mi expresión de imbécil retrasado.

-¡Ya está! ¿No?

Asentí con la cabeza visiblemente nervioso para rápidamente disentir sonriendo. Se echó a reír, y volviendo a acercar su cara a la mia me dio tres o cuatro rápidos y suaves besos más, todos en los labios. Hubo un momento de silencio, Me miró a los ojos y me dijo sonriendo:

-Aun me queda uno. ¿Lo quieres también?

-Sí, balbuceé

Vi como se humedecía los labios, inclinó ligeramente la cabeza hacia un lado y puso su boca sobre la mía. El tiempo se detuvo. Mi corazón iba a salirse del pecho. No era un beso como los de antes. Era dulce, húmedo y tierno. Esta vez podía saborear la dulzura de su saliva fresca mientras sus labios recorrían lentamente los míos. Un placer inmenso me invadió. No sabía qué hacer, pero no quería separarme de aquella boca de fresa, no quería que aquello acabara nunca. Sentía el perfume de su cuerpo junto al mío mientras yo seguía con el destornillador en la mano como un gilipollas. Lo tiré encima del sofá, deslicé mis dedos entre su pelo y puse mis manos en su nuca, y sujetando su cabecita me comí sus labios apasionadamente. Vi como cerraba los ojos y se entregaba por completo. Aquel beso fue maravilloso.

Nos separamos un momento, y nos miramos de nuevo a los ojos, y sin decir ni una palabra nuestras bocas se buscaron de nuevo ansiosas. Esta vez con más fuerza que antes, nos fundimos en un húmedo e interminable beso. Noté su lengua, jugosa y dulce entre sus labios entreabiertos. La chupé goloso, la lamí una y otra vez. Nos estábamos comiendo literalmente el uno al otro. De pronto apoyó la cabeza sobre mi pecho y repitió mi nombre varias veces.

-¿Que pasa? Pregunté jadeante.

-Pasa que me gustas un montón y tú eres tonto y no te das ni cuenta.

-¡¡Pero si eres tú la que en el trabajo no me haces ni caso!!

-Eso no es verdad. No dejo de mirarte porque me gustas, y cuando te veo tontear con las otras chicas me da rabia y siento celos. Si no me gustaras no me importaría con quien hablaras, ¿no? Lo que pasa es que estoy casada y tengo que ser discreta.

Una oleada de alegría recorrió mi alma al oír aquellas palabras. La abracé fuerte contra mí. Era todo irreal, increíble. La chica de la que estaba enamorado y con la que solo podía soñar un día antes, ahora estaba abrazado a ella y con el sabor de sus labios en mi boca.

Quedé sorprendido, porque si era verdad, y parecía que lo era, había sido un autentico idiota al no darme cuenta.

-Pero si soy yo el que está loco por ti. ¿Por qué crees que voy al trabajo incluso cuando tengo fiesta? Para verte y estar cerca de ti.

Le confesé que la avería la tenía resuelta en 5 minutos, pero que no pensaba irme de allí hasta que ella volviese, lo que celebró entre risas y bromas.

Le di mil tiernos besos. En la cara, en los ojos, en el pelo, mientras la abrazaba con fuerza una y otra vez.

Estábamos de pié en el comedor, y sin dejar de besarla la fui acercando poco a poco al sofá. Me senté en el borde y ella lo hizo sobre mi regazo a horcajadas. Nuestras bocas de nuevo se buscaron ansiosas y se fundieron una vez más en profundos y deliciosos besos. A veces eran furiosos, casi violentos, otras suaves, interminables y dulces, recorriendo sus labios despacio una y otra vez. El sabor de su boca me volvía loco, y no quería separar mis labios de los suyos. Estuvimos media tarde así, solo besándonos dulcemente una y otra vez, y ninguno de los dos quería acabar. En cuanto nos separábamos un momento, nuestras bocas se volvían a buscar de nuevo. Así estuvimos hasta que nos embebimos el uno en el otro perdiendo la noción del tiempo.

Poco a poco la recosté sobre uno de los cojines del sofá. De nuevo busqué impaciente su boca, y ella la mía. Nos mordíamos los labios, buscaba su lengua, me embriagaba de su saliva dulce mientras mi mano se deslizaba bajo su falda y acariciaba sus muslos. Cuando rozaba su sexo notaba su aliento jadeante sobre mi boca y me hacia enloquecer. Su boca era tan dulce que no podía ni quería separarme de ella, y una y otra vez la buscaba para devorar aquellos labios con los que tantas veces había soñado. Era como un sueño, pero estaba pasando en realidad, y me estaba pasando a mí.

Fui besando tiernamente su frente, su cara, sus ojos, su cuello toda ella que se me ofrecía entera. Me deslicé por su abdomen blanco y sedoso sin dejar de acariciar cada centímetro de su piel. Desabroché su falda y quedó en braguitas blancas. Mis manos temblaban. Tenía miedo de despertar de aquel sueño maravilloso. Besé y acaricié con mis labios aquella delicada prenda, notando su sexo palpitante bajo ella.

Me puse de costado en el suelo mientras ella permanecía sobre el sofá. Deslicé delicadamente la braguita y tuve mi cara entre sus muslos, pero ella cerraba las piernas y se tapaba la cara con las manos. Parecía como que no quería mostrar todavía la flor que había bajo aquella braguita blanca. Le susurré al oído que estuviera tranquila, que no haría nada que ella no quisiera. Volví a recorrer su cuerpo, besando lentamente sus muslos, una y otra vez. Poco a poco empezó a abrir lentamente las piernas. Mi corazón iba a saltar en pedazos. Tenía a la altura de mi cara la visión de su sexo tantas veces soñado. Era simplemente maravilloso, perfecto, simétrico y rosado, una autentica obra de arte de la naturaleza. Sentí aroma a gel de baño y a mujer joven. Besé su monte de Venus, poblado de suave y perfumado vello, y bajé por su sexo lentamente sin dejar de darle tiernos besos. Creí morir. Su aroma a hembra me volvía loco.

Poco a poco se fue relajando, y abriendo los muslos totalmente me ofreció su sexo. Lo besé con delicadeza una y mil veces. Metí la lengua en su vagina subiéndola lentamente hasta rozarle el clítoris. No había nada de feo o sucio. Era simplemente el delirio total lamer aquel coño jugoso y joven.

Su abdomen subía y bajaba a cada caricia, a cada lamida. Oía su respiración entrecortada y sus gemidos de placer, que ella intentaba ahogar poniendo el cojín sobre su cara. Lamí despacio cada milímetro de su sexo hasta perder la noción del tiempo. Su respiración se fue acelerando más y más. No sé cuánto tiempo estuve chupando y lamiendo aquel coño delicioso y embriagándome con su aroma. Su abdomen saltaba y convulsionaba. Se retorcía de placer, y cuando vi que el clímax estaba cerca, puse con delicadeza mis labios sobre su clítoris, y empecé a masajearlo delicadamente con la lengua y con los labios, ya sin parar, hasta que contuvo la respiración y empezó a retorcerse entre gemidos de placer mientras repetía mi nombre. Un profundo y largo suspiro salió de su garganta y cayó derrumbada en el sofá.

Me tiró de la mano y me llevó junto a su cara. Me dio un tierno beso y me dijo al oído:

-¡Estás loco, nunca me habían hecho esto!!

-Sí, estoy loco, pero por ti.

Tenía las mejillas sonrosadas lo que la hacía aun más hermosa. Estaba preciosa, y su cara reflejaba el placer y la relajación del intenso orgasmo que acababa de sentir y del que yo era responsable y eso me hacía sentir bien. Me quedé abrazado a ella acariciándole el pelo y sumergiéndome en mil pensamientos. Ella me miraba con sus preciosos ojos azules. No sé qué pensaría, pero yo era el hombre más feliz de la tierra.

Yo aún seguía con el pantalón puesto, y mi pene ya no podía estar más tiempo encerrado. Hacía rato que lo sentía palpitar incomodo, queriendo salir de su encierro. Estaba tan excitado que ya no podía más.

Ella misma fue la que hizo el primer gesto de desabrocharme la correa del pantalón. Yo le ayudé. Abrí la cremallera y bajé nervioso el pantalón y el slip. El pene saltó fuera completamente erecto.

Tengo un pene grande. Ya está dicho. No lo digo por presumir, lo digo solo para situar al lector. Ella al verlo, lo sostuvo con la mano y me miró con una sonrisa maliciosa. Me recosté suavemente sobre ella y sentí como rozaba el vello de su sexo. Intentaba no ser brusco, pero estaba muy nervioso.

Volví una vez más a buscar su boca que ella me ofreció jugosa y cálida, y nos fundimos de nuevo en profundos y prolongados besos mientras mi miembro rozaba su sexo húmedo. De pronto, lo tomó con su mano y lo frotó despacio sobre su vulva, arriba y abajo, dejando el glande en la entrada de su vagina húmeda y maravillosamente lubricada.

Me acerqué al oído y le susurré:

-No llevo nada. Tendremos que tener cuidado. Refiriéndome a que no llevaba ningún tipo de profiláctico

-No te preocupes. Recuerda que estoy casada. Abandónate y disfruta todo lo que puedas

Aquellas palabras me volvieron loco de lujuria y eran más de lo que podía aguantar. Lentamente fui hundiendo mi pene en su sexo. Hasta el fondo. Despacio, una y otra vez. Disfrutándolo milímetro a milímetro. De nuevo el tiempo se detuvo. A veces la sujetaba por las caderas y la apretaba contra mí. Quería fundirme con ella. Era el éxtasis total. No era un mete y saca rápido y torpe. Era lento y delicioso. Ella cerraba los ojos, y recibía cada profunda penetración con un suspiro de placer.

Estaba con la mujer que mas me gustaba de la tierra, por la que estaba completamente colado, que era una belleza, con la que había soñado durante meses, de la que estaba enamorado. Y la tenía delante completamente entregada. Apenas podía creerlo.

Mis manos acariciaban sus muslos de seda. Sacaba el pene despacio, hasta dejarlo casi todo fuera, solo para volver a hundirlo lentamente hasta los testículos. Lo dejaba allí palpitando, y la abrazaba con fuerza contra mí. El fluido de su sexo mojaba el vello de mi pubis. Tuve que parar varias veces o aquello acabaría antes de lo que yo deseaba. Mi pene palpitaba dentro de ella y podía sentir las contracciones de su vagina sobre él. Nos estábamos derritiendo de placer. Estaba a punto de explotar. Al fin, cuando ya era imposible aguantar más, balbuceé en su oído:

-¡No puedo más! Y ella dijo entre gemidos

-Venga!

Los dos nos abandonamos, y mi pene entraba y salía ahora ya sin control. Sus gemidos de placer se hicieron más y más fuertes y se fueron acelerando. Se puso el cojín sobre la cara, contrajo el abdomen y sentí fuertes contracciones de su vagina sobre mi pene mientras los dos nos deshacíamos sobre el sofá. Un torrente de indescriptible placer me recorrió la espina dorsal y bajó hasta mi sexo, que explotó dentro de ella varias veces inundando su vagina de semen. Me retorcía sobre su cuerpo, y ella me besaba frenéticamente la boca para hacerlo aun más placentero. Al final, totalmente dentro de ella, abrazados y acoplados en un solo cuerpo, caímos los dos exhaustos sobre la alfombra.

Este relato, podría parecer el producto de una mente calenturienta, pero es exactamente lo que pasó aquella lejana tarde de abril de 1977. Y me pasó a mí. Lo siento.

Aquella misma noche trabajamos juntos. Nuestras miradas, gozosas y cómplices, se cruzaban una y otra vez. Ya nunca más me ignoraría. De hecho seguimos viéndonos hasta 1981 y nos entregamos el uno al otro cientos de veces. Hasta que la situación se hizo insostenible; ella tuvo hijos y yo formé una familia. Pero siempre recordaré a aquella preciosa chica, y aquella tarde de abril de 1977