Mi nombre es Juan Jesús, tengo 30 años y soy actor profesional en mi país, Perú. Mido metro 75, peso 76 kilos y estoy aquí, en este camerino, vestido solo con una bata y aún en shock. Me miro sin verme al espejo: luzco realmente asustado.
Hoy me tocó grabar una escena de cama, y no cualquier escena de cama. Tenía que representar un coito gay. Hace tres semanas que estoy filmando en Piura un mediometraje sobre las relaciones de poder dentro de una banda de delincuentes, y en medio de ella, surge una relación homoerótica entre dos de sus integrantes. A uno de ellos lo interpreto yo. Al otro lo interpreta Óscar, un chico recién egresado, unos 23 años, metro 72 o por ahí, quizás 73 o 74 kilos de peso. Hermoso cuerpo, y, en particular, un hermoso, redondo y lampiño culo.
La secuencia que debíamos grabar ese día comenzaba en una ducha decadente dentro de un baño con paredes de concreto sin mayor enlucido. Luego de eso, teníamos que salir, caminar a la cama, tumbarnos en ella, hacer el amor hasta llegar al clímax y… corte.
Tres horas antes, cuando recién salíamos de maquillaje, pude notar que Oscar estaba tenso. el director coordinaba algunas cosas con los escenógrafos, el luminito y los camarógrafos.
En el plató acondicionado en lo que fue una antigua fábrica en la Zona Industrial se montaron los dos sets, el de la ducha y el del dormitorio. Una semana antes, el director nos dijo que prefería grabarlo cronológicamente para que la tensión sexual entre ambos personajes sea más coherente, de tal manera que para el espectador el nivel de credibilidad sea alto.
El guion decía claramente que debíamos estar completamente desnudos durante toda la secuencia luego de una previa en la que ambos habíamos tenido una pequeña discusión. Esa secuencia aún no se ha grabado. la duda era que el guion decía que nuestros personajes «hacen el amor apasionadamente».
«¿Qué tan… apasionadamente?», preguntó Oscar en aquella reunión previa.
«Lo más que puedan», dijo el director con cierta autosuficiencia. «Necesito que esas dos escenas sean lo más realistas que puedan».
«¿Qué pose ahremos?», acoté. «el guion no especifica».
el director se lo pensó unos segundos…
«Dice apasionadamente, así que estoy pensando en una pose intermedia, algo que combine un misionero y un piernas al hombro».
Oscar y yo nos miramos. Era evidente que no lo teníamos claro. Volteamos a mirar al director:
«Todo tengo que indicarles yo», refunfuñó.
Nos acomodó sobre el sofá que estaba en su oficina. Oscar iba a ser el pasivo. Lo acostó boca arriba, luego hizo que elevara sus gruesas piernas, y entonces me pidió que me tumbara sobre ellas haciendo encajar mis genitales en medio de sus nalgas.
«Muévete como si lo follaras», pidió el director.
Lo hice, y fue algo incómodo considerando la estrechez del mueble.
«Ahora, bésalo en la boca con pasión».
Aproximé mi rostro a Oscar. Obviamente, eso no sería un besito de enlazar labios; había que abrir la boca. Oscar me corresppondió.
«Perfecto», sonrió el director sin ocultar su satisfacción. «¡Así quiero esa escena!»
Como ambos estábamos vestidos, y yo estaba incómodo, no tuve respuesta sexual alguna. Noté que Oscar también hizo un par de quejidos pero de incomodidad. Se lo consulté tras ese ensayo improvisado.
«El pantalón me estaba aplastando las bolas», me confesó.
Yo reí un poco.
«¿Pero no hay problema con la pose?», inquirí.
«No, Juan Je, para nada».
Di el tema por cerrado y seguí filmando hasta que esta mañana tocó hacer la escena de marras.
Por respeto a mi compañero, me duché a conciencia sobándome meticulosamente mi pene flácido de unos 8 o 9 centímetros, mis grandes bolas y en medio de mi culo imperceptiblemente velludo. Como para no generar mayores disgustos, el mismo desodorante en barra, que usé para perfumarme las axilas, me lo pasé por mi vello púbico, mi miembro, mis pelotas, mi perineo y en medio de mis nalgas. Me puse la bata y salí al plató para estar listo al momento que me llamaran. Ahí fue cuando y donde hallé a Oscar tenso. Me le acerqué.
«Todo va a salir excelente», le animé en voz baja mientras le palmeaba su redondo hombro.
«¿Eres consciente que si no le damos la carga justa de pasión, la escena se va a la mierda?»
Reflexioné un poco.
«¿Qué harían nuestros personajes en esa situación?», traté de razonar.
«Dejarse llevar, creo», respondió Oscar tras segundos de duda.
«Creo lo mismo; entonces, deja que fluyan y listo».
Por fin, Oscar sonrió, me dio un abrazo fuerte y lo sentí más relajado. Yo también sonreí.
Nos llamaron a nuestras marcas.
Para no ser tan extenso, la escena de la ducha salió a la perfección. Desnudos, abrazados, besándonos a boca abierta bajo ese chorro irregular de agua fría, el roce de nuestras pieles se veía alucinante mientras la cámara giraba en una pequeña curva tras mis espaldas. La consigna era que se viera mi culo firme y redondo, pero que por nada del mundo Oscar o yo reveláramos nuestros genitales.
La escena en el guion técnico solo duraba 20 segundos; pero estuvimos allí como por 10 minutos para que la cámara tomara los planos generales y algunos de detalle, como la mano de Oscar estrujándome una de las nalgas. Cortamos.
«¿No se sequen!», nos ordenó el director.
Yo me sentía incómodo: mi entrepierna y toda la raja de mi culo estaban húmedos y temía que eso se rozara.
Rápidamente,todo el equipo –camarógrafo y su asistente, luminito y su asistente, sonidista y su asistente, asistente del director, maquilladora, escenógrafo y tres montadores de escenografía– se movió un par de metros hasta el otro set. Ósccar y yo nos fuimos a nuestra marca, una puerta que simulaba ser el baño, pero que realmente nos colocaba solos detrás del decorado.
«Parece que lo hicimos bien», me comentó en voz baja.
«Sin considerar que casi me quedo sin una nalga luego del estrujón que le diste, creo que sí».
Volví a reírme despacio. Oscar igual.
«Ya, hombre», volví a animarlo. «Más bien ponte en tu marca».
Mi compañero y yo nos pusimos frente a frente y esperamos el 5, 4… ¡acción!
Al escucharlo, nos abrazamos y comenzamos a besarnos en la boca sin que nuestras lenguas se tocaran. Abrí la puerta y conté mentalmente los dos pasos que debía dar antes de llegar a la cama. La siguiente parte de la coreografía era que Oscar se tumbara lentamente, desafiando la ley de la gravedad, y que yo hiciera como que lo empujara hacia el colchón. Nos salió perfecto.
Nos acomodamos en medio de la cama, yo encima suyo, y seguimos con la sesión de besos y caricias procurando tener siempre en mente que debía interpretarse de la manera más realista que pudiéramos.
Obviamente, sentí cómo nuestros penes flácidos estaban chancados uno contra el otro. nunca usamos prendas de modestia porque las consideramos innecesarias.
Por sugerencia del director, no cortamos sino que hicimos toda la coreografía en modo fluido.
Levanté las piernas a Oscar, acomodé mis genitales entre sus nalgas y me tumbé encima para comenzarlo a besar en esos labios gruesos a la vez que iniciaba mi baile pélvico recordando que nuestros genitales jamás debían verse en cuadro, así que pegué mi bulto lo más que pude a su culo.
Entonces, sucedió.
Fue imposible ignorar cómo mi pene estaba pegado a su ano. Pude sentirlo perfectamente. Traté de sacarlo de mi mente pero no pude. Fue cuando… comenzó a a ponérseme dura.
Me pusse nervioso. ¡Perfecto!, me dije. Todo lo que tenía que hacer era usar esa sensación para generar alguna imagen tensa en mi cerebro de tal modo que mi erección decayera.
Fue inútil. Mis 9 pacíficos centímetros blandos y flacos se convirtieron en gordos 17 centímetros y medio. Medidos con regla flexible, por si acaso. Y no solo creció. Comencé a lubricarle en medio de las nalgas.
Por más que trataba de enfocarme en la incomodidad, era imposible. Al menos, mis besos seguían siendo trucados, aunque no sé si fue mi impresión o los abrazos de Oscar me presionaban más los lados de mi espalda.
En ese momento, solo rogaba a lo que fuera que el grito de corte llegara rápido: temía eyacular en medio del culo de Oscar.
Quizás, el cielo llegó a escucharme.
«¡Clímax!», gritó el director.
Moví mi culo y cadera más rápido, levanté la cara hacia el techo, simulé dar una gran preñada al fondo de ese recto. Ambos nos relajamos.
«¡Corte!, al fin gritó el director.
De inmediato, llegó el asistente y un compañero de montaje a darnos las batas. Con la mía, solo atiné a cubrirme la erección, y me senté en un filo de la cama dándole la espalda a todo el mundo. Ni siquiera miré los ojos de los compañeros que nos trajeron las batas, por vergüenza. Me puse la prenda como pude, me levanté, puse mis manos en los bolsillos para disimular mi erección y me fui cual rayo a mi camerino. Ahora yo estaba tenso.
«Excelente, Juan Jesús», llegó a decirme el director, a la vez que me guiñaba un ojo.
No quise saber nada más. Me refugié en ese espacio y me senté frente a mi espejo iluminado con la tira de bombillas eléctricas. Y aquí sigo.
Mi pene, obviamente, ya no está erecto.
Tocan la puerta.
«Adelante», digo.
Es Oscar. aún viste su bata. Su sonrisa es compasiva.
«Perdóname, no debió pasar», es lo primero que le digo.
Oscar se ríe.
«¿Por qué no vas a ver cómo quedó la escena?»
«En serio, te juro que no quería que pase».
«¿Que pase qué?», sonríe Oscar.
«¿No lo sentiste?»
Oscar sonríe otra vez.
«Fue imposible no sentirla, en especial cuando sentí mi culo húmedo, y créeme que la mía también comenzó a pararse».
«¿Por qué no mandaste corte?», cuestiono.
Oscar suspira, como si se tratara de un actor ya consumado:
«Se iba a romper toda la continuidad, se iba a ver sin fluidez, no sería realista… incluso, con menos gente delante nuestro, hasta te habría pedido que me la metas».
Me sorprendo:
«¿Qué dices?»
Oscar pone seguro a la puerta, se queda ahí, se desata la bata y queda desnudo frente a mis ojos. Recién puedo ver su pene bajo su vello púbico recortado… está poniéndose más grueso y más largo a cada segundo. El mío igual.
Se me acerca, me desata la bata,me la quita, toma mi pene y lo masajea con cuidado hasta terminarlo de poner duro. Lo junta al suyo ya duro, se me aproxima más, abrazándome. Me besa en la boca. Le correspondo. Esta vez nuestras lenguas sí se rozan.
De inmediato, comienza a mover su cadera contra la mía. Se excita más. Yo lo imito.
Rozamos nuestros penes erectos porcinco o seis minutos más. Suelto un potente chorro de esperma que se derrama entre su vientre y el mío. Jadeo de alivio.
«¿Tienes papel higiénico?», me pregunta.
«Primer cajón de la izquierda», le indico aún jadeando.
Me limpia todo el semen. Al terminar, me da otro beso en la boca.
«Ponte la bata y regresemos donde los demás: el director quiere que revises la escena».
Oscar rescata su bata, se la pone. Me mira sonriendo.
«¿Qué esperas, Juan Jesús? No tenemos todo el día».
Yo sigo desconcertado.
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Yo, Luis José Arismendi Bello confieso que le partí el culo a mi amigo hetero estando borracho. No me arrepiento y lo repetiría.
Son las 2 de la tarde y no te acuerdas mucho de anoche, quedas viendo el techo, aprovechando de la comodidad de la cama, disfrutando de ese instante de paz hasta que llega a tu mente que te has portado mal y empiezas a arrepentirte aunque tienes la verga parada.
-Maldita sea el ron-Pensé mientras tapaba mi cara como si eso fuera a cambiar algo.
Mi compañero está al lado, ambos estamos desnudos y mientras más pienso mas recuerdo la locura de anoche. Empiezo a percibir el olor a saliva, a sexo y a macho como una bomba que exploto frente a mí.
Mi compañero se mueve y queda dándome su culo, ese al que muchas veces había tocado en broma, pero nunca de esa forma como lo es besarlo, tocarlo y otras cosas mejores.
-Si te agarran preso mano, en la cárcel van a hacer fiesta con ese culito-Recordé una de las tantas veces que nos reuníamos y empezamos a echarle vaina a Pablo.
Mi guevo esta duro, una gran carpa se acaba de hacer en las sabanas y mi mente empieza a dar vueltas.
Estuvimos hasta las 2 o 3 de la mañana en la piscina, y es que de semana santa no tenía nada, éramos un grupo de 20 personas en una casa de playa. Era jueves y este era nuestro tercer día de desmadre y como si 30 cajas de frías (cervezas) no hubiesen sido suficientes para seguir la jornada aparecieron unas hermosas botellas de cacique 1800.
Los orientales siempre hemos tenido fama de bebedores y de verdad que a veces abusamos, ya muchos no habían podido con su cuerpo comenzando la noche y otros que ya estaban de seguro metiéndola en caliente en algunas de las habitaciones. Lo que si es que estábamos alrededor de 10 sobrevivientes en el agua. Unas 4 chicas y 6 panas, jugando cultura chupistica.
El juego consistía en hacer un círculo, elegíamos un tema en especifico y cada quien iba diciendo sin tartamudear, dudar o lo que sea una palabra que no estuviese repetida.
Media hora jugando y ya habíamos acabado con dos botellas, siempre había unos más afectados que otros y dos de mis altos panas no podían seguir, habían perdidos muchas veces y seguidas por que lo que tuvimos que remolcarlos a sus habitaciones.
-Cultura chupistica de djs-Dije-Tiesto.
-David Guetta- Respondió Laura.
-Benny Benassi-Dijo Martin.
-Ruben Rocca-Apenas se le entendió a la flaca que ya estaba en sus límites etílicos.
-Nina kravitz- Respondió Pablo.
-Martin Garrix-Gritó Pepe que estaba bastante ronco.
-Ehhmm Armin… van… -Se quedó pegado el tocayo Luis.
-Trago, trago, trago-Se escucharon de todos los borrachos entre salpiques de agua y otros que trataban de hundirlo.
Y así sucedía una y otra vez, hasta que llegamos al punto que nos fastidiamos y nos empezó a pegar el frio de la madrugada sumado a que todos estábamos borrachos.
Habíamos quedados 5 del grupo dispersos, picando algo y bebiendo agua. Martin se había quedado dormido sentado en una silla y aprovechando que ya estábamos demasiados dañados, subió un grupo a llevarlo a la habitación.
Yo estaba sentado en el borde la piscina con un cigarro en la mano, esperando que se me pasara un poco la borrachera ya que me sentía demasiado, como decimos por estos lares, algo borrao. Pablo que estaba acostado en la grama, es mi mejor amigo y compañero de cuarto y por lo que veía estaba peor que yo.
-Mallldito ¿estas vivo?, no te vayas a dormir ahí-Le eche agua de la piscina-Mira que ya todos se fueron a dormir.
-Estoy bien, deja la ladilla-Rió Pablo.
Espere un rato y me levante, Pablo no se podía levantar. Tuve que apoyarme de una pared para poder controlar mi borrachera y la de él, como pude lo levanté y me dirigí a mi habitación entre tropiezos y escalones que no veía.
Era una casa de tres pisos, nuestra habitación estaba en el primero y cuando llegamos tenía el seguro puesto.
-Coño abran la puerta vale-Toque la puerta, casi que le di una patada pero nadie respondió.
Deje a Pablo que se reía como un demente de mi y no podía ni sostenerse solo. Fui a buscar otra habitación pero ya estaban ocupadas, pude ver a Laura totalmente desnuda al lado de chichi, al parecer el acto había quedado incompleto ellos dos estaban hasta la madre de alcohol.
No les negaré que se me levanto el alma cuando la vi pero si me encargaba de tener algo con Laura se que lo iba a lamentar, con todo y mi borrachera me negué cosa que me pareció un avance de mi mismo, en otros tiempos no hubiese quedado viva.
Subí al segundo piso y esos malditos borrachos por la comodidad no se fueron a sus habitaciones, todos estaban en las habitaciones de otros. Me toco subir otras escaleras con Pablo.
-No le vayas a decir esto mañana a nadie, estoy demasiado borracho-Reía.
En las ultimas escaleras tropezamos y caímos los dos al suelo, la risa de Pablo me tenia irritado provocaba meterle un coñazo. Nos levantamos como pudimos hasta que llegamos a la habitación, lance a Pablo en la cama.
Entre la borrachera, me quite mi short y me lance a la única cama que había en la habitación, caí al lado de Pablo.
-Que no me vomite este pajuo-Le rogué a dios mientras miraba la cara de mi compañero-En ti confió.
Quede viendo el techo, no podía dormirme. El sonido de las olas del mar que entraban por la ventana me estorbaba además que mi compañero se movía mucho y la habitación era algo calurosa.
Espere otro rato dándole chance a Pablo que se durmiera y como no podía dormir, hice lo que siempre hago cuando no puedo hacerlo. Baje mi ropa interior y empecé a darle un poco de alegría al muñeco a nombre de las tetas redonditas de Laura y esa boquita de mamadora.
Cerré los ojos y empecé a imaginarla como metía mi verga entre sus tetas y me hacia una paja lenta, luego que se montaba encima de mi y empezaba a cabalgarme como toda una puta. Escupí la palma de mi mano y le di mejor ritmo al asunto.
-¿estás también excitado?-Sentí que susurraban a mi oído.
Yo casi que salto de la cama, pensé que Pablo dormía. Me tape enseguida con una sabana mientras veía que Pablo sacaba su verga por la cremallera del shore y empezaba a hacerse una paja.
-Estamos en confianza, somos panas-La cara de Pablo denotaba que estaba algo perdido pero excitado a la vez.
-Dale pero que quede entre nosotros-Respondí luego de unos cuantos segundos, dándole chance a que la sangre que llenaba mi pene pensara por mí, agarre su mano y la puse en mi verga de más de 20 centímetros. No es que yo tenga muchos límites.
-Esto no Luis, esto es de maricos-Dijo Pablo nervioso- Los muchachos nos pueden ver.
– Dale marico. La puerta tiene seguro y si no hacemos ruido nadie se entera además todo el mundo está borracho-Volví a apretar su mano en mi verga que más dura no podía estar.
Pero… es que yo… -Dudo por un par de minutos-A mí me gustan las mujeres-Dijo mientras su mano seguía apretando mi herramienta.
-Pajeame vale, la tienes toda para ti. Estamos entre panas-Le susurre en el oído.
Comenzó una paja torpe pero luego de unos minutos en la oscuridad, Pablo se quito de mi lado y se sentó en la cama permitiéndole hacer una mejor paja. Yo estaba excitado, no era Laura pero era una mano que me estaba haciendo perder la cabeza.
-Desnúdate y ponte aquí Pablo-Le dije mientras me quitaba la ropa y me acomodaba. Sentados en la cama, frente a frente y con nuestras piernas entrelazadas Pablo me hacia una paja mientras yo se la hacía a él.
Su verga era más chica que la mía y la sensación de tocar la verga de otra persona te crea cierto morbo. Estábamos sudados y Pablo se notaba igual de ido aunque excitado.
Quise aprovecharme más de la situación y aceleré su paja, me escupí dos dedos y con la mano libre fui jugando con sus bolas y perineo, paseándome una y otra vez siempre agregando más saliva hasta que baje lo suficiente para sentir su culo cerradito.
-Eso no vale, no soy marico-Dijo Pablo sin apartarse ni parar la paja.
-Tranquilo vale, esto es para que la paja sea más sabrosa-Le dije acariciando la puerta de su culito en forma de circulo-Esto no lo sabrá nadie.
El cerraba sus ojos, algunas gotas de sudor caían de su frente y su respiración agitada se podía sentir más.
-Ufff eso no vale-Había metido un primer dedo en su culo mientras seguía con su paja.
Yo en ese momento no pensé mucho como amigo, sino como un carajo con ganas de pasarla bien a costilla del alcohol y de un culito ajeno. Le di un beso, mi primero con un hombre, luego le bese el cuello y detrás de su oreja mientras metía un segundo dedo.
-¿quieres que te la mame?-Le dije a Pablo aumentando la paja que le estaba haciendo-Respóndeme.
-Si, házmela ya casi no puedo más-Me dijo desesperado.
-Primero házmela a mí y después termino contigo-Lo empuje y acomodándonos en la cama, poniendo mi mano en su cuello, dirigí su cabeza a mi verga.
Cuando iba a decir algo, le metí medio guevo en la boca. El protestó pero después de unos segundos se rindió y empezó a tragarse más o menos la mitad que es lo que se podía meter en la boca. Ya lo tenía más que dominado.
Yo con los ojos cerrados disfrutaba de una mamada, no sé cuánto tiempo estuvo así pero cuando agarro practica, lo hacía casi mejor que mi novia, yo casi estaba que botaba la leche pero esto no me bastaba.
Aprovechando que él estaba como poseído y con los ojos cerrados, me coloque debajo de él y empecé a meterle los dedos mientras le hacia una paja lenta en una posición bastante incómoda pero efectiva.
Llego un momento en que mi amigo abandono mi verga y solo gemía muy bajo pero igual lo hacía. No nos importo nuestros amigos en las otras habitaciones, ya íbamos por lo que íbamos y sin barreras. Siempre había sospechado que mi amigo gustaba de mi.
En la oscuridad estábamos los dos sudados y sintiendo el calor de cada uno, dos supuestos heterosexuales probando el maricoteo a tres tablas.
Me levante de la cama y aunque todo estaba en oscuridad con la poca luz que había note que Pablo me veía a la cara, vi sus ojos y leí esa intensidad de su mirada que solo decía una sola palabra, cógeme.
En 4 patas quedando sus rodilla a orillas de la cama, tome de su cintura y lo lleve un poco más atrás para que quedara mas a mi disposición. Aquel hombre de metro ochenta y que no tenía pero ni una gota de grasa en su cuerpo estaba a mi disposición, unas nalgas duritas y bien formadas se presentaban a mí y yo sí que quería disfrutarlas.
Escupí mi mano, lleve mi saliva a mi verga repitiendo dos veces esta acción y luego lo mismo con esa cueva sin explorar que esperaba por mí. Empuje su espalda hacia abajo, e hice que abriera un poco las piernas aprovechando que Pablo estaba haciendo lo que yo le decía. Sentía sus vellos acariciando mi glande antes de meterla y presioné, no entro fácilmente tuve que intentarlo 3 veces más.
-¡Aaaahhhh! me duele-Pablo intento zafarse-No joda, sácala.
-No seas jeva, solo es la cabecita-Le dije.
-Sácala, me duele de pana, suéltame-Trataba de despegarse y lo agarre por la espalda y sin querer el mismo se la termino de clavar-Noooooo, me duele coño de tu madre, sácala.
Yo lo empuje hacia delante quedando su cuerpo acostado en la cama y el mío sobre él con mis brazos cruzados en su pecho no queriendo soltarlo.
-Suuushh-Le decía al oído mientras mi verga se acomodaba en ese caliente y apretado culo-Relájate mi pana, si sigues así va a seguir doliéndote pajuo.
Forcejeo unas cuantas veces más hasta que no pudo conmigo, estuvimos un rato sin movernos, caían las gotas de sudor y yo jugaba con su cuello.
Fue el mismo quien empezó a echarse hacia atrás para meterse mi verga, cuando lentamente se movía en círculos. Al inicio pensaba que quería escaparse pero cuando sentí unos leves gemidos no pude más que empezar a darle lo que quería, sabía que le dolía y le gustaba a la vez.
Saque mi verga y la volví a meter lentamente haciéndole desfallecer, le quite el control con cada metida de verga que le daba. Lo torturé metiéndole la verga lentamente hasta que nuestra excitación pudo más y se activo el sexo animal.
Volviendo en 4 patas lo agarre por la nalgas y empecé a partirle el culo como dios manda. El no dejaba de morder la almohada para disimular los gemidos los mismos que yo escuchaba perfectamente.
Al día siguiente no podría caminar de la cogida que le estaba metiendo, un macho deportista como lo era Pablo, que estaba recibiendo verga de mí, su mejor amigo.
Cuando note que quería echar la leche, le agarre las manos en la espalda y apoyándome seguí penetrándolo. Su culo ya estaba abierto, ninguna de mis novia se había portado tan puta como él, primera vez que probaba un culo y eso me tenia loco.
Cambiamos de posición, me coloque sus musculosas piernas en los hombros, cuando se la metí empezó a gemir muy duro y empecé a taparle la boca con una de mis manos.
Pablo era más susceptible a esta posición y con cada metida, desfallecía. No encontraba qué hacer con tanto placer y supongo que dolor.
-Dame más Luis-Gemía.
Aprovechando que estaba totalmente excitado y descolocado, le empecé a dar más rápido metiendo toda mi verga sin contemplación. Si me iba a portar mal debía hacerlo por lo más alto. El repiqueteo de nuestras pieles inundaba la habitación junto con los sonidos que salían de la boca de mi amigo.
En la misma posición, agarre sus piernas por detrás de las rodillas y las empuje lo mas que podía a su pecho, quedando a mi total disposición todo su agujero para ahora darle duro, Pablo no aguantaba tanto lo que me llevo a seguir jugando con él.
Colocaba mi glande en toda su entrada y la metía muy despacio, iba y venía.
-¿quieres más?-Le decía a Pablo, el me respondía con leves gestos en su cara como esperando que la metiera hasta el fondo pero no lo complací.
Metía mi glande y hacia círculos en su apretado culo dejándolo picado. Ya este no era mi mejor amigo sino una putita, una perra a mi disposición. Su culo envolviéndome el glande y hasta apretándomelo era de los mayores placeres de mi vida.
Cuando meti gran parte de mi verga, echo la cabeza hacia atrás abriendo su boca y soltando todo el aire de sus pulmones. Esa imagen aunque en la oscuridad nunca se me borrara de mi mente.
Volví con el mete y saca, haciéndolo gemir de nuevo. Metía toda mi verga en ese culo, el mejor puto sexo de mi vida y sin planificar.
Acelere mis movimientos, ese culo apretado era una nueva sensación para mí y aunque encontraba resistencia esto me daba el mayor placer que ni mis novias habían podido darme. Desde ese momento comprendí que una de mis metas en la vida era disfrutar las variantes del sexo, sin tabúes y sin tantas limitaciones.
Mi verga salía y entraba tan rápido de ese culo recién desvirgado y la cara de mi amigo solo decía una cosa cógeme duro. Su verga seguía igual de dura que al inicio, empecé a masturbarla con una de mis manos y sentí como su presemen la había bañado.
-Que rica perrita, estas toda mojadita-Le dije a Pablo.
Sentía sus venas en mis manos y la dureza que tenia, estar masturbando a alguien tan cercano y cogiéndolo a la vez, me puso tan malo que sin querer, empecé a botar toda mi leche en ese culo mientras sentía que casi me desmayaba encima de él.
Con cada descarga sentía que desfallecía. Segundos después brotaba de la verga de Pablo una gran cantidad de leche que le baño sus abdominales y el pecho. Caímos en ese trance con cada contracción y nuestras respiraciones hacían eco junto a las olas del mar.
Me olvide del mundo mientras el orgasmo todavía hacia efecto en mi y poco a poco fui recuperando la cordura.
-Ay maldito, con cuidado-Dijo Pablo cuando casi desmayado había sacado mi verga de su culo.
Yo quede encima de mi amigo, bañándonos en su leche y nuestro sudor. Nuestras respiraciones estaban agitadas y nos dimos un beso corto pero más por cordialidad que por otra cosa.
Y ahora estaba yo, en esta cama a las 2 de la tarde de nuevo excitado y con un culo a mi lado. No sabía cuando nos acomodamos para dormir pero tenía ese recuerdo vivo con Pablo.
Vi ese culo de gimnasio saludándome. Con cuidado acaricie su nalga izquierda y luego metí un dedo en su culo dilatado, sacándolo algo mojado supongo que de mi leche.
Pablo se volteo a verme y también tenía una erección, hicimos contacto visual y de una fuimos de nuevo a probar nuevas cosas.
Así empezaron los juegos con mi mejor amigo Pablo.
Como siempre comenta y valora, tengo otras publicaciones pero ando full con el trabajo.
Gracias por el buen recibimiento de mi relato sobre Las aventuras de Danielito, pronto vendran más.
Besos en la espalda.
Todos conocemos la adrenalina y la vibra cuando el nivel de alcohol ya paso el límite, ya no se puede parar porque llevas rato deseando ser libre y ha llegado el momento de remplazar esa opresión y limitación constante de la vida por unas alas falsas.
Vamos a perdernos entre música, entre gente, entre los segundos que no somos conscientes, quítate la verdadera mascara y deja fluir tu verdadero ser interior. Hoy quiero ser un animal con sed de muchas cosas, hoy yo decido ser insaciable.
No pienses que estoy mal, siempre he sido así y con los años entre las sombras, ya no puedo esperar más. No quiero pensar en mi mujer, ni en mi padre y mucho menos en mi trabajo, quiero sexo y nadie me lo va a poder quitar.
Tu sabes que al tener la experiencia de tu vida, quedas con esa sensación de querer sentir más porque nunca es suficiente de algo bueno o eso creía.
CAPITULO 4:
QUE SIGA LA FIESTA
La calle estaba a reventar, me aleje un poco y vi a un par de infantes de marina custodiando la calle para que no pasaran los carros a donde ocurría el desfile y le pique un ojo al que me pareció más serio, primero me quedo viendo con cara de molestia y después soltó una sonrisa. Bingo.
Caminé con movimientos femeninos, quería llamar su atención. Él le dio un codazo a su compañero quien veía a otro lado, los dos me veían sintiéndome deseado y un poco burlado.
Fui a un vendedor y compre tres bebidas además de algo para picar, les lleve a los infantes y me vieron como su salvación porque llevaban rato sin probar nada según me contaron unos minutos después. Uno no tenía acento oriental pero eran simpáticos y se veían como me gustan los machos.
Estaban algo nerviosos y les dije si querían probar culo, fui directo. Lo pensaron y no me dieron una respuesta, pero los veía ansiosos y ganados a la vez, les deje un papel con mi número diciéndole que les ofrecía comodidad, discreción, dinero y un buen desahogo. Rieron.
“Chaito guapos”
Seguí caminando y entre al carnaval de nuevo, mi cuerpo tembló cuando vi a varios conocidos, entre ellos a mi compadre. Me acerque a él y no le hable, solo le baile un poco al lado de su esposa y familia. No me reconoció pero mi erección no era normal.
De lejos pude visualizar a mi hermano pero seguí de largo. Me uní a un grupo grande y baile un buen rato pero no conseguía más experiencias fuertes, hasta que subí más y más por la calle, odiaba los tacones, me dolían bastante los pies pero caminé hasta el inicio del carnaval y baje de nuevo al paso del desfile.
Esta vez empecé a restregarme y hacer gestos a quienes parecían unos malandros, el grupo era variado, habían dos como de menos de 30 años, otro de 40 y otros casi de mi edad, los catalogue como albañiles porque se veían curtidos por el trabajo, a diferencia del trío de amigos anteriores que se veían más estilizados o arreglados.
Uno de ellos, era de piel muy oscura lo que me produjo mayor interés, no quería despreciar la oportunidad y puse mis nalgas en su paquete, a nuestro alrededor reían pero no se daban cuenta que yo aproveche de meter mi mano y manosearle el paquete.
La erección no se hizo esperar y me brindó un trago, seguí moviéndome e hice lo mismo con el segundo. Vi cuando se hacían señas y me tomaron del brazo. Ya era muy tarde en la noche y el desenfreno era mayor.
Terminé en el asiento de atrás de un vehículo Conquistador, a una cuadra de la fiesta donde pasaba todavía mucha gente y pensé en ese momento que nos iríamos a otro lugar cuando me di cuenta que solo uno de ellos se metió al carro quedando solo conmigo. Era el cuarentón.
“Mama puta mama”
Con sus pantalones por la rodilla, aprovechando la oscuridad que daba las puertas cerradas y los vidrios ahumados, me puse a mamar una herramienta bien peluda como de 16 centímetros, ideal para meterme hasta las bolas.
No lo decepcioné y empecé a mamarle algo incomodo pero la excitación lo podía todo, no se cuánto tiempo estuve así pero los 5 pasaron por mi boca, a veces entraban algunos a ver como lo hacía. Esperaban su turno afuera disimulando mientras la gente pasaba.
Mi negro no fue el mejor pero me gustaba, era muy bestia y debía abrir la boca muy grande porque lo tenia grueso. Como buen campeón, me lo trague todo y sentí su leche a la brevedad, fue el que menos duro creo que la situación lo había dominado.
Lo más morboso fue cuando supe que padre e hijo se habían montado a la vez en el vehículo. El mayor no estaba interesado en mi boca sino en mi culo así que su hijo quedo como dueño de mi boca, los dos tenían miembros similares, por encima del estándar y muy venudas.
-“Quiero culo, tengo tiempo que no me como uno”-Desesperado agarró mis nalgas.
-“Tiene buena boca papá”-Dijo el hijo-“Mama mejor que Gladys”.
-“Esta puerta ya esta abierta”-Sentia sus dedos en mi interior. El menor me dio un par de cachetadas.
Baje bien los pantalones del padre, quedaron a la altura de sus tobillos y sin prestarle atención al muchacho, me monte encima de quien reclamaba mi culo. Fue incomodo y sentí cuando se rompió un poco el disfraz cuando lo cabalgaba.
No sé como haría con los dolores de cintura después, yo era feliz brincando en esa verga mientras veía que se masturbaba el hijo a mi lado.
Cuando me di cuenta, un empujón demasiado brusco y estaba sentado encima del más joven, el padre me daba nalgadas. Había cierta complicidad que me volvía loco, entre ellos discutían para sentir mi culo.
-“No me la vayas a dañar”-Dijo el mayor mientras su hijo gozaba.
-“Es que esta muy sabrosa esta puta”-Dijo entrecortado.
Al final tratamos de que yo se la mamara a uno mientras otro me cogía pero era demasiado incomodo y termine mamando a uno por uno hasta que me trague la leche de ambos.
No me sentí saciado pero la situación fue muy buena, cuando salí ellos elogiaron mis artes mamatorias y terminé por irme. Estaba cansado y era bastante tarde, ya había cumplido mi cometido.
Mientras caminaba por las calles sentí ganas de mear, uno el hombre tiene la ventaja para hacerlo y me llamo la atención uno de esos urinarios improvisados y sonará muy fuerte pero les metí el ojo a varios hombres aunque al inicio fui en busca de otros sitios sin éxito.
“Uno más, solo uno más”- Me dije a mi mismo ya algo cansado.
La suerte me acompañaba esa noche. Llegue a un sitio bastante apartado y sin luz, saque mi verga y solté un chorro del líquido amarillo. Como había observado se hacían grupos de hombres y empecé a desviar mi vista hacia otros miembros.
En minutos, de manera insólita ya que los que estaban cercano a mi me rechazaron, un hombre a 10 metros a mi derecha me hizo seña, según me dijo, pero yo no lo había visto hasta que estuvo a mi lado.
-“Vente”-Dijo el flaco de piel quemada. Olia a cigarro y ron.
No sabía a donde me llevaba pero no debí caminar mucho, a pocos metros del urinario había una pared con un gran agujero. Nos metimos los dos y me resulto algo incomodo porque había mucha yerba, no pudimos profundizar a lo que parecía una casa abandonada y apenas si nos cubríamos de las miradas de los que iban a orinar.
En segundos ya estaba mamando, arrodillado, con pequeñas plantas pegándose de mí pero la boca totalmente llena. Era brusco pero así me gustaba, me ahogaba y me daba leves cachetadas. Así como el culo, la garganta también estaba dilatada.
Podía aun escuchar los chorros de meados cercano a nosotros pero estaba centrado en mamar, era larga esa verga y mis arcadas no podían faltar pero cosas como estas quería vivir.
Siempre me había parecido un desperdicio que se masturbaran frente a mi cara, prefería sacarle la leche con mi boca pero él no me dejaba.
Desesperado y resoplando, con movimientos frenéticos de sube y baja, aquel hombre quería echarme la leche en la cara, pues yo abrí la boca.
“¿Quién pensaría que iba a encontrar una mamona como tu aquí?”
Sentí los regueros de leche cayendo por toda la máscara y boca, su grito fue bastante fuerte pero yo estaba concentrado en dejarle todo limpio cuando dos sujetos mas entraron por el agujero en la pared. El salió disparado del lugar.
“No, no…”-Dije.
Quise levantarme para huir pero uno se coloco en todo el medio de la salida y el otro frente a mi, ambos rieron y pude observar sus cortas erecciones bajo la poca luz.
No dijeron nada, yo sabía lo que tenía que hacer y volví a probar el sabor del meado y a macho. No me costaba tragarlos porque eran muy cortos ambos aunque algo robustos pero nada fuera de este mundo. Acabaron sin pena ni gloria y evite tragar sus leches. Las escupí con asco.
Cuando de repente, me quitaron la máscara y empecé a luchar con ellos para quitárselas pero entre risas y mi falta también de coordinación no podía quitársela.
“Que no te de pena de mostrar tu cara, puta es puta”-Rieron ambos.
El que más corto lo tenía, lanzo la máscara hacia la profundidad de esa jungla dentro de donde estábamos y se largaron.
Un rayo de luz, me permitió divisar a donde estaba y luchando contra la yerba y ramas de árboles pude obtener lo que quería lo que no sabía era que habían entrado un grupo de hombres más.
Eran 3, no tenían buena pinta pero sabía que no podía hacer mas nada. Me arrodille frente a ellos, ya no había mucho ruido en aquella zona y con más confianza empecé a chuparles por obligación.
-“Les dije que no íbamos a pasar este día sin probar nada”-Dijo con voz ronca el más bajo del grupo.
-“¿y quién iba a pensar que seria así? Que favor nos han hecho esos dos pillos”.
Mi sorpresa fue cuando el de la voz ronca, tenía el chorizo más largo de la noche y eso me devolvió el morbo, lo que causo malestar en sus otros compañeros que estaban armados de algo más normal.
Mame y mame como quería, quería tragármelo todo y me costaba pero lo pude hacer. El gemía mucho y me agarraba de la cabeza para que no sacara nada.
Yo masturbaba a sus compañeros los que se cansaron de ser echados a un lado, aprovecharon de ir a mi culo y darme nalgadas.
“¿Qué más se le puede pedir a la vida Juancho?”-Dijo un barbado con pinta de árabe.
Me palparon y sentí su emoción cuando me tocaron el culo.
“¡Que rico tiene el chochito! Nos lo dejaron abierto y todo”-Aprovecho de meter su herramienta hasta el fondo.
Sentí como me taladraba sin compasión pero yo ya estaba demasiado dilatado y para excitarlos mas empecé a gemir como mujer. Tenía a un hombre adelante, otro atrás y a otro que me le mamaba de vez en cuando o en su mayoría masturbaba.
Sentía como me cogía con fuerza, lo hacía bien pero debo admitir que el culo ya me ardía, de igual forma seguí hasta que en varios empujones boto toda su leche. Enseguida sentí como otra verga me penetraba y ya me sentía acostumbrado por completo a tragar por ambas puertas.
Echaba mi culo hacia atrás y él se quedaba estático, me disfrutaban porque sus gemidos los delataban y quien tenia en el culo me pidió que no me moviera más porque no quería acabar tan pronto.
Me levanto una pierna y entro mucho más adentro, lo disfrutaba muchísimo, no pensé que ellos me darían uno de los mejores polvos. Tocaban mi pecho como si tuviera tetas y les gustaba palpar cada centímetro de mi cuerpo.
Estaban demasiado salidos y estuvimos un buen rato hasta que oí gemir a quien estaba detrás de mí, me sentía triunfador.
Ahora el de la gran verga quería culo, sus otros compañeros fumaban delante de nosotros. Nos veían con curiosidad.
“Aguanta, aguanta, lento”-Le rogué.
“Que buenas nalgas tienes”-Me pego una manotada.
No tenía mucha paciencia y el burro ese, me la metió muy rápido aunque no de sopetón. Me sentía muy lleno, demasiado para mi gusto.
“Aguanta por fa..vor ¡Ay!”-le volví a rogar-”Así lento, lento”.
Me hizo caso y pude acostumbrarme pero cuando empezó a moverse más rápido, no había cuerpo que lo aguantara.
“Así gime como la perra que eres”-Gritaba quien identifique como Cheche.
Todos celebraban pero yo solo cerraba mis ojos aguantando aquel torpedo de carne, sentía que me llegaba a lo mas profundo, tocaba mis paredes y me daban ganas de orinar.
Puse mi manos apoyadas de la pared y él me agarro por la cintura, fue monstruosa las embestidas que me daba el desgraciado. Yo lo estaba disfrutando, pero tenía tiempo que no probaba algo así, me sentía relajado.
Cuando vi que estaba muy excitado y los gemidos lo delataban, lo empuje bruscamente contra la pared y me clave sus veintitantos de nuevo. Empecé yo a menearme y el vibraba.
“Ni siquiera tu esposa te hará esto”-Le dije.
Le puse poder a mis movimientos y nuestros espectadores estaban haciéndose la paja de nuevo, le di como nunca le había dado a alguien, sentía como ya mi culo se había adaptado. Me sentí pleno en placer y me masturbaba de vez en cuando.
“Hija de puta”-Grito el vergón. Yo no pare mis movimientos.
El me empujo y casi caigo de boca pero sus amigos me sujetaron muertos de la risa, ambos acababan también y aproveche para masturbarme.
Arrodilladlo le saque el preservativo lleno de leche y lo lance a un lado. Lamí todos sus centímetros dejándolo todo muy limpio y luego me fui con sus amigos quienes habían echado la leche al piso.
Les pedí que me metieran los dedos mientras me hacia una paja, ellos rieron y me manosearon mientras uno metía tres dedos. No pude aguantar más y solté varios chorros potentes de leche a la yerba.
Me sentía demasiado cansado y descanse un momento viéndolo, ellos fumaban y aprovecharon para darme cachetadas con sus vergas ya dormidas. Prendieron otros cigarros, me ofrecieron uno pero lo rechace.
Al terminar de fumar, se arreglaron y me ayudaron a salir del agujero en la pared. Yo estaba destruido.
Me agradecieron por el rato y se disculparon por haberme abordado de esa forma, me pareció gracioso todo.
Me acompañaron varias cuadras y supe que eran de una parte de la ciudad llamada Macarapana. Anotaron mi número y seguí mi camino, ellos se desviaron a seguir la fiesta.
No aguantaba mis pies con las sandalias, así que me las quite. Sentía mi culo húmedo y mi cuerpo maltrecho pero feliz.
Llegue al estacionamiento finalmente porque me pareció eterno y me recibió una persona diferente, se veía malhumorada así que no hubo tema, todo muy mecánico.
Salí en mi carro rumbo al motel con el culo ardido y una sonrisa de campeonato.
Gracias por leer el relato, espero que la tercera y última parte les guste mucho más.
Orgasmos anales para todos.
-Mañana empiezo las prácticas en la clínica de depilación. ¿Alguno se ofrece como voluntario? -preguntó un entusiasmado Marcos.
Marcos era un chaval de veinticinco años. Aquella era su primera oportunidad de trabajo, y si superaba con éxito el período de prueba sería contratado. Su madre había conseguido que la dueña de la clínica de depilación le hiciese el favor de darle una semana de margen a su hijo para que viese cómo se desenvolvía.
Marcos siempre había tenido muchas aspiraciones. Quiso ser famoso hasta que cumplió diez años, tras ello, quiso ser veterinario. Luego quiso ser profesor, para más tarde cambiar su vocación de docente por una nueva, la de enfermero de la mente, y se matriculó en psicología. El problema era que él mismo no entendía su propio cerebro, que le decía una y otra vez que quería abarcar demasiado para el poco esfuerzo que estaba comprometido a ejercer. Marcos no era estudioso, no era trabajador y no era responsable, y eso, en gran parte, era culpa de su familia y sus amigos. Sus padres nunca le habían negado nada por ser hijo único. Dinero, ropa, coche, fiestas, viajes… Si quería algo, sabía exactamente cómo suplicar a sus progenitores para conseguir el dinero necesario. Sus amigos, por otro lado, disfrutaban de su compañía porque era un chico agradable y divertido, y era muy buen amigo, pero nunca encontraron la manera de hacer que bajase de las nubes y asentase la cabeza sobre los hombres y los pies en el suelo.
Cuando Marcos preguntó aquello, “¿alguno se ofrece como voluntario?”, sus tres amigos se miraron entre ellos y un silencio sepulcral invadió la terraza en la que estaban sentados tomándose unas cañas bajo los primeros rayos de sol de la primavera. Marcos había tenido pruebas para distintas posiciones de trabajo a lo largo de su vida, pero siempre se habían quedado en intentos, y nunca había conseguido ningún puesto. Él aseguraba que era porque aquellos que iban a ser sus jefes no comprendían su máximo potencial, pero las distintas quejas, demandas e incluso lesiones que sus compañeros habían sufrido por su gran torpeza revelaban el verdadero motivo. Aquel chaval era simplemente un patoso, y sus amigos lo sabían. No había salido de ninguna prueba de trabajo sin haber roto mobiliario o huesos, o incluso provocado graves quemaduras con bebidas calientes. Sus amigos tenían algo claro y era que, si querían sobrevivir hasta una edad avanzada, jamás debían someterse a la búsqueda de voluntarios de Marcos.
-Joder, que silencio -su entusiasmo disminuyó-. Pues después no pidáis favores.
-¿Pero qué favores te pedimos nosotros a ti, flipado? -dijo riéndose Said, el único que no tenía una cerveza en la mano.
-Cuando empezaste a trabajar en la ambulancia, ¿quién fue el primero en ir a verte? -preguntó Marcos, ofendido.
-Fui yo a recogerte, después de que Alba me dijese que te habías bebido hasta los charcos de la calle. Te tuve que meter un chute de vitamina B12 para que no te diese nada malo -aseguró su amigo.
-¿Y tú? -dijo señalando a Alba- Cuando te contrataron en la peluquería, ¿quién fue tu primer cliente?
-Fuiste tú, pero porque te obligué a pagar. Después del corte de pelo te levantaste sin que me diese cuenta y te fuiste de allí sin ni siquiera despedirte -su amiga puso los ojos en blanco-. Que vaya Paulo.
-Yo soy gitano -dijo Paulo-. Nosotros nos depilamos con una cuchilla, de toda la vida del señor.
-Y los moros ni nos depilamos -dijo Said.
-Vamos, que sois unos amigos de mierda…
-Tío, si yo iría como voluntario -intervino Said-, pero es que vas a empezar a practicar con cera. Con cera. ¿Eres consciente? Le quemaste la cara a un cliente en la cafetería porque le tiraste un té hirviendo por encima…
-¡Coño¡ ¡Que fue un accidente! -dijo, acalorándose de nuevo y alzando la voz- Siempre me vais a recordar al calvo de la cara quemada.
-Es que, hijo, no sé si prefiero que me quemes la cara con un té antes que la polla con la cera -dijo Paulo, y todos se rieron.
Marcos se cruzó de brazos y guardó silencio. Sabía cuál era su poder de convicción, y antes de que se acabase la jornada estaba seguro de que alguno de los tres cedería. Quería a Said o a Paulo, pues daba mejor imagen conseguir depilar a un tío y que dejase una buena valoración sobre tus servicios que a una tía, que ya estaban acostumbradas a todos los métodos de depilación existidos y por existir.
Said tenía 25 años como él. Era de árabe, de padre saharaui y madre argelina. Tenía unas facciones árabes que lo hacían tanto intimidante como atractivo, y que a la vez le aportaban un toque infantil en el rostro que hacía que a veces le echasen más edad de la que tenía. Iba alternando estilos, y se quitaba o se dejaba la barba según le apeteciese. Tener barba siempre hacía que Marcos le soltase un par de bromas sobre bombas y terrorismo, pero Said las encajaba bien porque siempre se metía con la sexualidad de Marcos en tono jocoso. Marcos era abiertamente gay, y aunque la religión de Said aseguraba que era pecado, él siempre había estado muy cómodo alrededor del que consideraba su mejor amigo. El moro medía 185cm, tenía una espalda que según el padre de Marcos era para “cargar piedras”, y unas piernas tan largas y musculosas que de una sola patada podía noquearte. Practicaba fútbol e iba asiduamente al gimnasio, y, aunque la mayoría de los futbolistas lo hacían, él no se depilaba. Su novia, árabe también, creía que un hombre era más sexy cuanto más pelo tenía, y a él le gustaba complacerla en todos los aspectos posibles. Dicho esto, sí que se recortaba el pelo en zonas como los sobacos o el pubis para una mayor comodidad e higiene.
Por otro lado, estaba Paulo. Paulo era, según él, más gitano que los gitanos de verdad. Paulo era mitad gitano, mitad latino. Su padre era brasileño y su madre gitana sevillana, pero a él siempre le tiró más la cultura y la sangre de la mujer que lo parió. Paulo era muy atractivo también, y Marcos se tenía estudiado aquel cuerpo de memoria. 177cm de altura, 75kg de puro músculo obtenido gracias a trabajar de reponedor en invierno y jornalero en verano, y un tono de piel que cualquiera envidiaría.
Marcos miró a Alba y le guiñó un ojo y esta, con una sonrisa, volvió a poner los ojos en blanco.
-Yo creo que el candidato perfecto sería Said -dijo Marcos, interrumpiendo el silencio que se había creado en aquella agradable tarde de abril-. Nunca le han hecho la cera, y quedaría genial delante de mi jefa si lo hago bien.
-Tú lo has dicho, si lo haces bien -intervino Paulo-, cosa de la que no te vemos capaz.
-¿Qué pasa? ¿Te has puesto celoso porque no te he mencionado a ti primero? -dijo Marcos, y Alba rio, conocedora de su estrategia.
Marcos y Alba siempre utilizaban la misma técnica. Aunque sus amigos eran muy modernos a pesar de sus creencias, seguían teniendo actitudes que serían muy difíciles erradicar, como creer que Alba y Marcos necesitaban de ellos por ser una mujer y un gay, respectivamente. Said y Paulo consideraban que, dentro del grupo, su función era proteger a los otros dos y actuar como pareja, hermanos o padres a la hora de cualquier petición. Marcos, conocedor de esto, sabía usar aquel detalle a su antojo como sólo años de manipulación le habían servido. Siempre presentaba la imagen de que estaba en apuros, haciendo que ambos amigos heteros y machos compitiesen por ser el que lo ayudase, y ahora volvía a estar haciendo eso.
-A ver, en esta situación yo creo que sería mejor cliente -afirmó Said.
-¿Qué te hace pensar eso? -preguntó Paulo, sorprendido ante la determinación de su amigo.
-Tío, te saco dos cabezas, tengo más pelo y soy más imponente. Si le digo a la jefa que el Marcos me he hecho un trabajado con la cera seguro que le dan el trabajo.
-Yo podría hacer lo mismo -Paulo levantó una ceja-. Llego allí, hago el papel de garrulo machito y seguro que la jefa flipa con que el Marcos haya contentado a un heterito -se rio.
-Si venga. Lo mío sorprendería más. Soy moro.
-Tío, que eres moro, no un billete de 500. Hay miles como tú en el país.
Marcos y Alba rieron.
-Supongo que tendré que ir yo -dijo esta-, ya que nadie quiere hacerte el favor y perderás el trabajo…
-¡No, no! -dijeron Said y Paulo al unísono.
El plan había funcionado. Ahora ambos querían quedar como protectores, como el verdadero jefe de su pequeña manada de cuatro, y querían ser los voluntarios de Marcos.
-Tengo una idea -dijo Marcos-. Os puedo depilar a los dos, uno por la mañana y otro por la tarde, y así mi jefa queda más sorprendida.
Ambos heteros cruzaron los brazos y se miraron de reojo, para asentir después. Estaba decidido, Marcos ya tenía a sus voluntarios, y menudos dos especímenes de hombres a los que iba a depilar.
El día llegó. Era por fin sábado. Los sábados eran los días más tranquilos en la clínica, por eso la jefa había decidido que Marcos podía comenzar sus prácticas el fin de semana. La muchacha, solo cinco años mayor que Marcos, le había enseñado todo lo que sabía sobre los distintos tipos de depilación, y hoy quería poner a prueba la destreza del chico gay con la cera. Ella no iba a estar presente, pues ya le estaba preparando para trabajar de cara al público, cuando normalmente solo hay un único depilador con la persona depilada. Marcos estaba entusiasmado, y casi no sentía nervios ya que sabía qué dos personas eran las que iban a disfrutar del privilegio de ser las primeras depiladas por él.
El primero era Said, que había llegado a la clínica a las once de la mañana. Por cuestiones de horario, Said prefería la mañana y Paulo la tarde, así que en ese aspecto no tuvieron que realizar ningún tira y afloja de egos para ver quién visitaba primero a su amigo. El chico árabe había llegado vestido con una camiseta de deporte negra, ceñida a sus definidos brazos y pectorales, y un pantalón de chándal también negro, tan impoluto que parecía que había sido sacado de la tienda cinco minutos antes. Said siempre prestaba mucha atención a su aspecto, y ya llevase chándal, traje o un atuendo casual, siempre iba perfecto de pies a cabeza, sin ninguna arruga ni ningún desperfecto a la vista. Era una de las pocas manías que se permitía tener. Una barba y un peinado arreglados, ropa impoluta y un buen perfume. La jefa de Marcos ojeó a su amigo nada más entrar, y este que era fiel a su novia, pero no se privaba del sentimiento de ser deseado por otras, le enseñó los dientes al entrar en una sonrisa pícara.
-Buenos días -dijo al entrar, acercándose a su amigo y dándole un intenso abrazo.
-Marcos, te quedas solo que voy a comprarme el desayuno al bar de la esquina -dijo la mujer, cogiendo su copia de las llaves-. Como me quemes, rompas o pierdas algo, lo pagas tú y te despides del trabajo -dijo levantando las cejas mientras salía por la puerta.
-¿Hasta tu jefa conoce tu fama? -se rio Said.
-Esto en vez de una ciudad parece un pueblo -Marcos puso los ojos en blanco y olvidó el comentario de su jefa-. ¿Te parece que empecemos?
Said siguió a Marcos hacia una habitación de tamaño medio, que estaba decorada con un biombo, una camilla en mitad de la habitación y un par de estanterías, sillas y una mesa en las diferentes esquinas. Marcos tomó una toalla y se la tendió a Said.
-Te voy a hacer un completo -dijo el futuro depilador.
-No es la primera vez que me ofrecen eso, pero nunca ha sido gratis -dijo el árabe, riéndose-. ¿Tengo que quedarme en pelotas?
-Hombre, a no ser que quieras que te depile los calzoncillos en vez de los huevos, tú me dirás…
Said se sorprendió al ver a su amigo Marcos. Parecía profesional, o al menos tanto como Marcos era capaz de parecer. Iba de un lado a otro, sacando distintos paquetes y utensilios, preparando las cosas, abriendo bien el biombo para que Said se metiese tras él y se quedase solo con la toalla. Los nervios que trajo a la clínica consigo se iban esfumando al ver lo muy en serio que su amigo se estaba tomando aquello.
-Estoy un poco nervioso -dijo mientras se desnudaba.
-Tío, que no te voy a hacer ninguna herida ni nada -dijo Marcos, con un tono de molestia en su voz.
-Que no es eso, cojones. Es que nunca me he hecho la cera ni me he depilado al completo.
-Pues siempre hay una primera vez para todo -decía el gay mientras preparaba la máquina en la que derretiría la cera.
Said terminó de desnudarse, se ató la toalla alrededor de la cintura y salió de detrás del biombo. Puso sus manos en cada lado de su cintura y miró a Marcos, posando.
-¿Qué tal? ¿Mejor que cuando te la cascas pensando en mí? -se rio y se acercó a Marcos.
-Mucho mejor -contestó este.
Marcos nunca había sido tímido al reconocer lo mucho que le ponían Paulo y Said, y estos, acostumbrados a ser deseados allá donde iban, no se molestaban. Al revés, disfrutaban sabiendo que Marcos babeaba por ellos, aunque ningún tuviese jamás la intención de jugar en el otro equipo. Ambos eran heteros, y así iban a permanecer, o al menos eso pensaban.
-Vale, túmbate -dijo Marcos, y Said obedeció.
El chico se tumbó sobre la camilla, que tenía una pequeña sábana que la cubría para que todo fuese más higiénico y cualquier resto de sudor, lágrimas o cera no empapase la tela de los almohadones. Instintivamente, levantó los brazos, dejando sus peludas axilas al descubierto y apoyando las manos tras su nuca.
-Qué fácil me lo pones -sonrió Marcos, que ya estaba mezclando las bolitas de cera para que se derritiesen.
-¿Va a quemar mucho? -dijo la escueta voz de Said, que vibraba por el nerviosismo.
-No -afirmó su amigo-. Te voy a poner cera azul, que quema menos, da menos tirones e hidrata más la piel.
-Vale, me fio de ti -se tranquilizó-. Me recorté los pelos hace una semana, espero que no sea malo.
-Que va. ¿Cómo vas en la polla? -preguntó sin rodeos.
-Hombre, Sheila dice que se usarla muy bien -ambos rieron, y Marcos esparció una primera capa de cera caliente sobre la axila derecha de Said.
-Creía que follartela antes del matrimonio era pecado…
-Y yo no he dicho que tenga intención de ir al paraíso. Cuando me muera será con los huevos vacíos -ambos rieron otra vez, y Marcos pegó un tirón seguro y seco de la cera ya endurecida, que hizo que los pelos de Said abandonasen la piel- ¡Joder!
-Coño, no ha sido para tanto… -aseguró Marcos, sonriente.
-No, pero no me esperaba ese tirón…
-Vamos, ahora el otro…
Pasaron los minutos, y Marcos fue depilando parte por parte el cuerpo atlético de su moreno amigo. Primero el otro sobaco, luego el pecho, el estómago, pasó a las piernas y, por último, llegó el gran momento. Iba a hacerle la cera en el pubis a su amigo Said. Tiró del nudo de la toalla e hizo el amago de quitársela, pero su amigo no se movía.
-Ejem… -tosió Marcos.
Said interpretó la indirecta correctamente al notar la fuerza con la que tiraba Marcos de la toalla y levantó las caderas, haciendo que su amigo pudiese dejar la toalla sobre una silla. Así quedaron ambos. Marcos con la cera en la mano y Said como dios lo trajo al mundo. Hubo un momento en el que no hablaron, ni se miraron el uno al otro. El árabe estaba mirando al techo, incluso cerró los ojos un par de segundos a causa de la vergüenza. Estaba orgulloso de su miembro, mucho, y no era una persona pudorosa. Además, no era la primera ni sería la última vez que Marcos lo había visto desnudo, pero en situaciones así siempre era complicado no ponerse un poco nervioso. Por otro lado, Marcos no miraba al techo ni al suelo, sino que mantuvo la mirada fija en la polla de su amigo. Sí, no era la primera vez que la veía, pero cada vez que la veía siempre tenía el mismo efecto sobre él. Era una polla más morena que la de una persona blanca normal. Era gorda, con la punta un poco más clara que el resto del tronco. Tenía una tupida mata de pelo que estaba claro que no se había recortado y que remataba de una manera perfecta en dos huevos grandes y gordos. Pero su parte favorita era que estaba circuncidado. A Marcos le daba igual si los tíos con los que follaba tenían o no esa piel extra en el rabo, no era un fetiche para él, pero en su amigo Said le parecía lo más sexy del mundo. Tenerla delante le recordaba todas aquellas veces que se la había visto meando en las fiestas, cuando se quedaba a dormir en su casa, cuando se iban de vacaciones y se bañaban en pelotas en la playa o en la piscina, cuando en la adolescencia se pajeaban él, Paulo y Said después de salir de clase… Siempre le había gustado, y había deseado probarla, pero sabía que ambos amigos estaban fuera de sus posibilidades. No porque Marcos fuera feo, ni mucho menos. Era un chaval rubio, de piel clara y complexión física normal que tenía mucho éxito entre otros hombres gays. Era por la sexualidad de ambos.
-Joder, los de la polla no te los has recortado, ¿eh? -dijo Marcos, saliendo por fin del trance en el que había entrado. Vio cómo Said se ruborizaba un poco- Mejor, prefiero encargarme yo y que no te hagas una chapuza.
La mata de pelo que tenía Said entre las piernas era sorprendente. Aún más sorprendente era que su polla fuese completamente visible, como si estuviese depilado al 100%. El vello de su amigo era grueso, por lo que primero tuvo que recortar con unas tijeras un poco y luego darle con una maquinilla eléctrica que eliminase suficiente vello como para trabajar con comodidad, pero que dejase margen para poder ser arrancado con la cera.
-Buah -suspiró su amigo-. Sheila lleva sin tocarme cerca de dos semanas.
-¿Y eso? -preguntó Marcos, saboreando saber que era el único que le había visto la polla a su amigo en varios días.
-Tiene la regla, y le viene irregular y con dolores. No quiere follar.
-Pobre.
-Ya ves, estoy que no aguanto.
-Digo ella, ¿sabes lo que duele la regla? -se rio.
-No, ¿y tú? -Said levantó una ceja.
-Pues no porque nunca la he tenido, pero siempre me he tenido que tragar las innumerables quejas de Alba, así que seguro que sé más que tú.
Said cerró los ojos y se relajó mientras Marcos le limpiaba la zona. No lo quería admitir, pero el pequeño masaje que su amigo le estaba propinando para eliminar los vellos recortados de la zona era lo más parecido a cualquier roce sexual que había tenido últimamente. Said odiaba masturbarse. Le gustaba que le masturbasen, que le hiciesen cualquier favor sexual, pero a él mismo solo se lo hacía por obligación y de forma rápida, para descargar y seguir con su día a día. Desde que no follaba se masturbaba una o dos veces por semana, cuando realmente apretaban las ganas. Por lo que, en esos quince días, solo se había corrido cuatro veces.
Marcos también se dio cuenta, y notó cómo la polla de su amigo comenzaba a ponerse erecta. Solo un poco morcillona, algo gorda, pero ya era suficiente para que su boca salivase al imaginársela penetrando una y otra vez sus dos orificios.
-Tío… -susurró Said.
-No te preocupes, es totalmente normal -dijo Marcos, acallando las dudas en la cabeza de su amigo.
Marcos decidió ser profesional y no intentar propasarse, por lo que simplemente cogió el palo de madera recubierto de cera y extendió la sustancia viscosa a lo largo del pubis de su amigo. Hizo una pequeña mueca de queja, tal vez por no esperar la sensación de calor, pero aguantó el tipo. La cera azul realmente no quemaba, simplemente notabas el calor en la piel. Marcos decidió dividir la zona en tres, el centro del pubis, la parte izquierda y la parte derecha. Primero cubrió la zona izquierda y, una vez enfriada la cera, dio un tirón que arrancó todos los pelos de Said. Este parecía estar acostumbrándose ya a los tirones y no se quejó. Luego pasó a la parte central, y repitió el movimiento. Por último, quedaba la parte central, cuyos vellos eliminó sin ningún tipo de problema.
A estas alturas, Said tenía una erección considerable. De nuevo, no estaba completamente dura, pero aquello ya pasaba los límites de estar morcillona. Estaba empalmado.
-Tío… de verdad que lo siento. Me la tendría que haber cascado antes de venir -dijo preocupado.
-Said, de verdad que es normal. Sobre todo, si llevas semanas sin follar -Marcos sonrió y pareció tranquilizar a su amigo-. Ahora tengo que tocártela para poder depilarte los huevos y la base cómodamente. ¿Estás cómodo? -su amigo asintió- Si quieres nos tomamos un descansito.
-No, no -dijo velozmente-. Quiero decir, ya que estamos pues terminamos, ¿no? No parece que quede mucho -se ruborizó de nuevo y Marcos volvió a sonreír.
Marcos agarró la polla de su amigo por la punta con el dedo pulgar y el índice y esparció la cera caliente alrededor de la base en dos veces, dando sendos tirones que no molestaron a Said. A estas alturas, la polla estaba completamente dura, para pesar de Marcos, que solo quería rodearla con la mano y menearla hasta que saliese leche.
Seguía aguantándola, esta vez haciendo un poco de presión en la base para que la erección quedase apoyada sobre el abdomen de su amigo. Marcos intentó concentrarse, pero casi no podía dar crédito a lo que veía. Al apoyar así el rabo de su amigo, este traspasaba un poco su ombligo. Estaba claro que él mantenía vivo el mito de que los moros tenían la polla grande, y Marcos lo estaba disfrutando en secreto, o eso creía él.
-No puede ser la primera que hayas visto así -sonrió Said, riendo un poco.
-Coño, es… Perdona, no me tendría que fijar.
-Es normal -dijo imitando lo que su amigo le había dicho antes-. Te ponen los tíos, y yo tengo un pollón. ¿No? -Marcos asintió- Dilo, anda.
-Tienes un pollón -obedeció a Said, algo que le sacó una sonrisa al moreno.
Marcos miraba embobado la polla que tenía ante sí, y Said se limitó a dejar caer ambas piernas por los lados de la camilla y acariciarse el abdomen.
-Voy a tener que venir más -bromeó.
-Por favor -susurró Marcos, en trance.
Said hizo algo que ninguno de los dos se esperaba, pero cogió la mano de su amigo rubio e hizo que rodease la base de su rabo completamente. En ese mismo momento, Said se sorprendió por lo que hizo, pero estaba demasiado cachondo como para parar o evitar lo que estaba destinado a suceder. Marcos miró a su amigo para asegurarse de que no estaba siendo una equivocación y que no se lo estaba imaginando todo, pero su amigo se limitó a asentir, ruborizado ante lo que estaba sucediendo.
Marcos no perdió el tiempo y, dejando a un lado el palo de la cera y quitándose los guantes, rodeó la polla de su amigo con ambas manos. Midió la anchura, y cuánto cabía en sus manos, y se sorprendió al comprobar que, incluso usando ambas manos, todavía sobraba polla. Pensó en lo que le tenía que hacer aquello a Sheila, y se aventuró a pensar que la chica no tenía la regla, pero que le daba pavor follar con su novio. No sería él quién desperdiciase la oportunidad.
Comenzó a masajear la polla de su amigo de arriba abajo. Said, abrumado por la situación, pero sintiéndose incapaz de detener lo que estaba sucediendo, dejó caer su cabeza hacia atrás, apoyándola en las palmas de sus manos, y soltando un sonoro suspiro. Marcos prestaba atención sobre todo a la punta. Era lo que más le llamaba la atención de la polla de su amigo. Aquella cabeza circuncidada, que mostraba el cambio de color en el rabo, le ponía demasiado cachondo como para pasarla por alto. Notaba cómo sus pantalones iban a explotar, y en ese momento agradeció la perezosa decisión matutina de ponerse un chándal para ir al trabajo, ya que solo tuvo que tirar del elástico del pantalón y sacarse la polla para comenzar a pajeársela. Tenía su mano buena, la derecha, en el rabo de su amigo, asegurándose de que estaba haciendo la mejor paja que había hecho en su vida, mientras que con su mano libre se otorgaba placer propio. Sus años de experiencia le habían enseñado que las pollas circuncidadas lubricaban más torpemente que las que tenía la piel intacta, por lo que acercó la cabeza al miembro de su amigo y escupió sobre la punta. Said, pensando que su amigo iba a chupársela, puso una mano sobre la nuca del rubio, pero este se sobresaltó y miró a su cliente. Said lo miró ruborizado, y esta vez Marcos también se sonrojó. ¿Quería su amigo heterazo que le chupase la polla? El pensaba que solo se limitaría a una paja sin importancia, pero no podía rechazar algo como aquello.
-¿Quieres…? -Said se limitó a asentir, y Marcos se sintió en la obligación de complacerlo.
Tampoco es que le hiciese mucha falta demasiada insistencia, pues en el momento en el que el árabe dijo que sí con la cabeza, el muchacho rubio se lanzó a su polla como alguien que se lanza a por un poco de agua después de haber caminado por el desierto. Estaba impaciente, y esta impaciencia relució cuando intentó meterse casi toda la polla en la boca y una sonora arcada se lo evitó. La arcada arrancó una carcajada de Said, que le acarició la nuca rubia a su amigo.
-Ninguna puede tragársela entera -dijo.
Marcos se habría tomado aquella frase como un reto en otra ocasión, o en otras circunstancias, pero sabía que su amigo no lo estaba diciendo para vacilar ni para demostrar su hombría. Era más que posible que ninguna mujer antes se la hubiese metido entera en la boca, de punta a huevos, pero Marcos sabía que, si alguien podía, era él.
Meneó la polla un par de veces más con la mano, mientras que con la izquierda se pajeaba la suya propia, y retomó la actividad oral. Comenzó a lamer la punta de aquel sabroso y descapuchado rabo, que le sabía al néctar de los dioses. Rodeó el glande con la boca y cerró los labios alrededor, centrándose en dar todo el placer posible a su amigo con la lengua, pasándola por el orificio de la uretra, dibujando círculos alrededor de los pliegues del glande y succionando como si estuviese sorbiendo un helado. Said no paraba de suspirar, y de vez en cuando miraba a los ojos a Marcos. Marcos se alegraba de que su amigo no lo estuviese usando únicamente como juguetito sexual, sino que establecía una conexión mediante miradas, sonrisas y guiños de ojo. Said, por el otro lado, era la primera vez que experimentaba algo así. Se la había chupado muchas veces, pero nunca un hombre, y mucho menos su mujer amigo. Sin embargo, había descubierto que lo estaba disfrutando igual, o incluso más, que cualquier mamada que cualquiera mujer le hubiese dado antes, y decidió entregarse al placer sin rodeos ni titubeos. Sus gemidos y suspiros indicaban aquello, que se estaba dejando llevar y que no se arrepentiría.
Marcos volvió a intentar metérsela entera en la boca o, al menos, todo lo que pudiese, y para su satisfacción notó cómo el pubis recién depilado de Said le rozó la nariz, ante lo cual su amigo soltó un sonoro suspiro de admiración.
-Me cago en mis muertos, es la primera vez que lo consiguen -dijo en un estado de babia y shock.
Tras la inminente arcada, Marcos dejó escapar la polla y subió la cabeza en busca de aire, con una sonrisa triunfadora de oreja a oreja y un hilo de babas que unía su boca a su destino, la polla de Said. Said estaba acercándose y, sabiendo que su amigo había hecho lo que nunca nadie le había conseguido hacer, se armó de valor y agarró un puñado de aquella melena rubia y ondulada. Se incorporó, quedando sentado sobre la camilla, y dirigió la cabeza de su amigo a su entrepierna de nuevo. Con movimientos rápidos y potentes de cadera y de muñeca, comenzó a follarle la boca a su mejor amigo. Marcos aguantaba las arcadas como podía y se dejó utilizar. Le gustaba sentirse utilizado, sobre todo si sentía una conexión especial con la persona que lo hacía, y estaba claro que con Said había algo. Quizás una amistad intensa y nada más, pero para él aquello era suficiente. Said puso la mano libre en la nuca de su amigo mientras que con la otra seguía tirando del cabello rubio y comenzó a embestir más fuerte. La fuerza y el ansia por hacer que su amigo devorase su polla eran tantas que acabó bajándose de la camilla, quedando de pie y empalándole la garganta a Marcos. Podía notar las babas de su colega gay derramándose por sus huevos, sus muslos y cayendo al suelo, disparando sonoros golpes contra el frío mármol. Marcos comenzó a mover el brazo con mucha más fuerza, con más rapidez, y no tardó mucho en correrse. Se corrió tanto y con tanta potencia que más de la mitad de su corrida llegó a aterrizar bajo la camilla. Tendría que acordarse de limpiarlo todo bien una vez hubiese terminado con su amigo.
Cuando se corrió, llevó su mano a los grandes huevos de Said y comenzó a acariciarlos y a jugar con ellos, mientras que su amigo usaba su garganta como si se tratase de el coño de alguna tía a la que había conocido de fiesta. Comenzó a gemir más aceleradamente, transformando sus fuertes suspiros en sonoros berridos. Dio dos últimas estocadas potentes a la boca de Marcos, y en la tercera mantuvo la posición. Miró hacia abajo y vio los ojos rojos y llorosos de Marcos mirándole fijamente mientras un par de lágrimas recorrían las mejillas del rubio. Said no pudo aguantar aquella visión casi angelical, y comenzó a desfogar en el fondo de la garganta de su amigo, que comenzó a toser y a intentar tragar la enorme cantidad de leja que el moro estaba soltando. Cuando hubo terminado, se dejó caer sobre la camilla, sentándose de nuevo.
-Joder… -dijo Marcos, tosiendo y limpiándose las babas y lágrimas de la cara.
-Marcos… -Said lo miró, y Marcos temió ver el arrepentimiento en su rostro, pero no había ni rastro de aquel sentimiento.
-Lo siento -dijo para ser precavido-, esto ha sido demasiado poco profesional.
-Cállate. Me ha gustado -Said sonrió de oreja a oreja, y usó los guantes que su amigo se había quitado minutos antes para limpiarse la polla-. Ya tengo a quien me ayude cuando Sheila esté con la regla.
Marcos sonrió y se adecentó. Todavía tenía que depilarle los huevos a Said, salir a comer y regresar para depilar a Paulo. No sabía si podría controlarse con su amigo el gitano.
CONTINUARÁ…
Ayer por la tarde me encontraba un poco aburrido y decidí volver a entrar en grindr sin muchas expectativas.Las charlas fueron como siempre muchos perfiles en los que la conversación no lleva a ningún lado hasta que apareció un perfil que si llamó mi atención.
Me describo antes de nada por si no has leído mi anterior relato, tengo 23 años, 1’87cm, complexión fuerte y vello por todo el cuerpo, estoy contento con mi tamaño de pene no considero que sea mal tamaño aunque en este relato hago poco uso de ella jeje.
-hola, estoy en la oficina te apetece?
-Me pone bastante la idea , que te apetece hacer?
-voy a ser directo, vienes, me pones la polla dura mamándola y te follo en la mesa de la oficina.
-umm me pone bastante la idea, pásame dirección.
10 minutos después estoy tocando el timbre de la oficina, él es un hombre de unos 40 años, 1’8 complexión atlética y una muy buena polla de unos 17-18cm.
Tras abrirme la puerta vamos a su despacho y me recibe con la bragueta ya abierta, comienza a desabrocharse la camisa mientras yo le toco la polla a través del boxer, intuyo que esa polla me va a gustar bastante, comienzo a pellizcarle los pezones y a morderselosarrancando los primeros gemidos.
Tras calentarnos un poco le bajo su pantalón y bajo el mío también, comenzando cada uno a pajear la polla del otro. Cuando consigo que su polla se ponga bien dura, se sienta en su escritorio y me pongo de rodillas delante de él dispuesto a mamar esa polla que desde que la vi en foto deseaba probarla, comienzo a lamer la cabeza mirándole a la cara, escuchando como comienza a gemir, intento metermela entera en la boca aunque me provoca alguna arcada, mis ganas de comerla pueden más hasta que consigo meterla entera, haciendo que gima más fuerte aún. Tras unos minutos comienzo a comerla y pajearla a la vez pasando de su polla a sus huevos metiéndomelos ambos en la boca mientras le pajeo y sigo mirando esa cara de placer.
Tras unos minutos intercambiando, me levanta y me pone ahora a mi tumbado de espaldas a él y comienza a restregarla por la entrada de mi ano, ayudando con un poco de saliva que la echa escupiendo ( como me puso eso de verdad…) Introdujo un poco la cabeza y restregó bien la polla,demostrando las ganas que tenía de hacerme suyo… Le doy un condón y tras ponérselo y volver a escupir, comienza la acción.
Introduce la cabeza poco a poco arrancandome un gemido y notando que ya está toda entera cuando noto sus huevos chocar con mi culo, comenzando con un mete saca lento que me volvió loco mientras iba subiendo la intensidad poco a poco.
Comencé a gemir con cada envestida que me daba mientras tiraba de mi camiseta para apretar más fuerte aún, estuvimos como 5 minutos en esa postura hasta que me hizo cambiarme y tumbarme en el escritorio de frente a él poniendo ahora mis piernas en sus ombros..
Vuelve a meterme la polla hasta el fondo haciéndome gemir mientras nos mirábamos la cara de placer.
– te gusta eh?
-si, no pares ah ah ahh…
Comenzó a follarme cada vez más fuerte mientras yo ponía mi mando en su pecho y jugaba con sus pezones, sentía en ese momento que estaba en la gloria, volvía la sensación todo el rato de placer, sensación que no sabes si te vas a correr o te haces pis.
Ambos gemiamos fuerte con cada una de sus embestidas, hasta que él no aguantaba mucho más comenzando a gemir más rápido señal de que íbamos a acabar ambos, comenzó a masturbarme fuerte mientras daba las últimas envestidas consiguiendo que ambos nos corrieramos casi a la vez, que placer esa sensación…
Cuando ya nos habíamos corrido ambos me dió las últimas embestidas sacándome la polla y dejando un vacío en mi culo que no quería que se acabara el tenerlo dentro…
Nos limpiamos y nos despedimos con un cachete en el culo por su parte.
Cuando salgo de allí le hablo para decirle que me ha encantado y que me encantaría repetir, quedando en que mañana si se puede antes de que se vaya quedemos de nuevo, pero eso aún no sabemos si ocurrirá.
Espero que os haya gustado y que noteis mejoría de detalles con mi primer relato, un saludo y nos vemos en la proxima aventura que tenga
Parte I: ¿Por qué?
-Si Amo. Existo para complacerte- Eran sus propias palabras, su propia voz, pero aun así a Ana le costó reconocerse. Los ricos matices que habitualmente acompañaban el sonido y la cadencia de su voz, todo ese cúmulo de detalles imperceptibles que la hacían única, distinta y reconocible, habían desaparecido. La voz que escapó de sus labios era monótona, apagada, como la de una muerta o alguien drogado.
Dios, era tan extraño, sentir como tu propio cuerpo no te pertenecía. Aunque en su fuero interno empezaba a admitir que no había forma de escapar, Ana no dejaba de imaginar cómo sería explicar eso a otra persona, como debería hacerlo para que la creyesen y acabasen con ese hijo de puta que no dejaba de violarla, en vez de creer que estaba loca. La mejor forma que había sido capaz de concebir es que era como estar en el cine, atada a la butaca, obligada a contemplar la pantalla, pero la pantalla eran sus ojos, y lo que veía a través de ellos.
Y lo que veía en aquel momento era principalmente la musculosa espalda de su amo. La piel estaba enrojecida por el agua que caía sobre ambos, como una lluvia cálida que lo llenaba todo de vapor. La ducha era enorme, se podían dar varios pasos dentro de ella y el agua no dejaba de correr. Para Ana estaba demasiado caliente, tanto que le quemaba, pero hasta algo tan básico y simple como el dolor se había vuelto complicado desde que él la había… ¿Qué? Ni siquiera sabía cómo definirlo ¿Controlado, dominado, esclavizado… matado? El agua caía sobre su cabeza y sus hombros, quemaba, dolía, sí, pero ¿Qué importaba eso cuando ella no reaccionaba? No se apartaba, ni giraba los controles de la ducha, insultantemente cercanos.
No podía, porque él no se lo había ordenado, y ella solo hacía lo que él le ordenaba.
En aquel instante sus órdenes consistían en usar todo su cuerpo para enjabonar la desnudez del hombre que había destruido su vida y aplastado sus sueños. Ana odiaba cada segundo, y sin embargo era incapaz de parar de restregar sus exuberantes curvas, usando sus manos, sus pechos, para esparcir el blanco y burbujeante líquido por el cuerpo de su amo.
Al menos era mejor que el destino de la otra chica que había en la ducha. Desde donde estaba Ana solo podía ver sus manos, firmemente clavadas en la espalda que ella tan laboriosamente trabajaba para enjabonar, la pierna que mantenía precariamente en alto para permitir al amo acceder a su coño, su cara, asomando por encima del hombro. Ana no entendía que hacía allí, por qué a ella le habían jodido la vida también. Cuando se miraba a si misma al espejo sabía que era atractiva, joder, se lo había currado mucho para tener aquel moreno uniforme, y mantener ese punto intermedio tan difícil de alcanzar entre tener algo de carne en los huesos y estar gorda. Aunque como todas las mujeres tenía cosas que la obsesionaban, como el estado en el que tantos años de tintes habían dejado su pelo, seco y pajoso, o esas horribles arrugas que se acumulaban en la parte trasera de sus muslos, o la grasa bajo sus brazos… pero su autoestima siempre había sido capaz de prevalecer hasta aquel momento, sabía que era una mujer atractiva, llena de curvas, con unas tetas capaces de atraer la mirada de cualquiera y una cara redonda y bonita, dominada por dos ojos oscuros y enmarcada por unos rizos que se preocupaba mucho de convertir en cobrizos.
Así que podía entender que alguien fuera a por ella si lo que quería era algún tipo de perversa muñeca sexual, pero la chica a la que aquel cabrón se estaba follando era muy normalita, una cosita pálida y plana, con cara de mosquita muerta y un peinado de monja, con un feo flequillo que le cubría toda la cara. Sus ojos marrones estaban muertos, lo que normalmente era un espejo del alma ahora lucía vidrioso y sin vida. Ana no se los había visto pero suponía que los suyos lucían igual, otro efecto secundario del control que ejercían sobre ellas. La cabeza de la otra chica se mecía con cada embestida contra su sexo, sin fuerza ninguna, a pesar de lo cual la sonrisa extrema y claramente forzada que partía en dos su rostro no desaparecía. Verla fue para Ana un recuerdo del dolor que sentía en su propia cara. Los días se mezclaban unos con otros, y era incapaz de decir si llevaba allí una semana o un mes, pero sabía que llevaba sonriendo desde que él la había atrapado. Aún recordaba bien sus palabras.
“Vas a ser mía, para siempre, y eso te hará muy feliz ¿No ves como sonríes?”
Ahora sentía que la cara se le iba a caer a pedazos de tanto sonreír, pero no podía parar. Él no se lo había ordenado.
Hijo de puta.
Un súbito movimiento de su amo la sobresaltó ¿Acaso había podido escuchar de algún modo ese pensamiento rebelde?, ¿Iba a castigarla? Pero ese sobresalto no se tradujo en ningún movimiento de su controlado cuerpo, así que ¿Cómo iba él a notar nada? No, aquel bastardo solo estaba acomodándose, apoyando a la mosquita muerta contra la pared de cristal y medio girándose para sobar el océano de curvas que era el cuerpo de Ana.
Ahora podía ver perfectamente como su venoso miembro se deslizaba dentro y fuera del coño de aquella desgraciada, el agua era un muy mal lubricante, pero ella estaba empapada de sus propios fluidos. Aquella chica no hacía nada, simplemente permanecía allí, con una pierna levantada y su peso apoyado contra el cristal, dejando que la violaran mientras sonreía como una muñeca rota. Ana se descubrió a si misma odiando a aquella inútil con una intensidad ardiente. El verdadero motivo, sin embargo, no estaba en su compañera de penurias si no en la reacción que todo su cuerpo experimentó ante aquella imagen sexual. El sexo de Ana palpitó con fuerza, al son de un caliente latido que nació entre sus piernas y pareció extenderse por todo su cuerpo. El mero roce de las ásperas y granes manos de su amo le ponía la piel de gallina y hacía que su respiración se acelerase.
-Ven aquí, puta- susurró él con aquella voz áspera y profunda. Ana pudo sentir el calor de su aliento estrellándose contra su cuello, tan cerca… aquel calor cercano, íntimo que todo su cuerpo se estremeciera, tanto de excitación como de miedo. Para cuando la rodeó de la cintura, apretando sus cuerpos húmedos y enjabonados el uno contra el otro, Ana tenía los pezones duros como pequeñas dagas.
-Si Amo. Existo para complacerte- repitió ella, con la misma voz robada de toda emoción. La única frase que había pronunciado durante todo su encierro, la frase que tanto había aprendido a odiar.
Aquellas palabras parecieron excitarle aún más. La mordió, en el cuello, con una fuerza ruda y sexual, casi animal. Le encantaba hacer eso, todas tenían el cuello lleno de aquellas marcas, esas amoratadas banderas de conquista que plantaba sobre sus cuerpos. Su cercanía, su contacto, su olor, su presencia, sus manos, sus palabras… todo se combinó para inundar el cerebro de Ana con una oleada de emociones que la llevaron al borde del orgasmo. Era una sensación que ella conocía bien, se había mantenido así, al borde de correrse la mayor parte del tiempo que había pasado atrapada, pero solo cuando él lo ordenaba era capaz de alcanzar unos orgasmos que no se parecían a nada que hubiera experimentado antes.
Aquello la irritó, el recuerdo de su cuerpo retorciéndose de placer, sacudido por espasmos de placer como la piel tensa de un tambor al ser golpeada. Era humillante, quería sentirse asqueada por él, quería odiarle, apartarle de él, sentir arcadas ante la mera idea de tocar su piel, y sin embargo no podía hacer nada de eso, solo podía obedecer mientras el producto de su excitación se deslizaba, caliente y espeso, por entre sus muslos, arrastrado por el agua.
Ella no era la única excitada. Las embestidas de su amo se volvieron más rápida y violentas al tiempo que sus manos se ocupaban con el amplio pecho de Ana, tocando, retorciendo, apretando y jugando con ellas a placer, sin importarle el dolor que causaba la violencia con la que lo hacía. Su lengua se cernió sobre el sonriente rostro de su esclava, lamiendo, besando y mordiendo a su antojo hasta que los rostros de ambos estuvieron unidos por espesos puentes colgantes de saliva, que el agua derrumbaba pasados unos pocos segundos.
-Debí haberte matado antes, joder- susurró a su oído con sorna mientras salía del coño de la chica a la que había estado penetrando. La mera visión de su polla, enrojecida, latiente, brillante por los fluidos sexuales de aquella esclava hizo que el sexo de Ana palpitara con antelación. Sin embargo, su amo había pensado un destino diferente para ella.
-De rodillas, las dos, dadme placer con vuestras bocas- ordenó, con el tono seguro e imperioso de quien sabe que será obedecido.
-Si Amo. Existo para complacerte- repitieron ambas esclavas al unísono, sus voces robóticas fundiéndose en una única expresión de sumisión total.
Con una precisión que la unidad militar más disciplinada hubiera envidiado, ambas chicas se arrodillaron a la vez. Ahora era Ana la que estaba frente a él y la mosquita muerta la que contemplaba su espalda, pero poco importaba esa diferencia. Ambas abrazaron sus muslos con delicadeza y abrieron sus bocas, pero el deseo que recorría a su amo no estaba dispuesto a esperar. Apretando con fuerza de sus mojados cabellos, las obligó a ambas a trabajar, entrando bruscamente en la boca de Ana mientras la lengua de la otra chica se adentraba entre sus nalgas.
Aquello fue la guinda final sobre los sentimientos de derrota de Ana. Ella jamás había hecho algo como aquello con su boca, se preciaba de no habérselo hecho a ninguna de sus parejas, le parecía humillante, sucio, y ahora…
Su amo no tuvo ningún tipo de consideración con ella. La agarró de los pelos y empezó a mover su cabeza como si fuera un fleshlight, un mero agujero del que obtener placer. Aquel miembro duro y candente como un acero de marcar llenó su boca hasta que la nariz de Ana se aplastó contra el vello púbico del hombre que la dominaba. Normalmente habría sentido arcadas al ser invadida hasta la garganta de aquella forma tan brutal, pero hasta ese reflejo tan básico e instintivo le había sido arrebatado por la férrea obediencia y el control que él ejercía sobre su cuerpo.
El jabón, el agua y los fluidos de la otra hacían que el sabor que llenaba su lengua fuera desagradable, igual que el agua que le caía en cascada sobre los ojos tras deslizarse por el trabajado cuerpo de su amo, pero ella no paraba. Se le había ordenado dar placer, y eso era lo único que importaba.
Su derrota era total y absoluta. No había nada que pudiera hacer para resistirse a aquel hombre, y en su mente solo podía preguntarse una y otra vez… ¿Por qué?
Parte II: El Porqué.
-Hace 10 años-
El clima era frío, por lo que le habían dicho ¡Hasta nevaría! Y la ciudad era extraña, tanto como sus gentes. Para Ana, que había crecido en una familia privilegiada, protegida de todo, aquello daba vértigo, y sin embargo, la oportunidad de estudiar fuera y quizás abrirse un hueco en aquel país era demasiado buena como para rechazarla, incluso aunque fuese a 3000 km de casa.
La chica no pudo evitar sentirse torpe mientras trataba de tirar con su maleta, excesivamente pesada, mientras caminaba embutida en todas aquellas capas de ropa de abrigo. Por suerte una mano rápida y fuerte se lanzó a ayudarla. Ana se llevó un pequeño sobresalto al tener de repente tan cerca a aquel chico tan alto, al menos hasta que reconoció quien era.
-Oh, ¿Álvaro?- preguntó con cierta timidez.
-Si ¿Ana?- respondió el con una sonrisa igual de tímida.
Es mono, pensó ella con cierto sonrojo mientras él se agachaba para saludarla con dos besos. Solo lo conocía de Facebook, pero allí apenas ponía fotos de su cara, solo de paisajes y del gato que tenía por mascota. Ana siempre había sido un poco cotilla pero lo único que había podido encontrar sobre él era que tenía una beca para un proyecto en algo de robótica o de ingeniería que no había sido capaz de entender. Ella había posteado casi desesperada en un grupo de españoles en el país, y él se había ofrecido a recogerla del aeropuerto y llevarla hasta su residencia. Había sido tan amable…
-No sabes cómo me alegro de haberte conocido- rio ella mientras el llevaba la enorme maleta sin decir nada.
Es todo un caballero.
-Hace 9 años y 10 meses-
La noche era gélida. El invierno había llegado con fuerza y la nieve se apilaba a ambos lados del solitario sendero para bicis que llevaba hasta la residencia de Ana. Allí, mientras sentía como los cristales de hielo crujían suavemente con cada uno de sus pasos, crjk, crjk, crjk, se dio cuenta de que igual los tacones no habían sido la mejor de las ideas, sobre todo cuando iba tan increíblemente borracha como aquella noche. Por suerte Álvaro le había tendido el brazo, una oferta que ella no había rechazado. Él también había bebido, pero era un tío grande y entre los dos juntaban algo de estabilidad, aunque se movían haciendo eses.
Es apropiado que me ayude, pensó Ana, al fin y al cabo me he puesto los tacones por él.
-La verdad que la fiesta ha sido…- un paso particularmente inestable la interrumpió, haciéndola sentir que el mundo daba vueltas -… un poco una mierda ¿no?- dijo ella, deseosa de entablar conversación.
-Uf, si- respondió el con tono socarrón –hay una chica sobretodo que es superpesada, seguro que me pide que la acompañe a casa, uf que coñazo…-
Ana rio al mismo tiempo que él.
Que guapo es cuando ríe, joder.
Le dio un suave puñetazo con sus manos enguantadas, como castigo ante aquella pequeña pulla, pero él ni se inmutó.
-Te odio- dijo ella, medio en broma a juzgar por su tono –Eres siempre tan frío ahí todo alto sin inmutarte nunca por nada, me dan ganas de…-
La joven acompañó sus palabras con unos súbitos movimientos con sus manos, tratando de buscar algún punto sensible donde Álvaro tuviese cosquillas. El reaccionó apartándose mientras reía, desequilibrándolos a ambos.
-¡Ten cuidado que nos caemos!-
Con una sonrisa ferozmente orgullosa de haberle arrancado al fin alguna reacción, Ana volvió a lanzarse en busca de cosquillas.
Sus labios se encontraron.
Ana había tenido un par de novios antes, relaciones cortas e inmaduras, tóxicas, que la habían dejado llena de inseguridades. Había habido besos, pero ninguno así. Ante la forma en que él la sostenía entre sus brazos, sentía que había encontrado su sitio, que no quería salir de allí nunca.
Para cuando sus labios se separaron, sin alejarse demasiado, manteniendo esa ansia de intimidad que acababan de demostrar, Ana estaba colorada como un tomate.
-Me gustas mucho- soltó con voz atropellada, mirándole a los ojos con el brillo del deseo guardado en ellos.
-Lo sé- respondió el, con una sonrisa algo chulesca.
Eso solo la excitó más. Tanto que no se dio cuenta de la jeringuilla que sostenía en sus manos hasta que se le hubo clavado profundamente en el cuello.
-¡Au!- gritó sorprendida -¡¿Qué…?!-
-Shhh- respondió él mientras su mano le tapaba la boca. Ana trató de resistirse, pero el mareo causado por la borrachera solo hizo que aquella sensación fría que había nacido en el lugar del pinchazo se extendiera con más rapidez cuello arriba, como si algo estuviera reptando dentro de ella.
-Deja que pase- respondió el mientras Ana empezaba a convulsionarse violentamente. Levantándola con algo de esfuerzo, la llevó a rastras hasta que ambos se sentaron en uno de los solitarios bancos que salpicaban el sendero.
La cara de Ana se veía sacudida por constantes espasmos y tics, que la hacían sonreír, llorar o mover los músculos de la cara y el cuello de forma violenta.
-¿Qu…queee…?- logró articular con gran esfuerzo mientras sus ojillos le miraban, llenos ahora de miedo, nerviosismo e incredulidad.
-Es en lo que he estado trabajando. Nanorobótica, no espero que una simple profesora de Inglés como tú lo entienda- dijo el de forma condescendiente mientras la miraba. Su máscara de calidez, de cuidado, se había desvanecido, sustituida por la expresión fría e imperturbable de un psicópata con una mente afilada como un bisturí. –La idea del proyecto era que al fin y al cabo las conexiones neuronales no son si no electricidad, fluyendo de una neurona a otra. Si se lograban crear máquinas lo bastante pequeñas como para ser introducidas en el cerebro, se podría conducir la electricidad por nuevos senderos, crear nuevas conexiones…-
La expresión de terror en el rostro convulsionante de Ana se incrementó, mientras un pequeño hilo de sangre empezaba a escaparse por uno de los agujeros de su nariz. Con el poco control que era capaz de ejercer sobre su cuerpo, trató de alejarse de él, de poner distancia…
-Si te mueves, pasará más rápido- dijo el mientras la sujetaba, sacando un pañuelo para limpiarle la sangre en un gesto tan cariñoso que no casaba con lo que acababa de hacer, con lo que estaba haciendo.
-La idea era ayudar a enfermos mentales, gente con enfermedades degenerativas, incluso llegar a reeducar a personas antes consideradas irrecuperables. Ninguno de los demás veía el verdadero potencial de todo esto ¿Entiendes? No dejaban de pensar en la ética, en las implicaciones, cuando la realidad es mucho más simple… Lo ha sido siempre, el pez grande se come al chico, y cuando las máquinas se asienten dentro de esa cabecita tuya, podré decidir lo que eres con unas cuantas palabras… por qué eres un pez chico-
Ana gastó sus últimos momentos de libre voluntad en tomar aire para gritar a pleno pulmón, esperando que alguien la oyese, que la salvasen… en el fondo la princesa malcriada que había sido siempre seguía esperando a su príncipe azul, incluso en unas circunstancias como esas.
La realidad se impuso abruptamente, tan rápido como la electricidad que saltaba de una neurona a otra. Sus ojos se giraron hacia dentro, tornándose totalmente blancos. Los espasmos que habían recorrido su cuerpo al recibir sus músculos una oleada de órdenes sin sentido mientras su mente era literalmente reescrita por lo que quiera que Álvaro hubiese inyectado en ella, cesaron por completo.
Ana no tuvo tiempo de gritar, antes de desaparecer.
Pasados unos segundos sus ojos volvieron a bajar, pero toda la vida se había esfumado de ellos. Ahora parecían mirar a la nada, vidriosos, vacíos, casando perfectamente con la forma en que su rostro se tornó inexpresivo, el miedo había sido sustituido por una nada, una falta de fuerza que hacía que su boca quedase levemente entreabierta y algo de saliva se escapase por la comisura de sus labios, haciéndola parecer una retrasada mental, o un cadáver.
Álvaro contempló el lienzo en blanco en el que acababa de convertir a aquella chica con una llama de deseo naciendo en sus fríos ojos. Tantas posibilidades…
Con suavidad, la cogió de la mandíbula y le dio un pequeño beso en la mejilla, mostrando más afecto por la carne caliente de Ana, lo único que quedaba de ella, que por la persona que una vez había sido.
-Primera lección- le susurró al oído –Existes para complacerme-
-Hace 9 años y 9 meses-
Ana se retorció de placer al sentir los cálidos y ávidos labios de Álvaro subiendo por su vientre. Cada uno de aquellos besos pareció inflamar los rescoldos del orgasmo que acababa de experimentar, algo increíblemente agradable, pero que la sobrepasaba.
-Para, para- susurró con una sonrisa mientras se apartaba uno de los mechones que se habían quedado adheridos a su frente por el sudor.
-¿Satisfecha?- preguntó Álvaro con una sonrisa mientras se acumulaba a su lado. Dios, follaba tan bien… no es que tuviera mejor físico o más estamina que los otros, era la empatía que mostraba, como parecía preocuparse siempre por darle placer a ella tanto como por el mismo, de asegurarse que ambos acabaran satisfechos, ninguno de sus anteriores novios había sido así, y sabiendo apreciarlo, Ana se abrazó a él, dándole calor con su exuberante cuerpo.
-Mucho- respondió ella mientras le cubría el pecho de suaves besos. Él respondió abrazándola y hundiendo su mano entre el espeso y erizado mar de rizos en el que el sexo había transformado su pelo. Ana sentía que no quería que ese momento de paz post-orgásmica acabase.
-Emm… ¿alguna posibilidad de que pudieras… devolverme el favor?- le susurró el pasado un rato. Ana, que casi había empezado a dormirse, se vio de repente sacudida por un latigazo de culpa. Él no había acabado, joder, estaba siendo una egoísta… fue entonces cuando comprendió lo que le estaba pidiendo.
-Uh… lo siento, pero yo no hago eso con la boca, me parece humillante, pero puedo…-
-Oh entiendo- respondió Álvaro. Si Ana hubiese sido más observadora o simplemente más inteligente podría haber visto el frío extendiéndose de nuevo por la mirada de su novia. Pero era solo una chica estúpida más, demasiado estúpida como para darse cuenta de que su vida había terminado, demasiado estúpida como para darse cuenta de lo que era.
-Ana, carga la Personalidad Sumisa-1- dijo Álvaro, en un tono de voz muy concreto, aquel que había grabado a fuego en la mente de su esclava.
Ana tuvo tan solo una milésima de segundo para sentirse extrañada por aquella frase tan rara antes de que sus ojos volvieran a mirar hacia dentro de su cráneo. Tras unos segundos, el rostro inexpresivo y la mirada muerta volvieron a aparecer.
-Existo para complacerte, Amo- dijo con un tono totalmente neutral, como el de alguien que leyese un texto sin entusiasmo.
-Entonces compláceme y usa esa boca para algo útil, gorda de mierda- respondió Álvaro antes de escupirle a la cara. El impacto de la cálida y humillante saliva contra su rostro no la hizo reaccionar, ni siquiera parpadear. Ella solo obedecía.
-Si Amo. Existo para complacerte- repitió el trozo de carne húmeda que una vez había sido Ana, mientras se ponía a cuatro patas y empezaba a descender por el cuerpo de su amo…
-Hace 9 años y 8 meses-
El sofá de la casa de Álvaro era viejo, pero bastante cómodo. Ana había pasado muchas noches allí, ya casi no pasaba por su residencia, pero a él no parecía importarle. Era fácil acomodarse allí, como lo estaba siendo acomodarse a la idea de ellos dos estando juntos, todo había sido tan… fácil, no habían tenido ni una discusión, y allí, tumbada, con él rodeándola con sus fuertes brazos mientras el gatito ronroneaba, los tres viendo cualquier tontería en Netflix… Ana quería que esa fuera su normalidad, quería que su vida estuviese llena de la paz que sentía en aquellos momentos.
-Te quiero- dijo a Álvaro, girándose para plantarle un rápido beso en los labios y acomodarse sobre su pecho. El gesto obligó al gato a cambiar de pose, algo que despertó risas adorables en ambos.
-Y yo a ti- respondió el, antes de que sus manos empezaran a deslizarse bajo su camiseta.
-mmm, me siento halagada- dijo ella mientras le paraba con un gesto –pero no tengo muchas ganas ahora mismo-
Álvaro suspiró, como si estuviese harto. Aquello le sentó mal a Ana, nunca había tenido una vida sexual tan sana y completa como con el ¿De qué se quejaba?, ¿Qué más quería?
-Ana, carga la Personalidad Sumisa-1-
Para cuando la esclava pronunció su mantra de obediencia, Álvaro ya había despedazado la camiseta en un gesto tan brusco que asustó al animal, que huyó de su regazo, y se había lanzado sobre aquellas tetas que ahora le pertenecían por completo.
-Hace 9 años y 6 meses-
-¡Te odio!, ¡Eres un cabrón!- gritó Ana, a todo pulmón.
-Y tu una exagerada, cálmate- respondió Álvaro con extrema frialdad, sin apartar la vista de la pantalla.
-¡Dime la verdad, joder!, ¡¿Te gusta ella, no?!-
Álvaro suspiró, Ana podía tener muchas cosas buenas, la paranoica inseguridad que la llevaba a sentirse amenazada por otras mujeres constantemente no era una de ellas.
-Es solo una foto antigua, Ana-
-¡¿Y por eso la tienes en tu ordenador, no?!-
-Es un recuerdo de un momento importante, y salgo con quince personas más. No voy a malgastar ni un segundo más en esta conversación-
Pero el temperamental carácter de Ana solo se vio inflamado por la aparente indiferencia de su novio -¡Siempre tan frio, joder!, ¡Hazme caso!- El violento CRASH de uno de los jarrones del salón al romperse contra el suelo supuso la nota final al constante crescendo de sus gritos… o al menos eso pensó él, hasta que se levantó, frustrado, solo para sentir como ella le cruzaba la cara de un guantazo.
-¡Eres un cerdo!, ¡¿Te has acostado con ella, no?!, ¡Dime la verdad!-
Álvaro se llevó la mano a la mejilla, no sabría decir si más incrédulo que molesto, antes de mirar a su juguete con una mirada que la hizo retroceder un par de pasos.
-Ana, carga la Personalidad Sumisa-1-
El cambio fue instantáneo. Toda su ira, toda la rabia en su rostro, los puños apretados, todo evaporado al finalizar una palabra, sustituido por la docilidad más absoluta y las palabras que ahora guiaban su vida.
-Si Amo. Existo para…-
La esclava no pudo siquiera llegar a acabar la frase antes de que su amo la tirara al suelo y se abalanzara sobre ella, arrancándole sin ningún pudor los ceñidos vaqueros que llevaba, y después las bragas, hasta tener total acceso a sus amplias nalgas, que separó con violencia hasta dejar al descubierto el dilatador anal que había estado llevando todo este tiempo, obligada por una mente que ya no le pertenecía a ignorar su existencia.
-Puta estúpida- gruñó Álvaro mientras se escupía en la mano, tan enfadado como excitado por aquel arranque del objeto con el que había elegido divertirse…
-Hace 9 años-
Los días eran largos, y la mente híper-analítica de Álvaro era incapaz de dejar de pensar en los problemas hasta haber dado con la solución, y con una tecnología como la que él estaba desarrollando, capaz de cambiar el mundo, problemas nunca faltaban.
Por suerte, también tenía sus recompensas…
Álvaro yacía totalmente desnudo sobre la amplia cama de matrimonio de su cuarto, con las manos en la nuca, tratando de relajarse. Ana era su particular pelota antiestress, y sus fríos ojos se deslizaron perezosamente por el cuerpo de la chica, tan solo “cubierto” por una gargantilla de terciopelo rojo, mientras esta le cabalgaba.
Era un espectáculo verla a horcajadas, moviéndose arriba y abajo, alzando y bajando sus muslos y caderas con movimientos precisos, lentos y cuidadosos, casi reverenciales, como si empalarse con la polla de su amo fuese la labor más importante de su vida.
En cierto modo, verla ahí, ejercitando su cuerpo al máximo, cubierta de sudor mientras mantenía una sonrisa forzada y vacía y sus grandes pechos se movían al son de sus caderas… era casi hipnótico.
-Existo para complacerte, existo para complacerte, existo para complacerte- repetía con suavidad cada vez que chocaba contra las caderas de Álvaro, devorando su miembro viril por completo con su hambriento y lubricado sexo, llevando la habitación de suaves y húmedos sonidos cada vez que el pene entraba en su vagina.
Aquella repetición constante, aquella demostración de sumisión total le relajaba y le ayudaba a pensar. Su voz así, privada de toda emoción, era mucho menos irritante que cuando le permitía ser ella misma. Eso cada vez pasaba menos y menos. Al principio se había puesto unos límites, sabía que el poder total que experimentaba podía acabar por enloquecerlo y dejar tan solo su lado más oscuro y perverso, aquel que se deleitaba convirtiendo a personas en carne obediente, pero a medida que las discusiones se iban acumulando la verdad sobre su relación se iba haciendo cada vez más innegable. Aquello no funcionaba, ni tenían absolutamente nada en común.
Así que había optado por la vía fácil. Ni siquiera recordaba cuando era la última vez que había “despertado” a Ana, era tan fácil tenerla allí, arrodillada bajo el escritorio, usando amorosamente su lengua y su boca para complacerle mientras trabajaba, o simplemente de pie, desnuda en medio de la habitación, como un objeto más esperando a ser usado mientras la vida real de Álvaro se desarrollaba a su lado… o como ahora mismo, total y exclusivamente dedicada a darle placer con su cuerpo. Había pasado tanto tiempo cabalgándole de aquella manera que hasta sus piernas se habían vuelto más fuertes, Álvaro podía notarlo cada vez que la tocaba.
-Me gustas más así. Derrotada, conquistada, vacía…-
-Si Amo. Existo para complacerte- respondió el cuerpo que una vez había pertenecido a Ana mientras el sudor del esfuerzo corría por su rostro.
-Hace 8 años y 6 meses-
“Esto no está funcionando, ya no hay chispa ninguna. Hace meses que no hacemos nada más que estar literalmente encerrados en tu casa, no lo soporto más, me siento…”
La letra de la nota estaba escrita de forma apresurada y nerviosa. Álvaro casi podía imaginar su mano temblorosa escribiéndola tras hacer la maleta.
-Siempre fuiste una cobarde, dejar a alguien sin decírselo a la cara… eso no está bien- al apartar a nota pudo ver a su autora. Ana estaba desnuda de cintura para arriba, usando sus bellas tetas para rodear el miembro erecto de su dueño y masturbarle con ellas. Lo tenía fácil, dado su tamaño, y el movimiento era fluido y constante. El pequeño crucifijo dorado que llevaba al cuello se movía con cada refriega de sus pechos, y hasta el frío y ocasional contacto del metal contra la corona de su polla era excitante.
Pero nada lo era tanto como la expresión vacía y ausente de Ana, con la máscara corrida por las lágrimas, lágrimas negras que le recorrían toda la cara, enmarcando sus ojos vacíos y vidriosos que más que mirar a Álvaro parecían mirar a través de él, como si no estuviese allí…
-Eres una puta cobarde…- suspiró Álvaro de nuevo –pero la verdad es que no te culpo-
Por mucho que la habilidad con la que movía aquel par de bendiciones que tenía en el pecho hubiese conseguido ponérsela dura, lo cierto es que cada vez se sentía más aburrido por Ana, y por el constante trabajo que suponía mantener la ilusión de su existencia. Todo, desde escribir mensajes a su familia y amigos a través de su móvil, a guionizar videollamadas que diesen la apariencia de normalidad, pasando por tener que reconstruir recuerdos plausibles con los que llenar su mente “normal” cada vez que dejaba de dominarla, para que no sospechase nada raro, al final, tanto esfuerzo no compensaba con una chica por la que había dejado de sentir mucho, y solo de pensar en los esfuerzos de hacerla desaparecer por completo le prevenían hacerlo. Quizás en el futuro, si todos sus planes salían bien, hacer desaparecer a una chica sería una mera cuestión de hacer una llamada, pero ahora… podría ponerse incluso en peligro con la policía. Era demasiado pronto. Y como resultado de aquel aburrimiento, ni siquiera se había molestado en llenar su cabeza de falsos recuerdos. Ana cerraba los ojos y se despertaba meses después, sin recordar nada del tiempo perdido, no es de extrañar que se sintiera asustada, o que se estaba volviendo loca, o que pensara que la chispa que hubo entre ambos estaba totalmente ida y ya no hacían nada juntos.
-Creo que ya se lo que voy a hacer contigo, gorda estúpida- dijo mientras acariciaba su rostro inerme –Me he hartado de ti, así que vas a poder irte, pero si vuelves a molestarme con tus estupideces, tus inseguridades, tus mierdas una vez más… entonces no seré tan magnánimo, podría haber cortado y editado tu cerebro como me diera la gana y sin embargo mantuve tu cabecita original intacta, creyendo que había cosas buenas en ti, que podías cambiar por las buenas, y sin embargo has demostrado ser una novia de mierda sin arreglo una y otra vez… He intentado ser bueno, ¿entiendes?, he intentado luchar contra la parte de mí que te ve solo como carne que moldear a mi antojo… así que será mejor que te vayas, antes de que decida mandarlo todo al carajo-
-Si Amo. Existo para complacerte- aquella respuesta, pronunciada con sumisión, hizo sonreír a Álvaro. Siempre lo hacía.
-Pero antes, voy a follarme todos tus agujeros una última vez…-
-Hace 1 mes-
El interior de la discoteca estaba abarrotado. No es que a Ana le importase, como tampoco lo hacía el olor a alcohol y tabaco, o el sudor de su cuerpo después de horas de bailar. No, aquella noche llena de alcohol y risas con sus amigas era para olvidarse de todo, una noche lejos de su hijo y del cabrón de su marido, una noche de chicas.
O al menos lo fue, hasta que le vio a él.
¿Cuál era la posibilidad de encontrárselo después de cuanto, diez años? Solo verlo allí, tomándose una copa tan tranquilo hizo que se le escogiera el estómago. Su sombra era algo de lo que nunca se había podido librar. Y aunque jamás lo admitiría, a pesar de lo mucho que le había jodido la vida, llevaba diez años siendo solo capaz de correrse si pensaba en él.
Estaba con una chica, además, una belleza de pelo corto, con un piercing en la nariz. Otra presa a la que usaría y luego descartaría, como había hecho con ella. Años de humillaciones, de masturbarse llena de culpa pensando en él, de duros recuerdos, de miedo y estrés post traumático se juntaron en uno de sus habituales arranques de furia. Se abrió paso entre la multitud como una tormenta, apretando su vaso de alcohol con tanta fuerza que temía romperlo antes de llegar.
La sorpresa en sus ojos fue como una droga deliciosa que solo hizo que el corazón de Ana latiera más rápido. Antes de que pudiera pronunciar ni una palabra, le tiró el vaso a la cara. No iba a tenerle más miedo, nunca más.
-Será mejor que le dejes ahora que estás a tiempo, antes de que te coja y te destroce, que es lo que este hace siempre- le espetó a la chica, con voz cargada de ira.
Se había esperado muchas cosas de aquella nueva presa de Álvaro ante su gesto, confusión, enfado, que le defendiese. La sonrisa condescendiente que apareció en su bonito rostro no era una de ellas.
-¿Tú debes de ser Ana, no?- dijo con un tono algo burlón, un tono que nada tuvo que ver con el que pronunció la siguiente frase –carga la Personalidad Sumisa-1-
-Actualidad-
El agua candente de la ducha cesó al fin, aunque el alivio de Ana duró muy poco, solo los pocos segundos que tardó Álvaro en gemir y en derramar su semilla sobre la cara de su esclava. Los chorros calientes y espesos de semen la impactaron de lleno. Ella no se apartó instintivamente, ni siquiera cerró los ojos ante el impacto, o parpadeo cuando un poco se le metió en un ojo, enrojeciéndoselo. Al amo le gustaba así, un recordatorio en el momento de climax del control absoluto que tenía sobre sus cuerpos, capaz incluso de anular los instintos más básicos.
Ana solo podía permanecer allí, de rodillas, sintiendo el humillante cosquilleo de la corrida deslizándose perezosamente por sus pómulos, su barbilla, goteando sobre sus tetas…
-Buenas chicas, buenas chicas…- musitó Álvaro mientras recuperaba su aliento.
-Gracias, Amo, Existimos para compla…- la respuesta salió de la boca de ambas esclavas al mismo tiempo, y al mismo tiempo fue interrumpida cuando las agarró de los mojados cabellos y acercó sus caras, obligándolas a besarse, algo que hicieron con una ferocidad animalística que contrastaba con sus ojos, que seguían abiertos e inexpresivos, y con el hecho de que ninguna de ellas se había sentido jamás atraída por las mujeres.
-No debisteis haberme hecho tanto daño, zorras, pero ya es tarde…- susurró Álvaro con crueldad mientras disfrutaba del espectáculo.
Una lágrima escapó al oír esas palabras de los lacrimales de Ana, deslizándose rápidamente por su mejilla hasta perderse, mezclándose con las gotas que aún quedaban de la ducha, y con el semen que empezaba a secarse sobre su rostro. Ese era el único acto de rebeldía, de control de su cuerpo que había sido capaz de conseguir desde que Álvaro había asumido el control total de su cuerpo, obligándola a convertirse en una silenciosa testigo de su propia vida. Si se hubiese dado cuenta quizás hubiese tomado fuerzas de aquella lagrima, nacida de la desesperación, de aquel retazo de libertad y autonomía, por mínimo que fuese.
Pero horrorizada por tener que besar a otra mujer, horrorizada por aquella sensación de ser violada en todos los sentidos inimaginables que se había convertido en su nueva rutina, Ana ni siquiera se dio cuenta…
Hola a todos, antes que nada quiero decirles que este es mi primer relato y es básicamente una confesión ya que jamás me había atrevido a contarle a nadie acerca de esto.
Actualmente tengo 23 añitos pero desde que entre a la secundaria y me atrevo a pensar que desde antes ya sentía este tipo de cosas, aunque me da pena reconocerlo pero creo que soy una puta sin remedio, el caso es que actualmente lo que más me gusta y me provoca un morbo sin límites es vestirme muy provocativa y salir a la calle a exhibirme y provocar a cuanto tipo se me cruce en el camino, adoro y me moja sobremanera que me digan obscenidades y mientras más sucias más me excita no logro entender porque, sé que está mal pero no puedo evitarlo, me fascina subirme al transporte público en horas pico y sentir los rozones en mis hermosas tetas bien paradas las cuales levanto con mis sostenes arreglados para dejar de fuera los pezones y se sellen a través de mis blusitas así como sentir que me embarran sus vergas bien paradas en mi colita y me las encajan entre las nalgas sobre la ropa, yo empujo hacia atrás para sentirlas mas fuerte, me gusta mucho ponerme tanguitas bien pequeñas que se me metan entre los labios y encima usar shorts de mezclilla cortitos que dejen ver el inicio de mis ricas y paraditas nalgas y que se me marque muy rico la concha…esa sensación de las miradas en la concha siento que me excita mucho, muchas veces no resisto las ganas y me tengo que meter al baño de alguna tienda departamental a masturbarme, pero en cuanto salgo de nuevo a la calle de nuevo me vuelvo a mojar en la primera manoseada u obscenidad que me digan si supieran los hombre con los que me cruzo lo mojada y cachonda que ando y si tan solo se atrevieran a invitarme a ir a revolcarnos aceptaría creo que meterían la verga mas de diez veces al día por diferentes hombres, el caso es que una de las cosas que he aprendido es que no hay hombre que resista ver mis labios delineados y mis pestañas postizas con mi shorcito mi blusita bien sueltita que marca muy bien mis ricas tetas paradas y mis tacones que levantas mi colita que se le ofrece a todo el que la mira, es la locura total, mi piel blanca contrasta con todo lo que me pongo y a veces me pongo intencionalmente tanguitas de colores oscuros con shorcitos de tela suave y semi transparentes, es la locura total, cuando me doy cuenta ya hay mas de cinco tipos caminando detrás de mí solo para verme la tanga. Bueno este es el primer relato que les contare, más adelante ya les narrare mis aventuras sexuales y como me meto consoladores para salir a caminar y sentir que tengo metido algo en la concha y en la colita, espero les haya gustado, saluditos, chao.
Quien no desea conocer los rincones mas oscuros de su pareja?
Un dia estaba en casa de mi novio, él debía salir por un momento y yo me quedaria sola en su casa, nos quedamos solos su computadora y yo, donde más podría guardar sus secretos más que ahí, sabia desde hace tiempo que ve porno pero no sabia que tipo ni cuales eran sus gustos así que no sabia que podía encontrarme.
Me senté frente a la pc y respire, al principio tenia miedo pero luego me recorrió una onda de excitación, que extraño, comencé a buscar primero en internet, el historial puede delatarte fácilmente, así que poco a poco me conseguípáginas porno sobre parejas heteros, sexo rudo, lesbianas… Paramí es lo normal, pero queríamás, quería saber que másveía, que cosas sucias lo excitaban, me latía el corazón muy rápido, debía descubrirlo pronto antes de que él llegara y la web no me estaba ayudando.
De pronto pensé en las carpetas ocultas, sabia donde estaban aunque él intentó sutilmente ocultarlas, revise varias carpetas de fotos y más videos de sexo rudo hetero y algunos videos de chicas, la verdad estaba un poco excitada pero no sabia por que, se me estaba acabando el tiempo hasta que finalmente encontré un video que llamo mi atención, no habia mujeres en el, pero si habían tetas, me sorprendí, pero era lo que esperaba o no?.
Abrí el video, aunque me latiera el corazón muy rápido, le quite el volumen por si alguien llegaba, estaba ante un video impactante, mi primera vista eran unos senos relativamente grandes, con un cuerpo casi de mujer, digo casi por que lo que pude ver a continuación me dejo sin aliento, tenia pene, un gran pene por cierto, pare el video un segundo, no sabia que estaba viendo, pero si quería conocer esos detalles de mi novio debía seguir mirando y ver que trataba, lo puse de nuevo, y ese chico/chica estaba junto a otro hombre, se besaban y para resumirlo el chico/chica termino follándose al otro chico, era extraño pero excitante a la vez, parecia una mujer pero sin dildo por que tenia su pene, nunca habia visto que se follaran a un hombre, sentí algo de miedo y excitación, sude un poco, mi garganta estaba algo seca y sentia mi cara roja y caliente, esto me estaba excitando? era un hombre con tetas, no juzgo a nadie pero nunca habia visto eso, no estaba entre mis opciones de la pornografia que solia ver, por supuesto tenia más dudas y preguntas que otra cosa, que le excitaba a él de ese video? y que me estaba excitando a mí?
Obviamente no podía preguntárselo, tendía que buscar la manera de descubrirlo sin que lo supiera y que mejor forma que experimentando en él
Marta Sánchez llegó de correr y se encontró con que Paz Vega se encontraba ya en casa de vuelta. Estaba tumbada en el sofá, con sólo una camiseta y un tanga, se estaba tocando cuando Marta entró en el salón, y no disimuló ni dejó de hacerlo. Estaba viendo algo en la tableta, porno obviamente.
Al ver entrar a Marta, y después de pegarse un par de apretones en el chocho, se levantó de un saltó y se la abrazó asaltando su boca y posando sus manos en el culo, dando fuertes apretones:
Marta: espera Paz, tengo que ir al baño, me lo estoy haciendo, déjame ir o me lo hago encima.
Paz: no puedo esperar cariño, necesito comerte ahora mismo.
Paz empezó a lamer el cuerpo de Marta, su rostro sudado, su cuello, se las arregló para meter la cara en las axilas de Marta y lamer el sudor con fruición. A Marta todo eso la ponía cachondísima, que la comiera toda sudada era algo que la superaba, y los apretones en el culo. Paz bajó a los pechos de Marta, los lamió por encima del short que llevaba puesto y luego puso sus manos sobre ellos y los apretó mientras la besaba profundamente en la boca. A continuación se puso en cuclillas y hundió su rostros en la entrepierna de Marta, completamente sudada, sintiendo un olor penetrante a pis. Se agarró de nuevo a su culo y lamió su entrepierna restregando el rostro por ella. Marta volvió a protestar:
Marta: ME LO HAGO ENCIMA PAZ, DÉJAME.
Pero Paz, en vez de dejarla se abrazó a ella:
Paz: pues háztelo encima y yo te limpiaré.
Nada más decirlo sintió que un líquido caliente bajaba por sus muslos hasta sus pies, Marta se estaba orinando encima, pero no sólo tenía ganas de mear:
Marta: cógeme las mallas y estíralas.
Un ruido y un hedor a caca inundaron el salón rápidamente, Marta cagaba en sus mallas, facilitando la salida de la caca el que Paz las estirase para separarlas del año. Marta apretó varias veces hasta que decidió que ya no saldría más. Paz soltó las mallas e inmediatamente puso sus manos de nuevo sobre el culo de Marta, notó perfectamente la mierda debajo, cómo abultaba las mallas. Comenzó a apretar con las manos esparaciendo la caca por las nalgas de Marta y manchándose las manos. Apretó su cuerpo contra el de Marta restregando su chocho contra el suyo. Se besaban profundamente dejando caer saliva sobre sus pechos. Dieron comienzo a un ritual de escupirse y lamerse sus rostros sin que Paz dejara de amasar la caca de Marta por todo su culo. Desnudaron sus pechos y los escupieron para luego lamerlos y chuparlos con verdadera ansia. Paz dio un paso adelante y metió sus manos en las mallas de Marta, encontrándose con las heces calientes que aplastó contra las nalgas. Rodeó el cuerpo de Marta y en cuclillas metió su rostro en el culo de Marta lamiendo sus mallas manchadas, al tiempo que con sus manos sucias sobaba sus pechos manchándolos de caca. Lamió y restrego su rostro hasta que de un tirón le bajó las mallas hasta los tobillos, separó las nalgas de Marta y buscó su ojete con la lengua metiendo literalmente su rostro entre ellas. Marta no resistiá tanto placer y se frotaba el clítoris intuyendo un orgasmo muy pronto. Paz sacó la cabeza del culo de Marta y le quitó las zapatillas de deporte y las mallas, se quitó el tanga que llevaba puesto y se puso las mallas de Marta frotándose con las manos chocho y culo, a continuación se tumbó en el suelo y le lamió los piés a Marta; ésta le ponía los pies en la cara en claro gesto de humillación. Paz se levantó y volvió a besar a Marta para luego chuparle los pechos y lamerlos limpiando la caca que había dejado en ellos.
Marta: te toca Paz, ahora tienes que cagar tú.
Paz se concentró, y ayudada por Marta que separaba las mallas de su ojete, empezó a apretar. Su pis cayó enseguida en sus pies y los de Marta y un largo chorizo de caca empezó a salirle del culo:
Paz: baja más las mallas que sale entero!!
Marta bajó las mallas hasta que Paz hubo terminado, entonces las subió de nuevo y las apretó con sus manos. Notaba perfectamente la forma cilíndrica de la caca de Paz. Metió las manos en las mallas y cogió sendos trozos con ellas llevándoselas a su cara y a los pechos de Paz que enseguida se puso a comer desaforadamente. Paz lanzó un tremendo gemido y levantó el rostro de Marta para besarla tomando de ella su propia caca.
Absolutamente locas de placer compartían sus heces en sus bocas, en sus pechos y en sus culos. Se desnudaron ambas completamente y recogieron todas las heces mezcladas de las mallas para embadurnar sus cuerpos de los pies a la cabeza y comerse la una a la otra, de pie o tiradas en el suelo sobre sus propios orines.
En esos momentos de máximo placer sonó el timbre de la puerta, la sobrina de Paz y su entrenador llamaban. Ninguna de las dos querían renunciar al tremendo placer que estaban gozando y optaron por hacer una locura. Marta se quedó en el salón lamiendo las mallas mientras Paz se fue a abrir la puerta. La abrió retrociendo con ello de modo que no podían verla. El entrenador y su sobrina interrogaban ante el misterio.
Paz: pasad pasad, es que estoy desnuda, pasad
Ambos pasaron, y en cuanto estaban en el recibidor Paz cerró la puerta y poniéndose de rodillas se fue a por la entrepierna del entrenador que llevaba ropa de deporte. Le bajó los pantalones sin que éste, estupefacto, pudiera ni supiera reaccionar. al segundo siguiente Paz tenía su verga en la boca. Su sobrina la miraba atónita, incapaz de reaccionar.
Entrenador: pero Paz qué haces!!! oh!! oooooooh!!!!!!!!! qué haces por favor!! tu sobrina…aaaaaaahhhh!!!!!!!!
En esas Marta entró en el recibidor y se abalanzó de rodillas sobre la sobrina de Paz besándole la boca. Ésta intentó zafarse de Marta:
Sobrina:aaah qué haces, hueles a caca, déjame.
Pero Marta, sabedora de cómo estarían las hormonas de la niña comenzó a frotarle su chochito por encima de las braguitas, metiéndole la mano por debajo de la falda.
Sobrina: hueles mal, hueles mal!!!!!! ah! ah!
Marta volvió a acercar su boca a la de la niña y esta vez obtuvo toda la colaboración de ella, inundó su boca con su lengua, paladeó sus encías, sus dientes, sus labios, la propia lengua de la niña. Paz la miraba con envidia y tremenda y se sacó la verga de la boca y cogiendo el rostro de su sobrina le metió la lengua en la boca. El entrenador buscó entonces la boca de Marta y cogiéndola de la cabeza le aproximó el pene a la boca y sin oposición ninguna lo introdujo hasta los huevos recibiendo unos tremendos masajes de la experimentada lengua de Marta que tantísimas pollas había chupado.
Paz le quitó las braguitas a sus sobrina y tendiéndose en el suelo la sentó sobre su boca penetrando su chochito inmediatamente con la lengua, la pequeña abrió los ojos como platos y empezó a gemir y cabalgar la boca de su tía de forma incontrolada. Paz buscó su ojete a tientas y le introdujo un dedo hasta los nudillos. la niña no aguanta tantísimo placer y cerró los muslos sobre el rostro de su tía alcanzando el orgasmo, aunque Paz no dejaba de lamerle el chochito con lo que enseguida comenzó otro ciclo de placer.
El entrenador había cogido a Marta por la cabeza y le estaba follando la boca a lo salvaje, pero ya había puesto sus ojos en la boca de la niña. Se deshizo de Marta y desnudándose por completo se puso frente a la sobrina de Paz, acercó su pene grueso a sus labios y pasó el capullo mojado por ellos. La niña lo rechazó en un primer momento pero presa del placer que le proporcionaba su tía abrió su boca y comenzó a chuparlo, para el entrenador aquello era demasiado y se corrió enseguida sin poder evitarlo, lanzando un chorro de semen que inundó la boca de la pequeña, ésta, sorprendida al principio y sin saber qué hacer, optó por tragarlo todo. El hombre empujó la cabeza de la pequeña introduciendo más y más su pene, notando sus dientes y encias, su lengua y descargando pequeños chorros que ella tragaba hasta terminar y tenerla casi toda metida en su boquita. Así estuvo un rato hasta que Marta lo empujó hacia atrás y ocupó su lugar, cogió suavemente el rostro de la niña y posó su chocho sobre él comenzando a restregárselo por toda la cara:
Marta: saca la lengua pequeña, tienes que meterla ahí dentro, hazlo vamos pequeña, dame placer.
La pequeña obedeció, y haciéndose consciente en ese momento que el olor desagradable y profundo de Marta la ponía más cachonda de lo que la disgustaba metió su pequeña lengua en el chocho sin importarle el sabor ni el olor, y dejando que Marta restregara su clítoris en su nariz. Marta sintió el placer de ser penetrada por la pequeña y cedió ante un placer que la llevó al descontrol total, comenzando a pasear su chocho por toda la cara de la niña compulsivamente hasta alcanzar un orgasmo que la hizo casi desfallecer.
La niña, también poseída por mucho más placer del que su inexperiencia le permitía controlar, alcanzó un segundo orgasmo que la llevó a orinarse encima de la cara de su tía, ésta por su puesto no apartó la cara, si no que abrió su boca para probar el pis de su sobrina. La niña se retiró buscando en el rostro de su tía un gesto de compresión, y por supuesto que lo vió, comprensió y aprobación, y mucha satisfacción. Cuando Paz miró el dedo que había metido en el culo de la niña se dio cuenta de que estaba sucio, miró a la niña y se lo chupó hasta dejarlo limpio.
Paz: tienes que vaciarte pequeña, ven aquí otra vez.
Paz volvió a tumbarse y puso a su sobrina en cuclillas sobre ella, le dijo que empujara hasta cagar. Paz vio cómo se dilataba el ojete de la pequeña y la caca empezaba a asomar, hasta que empezó a caer sobre su cara y su boca abierta. Paz tragó la caca de la niña y se aplicó con la lengua para limpiarle el culo una vez hubo terminado. Marta se abalanzó en seguida sobre Paz y cogió un trozo de la caca de la sobrina para probarla comenzando de nuevo a gemir de placer. Ambas embadurnaron el cuerpo de la pequeña con su propia caca y la lamieron y comieron por todas partes, se metían sus pies en la boca, sus pequeños pechos, le tomaban las manos y se las metían en sus chochos y en sus culos.
Cuando el entrenador se recuperó, volvió hacia las tres mujeres y ni corto ni perezoso le metió un dedo a la pequeña en el culo, luego dos y luego apoyó su glande en el pequeño ojete que comenzó a dilatar ante la presió. Paz y Marta abandonaron su actividad para ver la primera penetración anal de la pequeña, escupiendole en el ojete para facilitar la entrada del pene. No sin dolor, el pene se abrió camino en el culo de la pequeña y ésta sintió cómo se dilataba un barra de carne ardiendo iba inundando poco a poco su interior. En cuanto la tuvo toda dentro, con una dilatación grotesca del ojete de la pequeña, empezó a empujara presa de un tremendo placer sin que Marta y Paz dejaran de escupir en el culo de la niña y de sobarle al mismo tiempo los pechos, o de meterle los dedos en la boca. El entrenador no pudo tampoco aguantar mucho y en una última embestida descargó su semen dentro de la pequeña. Esta vez cayó tendido sobre el cuerpo de ella sin sacarse la polla. Marta y Paz aprovecharon entonces para lamerle los huevos al entrenador y follarse los chochos con los pies de la niña hasta alcanzar un orgasmo que ya las dejó rendidas.
Cuando el entrenador se recuperó, ya con su pene flácido y fuera del culo de la pequeña, se vistió y se marchó sin decir una sola palabra. Las tres mujeres se quedaron sentandas mirándose las unas a las otras, sonriendo, sucias y pensando cada una en que esa noche no había hechos mas que empezar.
Una de mis cuñadas (la hermana de mi esposa) ha sido consciente desde hace mucho tiempo de mi enorme lujuria por sus pies. Esbelta, delgada, pequeña (lleva una talla 35 como su hermana), blancos como todo su cuerpo. Es una mujer hermosa, de cabello rubio y ojos verdes.
Además de los pies que adoro, tiene otro detalle que me vuelve loco de lujuria: un trasero espectacular, respingón, con una cintura muy estrecha que hace resaltar aún más su culo de ensueño.
Cada vez que la veía en la playa en bikini, y miraba ese provocativo trasero suyo, inmediatamente me encontraba en un estado de erección que trataba de disimular por mi cuñada y mi esposa. Un día que estábamos solos le dije:
– ¡Mira, tienes un culo que es un verdadero monumento al pecado!
Ella se rio a carcajadas y respondió: – ¿De verdad lo crees así? Así que trataré de ocultarlo lo más posible cuando estés cerca, no quiero que peques, de lo contrario mi hermana podría enfadarse y pedir el divorcio.
Ella sonrió, yo también, y lo dejamos así.
En cuanto a sus pies, ella sabe desde hace mucho tiempo sobre el gran fetiche que tengo por los pies y la enorme lujuria que tengo por sus hermosos y sensuales pies. Desde que la conocí, eso se lo confesé, porque siempre que iba a casa de mis suegros, aun cuando yo aún estaba soltero, ella calzaba chancletas o sandalias que dejaban ver tanto sus deliciosos deditos como sus incomparables plantas… Cuando se sentaba, mientras hablaba, se descalzaba. Y eso me hacía enloquecer de lujuria.
Un día que estábamos solos, le confesé que pensaba que sus pies eran un verdadero atentado al pudor, eran tan excitantes y sensuales. Y continué diciendo que con el esmalte de uñas rojo que se había puesto, realzaba aún más esa sensualidad. Ella estaba asombrada y sonrió diciéndome que no sabía que sus pies causaban tanta excitación. Pero fue avanzando, con una risa provocadora, que me di cuenta de que el efecto que había dicho que tenían en mí era realmente cierto (mirando el bulto que no disimulaba en mis pantalones…).
Desde entonces, cada vez que estábamos solos, le tomaba los pies, le quitaba los zapatos si todavía los tenía puestos, y le masajeaba y besaba los pies. Ella sonrió pero no me negó el placer. Hasta que, al poco tiempo, todo esto comenzó a acompañarse de hermosas chupadas que le daba en cada dedito, acompañadas de lamidas a lo largo de todo el largo de sus pies, con énfasis en las plantas que son únicas: deliciosamente suaves, tan suaves. Que impresionan, porque parecen de terciopelo. Eso mismo le dije y ella me contestó que no le hacía ningún tratamiento especial, antes de hecho siempre los había tenido muy suaves.
Cuando notaba que yo ya estaba en un estado de excitación alto, quitaba los pies y se alejaba diciéndome con una sonrisa provocativa: – ¡Ahora te vas a venir en los pies de tu mujer!
Ella se acaba de casar, pero su marido no sabe aprovechar esa maravilla de pies, ni tiene ese fetiche. Ella me confesó.
Hace unas semanas nos invitaron (mi esposa y yo) a cenar en su casa. Mi cuñada llevaba unas sandalias de una sola tira que pasaba por el primero y segundo dedo, de esas que no tienen ningún apoyo en la parte de atrás, estilo Hawaianas pero con tacón alto. Esto permite ver bien las plantas no solo cuando camina, sino cuando permite un balanceo que se le da tan bien. Una cachonda que sabe lo mucho que me excita. Después de la cena, nos sentamos en la sala de estar y hablamos.
En un momento, se quitó las sandalias y, apoyando los pies descalzos en el sofá, comenzó a masajear con los pies las piernas de su esposo, mirándome discretamente con una sonrisa, tratando de asegurarse de que nadie más entendiera algo inusual. Lo masajeó y volvió a poner sus pies a la vista, mirándolos mientras hablaba.
Yo ya no sabía qué hacer y en un momento pedí permiso para ir al baño. Ella sonrió como si entendiera el motivo de mi necesidad y me mostró dónde estaba. Pero con la excusa de que sería mejor que me acompañara y me dijera dónde estaba, vino descalza a acompañarme al baño, mientras mi esposa y mi cuñado seguían hablando. Cuando llegamos me dijo: – ¡Ve para allá a ver si no ensucias nada con tu esperma!
Soltó una risita y estaba a punto de regresar a la sala, cuando la agarré, agarré uno de sus pies descalzos y comencé a chupar con avidez esos dedos y lamer por todas partes. Ella lo permitió por un corto tiempo, pero luego retiró su pie de mi boca y lengua tratando de detenerme. Yo completamente loco, sacando mi pene de mi pantalón y ropa interior, le dije en total estado de erección: – ¡Mira, Helena, lo que yo quería ahora era derramar mi esperma en tus pies! Ella hizo una mueca de asombro y me dijo: – ¿Estás loco? ¡Mira, mi hermana y mi esposo pueden sospechar algo y pueden escucharnos!
Regresó a la habitación como si nada hubiera pasado y yo fui a aliviar la excitación en la que estaba…
Durante el resto de la noche no volvió a quitarse las sandalias, sabiendo que aunque no apartaba la vista de sus pies, evitaba lo peor.
Cuando volvimos a casa, y para mi sorpresa, mi mujer me dijo con cara de incomodidad: – Veo que te excitan más los pies de Helena que los míos, porque te pasaste la noche mirándole los pies. Y mi hermana parece ser muy consciente de tu fetiche, ya que me dio la sensación de que todo el juego de quitarse las sandalias fue intencional y para provocarte. ¿Fue realmente? ¡Debes saber! Tienes suerte de que nuestro cuñado no se haya dado cuenta de nada, ¡pero ten cuidado!
Le respondí que no me había importado, que no había hecho nada al respecto, pero que su hermana en realidad tenía unos pies deliciosos. – Como los tuyos, me adelanté intentando componer.
Pero mi esposa respondió con una sonrisa socarrona: – Sí, sí, intenta darme la vuelta, pero tienes que mostrarme toda tu lujuria por mis pies esta noche. Solo espero que mientras estés con los míos, no estés pensando en los de Helena. La besé en los labios y le prometí que solo pensaría en sus pies y que quería correrme muy duro con ellos esa noche.
Pero algo sucedió hace días. Estábamos en casa de mis suegros y todos querían ir de compras a un centro comercial. Mis otros cuñados (incluido su esposo) estaban ausentes porque habían asistido a un torneo de tenis. Mi cuñada dijo que prefería quedarse porque estaba viendo una película en la televisión que le interesaba. Aproveché para decir que estaba trabajando en la computadora y que no quería parar en ese momento.
Así que contaba con tener la suerte de encontrarme a solas con Helena.
Así sucedió. Tan pronto como vi que no había peligro, después de unos 10 minutos, fui hacia ella. Sentada en el sofá, con esos hermosos pies escondidos en sexys tacones altos, escotados en la parte delantera, dejando entrever el comienzo de los pliegues de los dedos, no pude resistirme y comencé a quitarle los zapatos.
Ella sólo comentó: – ¡Cuidado, que puede venir alguien! Después de calmarla y decirle que todos se habían ido y que iban a llegar tarde, comencé a acariciar, besar y lamer esos pies calientes. Luego chupé cada dedo, hasta que saqué el pene ya duro de mis pantalones y comencé a frotar sus pies contra mi polla.
Se volvió hacia mí con una mirada de admiración pero no de rechazo y me dijo: -¿Estás loco? Le respondí que sí y que quería que me masajeara la polla con los pies y me dejara derramar toda la leche sobre ellos, ya que no había tenido la oportunidad de hacerlo la otra vez en su casa. Ella sonrió y me preguntó si solía hacer eso con los pies de su hermana, si me masajeaba la polla con los pies y si me subía a los pies de mi esposa. Quería saber si la hermana aceptaba y animaba tales prácticas Obviamente tuve que confesarle que siempre que teníamos sexo se usaba esta práctica y que a mi esposa incluso le gustaba provocarme así.
Empezó a masajearme primero con esos pequeños dedos de ensueño que subían y bajaban por mi pene, y luego hacía lo mismo con esas plantas blandas y sedosas. Cuando vio que estaba a punto de explotar, comenzó a masajearme la polla con mayor intensidad con sus dedos, hasta que exploté y me derramé por todo el empeine y los dedos. Al final, yo mismo le limpié los pies y le pregunté si le gustaba. Confesó que fue emocionante y que su esposo nunca usó sus pies durante el sexo ni los acarició, mostrando cierto disgusto. No me pude contener y le respondí: – ¡Tienes un marido que es una fiera! ¿Cómo es posible que te hayas casado con un tonto que no puede excitarse con pies hermosos y sexys como los tuyos? Que desperdicio cuñada
!!! Ella sonrió y respondió: – A partir de ahora no tendré ese problema, ¡cuento contigo para apreciarlos bien! Le dije que siempre que pudiera podía contar conmigo.
¡Me pregunto por qué a las mujeres les gusta provocarnos tanto en las situaciones más complicadas!