Interracial

Aida, una mujer de 34 años, alta, morena, delgada, con un tipazo, salió de su chalé en la sierra madrileña vestida con un traje gris, una blusa blanca, escotada, que dejaba ver el comienzo de unas grandes tetas, y unos zapatos de tacón de aguja del color del traje. Subió en su BMW azul y se dirigió al centro de la capital. El monumental atasco que se encontró no la molestó. Estaba perdida entre sus pensamientos. Se le hacía muy difícil de creer que su cuñada Soraya, viuda de su hermano Jorge, fuera la amante de su marido. Cierto que su cuñada tenía 24 años y fuera dama de honor de miss España, y que su hermano llevaba cuatro años muerto, pero ni la creía tan zorra a ella ni tan cabrón a su marido. A la cabeza le vino la despedida de soltera de la que iba a ser su cuñada. Ni caso le había hecho al boy. Estaba más interesad en ella, de hecho, en el lavabo la había besado, y después le había dicho que antes de casarse le gustaría tener una experiencia lésbica. Por supueto que le había dicho que no. Una sonrisa se dibujó en sus labios recordando la paja que se hiciera en la bañera al llegar a casa pensando en la que iba a ser su cuñada. Con lo de la paja se había olvidado momentaneamente de lo de su marido y su cuñada.

Después de haber aparcado el coche se fue al piso que estaba en la dirección que la había dado una amiga. Tuvo suerte, salía una mujer y pudo entrar sin tener que llamar al telefonillo. Llegó a la puerta del piso y tocó el timbre. Al ratito le abrió una rubia de más de un metro ochenta de estatura, de ojos verdes, tapada con una sábana. Era Soraya.

-Pasa, Aida. Sabía que acabarías por venir.

Aida entró en el piso. Desde luego su marido no escatimara en gastos. Le había puesto un piso de lujo.

Al llegar a la sala de estar, de dijo Soraya a Aida:

-Si estás aquí es porque te contó tu marido lo nuestro. ¿Qué te parece?

-¡¿Y aún lo preguntas?!

-¿No estás de acuerdo?

-¡¿Pero tú estás loca?! ¡Cómo voy a estar de acuerdo con que te acuestes con mi marido!

-Te informaron mal. Ya no me acuesto con él. Me acosté un mes hasta quedar embarazada! Como tú no puedes tener hijos, os lo voy dar yo.

Aída sumó dos y dos y le salió un vientre de alquiler.

-¿Y de cuánto tiempo estás?

-De dos meses. Me late que tu marido no te dijo nada. ¿Me equivoco?

-No te equivocas, no. Pensé que eras su amante.

Soraya se quitó la sábana de encima. Fue junto a Aida, le cogió una mano, se lo llevó a vientre, y le dijo:

-¿No quieres tocar a tu hijo?

Aida vio el cuerpo de Soraya, con sus tetas medianas, redonditas, con sus pequeñas areolas rosadas y sus pequeños pezones y su sexo depilado, y se dijo a si misma que si fuera hombre también la escogería…, que hostias. ¡La follaría hasta dejarle los ojos en blanco!

Aida tocó el vientre de Soraya.

-Aún no se nota nada.

Soraya le llevó la mano al coño. Lo tenía empapado. Aida miró para la sábana, volvió a sumar dos y dos y le salió que se estuviera masturbando.

-¿Interrumpí algo cuando llamé al timbre?

-Nada que no se pueda continuar.

-¡Yo me voy que te veo venir!

Aida se levantó y Soraya le plantó un beso en los labios. Cuando las lenguas se encontraron, Aida, sintió como se le mojaban las bragas.

-¿Lo hacemos?

-No soy lesbiana.

-Ni yo.

La volvió a besar.

-Ni bisexual.

-Para todo hay una primera vez.

-No sé. Es…

Le cerró la boca con otro beso.

-Te lo pasarás de película. Con sorpresa y todo.

-¿Qué sorpresa será esa?

La volvió a besar. Mejor dicho, se besaron.

-Ven conmigo y descúbrela.

Soraya cogió de la mano a Aida y la llevó a su habitación. Al entrar por la puerta. ¡Sorpresa! Encima de la cama estaban dos hombres en pelotas, uno africano, de unos 30 años, musculado, con una tremenda verga, y el otro francés, rubio, de unos 25 años y delgado, que también tenía una polla importante, pero que al lado de la otra se hacía pequeña. Al verlos, exclamó Aida:

-¡Te estabas tirando a esos dos!

-¿Quieres probar una doble penetración?

-¡No! Ni hacerlo contigo estando esos dos mirando. Me voy.

-¡Cogedla, chicos!

El africano y el francés saltaron de la cama y agarraron Aida por las muñecas. Soraya le dijo:

-Te voy a desnudar y te voy a follar.

-Vale, vale, pero ellos que no me toquen.

-Soltadla, chicos. Tu quédate, Pier.

La soltaron. El africano volvió a la cama.

Soraya besó a Aida. Le quitó la chaqueta. Se la dio a Pier, que la puso en una silla. La blusa y el sujetador, Pier, a lo suyo… Le chupó y magreó aquellas grandes tetas con areolas oscuras y pezones pequeños. Por último le quitó los zapatos, el pantalón y las bragas. Aida no era de las que se depilaban los pelos del coño. Soraya en cuclillas, le lamió el coño peludo.

-Me gusta el sabor de to coño, Aida.

-Me alegro.

Aida sintió la lengua de Pier en su culo. No dijo nada. Poco después, Soraya, cogió a Aida de la mano… Hizo que se echara boca arriba en la cama, metió la cabeza entre sus piernas y comenzó a comerle el coño. Aida tenía a un lado al africano y al otro al francés. Los dos estaban empalmados. Le acercaron las pollas a la boca. Aida apartó la cabeza poniendo cara de asco… Unos minutos más tarde, cuando estaba a punto de correrse en la boca de Soraya, cogió las dos pollas, una en cada mano, y masturbó y chupó la polla de Pier y la del africano, que apenas le cabía en la boca. Soraya, dejó de comerle el coño, y le preguntó:

-¿Te apetece ahora una doble penetración?

-Quiero correrme en tu boca. Quiero correrme follándome al moreno, y después, sí, después quiero correrme con una doble penetración.

-¿Cuánto tiempo llevas sin follar, Aida?

-Un mes.

-Pues parece que llevas años.

Aida, con una mano, llevó la cabeza de Soraya a su coño.

-Calla y come.

Soraya le siguió comiendo el coño, pero ahora muy lentamente. La lengua de Soraya tardaba más de cinco segundos en entrar y salir del coño de Aida, en recorrer los labios… Los movientos de la lengua por todo el coño eran como los movimientos de un caracol. Aida disfrutó de aquella dulce agonia, hasta que llegó el momento en que sintió el hormigueo en los pies, un hormigueo que le subió por las piernas. Luego sintió una explosión de placer, que la hizo sacudirse. Soraya la había llevado al orgasmo de una manera diferente. La corrida fue larga y abundante, una corrida que Soraya fue lamiendo y tragando con la misma lentitud que le había comido el coño.

Al acabar de correrse Aida, Soraya, se echó a su lado, y le dijo:

-Era una fantasía que pensé que nunca se haría realidad.

-¡¿Es el primer choho que comes?!

-Sí. Vi muchos videos de comidas de coño. Tiré muchas pajas, pero nunca antes había estado con una mujer.

-¿No te da reparo decir esas cosas delante de extraños?

-El moreno entiende muy poco español, y Pier ya sabe de que pie cojeo.

-¿Quieres que te lo coma yo? Tiene su morbo, y con mirones, más.

-Me encantaría. Empapada como estoy no te costará hacer que me corra.

Aida besó a Soraya… Le comió las tetas. Se puso a cuatro patas y empezó a comer su primer coño, un coño empapado. Lo lamió con la misma lentitud con que Soraya le acabara comiendo el coño a ella. Al rato, eclamaba Soraya:

-¡Dios, qué placer! Dame esa polla, Pier.

Pier le dio la polla a mamar.

Aida estaba que echaba por fuera.

-Yo necesito algo dentro, Soraya.

El africano, entendería poco el español, pero se colocó detrás de Aida y le puso la polla descapullada en la entrada del coño. Empujó un poquito y no entraba. Aida, poco a poco, fue empujando con su culo hasta que entró aquel cabezón. Al tenerla dentro, exclamó:

-¡¡¡Aaaaaaaah!!!

Soraya, le dijo a Aida:

-Al tener la cabeza dentro ya es todo disfrutar.

El africano se quedó quieto. Aida, ya aceleraba lamiendo el coño de Soraya, y cuanto más la metía y la sacaba, más le gustaba.

Al rato… Soraya dejó de mamar la polla de Pier, y le dijo a Aida:

-Si sigues me corro.

Aida, siguió y Soraya se corrió chillando como una loca.

Al acabar de beber la deliciosa corrida de Soraya. Aida quitó la tremenda tranca de su coño, y le dijo al africano:

-Ponte boca arriba, moreno.

El africano, o entendía bien el español, o leía la mente. Se echó boca arriba para que Aida lo cabalgase. Otra vez entró con trabajo la verga en el coño, pero una vez dentro, Aida, follando al africano, se deshacía en gemidos. Pier, sin decirle nadie nada, se colocó detrás de Aida y le lamió y le folló el culo con la lengua. Luego le puso la polla en la entrada del ojete, y Aida la fue metiendo a su aire. Folló a los dos. Al africano con el coño y al francés con el culo. Follándolos estaba cuando sintió que le ardía el coño. Era la leche del africano que se estaba corriendo dentro de ella. Pier también le estaba llenando el culo de leche. Sintiendo los latidos de las dos pollas dentro de su coño y de su culo, le subió una corriente por la espalda… El placer subió, subió y subió de intensitad, hasta que no lo pudo soportar y perdió el conocimiento.

Despertó media hora después. El africano y el francés ya se habían ido. Soraya, que estaba a su lado, vestida, le preguntó:

-¿Merendamos, Aida?

-¿Y tus amigos?

-Se fueron.

Le volvió a preguntar:

-¿Merendamos?

-Sí. ¿Te dije que Juan va en Paris en viaje de negocios?

-No. ¿Quieres dormir conmigo esta noche?

-¿Tú que crees?

Se agradecen los comentarios buenos y malos

Les voy a contar una de mis historias favoritas, mi primer interracial. Esto sucedió cuando yo estaba en mi primer año de universidad. A veces con mis amigas de carrera íbamos a almorzar a un pequeño restaurant que servía buena comida, siempre nos atendía un garzón dominicano como de nuestra edad, nosotras lo encontrábamos extremadamente sexy(alto, musculo, un trasero como para comérselo, extrovertido), y siempre coqueteábamos con él, solamente como chiste, un día de tanto coquetearle, él nos invita a una fiesta que iban hacer unos amigos de el en la noche, nosotras quedamos heladas y empezamos a hablarlo, una de mis amiga dijo que no iba, no sabía lo que se perdería, las otra nos organizamos para irnos a quedar en la casa de una de mis amiga.

Llegamos a la fiesta, habían como 50 personas, como no conocíamos a nadie al principio estábamos súper tímidas, pero la gente y la energía de la fiesta era muy alegre, y no paso mucho tiempo para que nos invitaran a bailar y a disfrutar de la fiesta, nos sirvieron unos tragos que estaban muy ricos. Al rato, nos encontramos con nuestro amigo, él estaba sorprendido de que estuvieras ahí, y lo bien que la estábamos pasado. Debo detenerme un minuto para explicar, en mi país hay poca gente de color o afrodescendientes recién en los últimos 10 años han llegado más de otros países, y como es de esperar hay gente estúpida que se cree mejor porque nació en un país más estable y los discrimina o les tiene miedo, como mi amiga. Continuado nuestra historia, él estaba feliz que fuéramos porque sentía esa sensación de discriminación, y nosotras estábamos fascinadas con la alegría caribeña de la fiesta, y bailábamos y hablábamos con todos.

Cerca de media noche, me saca a bailar mi amigo, yo estaba feliz, mis amigas me miran mientras bailaban con otros, una de ellas nos avisa que conoció a uno y se iba con él, nosotras le dijimos unos chistes del gran tamaño de los penes de la gente de color como se ve en las películas xxx, ella se rio y nos dijo que ojala fuera verdad. Yo continúe bailando un rato más, hasta que mi otra amiga, la dueña del departamento, me dijo que se iba acompañada y me pasó unas llaves para que entrara, yo me reía por el tipo de amigas que tenía, mi amigo me también se reía y que estaba sorprendido por de mis amigas porque siempre nos veía más serias, yo le respondí que no éramos nada de serias, seguimos un rato más bailando hasta que él me dice al oído, que no podía ser la única de mis amigas que se quedara sola, y le respondí que eso dependía de él. Él se quedó en silencio unos segundos y se rio, en ese momento me besó mientras bailábamos, fue unos de los mejores besos que me han dado en la vida. Nos continuamos besando y a tocarnos, el me invito a un lugar más cómodo, yo acepte encantada.

Cuando llegamos al motel, le avise a mi compañera que no llegaría a dormir. Recibimos los tragos de cortesía, los tomamos al tiro, nos acostamos besándonos, tocándonos. Le saque la polera y yo me saque la mía y el sostén, el me empezó a besar y a lamer los senos, yo estaba extasiada, le desabroche el pantalón y me metí la mano para sentir su pene, en ese momento quede sin aliento, lo tuve que ver con mis propios ojos, lo tire a la cama y le saque por completo el pantalón, no podía creer lo que veía mis ojos, y le tuve que preguntar cuanto le media su pene, él se rio y me dijo 27cm, yo quede helada no sabía si podría con tal tamaño, opte por empezar a jugar con él y a practicarle sexo oral, empecé por los testículos a lamérselos y a metérmelos en la boca, luego subí lamiendo el pene hasta llegar a la punta y me lo trague mientras con mis manos seguía jugando con sus testículos. En eso estaba hasta que el me pregunta si me atrevía a mas, sin responderle me desnude y le pase un condón, no quería arrepentirme, él se puso el condón y le dije se quedara acostado, me subí en él, agarre su pene y me lo puse en la vagina, lentamente fui descendiendo en él, poco a poco sentía como su pene me llenaba por completo, y me levantaba, yo ya había empezado a gemir de placer y ni siquiera había entrado toda, hasta que entro todo, me sentía llena de él, lo cual me hacía gemir de placer, en ese momento se puso rudo, me tomo el trasero con sus grande manos y me empezó a dar con todo, yo gemía y gemía, caí sobre él y empezó a lamer mis senos, yo no di más y tuve mi primer orgasmo, el me tomo y nos volteamos para yo quedar abajo, ahora podía ver su gran pene entrando y saliendo sin parar de mi vagina, yo le agarraba su excito trasero para que siguiera, continuamos así por un rato hasta que el saca su pene y me da vuelta, yo me puse en cuatro, el me lamio el culo y me empezó a pasar su pene por mi ano y me penetro, debo confesar que me llegaron a caer lágrimas, pero se sentía tan rico que le gritaba que siguiera sin parar, gemía y gemía con cada embestida que me daba, volví a tener un orgasmo, en ese momento me dice que está por correrse me saco su pene yo me di vuelta le saque el condón y se lo chupe hasta que se fue en mi boca, me lo trague todo. Nos acostamos a descansar, yo creí que eso iba ser todo esa noche, pero me equivoque.

Después de una media hora de quedarnos acostados recuperando el aliento fui a ducharme al baño y limpiarme de toda esa sudoración, estaba en eso cuando siento que el entra a la ducha, me abraza y me pregunta si estoy lista, claramente no importaba si estaba lista porque ya podía sentir su enorme pene jugando entre traseros, el metió sus largos dedos en mi vagina y empezó a masturbarme mientras me besaba el cuello, yo empezaba a excitarme de nuevo, podía sentir como volvía a crecer su pene en mi trasero, me empuja suavemente contra la pared de la ducha y me penetra sin piedad mi trasero, yo di un gran y glorioso grito de placer, me daba y me daba sin descanso, y yo gemía y gemía al sentir su enorme pene entrando y saliendo de mi culo, luego de un rato me saco su pene de mi culo, me dio vuelta y me penetro mi vagina, yo me subí en el mientras él me daba cada vez más duro, yo tuve un orgasmo gigante, eso lo excito más y me dio más duro, yo sentía que me iba a partir en dos. Me llevo a la pieza y se sentó en un sillón que habían, en ese momento yo empecé moverme sobre su pene, de tal forma que entraba y salía, y dando pequeños movimientos circulares, eso a él le encanto, continuamos así otro rato hasta que el me saca su pene, me deja apoyada en el sillón y me vuelve a penetrar mi vagina ahora por atrás, ambos estábamos extremadamente excitados y no queríamos parar, tuve un gran orgasmos que me hizo perder la fuerza, el continuo hasta correrse en mi vagina, la cual me lleno con su leche caliente, sentir como me llenaba mi vagina de su leche fue una maravilla, no me importo que no usara condón, cuando saco su pene empezó a caer su semen de mi vagina. Nos sentamos desnudos en una mesita de café, hablábamos y nos reíamos de todo lo que habíamos hecho, nuevamente creí que eso iba ser todo, ambos nos veíamos agotados, pero me equivoque otra vez.

Después de un rato (una media hora) en la cual nos hablamos y nos reímos mucho. Me sentía repuesta y no quería detenerme, aproveche que se levantó al baño y lo seguí, me acerque por atrás y le tome su gran miembro, él no se lo esperaba y se sorprendió, me preguntó si estaba lista, yo no le dije nada solo me arrodille y empecé a hacer un buen sexo oral y su pene empezó a crecer en mi boca, el me levanto y me llevo a la cama, y empezamos a hacer un sesenta y nueve, no había probado su lengua, y me encantaba como lo hacía, yo jugueteaba con su pene y sus testículos, el me saca su pene y me pone de lado, me levanta un pierna y me penetra duro al instante, yo empecé a gemir con locura, no podía creer que me estaba dando de nuevo con tanta energía, era como si fuera la primera vez que lo hacíamos, yo estaba completamente rendida al placer, volvía a sentir ese calor interno que solo el sexo te puede dar, y me pegue una corrida monumental, pero quería que siguiera sin para, me diera todo y sentir su leche en mi vagina de nuevo. El me da duro y yo lo disfrutaba sin parar, de repente se detiene y me dice que si quiere que continuara yo le tenía que rogar y que le diga porque, yo no lo dude, aunque tuviera que humillarme, yo le roge acostada en la cama, y él me dice que en el suelo de rodillas, y lo hice sin dudarlo, me puse de rodillas y le roge que me penetrara con su gran y hermoso pene, que yo era una perra adicta a su pene, y que mi vagina y mi culo deseaba su leche. Él me dice si pagaría por su leche, yo le dije que sí, que pagaría por tomarme su exquisita leche. Nunca había dicha esas cosas pero él me tenía vuelta loca. A él lo excito más y me levanto, me puso en cuatro y me dio por el culo como me habían dado antes, gemía como loca y le pedía que me diera más, él me decía si yo era una perra, yo le gritaba que sí y que era su perra que podía hacer lo que quisiera conmigo, me corrí de nuevo de tanto placer, el continuaba dándome y me pregunta quería la leche, yo le gritaba que ahora la quería en mi culo, el continuo hasta que se corrió en mi culo. Todavía recuerdo sensación de su semen saliendo de mi culo. Ya era como las seis de la mañana y la habitación la teníamos hasta el mediodía, yo me iba a limpiarme un poco y a poner ropa interior para dormir un rato, él me dijo que no podía y que tenía que obedecer porque era su perra, yo obedecí y dormí desnuda, con olor a su semen en mí.

Eran como las diez de la mañana, yo estaba durmiendo después de esa maratónica noche cuando siento que él me abraza y empieza a acariciarme, yo me desperté y le dije que ya no daba más, él me dice que era su perra y mete sus dedos en mi vagina mientras me besa el cuello, podía sentir su pene moviéndose alrededor de mi culo, yo me empecé a excitar de a poco y le dije que me había equivocado que todavía quería más, el sonrió y dijo que era una perra y me iba a dar con todo para que lo recordara bien, yo le dije que si por favor. Me acuesta de espalda y se pone arriba mío a besarme, yo abrí las piernas instintivamente, el me empezó a besar en todos lados y a moverse encima mío, yo empezaba a excitarme más y más, y le pido que me penetre que estoy lista para él y su pene, el agarra su miembro lo pone en mi vagina y me pregunta si quería ser penetrada, yo le digo que sí que es lo que más quiero con una voz fuerte, en ese momento el me penetra, y yo doy un gran y largo si de desahogo, cruzo mis piernas en su cintura, el empieza a embestirme y yo empiezo a gemir con cada una de ellas. Me daba y me daba sin parar, y yo gemía y le decía “si dame más”, “dámelo todo”. El me levanto y quedo de rodillas, yo montada en él podía sentir como me deslizaba sobre su pene, él me dice que vayamos a la ducha. Nos levantamos y fuimos corriendo, prendimos la ducha y me abrase a él como un koala y el me penetraba contra la pared, sentir el agua cayendo sobre nuestros cuerpos calientes me excitaba más, y al parecer a él también, todavía no podía creer lo maravilloso de su pene y de cómo me llenaba hasta el fondo, él me dice que me baje y que le de el culo, yo nuevamente obedecí y me puse contra la pared, él se agacho y empezó a lamer mi trasero y a meter sus dedos por algunos minutos, se detiene yo ya tenía mi ano dilatado esperando por él y su grandioso pene, y no se hizo esperar con una gran penetrada, yo todavía no podía creer que tuviera tanta energía para culearme de esa forma, pero estaba extasiada con tan maravillosa experiencia, tuve mi primera corrida en ese momento, el seguía como si nada y seguía penetrándome como loco y gozando con mi culo, me pregunta donde iba a querer su leche, yo le dije que en mi boca, que quería tomármelo todo, el me saca su pene y me vuelve a penetrar mi vagina, yo con esa pura penetrada me corrí otra vez, eso a él le gusto y me penetró más fuerte, me dice que terminemos en la pieza, salimos de la ducha y me acuesta en la cama y me levanta las pierna hasta sus hombros y me penetra sin piedad, yo disfrutaba cada momento, cada penetrada. Me corrí otra vez de una forma increíble, él me dice que estaba por correrse, me sacó el pene yo me levante y le empecé a hacer un sexo oral hasta que sentí su leche llenando mi boca, sacó su pene, yo me lo trague todo no sin antes saborear tan exquisita leche. Nos duchamos juntos y nos vestimos para dejar la pieza ya eran como la once y media. A la salida del motel nos despedimos y me dijo cuándo lo repetíamos. Yo le dije que no quería amarrarme a nadie y que si el entendía eso lo hacíamos de nuevo, el acepto.

Cuando iba caminando a tomar bus a mi casa reviso el celular, tenía un mensaje de mi amiga que nos juntemos en su departamento para que contáramos como estuvo la noche. Cuando llegue estaban mis dos amigas esperándome, empezaron a contar todo lo que había hecho con lujo de detalles, yo les conté y no lo podían creer, la verdad es que ni yo podía creer todo lo que había hecho. Al final nos empezamos a compartir a nuestro amigo, él estaba feliz, y nosotras también.

No hizo falta mucho más. Bueno, en esta ocasión, lo cierto es que yo llevaba tiempo buscando un moro al que comerle la polla. Puse un anuncio en una de esas páginas de encuentros sexuales esporádicos y no tuve más que esperar. Solo hay que gastar la combinación de palabras adecuadas para llamar la atención de uno de esos empotradores norteafricanos. Y así fue, sólo tuve que añadir «sumiso» a la palabra «puta» para que me lloviesen las proposiciones. Pero por unas u otras cosas nunca me había animado a quedar con ninguno.

Aquel día era diferente. Puede que mi calentura, acumulada durante varias semanas, hubiera logrado dar al traste con la prudencia que me caracterizaba en estas cosas. Y es que al fin y al cabo, nunca sabes quién está al otro lado de la pantalla cuando contactas con hombres a través de estas vías. Pero la idea de polla mora llenándome la boca, pudo más esta vez.

Y es que, seamos sinceros, ¿a qué chupa pollas sumiso no le pone un buen moraco? Masculinos, con su fuerte hedor corporal, vello púbico amortiguándote la cara cuando tratas de ensartarte su nabo hasta la campanilla, etc. En pocas palabras, HOMBRES. Y no sé vosotros, pero a mí las pollas circuncidadas me pierden, y TODOS los moros la traen así de fábrica.

Es así como decidí agregar a mis contactos al último marroquí que me había enviado correo adjuntándome su teléfono. Bastó poco más de un día de charla telefónica para tenerlo en el bote. Por supuesto, y haciendo gala de mis dotes de seducción, me aseguré de recalcar lo zorra que yo era y lo mucho que iba a besarle los pies y a beberme su meado si así él lo deseaba. Ya veis, lo de «puta» y «sumiso» del anuncio no eran solo palabras vacías.

Fue así como me propuso enrolarme en su furgoneta para ir a comerle el cipote en cualquier callejuela oscura del polígono industrial del pueblo. Dicho y hecho, salí nervioso de casa. Y es que ¡joder, era mi primer moro! Llegué donde habíamos quedado, una ligera brisa me acarició la cara, estaba oscuro, y de vez en cuando me sorprendían los faros de algún coche. Mi nerviosismo iba en aumento, y segundo tras segundo me preguntaba si no me había equivocado y debía dar media vuelta rumbo a casa. Era una zona poca transitada, por lo que cada vez que veía unos faros me sobresaltaba. Finalmente vi aparecer una furgoneta y me incorporé un poco a la calzada para que pudiese verme y recogerme.

Al subir a la furgoneta mi calentura fue en aumento. Era un habitáculo destartalado, con una parte trasera llena de aperos de labranza y con el característico olor que desprenden las furgonetas que se utilizan para ir a trabajar al campo, una mezcla de sudor de macho, tierra, productos agrícolas y polvo. No lo podía creer, iba a comerle el cipote a un rudo jornalero marroquí en la furgoneta que gastaba para ir a trabajar a diario, cosa que, teniendo en cuenta lo zorra que soy, me resultó bastante excitante, puesto que ese sucio empotrador norteafricano no pensaba hacerme sentir especial en absoluto, ya que aquí el especial era él; era a él a quien había que satisfacer y mi boca era uno más de los agujeros que estaban disponibles para cumplir con ese cometido. Como buen sumiso me entusiasmó ese planteamiento.

Apenas podía mirarle a la cara, me embargaba la vergüenza, aunque atiné a soltar un tímido hola, al que el moraco respondió con lo que pareció más un gruñido que una palabra. Cuando apenas habíamos recorrido unos 40 metros aparcó y detuvo el motor. Él se encontraba delante de mí, notablemente ladeado y apoyado contra la puerta del asiento del piloto, tenía las piernas abiertas como para mostrarme cuál era el lugar que yo debía ocupar. Yo estaba muy cohibido, cosa que pareció divertirle, intenté hablar un poco, pero él no parecía estar por la labor, puesto que de inmediato me insertó el dedo índice en la boca, a lo que yo respondí haciéndole una mamada dactilar, anticipando lo que pensaba hacerle luego en la polla. Por fin pude fijarme bien en su cara. Barba negra ni corta ni larga, era guapo, de aspecto rudo e irreflexivo. Debía tener unos 35 años, era fuerte y con una pequeña barriga. Y llevaba gorra, la típica de promoción de la Caja Rural, lo que no hizo sino aumentar mi excitación, puesto que lo hacía parecer más campestre todavía. Noté que su dedo no estaba todo lo limpio que podría haberlo estado, lo que contribuyó a ponerme todavía más cachondo. No puedo ser más puta, ya lo sé.

Para estar más cómodos decidimos trasladarnos al asiento de atrás, donde tenía vía libre hacia su nabo moreno, ya que la palanca de cambio ya no supondría ningún tipo de obstáculo entre conductor y copiloto

Ya allí se quitó el sucio pantalón de chándal con parches en las rodillas que llevaba y se lo dejó puesto hasta los tobillos. El calzoncillo era de tipo slip, blanco y estaba ciertamente amarillento y acartonado, sobre todo en la zona que hacía contacto con su glande. Inmediatamente me incliné para lamer todo aquel mejunje, lo que hice en repetidas ocasiones, de arriba abajo y de abajo a arriba. Su sabor era saladísimo, producto de decenas de gotas de orina acumuladas a lo largo del tiempo que aquello llevaba sin pasar por la lavadora. Era delicioso. La humedad que mi saliva le proporcionaba empezó a juntarse con la que aquella polla producía. De repente, y sin quitarse el calzoncillo liberó todo su nardo, echando el calzoncillo a un lado. Por fin pude verle la polla al moro. No era muy larga, aproximadamente unos 17cm, pero sí que era bastante gorda, como un calabacín. El tronco era bastante oscuro mientras que su glande era morado pálido, y a pesar de que estaba embadurnado en mi saliva, tenía ese toque seco y ajado de las pollas circuncidadas. Esa clase de sequedad que a los hombres circuncidados les produce el roce constante del glande con la ropa interior. Era ligeramente curvada, y una mata de tupido pelo negro asomaba por el calzoncillo. Acto seguido se sacó también los huevos por abajo. Enormes, suaves y peludos. La boca se me hizo agua, el festín de polla podía comenzar.

Me andé sin miramientos, y como ya le había estado recorriendo el tronco con la lengua a través del calzoncillo, me metí el glande directamente en la boca, arrancándole un gemido ahogado a mi macho magrebí. Al principio yo llevé la iniciativa, mientras él se dejaba hacer. Luego, no obstante, inició un leve mete-saca, que confluyó con mi sube y baja, de manera que cada vez que ambas trayectorias se encontraban me tocaba la campanilla con el capullo. Estaba en el cielo. Ese moro estaba usándome sin ningún tipo de miramientos. Y lo mejor era que eso me encantaba. Mi deber era darle gusto, mi propio placer no importaba. El placer psicológico que obtenía satisfaciéndole a él era más que suficiente, de hecho lo prefería al placer erógeno obtenido al estimular manualmente mis propios genitales. Las zorras sumisas somos así. Y el macho cabrón que tenemos delante suele saberlo.

De repente me sacó el nabo de la boca. Estaba reluciente, curvo y grueso, y me azotó la cara y la lengua. Cambiamos de posición. Me acostó hacia arriba en el asiento, y quitándose por completo el pantalón y el calzoncillo, sentó su culo peludo en mi pecho, y me puso la polla en la cara, situando sus rodillas a cada lado de mi cuello y apoyándolas en el asiento. Desde esa posición empezó a follarme la boca como si no hubiese un mañana, mientras enrollaba el calzoncillo meado, húmedo y salado y me lo ponía en la nariz. La experiencia estaba siendo sensorialmente completa, ya que mi tacto, gusto y olfato estaban completamente ocupados en el marroquí.

Llegado el momento el moraco incrementó el ritmo con el que me penetraba la boca. La corrida era inminente e intuí que no me iba a avisar, lo que no era un inconveniente. Yo estaba a su disposición, no era más que un agujero, y un macho de ese calibre no tenía la obligación de avisarme, se corría y punto. Y así fue, sin parar de embestirme la cara y soltando toda clase de improperios en árabe, el moro me inundó la boca. Por supuesto, y como no podía ser de otra manera, me la tragué toda.

La fragancia que había quedado en el ambiente era brutal. Semen, sudor, culo y polla. Y el espectáculo, lejos de concluir, prosiguió con la que fue la práctica más humillante. Todavía sentado sobre mí, empezó a mearme en la boca. Por supuesto tragué como una cerda, y apenas se derramaron un par de gotas. La boca me sabía a tantos y tan distintos fluidos masculinos que yo estaba casi en éxtasis. El moraco debió notarlo, ya que decidió contribuir metiéndome el calzoncillo en la boca para que exprimiese el sabroso jugo resultante de la mezcla entre mi saliva, su orina seca y su líquido preseminal. Acto seguido se sacó los calcetines e hizo el mismo recorrido, primero me los pasó por la nariz y luego me los metió en la boca. El sabor a pies sudados y mugre era intenso, y me puso tan cachondo que decidí acudir directamente a la fuente, así que le propuse que él volviese a sentarse para poder chuparle los pies, lo que hice durante más de un cuarto de hora, lo suficiente para que su polla se hubiese recuperado desde la primera corrida y se produjese una segunda mamada. Esta vez abrió mucho las piernas y le hice una mamada clásica, arrodillado en el hueco de las alfombrillas y con mis manos apoyadas en sus rodillas. Se la chupaba con ganas mientras le miraba a los ojos. Tardó poquísimo en correrse, y de nuevo lo hizo sin avisar y sin sacarme la polla de la boca. Me lo tragué todo, incluido las gotas que se exprimió del tronco del nabo.

La sesión parecía llegar a su fin, ya que me invitó amablemente a bajarme de la furgoneta, no sin antes haberme metido los huevos en la boca un buen rato y haberme dado orina de moro para beber por segunda vez. Y así lo hice, bajé, él se pasó a la parte de delante y ocupó el asiento del conductor, listo para arrancar y largarse de allí. Antes, no obstante, bajó un poco la ventanilla para despedirse de mí, lo que hizo introduciéndome un par de dedos en la boca para que se los chupase, mientras sonreía como un cabrón que sabe que ejerce un control completo sobre su putita sumisa. Después de lo que fue más de un minuto me sacó los dedos de la boca, me dio un suave bofetón y se fue con aquella sonrisa de cabrón.

Y lo mejor de esta historia es que me ha pasado de verdad.

Polla negra

Darla Clayton se quedó mirando el trozo de papel que sobresalía de entre sus dedos… Después de un largo momento de reflexión, levantó el auricular de su teléfono y, con una mano temblorosa, marcó el 1-700-DDR-FMBU.

‘¡Debo estar loca!’ murmuró para sí misma mientras nerviosamente golpeaba con su pie el suelo alfombrado.

Después de diez timbres, estaba a punto de colgar cuando una voz lúgubre en el otro extremo de la línea dijo suavemente:

– «Soy Tom Smit, ¿en qué puedo ayudarlo?»

Por un momento, congelada de miedo, Darla se quedó allí en silencio mientras se preguntaba si debería colgar y olvidar todo el asunto.

Ella acababa de decidirse a colgar cuando la voz de repente dijo con fuerza:

– «¡Puedo oírte respirar… Contéstame!»

Sorprendida por este giro de los acontecimientos, Darla respiró hondo y balbuceó:

– «¿E-eres el hombre que puso el anuncio en el periódico?»

– «¿A qué anuncio te refieres?», le respondió suavemente con ese vozarrón que se escuchaba.

– «Ya sabes… El anuncio que está en el Metro», dijo Darla.

– «Debe haber mil anuncios en el Metro… Tendrás que ser más esplicita», le comentó de nuevo el hombre con voz suave.

Ella se estaba encontrando cada vez más incómoda por la dirección en la que iba la conversación, pero en lugar de colgar, murmuró:

– “Es el anuncio que puso un hombre negro.»

– «¿Qué decía el anuncio del hombre negro?» preguntó.

– «Estoy muy avergonzada… Tal vez debería olvidarme de esto y colgar», respondió Darla en voz baja.

– «Si lo hicieras entonces no podrías joder con mis 25 cm. de polla negra, ¿verdad?», le explico.

¡Así que era él!… Involuntariamente, la vagina de Darla soltó un chorro de flujo y empapó sus bragas blancas de algodón mientras imaginaba como sería el gran pene del negro que estaba al teléfono.

– «Ya que aún estás al teléfono, te diré que tengo claro por qué me llamaste… «Dime, ¿cuál es tu nombre y cuántos años tienes?» «, dijo con voz un poco más áspera.

Sorprendida de nuevo por su avance, ella decidió responder:

– «Me llamo Darla y tengo cuarenta y seis años.»

– «¿Estás casada?», le preguntó.

– «Sí… Llevo veintidós años casada», respondió ella,

– «¿Alguna vez has follado con un hombre negro?», le preguntó.

– «No… Nunca he estado con nadie más que con mi marido», respondió rápidamente,

– «¿No te satisface?», preguntó la voz.

– «Bueno, er, sí… Supongo que sí, pero sólo quería averiguarlo… Ya sabes … Q..Quería saber q..qué pasaría si me jodiera una polla t..tan grande cómo la de un caballo», respondió tartamudeando.

– «¿Estás segura de ello?»

Con todas sus defensas bajadas y su vagina con una necesidad desesperada de atención, ella respondió con un gemido:

– «¡Oooh, sí… Quiero probar una enorme polla negra!»

– «Eres como cualquier otra perra blanca de lasmuchas que conozco… Quieres venir a estar conmigo por la gran polla negra que tengo», respondió un poco orgulloso.

Después de varios minutos más de conversación íntima, Tom Post le dio a Darla su dirección e instrucciones sobre cómo llegar allí.

Cuando finalmente Darla volvió a colocar el teléfono en su sitió de carga, se puso la mano debajo del vestido y se tocó hasta que tuvo un orgasmo impresionante.

Después de caer al suelo hecha un montón, murmuró en voz alta:

‘¡El viernes a las cinco… Qué ganas tengo que llegue ese día!’

Y llegó el día de la cita… Darla pasó por delante de la dirección de la calle Montsant tres o cuatro veces antes de reunir el coraje suficiente para detenerse y aparcar su coche… ¡Era ahora o nunca!… ¡Si ella no lo hace ahora, probablemente nunca lo hará!

Después de revisar su maquillaje por última vez en el espejo retrovisor, respiró hondo y se dirigió al interior del edificio.

Su mente estaba acelerada cuando el ascensor se acercó a la planta doce y se preguntó si estaba cometiendo el error de su vida… Después de todo había sido una esposa buena y fiel durante todos estos años, pero la tentación de la fruta prohibida era tan grande que parecía no poder evitarlo.

Ella estaba literalmente temblando como una hoja mientras estaba de pie, congelada, frente a la puerta del apartamento, pero después de tomar su decisión, extendió la mano y tocó el timbre de la puerta y esperó a que le abriera.

– «Adelante… Está abierto», dijo una voz apagada desde el interior del apartamento.

Con cuidado, Darla empujó la puerta para abrirla y metió la cabeza dentro… El apartamento le pareció precioso… Tenía alfombras y costosos muebles clásicos llenaban la enorme sala de estar.

Entró mientras aún pensaba en girarse y huir, pero sabía que había dado ya un paso muy grande cómo para irse ahora… Ella se sobresaltó cuando escuchó la voz profunda decirle:

– «Así que eres Darla… Por favor entra y siéntete como en tu casa.»

‘Dios mío, qué alto es!… ¡Por lo menos debe medir más de 1,90 m. de altura y su cuerpo, desnudo de cintura para arriba, parece estar esculpido en granito!… Sus músculos se ondulan con el más mínimo movimiento’, pensó al verlo.

Tom la cogió del brazo y la llevó al gran sofá que estaba apoyado en la pared este de la sala de estar.

– «¿Quieres una bebida?… Creo que te sentará bien», le preguntó gentilmente.

– «Sí… P-por favor», respondió ella con timidez.

Un minuto después volvió con dos whiskys escoceses.

– «¿Tuviste algún problema para encontrar mi casa?», le preguntó mientras se sentaba a su lado.

– «No… Fue fácil de encontrar», respondió ella antes de tomar un sorbo de su bebida.

Tras unos momentos silencio, él le dijo:

– «¿Puedo hacerte una pregunta personal?»

– «Claro», respondió ella, un poco menos nerviosa.

Dejó que su mano se deslizara sobre su hombro mientras continuaba:

– «¿Está mojado tu coño?… ¿Sientes la necesidad de ser follada de forma fuerte y rápida por una gran polla negra?»

Darla apoyó la cabeza hacia atrás mientras su mano vagaba muy suavemente por la parte delantera de su blusa hasta sus pechos, que esperaban ser palpados de la forma que quisiera.

Ella giró la cabeza para mirarlo y suspiró:

– «¡Nunca he estado más preparada en toda mi vida!»

Su enorme mano ahuecó sus pechos llenos a través de su frágil blusa mientras él miraba sus profundos ojos azules… ¡Tom era un hombre guapo, con ojos negros como el carbón, una cabeza afeitada y una sonrisa que hizo que su corazón simplemente se derritiera.

Jugó con sus pechos durante mucho tiempo antes de decirle:

– «¡Es hora de chuparme la polla!

Tom, dejo su bebida y se puso de pie rápidamente, situándose delante de ella para permitirle un fácil acceso a sus holgados pantalones de pijama de satén… Y siguió dándole órdenes:

– «Bájame los pantalones»

Darla agarró la banda elástica de la cintura desus pantalones, con ambas manos, y después de mirarle a sus ojos, se los bajó sobre sus muslos musculosos.

Su corazón casi se paró cuando vió la increíble polla que tenía ante ella… Colgaba larga como una serpiente negra… Lentamente extendió la mano dejando que sus dedos rozaran esa músculosa y gruesa polla mientras jadeaba:

– «¡E-es muy bonita y muy grande y gorda!»

Al tocarla se contrajo un poco, pero rápidamente ganó longitud y circunferencia… A pesar de que estaba lejos de estar tiesa, ya debía tener al menos 20 cm de larga y ser tan gruesa como su muñeca.

Con el corazón latiendo con fuerza en su pecho, se inclinó hacia delante y besó repetidas veces la cabeza antes de metérselatodo lo que pudo en su caliente boca.

– «Oooh, síiii… Me encanta que una perra blanca me chupe mi polla», suspiro Tom.

Darla, con cuarenta y seis años, madre blanca de dos hijos, estaba ahora de rodillas, con la boca abierta, chupando con avidez su primera polla negra.

Tom pensó, al mirarla, que era como alimentar a un bebé hambriento con un biberón (=su enorme polla).

Mientras su boca mamaba su polla, ella tomó suavemente sus dos enormes testículos en su mano izquierda mientras sostenía la monstruosa polla con su mano derecha.

Su coño gordo latía incontrolado en sus bragas empapadas por el flujo que segregaca contínuamente en previsión de la jodida que sabía que iba a ser inminente.

Sintiendo la necesidad de exponerse, Darla abrió su parte superior de su blusa, permitiendo que sus grandes ​​pechos salieran al exterior y su vagina estaba segregando sin parar flujo.

Sin decir una palabra, Tom comenzó a disparar chorros de semen dentro de su boca… Ella jadeó mientras tragaba el esperma caliente que se iba deslizando por su garganta.

– «¡Muy bien…Sigué así… Trágatelo todo… Y luego me limpias la polla!», le ordenó.

Luego, la hizo ponerse de pie y la besó profundamente en los labios antes de susurrarle en su oído:

– «¡Voy a desnudarte para poder follarte!»

Por un momento fugaz, Darla se preocupó por lo que Tom pudiera pensar sobre su cuerpo maduro… Aunque estaba en muy buena forma era bastante obvio que el tiempo y la gravedad le habían pasado factura.

– «Espero que no quedes decepcionado cuando me dejes desnuda», dijo en voz baja mientras dejaba caer su blusa y su falda al suelo.

No debería haberse preocupado porque Tom con una mirada a la ama de casa vestida con bragas y sujetador tuvo más que suficiente para devolver la enorme polla de Tom a la erección completa.

Al ver su apuro, Tom se apresuró a quitarle toda su ropa interior dejándola allí de pie con sus grandes tetas y su peludo coño disponible para sus ojos hambrientos.

Antes de que ella tuviera tiempo de reaccionar, las manos de Tom estaban en todas partes… Tocó y acarició cada centímetro cuadrado de su voluptuoso cuerpo.

Ella se estremeció cuando el dedo medio de Tom violó bruscamente su babeante raja mientras ella miraba con avidez a su enorme pollón negro.

– «Por favor, jódeme!», le rogó.

– «Por supuesto que voy a joderte»

A pesar de que ella estaba algo gruesa, Tom la manejaba como si fuera una muñeca de trapo.

Con sus poderosas manos, la cogió del brazo y la arrojó sobre el respaldo del sillón… Golpeó sus piernas para que ella las abriera al máximo para permitir el acceso a su mojado coño y le dijo:

– «Está bien, perra, prepárate porque yo te voy a follar como lo que eres, una perra.»

Sus piernas tiemblan dobladas por todo esto… Y eso que ni siquiera la había tocado todavía… Darla se agarró los brazos del sillón con fuerza y ​​gimió mientras él pasaba la cabeza de su gran polla arriba y abajo a lo largo de su coño abierto para lubricarla con sus jugos.

– «Dios mío», murmuró entre dientes.

– «Tienes el coño más grande que he visto en mi vida.», le dijo.

– «¿E..estas decepcionado?» preguntó nerviosa, preocupada de que él no le pudiera gustar su coño.

– «¿Decepcionado?… A ver que te parece esto si crees que estoy decepcionado», le dijo.

Y de inmediato, con un fuerte golpe de sus caderas, embistió su gran polla negra en su coño hambriento,clavándole 15 cm en su interior.

Cómo respuesta, ella arqueó su espalda permitiendo que sus tetas quedaran libres y oscilasen como campanas.

Tom siguió dando golpes de cadera mientras la tenía bien sujeta y su gran polla penetraba cada vez más en su ahora dilatado coño.

Muy pronto su coño se convulsionó con fuerza teniendo una corrida de proporciones brutales dentro de ella!

– «Aaah!… Me estoy jodidamente corriendo», jadeó.

Darla, nunca se había sentido tan llena y feliz como estaba ahora… A pesar de que encadenaba una ola de orgasmos continuados, sintió una paz interior por el agotamiento que tenía.

Se encontraba totalmente entregada a la monstruosa polla negra que en ese preciso momento la estaba conduciéndo a otra gran corrida… Había perdido la cuenta de las veces que se había corrido.

Sintió cómo Tom aceleraba sus golpes de polla y apretaba con fuerza sus pechos y pellizcaba sus pezones… No pudo aguantar más y explotó en una gran corrida dentro de su coño, mientras su coño se contraía, una y otra ve,z alrededor de su enorme polla.

Después de que Darla estuvo vestida y lista para irse, no pudo evitar arrodillarse y coger de nuevo la gran polla negra de Tom y metérsela en la boca… Tom se corrio otra vez en su boca, que quedó finalmente llena otra vez de semen.

Más tarde ella le preguntó dulcemente:

– «¿Cuándo puedo volver?»

– «Cuando quieras, cielo… Si quieres, te espero el proximo viernes a la misma hora, pero sino puedes esperar me llamas y te vienes… Ten en cuenta que cada vez te voy a exigir más», respondió con una sonrisa.

F I N

Hola José Miguel, tal como pediste te cuento con todo detalle como conocí y me follé a aquel majestuoso negro zumbón…

Le llamo negro zumbón porque me zumbaba de puta madre el coño… Era incansable el muy jodido…

Era famoso en la empresa, en el barrio e incluso fuera de él…

No puedo reproducir los sobrenombres que las mujeres le dieron durante años, porque traicionaría su secreto, nuestro secreto…

Nuestras sesiones de sexo fueron únicamente tres a lo largo de aquellos años en que nos conocimos…

No te creas José miguel que fue visto y no visto…

Nuestro primer encaje sexual fue al cabo de 12 años…

Los otros dos redondearían aquel primer encuentro de grato recuerdo y no desmerecieron ambos en nada al inicial…

Era mayor que yo…

Era alto, fuerte, dulce, romántico y con una tremenda polla…, no larga pero si gruesísima…

Para que lo sitúes…, solo te diré que en República Dominicana una persona tan blanquita como yo, llamaba mucho la atención y podría haber estado con cientos de amantes de color del ébano…, pero yo solo lo quería a él…

Desde que nos conocimos hace ahora más de una treintena de años, nuestros ojos coquetearon sanamente sin malicia…

Por cierto…, un inciso…, me siento identificada con el personaje Cielo de tu último relato…, y un poco con el de Mileva…

Sigamos con el zumbón…

Me confesaría años después que se sintió atraído hacia mí desde el primer minuto…, al igual que recíprocamente yo me sentí atraída hacia él…

En mi interior sabía que algún día nuestros sexos se unirían en placer íntimo de calidad inigualable…, vamos…, que me lo follaría o como se dice por allí…, me lo comería…

Sus simples conversaciones de amistad me hacían mojarme al imaginarlo dentro de mí…, o simplemente imaginar acariciandolo con mis manos blanquísimas por su enorme cuerpo de color oscuro y deseable…, me ponia calentísima…

El destino nos unió laboralmente y todo hacia augurar un encuentro intimo en cuestión de tiempo…, aunque ninguno de los dos declarábamos abiertamente nuestro deseo…

La relación laboral dio paso a una amistad sólida y ambos tuvimos relación con las otras familias…

No pasábamos de allí…, ojos de deseo educado…, pero ni una sola mueca…

Un día aposto y ganó…

Intuyó la posibilidad y me invitó a pasar la velada con el…

Se arriesgaba a una negativa…

La verdad es que mi inicial no…, se tornó enseguida en sí…, por deseo expreso de mi sexo que avanzaba en su humedad…

Alquiló una habitación de hotel y llenó de provisiones, pasaríamos una jornada inolvidable de pasión y sexo…, y reparar posteriormente nuestro profundo ejercicio con buena comida y bebida…

Su inicial envalentonamiento se cambió a nervios y desajuste morcillón a la vista de los primeros compases de la velada sexual…

Mi enorme negro estaba de pie sin reaccionar…, sumido en una inacción que le tenía rígido, paralizado y sin reflejos…

Lo abracé a placer…

Acaricié sus enormes y fuertes brazos…

Empecé a soltarle botones de su camisa blanca…

Su tórax negro, brillante sin vello alguno era un enorme lienzo para plasmar mis caricias…

Reacciono tímidamente besando mi boca…

Aquel beso de saliva espesa le fue devuelto con pasión…

Mi sexo chorreaba ya…

Sentados en la cama, abrazados y besándonos todo empezaba a fluir…

Mi salud había tenido un altibajo en el pasado reciente y el temía hacerme daño con su fortaleza física, dada mi escasa altura y delicado cuerpo femenino…

Aquella tremenda delicadeza de no querer hacerme daño me hizo arrastrar mucha más intensa humedad en mi cueva deseosa… Soy a veces muy romantica…

Nos empezamos a desnudar despacio…

Aún tenía mi vestido puesto cuando sus enormes manos me acariciaban mis piernas enteras despacio…, desde las pantorrillas a los muslos…, haciendo subir sinuosamente mi vestido…

Nuestras bocas volvieron a unirse…

Me besaba todo en mi…, boca, cuello, lóbulos…

Me tumbó armoniosamente en la cama y quiso pasar sus dedos negros por encima de mi braguita húmeda…

Mi sexo retumbaba de placer y rezumaba humedad…

Ya desposeida de mi parte superior…, sus manos atisbaron a empezar a tocarme mis henchidos senos con pezones endurecidos…

Mis manos irremediablemente querían ir hacia su enorme sexo…, el elástico duro de su bóxer empezaba a revelarse pero la final lo vencí…

Llegué finalmente a aquel tremendo pene aún morcilloso…, de unos 18 centímetros de largo pero enormemente grueso… Jamás había visto una polla así de gorda…, con al menos siete u ocho centímetros de diámetro…

Terminé de quitarle el bóxer mientras aquellaenorme negra morcilla se balanceaba delante de mi cara…

Lo hicé recostar y comencé a tomar una gloriosa paleta de chocolate…, cual helado caliente chupaba y chupaba…

Aquella butifarra oscura crecía mientras mi boca y mi lengua la devoraban…

Di cuenta también de sus enormes testículos tan grandes como bolas de béisbol provocativas…, dándoles besos itinerantes entre lamida y lamida de aquel soberbio glande luminoso y brillante que iba rezumando también líquidos pre seminales…

Aquel enorme negro empezaba a disfrutar de veras a tenor de aquellos profundos suspiros y gemidos…

Cogía mis manos con sus enormes manos y las guiaba en aquel recorrido arriba y abajo a través de aquel enorme mástil oscuro cada vez más duro y grande…

Sus ojos cerrados no ocultaba el placer de aquellos momentos especiales para él y para mí…, pues mi cueva rebosaba humedad que iba traspasando a mis braguitas de algodón que estaban totalmente húmedas en buena parte de su superficie…

Por fin le dije que quería sentirlo…, que me acaríciese entera…

Necesitaba sentir aquella boca caliente por todo mi cuerpo…

Necesitaba sentir el roce de aquella piel de ébano rozando mi piel contrastadamente blanquita…

Me recosté…, y me terminó de desnudar despacio…, muy despacio…

Me acaricio… toda en mí…

Me besó tierna y apasionadamente…

Me sentía única cuando no pudé dejar de pedirle que me probase… Quería sentir su boca en mi sexo ardiente y deseoso…

Se acopló en la posición idónea y sin ninguna prisa…, lamio, comió, beso y metió dentro de mí…, alternativamente lengua, dedos o incluso su nariz…

Mi cuerpo no aguanta más y tuve quizás el orgasmo más clamoroso de mi vida…, al fin y al cabo lo llevaba esperando casi una docena de años…

Para agradecerme aquel soberbio orgasmo que le dí en su preciosa caja de dientes hermosos…, subió a besarme con la boca impregnada de todo aquel humedal viscoso y ligeramente salado…, aunque absolutamente delicioso…

Saboreé la esencia de su boca junto a mis aromas íntimos…, no desconocidos para mí, ya que me gusta lamer mis dedos cuando me masturbo casi todas las noches…

Necesitaba aquellas dos libras de carne dura y gruesa dentro de mí…

Se la pedi…

El respetuosa y educadamente temía hacerme daño al incrustar tan desproporcionada gruesa polla en mi aparentemente pequeña cueva en comparación…

Pausadamente cogió su herramienta y la preparó en mi puerta húmeda…

Aquel enorme glande viscoso me rozaba y me preparaba para explotar nuevamente dada la tensión sexual que tenia…

Me advirtió que si me hacía daño que se lo dijese que pararía de inmediato…

Presionó y clavó suavemente su enorme glande después de moverlo a ambos lados de mi vagina e impregnase mucho más de aquellas lubricaciones naturales.

Mientras lentamente aquel enorme bate de béisbol entraba en mí, me besaba cariñosamente…

Mi vagina deseosa acomodaba dentro de ella sin dolor alguno…, aquel enorme huésped desproporcionado para lo que yo acostumbraba por entonces…

Recuerdo nítidamente aquel momento de gozo único con el primer y único negro de mi vida…

Cuando terminó de acoplarse y empezó tímidamente a iniciar el cortejo sexual intimo…, yo ya me corría nuevamente como una perra caliente…

Él aguanto un poco más…, hasta que con mi tercer orgasmo…, no pudo remediar que una ingente cantidad de néctar blanco empezase a llenar enteramente mi vagina…, llegando a salir mucho de su semen oloroso, caliente y sabroso por las orillas de mi sexo…

Claro que o probe varias veces…

Mi querido José Miguel…, con lo que te gusta a ti devorar el néctar tuyo y ajeno… De haber estado allí te hubieses puesto las botas, pues sin poder dar abasto mucho hubo de derramarse entre las sabanas de aquella cama que recibiría durante el resto de la jornada otras cuatro inundaciones jugosas de néctar blanco del interior de aquella desproporcionada animalada de polla de color de la noche…

Recuerdo aquella cita sexual como única…

Como dos jóvenes amantes nos deseábamos y nos dimos…, el uno al otro aquel día y en dos ocasiones más aunque pasado el tiempo…

Aún recuerdo aquel olor…, a negro zumbón…

Ahora te deseo a ti…, aunque no solo físicamente…

PEPOTECR.

—¿Crees que no noto la forma en que me miras y me juzgas? ¿A qué le temes? ¿A que te guste más de lo que ya lo hago? ¿O a que te demuestre que puedo hacer que te corras una y otra vez si me dejas probártelo? Rodé los ojos. Ya estaba. Era suficiente. —Me voy —dije poniéndome de pie. En el instante en que me levanté del asiento, él sostuvo mi brazo con su mano, en un agarre firme pero sin excesiva fuerza. Al ver que se levantaba para impedirme el paso, pude ver la enorme verga que se le asomaba salvaje y libre por entre las piernas, casi como una visión hipnótica que mis ojos seguían sin que yo los controlara del todo. La boca se me hizo agua al instante: era la verga más gruesa y deliciosa que hubiera visto nunca, y de inmediato mi entrepierna, mojada como la tenía, comenzaba a palpitar por reclamar semejante miembro como propio, a sabiendas de que podía destrozarme el coñito con ese tamaño. Me quedé paralizada por una ola de deseo que desconocía como propio de mí, y mi mano temblaba bajo su agarre. No quise mirarlo a los ojos, porque sabía que él ya se había dado cuenta de lo mucho que lo deseaba. Y en efecto, su socarrona sonrisa solo me lo comprobó cuando cruzamos miradas. Me sonrojé y agaché la cabeza, avergonzada. —Chúpamela —me ordenó con voz firme. Me sobresalté al escucharlo y tuve que admitir que esa petición mandó un temblor directo a mi sistema nervioso que terminaba en mi sexo.  No quería. No quería. Era un sitio público, pero la idea me excita a por completo. Adivinando mis miedos, acarició mi barbilla y me obligó a levantar la vista hacia él. —Si alguien pasa cerca te cubriré con mi chaqueta y nadie podrá verte debajo de mí. —No lo sé… Él adelantó su entrepierna dando un paso con su pata trasera, invitándome. —¿Te vas a perder la oportunidad de comerte mi verga solo porque tienes miedo de que nos vean? —acarició mi rostro, provocativo—. ¿Qué diría la gente si te ve chupándoselo a un centauro? —sonrió, luego añadió—. Protegeré tu secreto, Roci —¿Me lo juras? —pregunté esperanzada. Él sonrió adelantando las patas traseras para ofrecerme aún más su grueso pene, que era casi de la extensión de todo mi brazo a excepción de la mano. Me incliné sobre mis rodillas entre sus patas para tomarlo con mis manos y sentir su grosor en mi palma, que apenas podía cerrarse en torno a él. Palpitaba dura al tacto, y mi boca se sentía hambrienta con solo verla en el intento de cubrirla con mi mano. Separé más mis piernas para que el fresco de la noche me hiciera sentir entre la minifalda lo húmeda que estaban mis pantaletas. Arikles acomodó bien sus cuatro patas para que pudiera masturbarlo a gusto, pero yo no iba a dejar que esa delicia se perdiera de probarse contra mi paladar, por lo que la tomé con ambas manos para dirigir bien el glande a mi boca, degustando su sabor salado, más salado que de costumbre. Sin mentir, tuve miedo de que en algún momento la mandíbula se me desencajara por tratar de tener algo tan grande dentro, y agradecí que Arikles fuera lo suficientemente decente para no comenzar a embestirme la boca como un animal salvaje, como otros malos amantes habían hecho cuando les había dicho mil veces que no me cabía toda en la boca. Para mi deleite, mi amante centauro seguía bien el ritmo con el que mi boca quería tomarlo. —Ah, Roci, sígue así. Me encanta esa boquita tuya… Continué chupando al tiempo que acomodaba mejor mis rodillas, que ya se resentían sobre el césped por la posición en que me encontraba bajo su vientre, para tenerlo mejor en mi boca. Yo sabía que le gustaba mucho lo que le estaba haciendo porque lo veía menear la cola de caballo de forma circular, como un látigo que me impulsaba seguir más a prisa. Comenzaba a entender por qué a las otras mujeres les gustaba tanto la verga animal: su grosor y sabor no se podían comparar a nada que hubiera probado antes. Tuve que poner una mano a un costado de mis muslos para mantener el equilibro y chuparlo: estaba tan duro que ya no necesitaba que guiara con su otra mano el camino a mi boca, pues él sabía encontrarlo por sí mismo, sin abusar de su posición y su tamaño para provocarme arcadas. Arikles no estaba comportándose como un patán buscando meterla más allá de lo que me cabía en la boca; por el contrario, dejaba que yo guiara el ritmo con el que lo estaba tomando, y a mí me gustaba oírlo jadear cada vez que descubría un truco con mi lengua sobre su piel sensible. Tenía tan buen sabor… —Detente. Me descoloqué ante su petición, y de inmediato me paralicé al imaginar qué estaba ocurriendo. 

Trabajando en el hospital general

Al comienzo de la crisis, la fábrica donde yo trabajaba se fue al garete haciendo un ERE.
No me quedó más remedio que buscar otro trabajo, y conseguí entrar en una empresa de limpieza que se ocupaba de los hospitales.

Me mandaron al hospital general, para ir tenía que coger el primer metro del día, a las seis de la mañana, cuando llegué, iba muy perdida, porque los de la limpieza nos desplazamos por los pasillos subterráneos, y al ser todos iguales, se pierde el sentido de la orientación, después de muchas vueltas tropecé con Saúl, un chico negro que me explicó cómo se llegaba de un pabellón a otro, además del funcionamiento de la empresa.

Cuando salí del trabajo me dirigí hacia el metro, el semáforo de peatones estaba rojo, y allí estaba Saúl, esperando a que se pusiera verde, le di las gracias por su ayuda y me miró de arriba abajo con cara de no conocerme.

Soy Selena, la chica a la que le has explicado cómo se funciona por los túneles del hospital, oh perdona no te había reconocido, con el babero sois todas iguales….pero vestida de calle estás espectacular, jamás hubiese pensado que debajo del babero hubiese una mujer tan guapísima.

Claro para trabajar llevamos un babero amplio y un gorro de hospital con el pelo recogido, pero a la salida yo iba con minifalda de vaquero mi melena lisa por los hombros, y un suéter ajustado en el que destacaban mis pechos de talla cien y copa D.

El semáforo se puso verde y continuamos cruzando, vas a coger el metro? Me preguntó, si, le dije, voy hasta la estación de Ayora…..ostras que suerte, yo también voy a esa estación,viajamos juntos y al llegar cogimos el mismo sentido, esto es demasiada casualidad, me acompañó hasta mi patio y me dijo yo vivo dos calles más allá, oye si quieres mañana te espero en el patio y viajamos juntos, me pareció una buena idea y acepte….bueno hasta mañana.

Así empezó nuestra amistad, con el tiempo íbamos cogiendo confianza y hablábamos de todos los temas, incluido el sexo.

Saúl, tengo que hacerte una pregunta que, estoy segura que te han hecho más de una vez…..es cierto los rumores que corren sobre los atributos masculinos de los negros?

Selena hay de todo, pero por norma general, sí estamos mejor dotados que los blancos, cuando vayamos a bajar descubrirás algo, Saúl suele llevar pantalones de chándal anchos, cuando faltaba poco para nuestra parada yo me levante y me acerqué a la puerta del vagón y él se pegó por detrás a mi cuerpo, llevaba la sudadera en el brazo y cogiendo mi brazo me lo llevó hacia atrás, y puso mi mano encima de su polla, la cual pude sentir al tacto mientras mi brazo quedaba tapado por la sudadera…….joder Saúl este es tu aparato?

Bueno es parte de él, el resto hay que despertarlo para que aparezca,

mi mano siguió hacia abajo buscando el final de aquella bestia, cuando llegué a la cabeza me asusté parecía más un melocotón que un cipote, menos mal que el metro paró y bajamos, ufffff que calentón cogí.

Para cambiar de tema le dije, el domingo es mi cumple pero me toca trabajar, que putada….Saúl me dice, oye voy a mirar a ver si puedo hacer algo, cuando lleguemos hablaré con Antonia la jefa de personal, que me debe algunos favores.

A la salida me dice, oye he conseguido que Antonia te dé fiesta, además vamos a hacerte una fiesta de cumpleaños, de modo que lo mejor será que en casa digas que trabajas, y así no tienes que estar pendiente de la hora.

No estaba yo muy convencida, pero… ya que Saúl se había movido por mí, no podía hacerle un feo.

Llegó el domingo y habíamos quedado como siempre en la puerta de mi patio, pero en lugar de irnos hacia el metro nos fuimos hacia su casa, ya que me dijo que la fiesta sería allí, cuando llegamos como era tan temprano me dijo quieres que ponga una peli para hacer tiempo, le dije bueno…..apenas le dá al play aparecen en la Tv una mujer desnuda tumbada sobre una mesa,con un negro a cada lado que le ponían sus vergajos en las manos, que ella meneaba con soltura,mientras otro le estaba metiendo su verga por la garganta intentando que se la tragase entera y un cuarto le comía el coño.

Trabajando en el Hospital General

Saúl pero esto que es?

Selena, yo soy soltero y tengo 38 años, que películas quieres que tenga?

Además no te asustarás de ver unas pollas verdad?

Cuando acabó la peli eran las nueve de la mañana, y yo estaba más caliente que un volcán.

Saúl cogió el móvil y dijo….vaya por Dios las tres chicas que iban a venir no pueden hacerlo…..voy a ver si consigo que venga algún amigo…..si….oye……puedes venir? Es que tengo un cumple y me ha fallado la gente…..si? que bien…oye cuando vengas pásate por la pastelería y recoges una tarta especial a nombre de Saúl…gracias.

Que te pasa Selena? Es que tengo mucho calor….podría ducharme?

Por supuesto, pasa al cuarto de baño, entré y estaba enjabonandome en la ducha, cuando Saúl entró desnudo con la escusa que se le había olvidado entregarme una toalla, pero…….desnudo? mujer por aprovechar que está caliente la habitación lo primero, para aprovechar que estoy caliente yo, lo segundo….y esperando que estés caliente tú lo tercero.

Y entró en la ducha y se hecho una buena cantidad de gel en sus manos y poniéndose a mi espalda empezó a pasarme las manos, que con el gel resbalaban por ella, de pronto sus brazos me rodearon el cuerpo para enjabonarme mis pechos…..todo eso hizo que su polla se elevase hacia el techo amenazante.

Trabajando en el Hospital General

Después de ver dos horas de porno interracial mi coño estaba babeando y loco por recibir un buen polvo.

Justo estábamos para secarnos cuando sonó el timbre….quién? dijo Saúl,

Sube Anmar la puerta está abierta.

DONDE ESTÁ ESA FIESTA? Dijo Anmar que entró con dos compañeros más, todos negros.

Yo dije que coño es esto Saúl? Es tu regalo de cumpleaños Selena, no tienes que comértelo todo a la vez, tú mandas hoy…de momento aquí

tienes tu tarta.

Trabajando en el Hospital General

Al verla me entró la risa, y desnuda como estaba me abracé a él que me recibió con los brazos abiertos, y su polla empalmada se introdujo entre mis muslos acariciando mi coñito.

Sus labios carnosos se posaron se mi cuello y comenzó a pegarme mordisquitos que hacían que mis pezones se disparasen señalé a los amigos de Saúl y les dije….hace mucho calor aquí para que todavía estéis vestidos, no tardaron ni treinta segundos en estar en pelota picada.

Me moría de ganas de estar como las protagonistas de la película que acabábamos de ver, ensartada por todos mis agujeros.

Me eché como una loca a por el vergajo de uno de ellos, el cual todavía no sé cómo, me lo tragué como una loca.

Trabajando en el Hospital General

Aquello impresionó a los chicos, pero……más impresionada estaba yo, ya que todavía no sé cómo lo hice.

La verdad es que todos tenían pollones XXXL y cualquier mujer se hubiese vuelto loca por una de estas, y yo……..podía elegir, menudo cumpleaños iba a tener, de tener que trabajar en el hospital a volverme loca follando.

Mientras se la comía a uno, otros entraban por mis puertas delanteras y trasera.

La mañana iba avanzando y aquellos hombres parecían no cansarse nunca, cuando pararon un poco Saúl que había estado mirando dijo, bueno espero que me la hayáis dejado preparada.

Y poniéndome la punta de su cipote en la boca empezó a empujar…..primero suavemente, después viendo que yo me esforzaba por tragarme su vergajo paró un momento y cogiendo la nata de la tarta se la restregó por su verga.

Entre la nata y mi espesa saliva parece que iba entrando más…..cuando faltaban cuatro o cinco dedos para hacer tope sus manos cogieron mi cabeza y a la vez que empujaba su pollón hacia adentro, sus manos llevaban mi cabeza hacia su pubis como si quisiera taladrarme la cabeza…..aggggggg mi garganta se ahuecó y su verga llegó hasta el fondo de mi garganta, donde depositó unos cuantos chorros de esperma.

En lugar de aflojarse, la polla tomó unas dimensiones que asustaban, se sentó en una silla y me dijo que dejara caer mi culo encima……Saúl estás loco si piensas que me puedes meter eso en mi trasero……bueno tu solo inténtalo, yo le di la espalda y empecé a dejarme caer,entonces él dijo Anmar cómele el coño como tú sabes….y espatarrada como estaba los labios de Anmar se apoderaron por completo de mi coño haciendo de aspirador con ellos, hasta que se soltaron, oyéndose un… FLOPPP, joder que bien lo haces Anmar, después su lengua se introducía desde el periné hasta que llegaba al clítoris donde se entretenía un poco…..hostiaaaaa….que……gustoooooooo, estando a punto de la corrida, Saúl aprovecho que mi esfínter estaba relajado, y cogiéndome de las tetas me empujó hacia abajo…..AAAAAYYYYYYYYY….su cabezón había traspasado la puerta de entrada.

Paró su esfuerzo, para que mi esfínter se acostumbrara a su cipotón, mientras, Anmar seguía con su trabajo, muy bien por cierto, yo notaba que mis muslos empezaban a temblar anunciando una nueva corrida…..Saúl dio otro achuchón y su verga se introdujo otro trozo en mi culo……Diosssssss….yo notaba como si su cipote hubiese llegado a otro anillo interno que impedía su paso.

Trabajando en el Hospital General

Anmar, comenzó a pasarme su verga por el chocho y el clítoris, y de vez en cuando, me golpeaba en el con su cipote a modo de porra……….que gustooooooooooo……..inténtalo ahora Saúl, este comenzó a empujar y yo notaba como mi interior se abría para dar asilo a su verga de caballo… JODERRRRRRR……LA METISTE…….HASTA……EL…..FONDOOOOOOO.

Hijo de la gran puta que gusto me dassssssss……..Entonces Anmar se sumó a la fiesta y de un empujón me clavó mediapolla, llegando a la entrada de mi matriz……..ensalivé mi mano y comencé a pajearme y Anmar a meter y sacar……meter y sacar…..cada vez entraba un poquito más, nos pusimos de pie y Saúl me cogió de los muslos quedándome en el aire clavada en sus pollas……me subían hasta que casi se salían sus cipotes, para acto seguido dejarme caer de golpe, hostia Anmar estás dentro de mi matriz…..GUAUUUUUUUU…..ME MATAISSSSSS…..DE…..PLACERRRRRR.

Volviendo otra vez a sillón esta vez se sentó Anmar, y Saúl se quedó de pie detrás de mí, entonces los dos amigos restantes se pusieron tras el respaldo para que se las chupase……..que placer….menudo regalo de cumpleaños.

Empezaron a follar en serio y la habitación se llenó de ruidos y jadeos, CHOP…CHOP….AYYYYY….QUE….GUSTOOOOOO…..DIOSSSSS MIOOOO….ME VAIS A MATARRRRRR.

De pronto empezó el reparto de leche…..el primero fue Anmar….ME VOYYYY………QUE MUJERRRRRRR……su lugar lo ocupó otro de sus amigos, después se corrió Saúl….TOMAAAAAA….MIIIII…..LECHEEEEE

Trabajando en el Hospital General

Nos tumbamos en la cama y los dos restantes me terminaron de arreglar mi cuerpo, hasta que quisieron.

Uno de ellos cogiendo el pastel polla intentó metérmelo en el coño, aunque solo entro la punta.

Después entre los cuatro me volvieron a duchar, haciéndome gozar de nuevo con sus manos, y me fui a casa.

Mi marido me recibió con un abrazo y me dijo, lo siento cariño que te hayan hecho trabajar el día de tu cumpleaños, yo le dije vengo reventada….nunca mejor dicho.

En eso sonó el teléfono…dígame?…..si ya ha llegado, la pobre ha venido reventada, si no se preocupe yo se lo digo.

Quien era Bryan? Un tal Saúl, me ha dicho que es compañero tuyo de trabajo, que hoy te han dado una paliza y que estarías muy cansada…que esperaba verte mañana tan guapa como hoy….parece simpático el chaval.

Si cariño, muuuuy simpático le dije con una sonrisa.

Soy Víctor el marido de Esther, de aquí para adelante soy yo el que voy a contaros, las aventuras de mi mujer que como sabéis por otros relatos era la viuda de mi hermano, me reconozco un cabrón consentidor y he aguantado hasta que la preñe otro, a mi me van bien mis negocios, y he ganado dinero suficiente como para comprar una finca de caballos, que ha sido mi ilusión de toda la vida, allí tengo al cuidado de mis caballos aun morito que se llama Alim, que por supuesto se ha follado a mi mujer con su pedazo de polla de más de 25 cm.

También en la casa donde vivimos es grande y necesita su personal, y como mi mujer también cogió un buen dinero de la muerte de mi hermano nos podemos costear algunos lujos.

Una tarde a principios de julio apareció por la puerta de casa un chico mulato de unos 30 años de nacionalidad cubana pidiendo si teníamos trabajo pues estaba sin empleo y no tenía donde vivir. Después de hablar con él durante un rato me pareció una persona de fiar y decidimos entre mi mujer y yo que podía hacer los trabajos del jardín de casa y también ayudar en la finca a Alim el morito. Por lo que lo contratamos y se dispuso para él la habitación de servicio que está contigua a la cocina, para que se instalara mientras estaba en casa..

Pasaron los días y todo fue normal hasta que una noche a finales de mes a eso de medianoche me despertó mi mujer al levantarse de la cama. Yo hice como que seguía dormido y mi mujer no se dio cuenta que me había despertado. Al cabo de diez minutos y viendo que mi mujer no volvía, me imagine con lo caliente que es que había ido a ver como tenía la polla el mulato, sabiendo que le gusta tanto una polla y lo caliente que es. Bajé las escaleras que van del dormitorio a la cocina. A medida que iba bajando escuche a mi mujer hablando con el mulato que estaba en la cocina y pensé en espiarlos para oír de qué estaban hablando. Salí de casa por la puerta principal sin hacer ruido y me aposté detrás del ventanal que da al exterior de la cocina y efectivamente estaban hablando de Cuba. Mi mujer estaba de pie delante del fregadero y llevaba puesto un camisón blanco suelto que le daba algo más arriba de medio muslo y que al ser de una tela finita transparentaba por lo que se podía notar perfectamente sus pechos y ver además que no llevaba las braguitas puestas se le veía los pelos del chocho.

El mulato estaba con el pecho desnudo y solamente llevaba puestos unos calzoncillos bastante apretados que marcaban perfectamente sus atributos masculinos que para que negarlo parecían que eran dignos de lo que se supone que tiene que tener un mulato entre las piernas. Yo notaba que mi mujer aunque intentaba disimularlo no dejaba de mirar el paquete que tenía delante y cada minuto que pasaba se la notaba más nerviosa y cachonda veían que se rozaba una pierna con la otra señal del que su coño estaba empapado. El mulato se estaba dando cuenta perfectamente de lo que le estaba pasando a mi mujer como me daba cuenta yo y me dispuse a ver hasta donde llegaban los acontecimientos. Pasados unos minutos mi mujer se dio la vuelta como para limpiar algo que había en el fregadero y el mulato sin pensárselo se acercó por detrás, la abrazó por la cintura y empezó a hablarle al oído.

Yo no podía escuchar lo que le decía pero sí que podía ver la cara de mi mujer. Tenía los ojos cerrados ladeaba la cabeza para que el mulato siguiera hablándole al oído y besándole el cuello y en sus labios se notaba que decía. Si, si. Entonces el mulato empezó a pasarle las manos por el cuello, los pechos, la cintura, el culo, las piernas, los muslos. Volvía a los pechos apretándolos y pellizcando los pezones. Estaba dándole a mi mujer un soberbio sobeo por todo el cuerpo siempre por encima del camisón. Mientras tanto el movía su cintura hacía los lados y hacia dentro haciendo que mi mujer notará en todo su culo su polla que a todas luces estaba aumentando de tamaño. Mi mujer se estaba dejando sobar y tocar todo su cuerpo con cara de estar disfrutando y moviendo las caderas de adelante a tras para sentir la polla del mulato en su culo.

El mulato estuvo sobándola como diez minutos hasta que dándole la vuelta la colocó delante de la mesa de la cocina. Agarrándola por los brazos la sentó frente a él y echándola hacia atrás la colocó con la espalda apoyada en la mesa pero con la pierna colgando fuera. Se sentó en una de las sillas y colocó otras dos a los lados de las piernas de mi mujer. Acto seguido abriéndole las piernas las colocó sobre los respaldos de las sillas. Algo así como la mesa de un Ginecólogo. Le subió el camisón hasta más arriba de la cintura y empezó a besar las piernas. Primero los pies, siguió subiendo por las pantorrillas. Luego empezó a besar y a pasar su lengua por el interior de sus muslos para acabar lamiendo y chupando los labios de su coño. Mi mujer ya estaba absolutamente abandonada a lo que le estaba haciendo sentir el mulato y anda que no a follado con mulatos negros etc., lo que pasa que ella dice que cada macho es distinto lo mismo que cada polla. La imagen era de lo más ardiente.

Con el camisón por la cintura totalmente abierta de piernas delante de aquel mulato y acariciándose los pechos y gimiendo cada vez que sentía que su pipa era atrapada entre los labios del mulato. Llegó un momento que me di cuenta que ya no podía aguantar más y que necesitaba correrse. El mulato se dio cuenta también y para mi sorpresa le dijo. Sé que necesitas correrte. Que ya no aguantas ni un segundo más sin tener un orgasmo. Pero no voy a ser yo el que haga que te corras. Vas a hacerlo tú. Vas a masturbarte así como estas delante de mí. Quiero ver como una perra blanca como tú se masturba hasta correrse delante de este mulato. Yo no podía creerlo. Mi mujer empezó a acariciarse su coño absolutamente fuera de si, como dominaba la situación.

Mientras que con una mano se acariciaba la pipa se metía dentro de su coño los dedos de la otra cada vez con más fuerza y más velocidad hasta que arqueando la espalda empezó a temblar y tuvo un orgasmo formidable dándole al mulato lo que le pidió. Casi no había acabado de correrse cuando el mulato acercó la cara a su coño y empezó a besarlo, lamerlo, chuparlo mordiéndole la pipa en otras palabras una comida de coño de puta madre..

Al cabo de unos minutos mi mujer no hacía más que mover sus caderas y con sus dedos abría sus labios del chocho para sentir mejor la comida de coño que le estaban dando. Empezó a llorar y a gemir como nunca la había visto y no paraba de decir. Por favor no pares sigue así. Ese hombre la estaba llevando a un estado en el que mi mujer no era ya consciente de sus actos solo quería sentirse mujer cachonda como es ella. Y de verdad que lo fue. Esa noche por segunda vez en menos de cinco minutos tuvo otra corrida todavía más fuerte y largo que el primero. Volvió a arquear la espalda. Su cuerpo pareció tensarse como la cuerda de un violín y explotó con una corrida salvaje llenando la cara del mulato de los jugos que salían a chorro del coño. El mulato seguía chupando y comiéndoselo. Y sin darle tiempo para relajarse se levantó y mientras con una mano seguía acariciándola y metiendo los dedos dentro del coño, follame cabrón o no empiezas a trabajar , con la otra mano se desnudó dejando al descubierto una polla descomunal. No exagero nada si digo que debía medir casi 30 cm. De largo y como cinco de grosor más gorda y más larga que la del morito .mi mujer dijo Bingo la tienes más gorda que el morito y más grande, que bueno. venga ponla en la entrada y aprieta despacio Follamé joder.-Su voz sonó entre gemidos.

Acercó ese pollón al coño de mi mujer y empezó a restregarlo de arriba abajo lubricando bien. Al mismo tiempo agarrando el camisón, se lo subió hasta el cuello dejándola totalmente desnuda. Los pechos tenían los pezones tiesos y duros. Ella intentaba levantarse para ver la polla del mulato pues sentía su tamaño empezó a jugar con su pollón mojándolo en sus primeros fluidos, ella que miraba esperando el momento ,que entre dentro de ella suavemente sintiendo su polla en cada parte de sus paredes mojadas, estas se cerraron dejándolo atrapado, sus piernas se cruzaron en su espalda para no permitir la huida, al restregárselo por el coño pero debido a la postura que tenía, acostada y con las piernas sobre los respaldos de las sillas no podía hacerlo solamente levantaba la cabeza. El mulato se dio cuenta y le dijo. Quieres vérmela verdad. Ella le contestó. Si por favor. Necesito verla, no sé si me va a entrar.

Entonces el agarrándola por los pezones y apretándolos empezó a tirar de ellos hacía arriba subiendo a mi mujer hasta dejarla sentada. No sé si la cara que ponía era de dolor o de placer. Pero empezó a llorar y a gemir cayéndole las lágrimas por las mejillas. Ya sentada podía ver con claridad y en toda su dimensión la polla del mulato. Se quedó como hipnotizada viendo lo que el mulato tenía entre las piernas y le decía.

Dios mío es enorme. Es cuatro veces la polla de mi marido y más grande que la de Alim. Es preciosa. Por favor fóllame ya. Quiero sentirla dentro de mí. Quiero sentirla moverse dentro de mí. El mulato le dijo. Esta polla te va a follar hasta que revientes de gusto. Después de tenerla dentro no vas a querer otra polla que no sea la mía. Voy a hacer que te corras como nunca te has corrido en tu vida. Hoy te voy a enseñar como follamos los cubanos. Cómo nos follamos a nuestras mujeres. Ella no podía más y como suplicándole le dijo. Por favor fóllame ya. No puedo más. Pero no me hagas daño. Nunca tuve dentro de mí una polla tan grande como la tuya y eso que me han follado de todas clases. Necesito sentirla pero no me hagas daño. El mulato colocó la punta de su polla en la entrada del coño y empezó lentamente a meterla dentro. Primero la cabeza. La sacaba y volvía a meterla un poco más. La volvía a sacar y la metía un poco más. De esta forma entrando y saliendo al cabo de unos minutos mi mujer tuvo toda la polla dentro. Estaba claro que el mulato sabía cómo meter su polla en un coño como el de mi mujer totalmente chorreando.

Con esos movimientos lograba que mi mujer se fuese dilatando y aceptando dentro de ella el pollón del mulato. Entonces empezó a bombearla. Primero despacio hasta que el ritmo fue frenético. Mi mujer acompañaba las embestidas moviendo las caderas al ritmo que marcaba el mulato. Gemía, gritaba, lloraba, resoplaba, se acariciaba los pechos y no paraba de decir. Dios mío Siii, siii. Sigue por lo que más quieras en el mundo sigue follándome no pares. La siento dentro de mí la siento toda dentro de mí. De repente abrió los ojos. Se agarró con las manos a la mesa y dando un grito estalló dentro de ella otra corrida formidable. Su cuerpo se arqueaba. Empezó a temblar desde los pies hasta la cabeza y entre gritos llanto y gemidos decía.

Dios me estoy corriendo. Me estoy corriendo y no para no para. Mientras tanto el mulato seguía follándosela sin disminuir el ritmo de meter y sacar ni la fuerza de las embestidas. Mi mujer estaba teniendo el orgasmo más largo y salvaje de toda su vida. Creo que nadie había logrado llevarla hasta donde el mulato la estaba llevando. Estuvo corriéndose sin parar como cinco minutos y en cada embestida se oía un chapoteo producto de los flujos que salían a borbotones de dentro de mi mujer. El mulato estuvo follándosela sin cambiar de postura durante 30 minutos durante los cuales llegué a perder la cuenta de las veces que llegó a correrse mi mujer. Estaba como loca. A cada orgasmo que tenía le suplicaba al mulato. Dame otro por favor dame otro. Necesito otro más. Sigue follándome. Por favor no pares. Pasados esos 30 minutos el mulato muy lentamente la fue sacando la polla de dentro de mi mujer y cuando la tuvo toda fuera le bajó las piernas de los respaldos de las sillas y la agarró otra vez por los pezones y tirando de ellos la obligó a ponerse de pie. Sin soltarlos se sentó y volviendo a tirar de ellos colocó a mi mujer con las piernas abiertas con su coño encima de su polla. Entonces le dijo. Siéntate y cávatela. Ella flexionando las piernas empezó a meterse por el coño los 30 cm que tenía entre las piernas.

Empezó metiéndosela muy despacio y subiendo y bajando se la fue metiendo hasta que lo único que se veía eran los huevos del mulato. En ese momento la volvió a agarrar por los pezones y tirando de ellos de arriba abajo le marcaba el ritmo de bombeo diciéndole. Cabalga perra cabalga. Así, así. Métetela entera. Hasta los huevos. Mi mujer gemía, lloraba de placer, se retorcía para sentir la polla dentro. No respiraba. Eran bocanadas de aire las que entraban y salían de sus pulmones y a cada corrida que tenía echaba la cabeza hacía atrás y no paraba de decir. Dios mío otro más. Tengo otro más.

El mulato cada vez que veía que mi mujer tenía otra corrida la agarraba de los pezones y le decía. Eso es perra córrete, córrete. Mi mujer estuvo clavando esa polla durante media hora más o menos hasta que el mulato le dijo. Levántate y ponte de rodillas. Ella se puso de rodillas y al hacerlo la polla del mulato le quedó a un palmo de su cara. Él le dijo. Ahora quiero ver si sabes chupar una polla. Vas a chupármela hasta que me corra. Cuando me esté corriendo dentro de tu boca seguirás chupando y te tragaras toda mi leche hasta la última gota. Agarrándola por la nuca le metió la polla en la boca y empujándola le metió como diez cm. Ella la tenía agarrada con las dos manos y con la boca chupaba y succionaba el pollón del mulato metiéndolo y sacándolo.

De repente el mulato le agarró la cabeza para que no la moviera y empezó a follase la boca de mi mujer. Cada vez que la metía a mi mujer le daba una arcada pues casi se la metía entera en cada embestida hasta que le dijo. Ya haz que me corra ya. Entonces ella hizo lo que sabe hacer mejor. Se sacó parte de la polla de la boca y dejó solo dentro el capullo y un poco más. Aumentó el ritmo de masajeo con las manos y empezó a chupar y a mover la lengua sobre la punta de la polla del mulato. Le estaba haciendo una mamada bestial Cuando mi mujer hace eso no tardas ni un minuto en correrte y así fue.

El mulato tensó su cuerpo. Empezó a respirar más rápido diciendo. Como lo haces perra como lo haces. Tu si que sabes cómo se chupa una polla y diciendo esto empezó a soltar toda su leche dentro de la boca de mi mujer. Ella tragaba la que podía pues parte le salía por la comisura de los labios. Cuando acabó de correrse le dijo a mi mujer. Cuando folles con tu marido piensa que tienes mi polla dentro de ti. Te gustará más si te la imaginas dentro de ti.

Después de esto me fui a la cama, ella subió y se metió en el baño, al volver me dijo al oído, cariño sé que has visto lo que he hecho con el mulato y has visto que tiene más polla que Alim ,creo que lo vamos aquí en el chalet de jardinero y mayordomo y de paso disfruto de esa polla descomunal que tiene ,mañana cuando tú te vayas quiero que me llene mi coño de leche ,porque ya ves que hoy me la he tragado, yo le dije haz lo que te salga el coño y ella dijo como te quiero por lo que me dejas hacer, me dio un beso y se dio la vuelta para dormir.

Esta es la tercera parte de los relatos publicados previamente “Un estudiante de intercambio”. Recomiendo leer esos primero para comprender mejor a los personajes y las circunstancias. Pero dejo un brevísimo resumen para los que elijan no leer las entregas anteriores.

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Capítulo 1: Desmond es un Estudiante Afroamericano de 19 años que se encuentra de intercambio en Argentina. Por su complexión física, sus agraciadas facciones y su carisma cae muy bien a su madura anfitriona, Virginia, a la vicedirectora de la escuela, Malena (que son amigas entre sí) y a la sobrina de Malena, Andrea, que asiste al mismo instituto privado que Desmond. Malena, intrigada por comprobar si el rumor sobre el tamaño del miembro de los africanos es cierto, termina haciendo una paja al muchacho extranjero.

Capítulo 2: Desmond regresa a su casa y comienza los coqueteos mutuos con Virginia, su madura anfitriona, inducidos por consejo de Malena, la profesora que también desea al chico. La obsesión de las mujeres por el estudiante comienza a afectar el comportamiento de ellas para con sus esposos.

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Al día siguiente de haber sido pajeado por Malena y de coquetear descarada e impúdicamente con Virginia, Desmond amaneció sexualmente excitado. El hecho que había prometido a su profesora no masturbarse a cambio de la promesa de ella de pajearlo por la tarde, no ayudaba mucho. El estudiante se duchó, se vistió y salió a desayunar intentando esconder lo mejor posible la perenne erección que portaba. En la cocina Malena lo esperaba para desayunar con él: Mate y “masitas criollitas” (así llaman en La Pampa a las galletitas “saltines” de USA) con mermelada diet de arándanos para ella y un enorme bowl para la leche con cereales para el americano. Sobre la mesa del comedor aún estaban los utensilios de los otros desayunantes. Silvio, el hijo menor de Malena, ya había desayunado porque tomaba un transporte privado que lo llevaba a su escuela, mientras que Desmond caminaba a la suya. Francisco, el desagradable esposo de Virginia, había partido al campo casi al amanecer.

Desmond y Virginia se miraron y sonrieron pícaramente. El chico se acercó buscando el beso de cachete de rigor, y se lo robó a Virginia estampándole sus carnosos labios en la comisura de la boca. La mujer inmediatamente sintió una ola de calor invadiéndola.

—Buenos días, “Mami”— espetó el corpulento adolescente y se sentó en su lugar

—Hola mi amor, ¿descansaste bien? —Preguntó Virginia acariciándole el pelo e inclinándose para buscar el tetrabrick de leche. Al hacerlo, se cercioró que sus tetas, apenas cubiertas por el camisón, quedaran a la altura de la cara del chico.

—Uf, Si…. Espectacular, gracias—Dijo el chico mirándola sin pudor alguno.

Virginia, sintiéndose observada, se dio por satisfecha y procedió a servir el desayuno del chico, pero la lujuria le ganó la partida y se encontró nuevamente provocando a Desmond.

—No sé cómo hacen ustedes en Estados Unidos, para desayunar cereal con leche. Yo no me acostumbraría… Bueno, de jovencita me gustaba desayunar con leche, pero ahora hace mucho que no lo hago—provocó Virginia con obvio doble sentido.

—Dicen que hay que volver probar lo que alguna vez nos hacía feliz—Desafió Desmond— Tal vez, si probaras desayunar con leche todas las mañanas, te terminaría gustando. ¿No quieres un poco de la mía?

Aquello era enfermizo y el chico se pasaba de la raya, pero inmediatamente después de decir eso, inclinó su tazón como ofreciendo compartirlo. Virginia creyó tener parado en su hombro a un diablito invisible que le gritaba al oído “Te ofrece su leche, ¡dale! ¡Mamale la verga!”.

Después de mirarse a los ojos unos instantes, los dos rieron impúdicamente, y cada uno apuró su desayuno sin dejar de relojearse y sonreírse mutuamente en provocación constante.

Finalizado el inmoral desayuno, Desmond tuvo tiempo de ayudar a Virginia a recoger la mesa y de lavarse los dientes antes de salir a tranco largo para el instituto. La mujer estaba encantada porque su esposo no acostumbraba a hacer ninguna de las dos cosas: no se lavaba los dientes y tampoco ayudaba a levantar una sola miga de la mesa. Cuando el chico se retiró Virginia comenzó a fantasear con estar casada con Desmond. Aquello era una locura, claro, pero la madura anfitriona estaba perdiendo los estribos por su estudiante de intercambio.

Virginia se imagino amanecer cada día junto a Desmond, casi rota por haber sido poseída enérgicamente la noche anterior, e inmediatamente “desayunarse” mamándole la verga al viril Africano, pidiéndole leche como una guaranga. E imaginó que después de la felación desayunarían juntos románticamente en la cama antes de comenzar el día. Todos esos pensamientos fantasiosos la hicieron sentir tan excitada que decidió masturbarse.

Virginia acostumbraba a masturbarse a escondidas. Su esposo ni siquiera sabia que ella poseía un vibrador pequeño pero poderoso que había comprado en un “viaje de amigas” a la capital federal. El vibrador parecía un lápiz labial grande y, si la pila AA estaba con buena carga, la podría traer al orgasmo de 0 a 100 en pocos minutos.

La recatada ama de casa se recostó de espaldas sobre su cama, se quitó la ropa y tomó su vibrador. Luego activó su teléfono y con la aplicación de Facebook buscó fotos de Desmond. Apenas ver sus fotos de perfil (que como las de todo ser humano que postea en redes sociales lo favorecían mucho) sintió humedecerse. En verdad las fotos pasaban frente a sus ojos y ella rememoraba las conversaciones y las miradas y los tocamientos indecorosos que tenían entre ellos. Cuando el ardor y la picazón inguinal se hicieron insoportables, Virginia dejó caer el teléfono a su lado, cerró los ojos, flexionó sus rodillas hacia el techo, abrió las piernas y, tomando el minúsculo vibrador con las dos manos, lo puso en marcha y se lo afirmó en los labios mayores.

Virginia generalmente requería estimularse los labios vulvares por un buen rato hasta humedecerse y para hacer fluir la sangre al clítoris, antes de atacarlo de lleno con el amante electromecánico, pero esta vez, su pepita ya estaba completamente inflamada de sangre y deseos por su “hijito de intercambio”. La mojigata mujer Imaginó que la vibración era la lengua del negro muchacho que se hospedaba en su casa, y cuando el aparatito se desplazó a rozar el clítoris se vino de golpe y sin remedio, como poseída por una lujuria demoníaca. Arqueó su espalda, empujó con la pelvis hacia adelante y con las dos manos atrajo el vibrador con mucha presión hacia su clítoris, y sintiendo la vibración intensamente estalló en un orgasmo bestial repitiendo el nombre del chico y gritando guarangadas.

—SI SI SI, DES ¡SI! PARRRTIME EN DOSSSSSS DESMOOOOONDDDDDD

Ella era muy poco expresiva durante el insatisfactorio sexo con su esposo, y la vergüenza y la culpa que solía sentir al masturbarse la hacían permanecer casi muda cuando se autoestimulaba. Sin embargo, aquella paja totalmente tabú, no sólo no le produjo culpa alguna, sino que la hizo enamorarse de sí misma. Porque escucharse diciendo chanchadas y deseando a un hombre joven, apuesto y bueno, se sintió espectacularmente bien.

Una vez que dejó de temblar, permaneció un ratito en la cama recuperándose y riendo hasta que se paró, ocultó su mini-vibrador, y saltó a la ducha. Tenía por delante un día de hacer absolutamente nada, como correspondía a una mujer de buen origen. Y no pensaba desaprovecharlo.

Desmond, en tanto, caminó como un robot a la escuela. Le dolían los huevos de la calentura. Cualquier adolescente, incluido Desmond, conoce ese dolor inconfundible de la acumulación seminal. Es un dolor que se siente cerca de los huevos, pero no en ellos. Es un dolor interno que sale de la pelvis profunda y que solo puede aliviarse eyaculando. Pero lo curioso para Desmond era que estos dolores aparecieran un día después de una doble eyaculación. Pero pensó que, si semejante sacrificio era necesario para poder dar el gusto a Malena, él lo haría. ¿Sería posible para la madura saber si había eyaculado o no? Por las dudas, él decidió no tentar su suerte. La mujer parecía extremadamente perceptiva y lo último que quería hacer era desafiar sus deseos.

En la escuela, el trato de todos para con Desmond, fue totalmente normal, incluso el de Malena. Esto desconcertó al chico que esperaba al menos alguna miradita o insinuación cómplice a escondidas del resto de la comunidad educativa, como las que le hacia Virginia en su casa, a espaldas de toda la familia. Pero nada de eso sucedió.

Sin embargo, cuando iba saliendo de la ultima hora de clase, cruzó a Malena en el pasillo en medio del bullicio eufórico de docenas de adolescentes menores a él entusiasmados por el timbre de salida que los liberaba de la opresión escolar.

—Hola Desmond, ¿Me habías dicho que querías preguntarme unas cosas de literatura? Ahora mismo voy a casa, te veo allá si querés…. A menos que prefieras dejarlo para mañana— Dijo Malena frente a Desmond y sus compañeros de clase que se atropellaban para escapar del aula (incluida Andrea, claro).

—Ehhhh. Si, no. O sea… sí. Mejor hoy. Porque el trabajo se entrega esta semana y lo quiero dejar terminado—Respondió Desmond rogando que los latidos de su corazón no se escucharan fuera de su pecho.

—Pero el trabajo se entrega el viernes. Estamos a martes— Dijo Andrea, metiéndose en la conversación entre su tía y el chico del que gustaba.

—Pues deberías aprender de Desmond, Andre. ¿Querés venir a casa y vos también lo terminás? Dale, así te lo sacás de encima—Invitó osadamente la profesora sabiendo que un SI de su sobrina hubiera arruinado los planes.

Desmond apenas pudo ocultar su cara de desilusión, cuando escuchó con alivio la respuesta de la chica.

—¡NI LOCA! Hasta el jueves no me pongo, CHAAAAAUUUU—se burló Andrea y se retiró moviendo la cola provocativamente.

Para poder responder así tuvo que juntar fuerzas de donde no tenía. Porque ella moría por pasar tiempo con Desmond a espaldas de su novio, y la casa de su tía hubiera sido el santuario ideal al tiempo que el estudio le daba la coartada perfecta. Pero estaba determinada a no “perseguir” a Desmond. Ya bastante se le había insinuado y él se seguía haciéndose el nabo, por lo tanto, no lo iba a andar correteando.

Cuando finalmente se alejó, Andrea sintió un nudo en el estómago. Desmond no había atinado a seguirla y ella no daría el brazo a torcer. Pero el africano la había mirado sorprendido. Tal vez estaba empezando darse cuenta de algo. Se prometió tener paciencia y redoblar el flirteo y las provocaciones sin ser perrita faldera del chico. Estaba convencida que tarde o temprano se enredaría con el exótico estudiante a espaldas de su noviecito.

Desmond salió caminando sólo y dio un rodeo bien largo para dar a Malena tiempo de manejar su auto hasta la casa. Para cuando llegó ella lo esperaba aun con la ropa de vicedirectora. A él lo excitaba verla vestida así, sabiendo que lo iba a pajear. Entró temblando de emoción, de lujuria y de miedo. Aquella mujer lo intimidaba y provocaba de todas esas formas.

—Bueno. Al final estamos solos nosotros. La profesora y el estudiante aplicado—provocó Malena franqueándole la puerta al chico.

—Uffff en un momento pensé que venía Andrea y se arruinaría todo— Dijo el chico riendo.

—¿Arruinaría qué? —preguntó seria la madura, haciendo que no entendía a lo que venía Desmond.

La cara del chico fue de profunda desazón y le duró unos instantes hasta que ella estalló en risas. Lo hizo pasar a la mesa de algarrobo del comedor y lo hizo sentar.

—Primero lo primero. ¿La tarea está realmente terminada? —Puso como condición la madura.

—OBBBBVIO— Dijo Desmond imitando a los chicos argentinos

El muchacho, supo que debía ser paciente para jugar el juego de aquella mujer fatal, y haciendo caso omiso a su pétrea y palpitante bragueta, abrió su mochila y sacó la tarea de literatura. La puso sobre la mesa e hizo un ademan de “acá la tenés”.

—A VERRRR— Dijo Malena imitando a una exigente docente, a sabiendas que aquello agregaba morbo a la situación.

Se paró detrás del chico, que seguía sentado a la mesa, se apoyó sobre él. Recostándole las tetas en la base del cuello y poniendo sus dos brazos alrededor del cuerpo del chico, apoyó su cara en el hombro de Desmond y comenzó a leer el trabajo en voz alta, rozando con sus labios maquillados el lóbulo de la oreja del africano.

—Son solo dos carillas—Pensó Desmond—Dos carillas y me va a pajear

El escrito era impecable y Malena se lo hizo saber al terminar de leerlo. Pero no dejó de abrazarlo ni retiró su cuerpo, sino que continuó hablándole sensualmente al oído, rasguñando los brazos del chico, que se mantenían petrificados, con los codos y los dedos entrelazados apoyados sobre la mesa.

—Y ahora que hizo la tarea tan bien…. Mi estudiante se ganó una recompensa—Dijo ella y besó el cuello negro y fibroso de Desmond, haciéndole parar no solo la verga, sino todos los pelos del cuerpo.

El chico atinó a voltearse torpemente, buscando besar en la boca a su profesora, pero ella lo calmó.

—SHHHHH— Ordenó Malena, amagando retirarse, para regresar una vez que el chico cesó en su intento—Esta es MI CLASE.

Lo volvió a besar y lamer suavemente en el cuello al tiempo que el chico echó la cabeza hacia atrás, dejándose hacer. La madura gozó estrujando los pectorales duros del chico y se dejó manosear cuando el muchacho, sentado en la silla, estiró sus manos hacia atrás y por sobre su cabeza. Le revolvía el pelo, le buscaba las tetas, intentaba bajarlas para llegarle al culo sin lograrlo. Ella lo tenía a su disposición.

—Por favor, Malena, te lo ruego, no doy más, aliviame—Rogó el chico.

—Mmmmm…. ¿El bebé quiere que la vicedirectora le vacíe los huevitos? —Preguntó retóricamente Malena

—Si, por favor, sí. Me duelen mucho—Imploró en medio de manotazos y suspiros descoordinados el inexperto estudiante,

Malena rio y lo hizo parar y dar vuelta para enfrentarlo. Ahí lo dejó besarla con un morreo intenso, en el cual era ella la que le metía la lengua por todas partes y le lamía los labios como una perra sedienta. Aprovechando aquello, los dos cuerpos, el joven y el maduro, se pegaron y se frotaron sin parar de besarse.

Cuando finalmente se separaron unos milímetros, Malena decidió avanzar más.

—¿Viste que suave es mi lengua? —Preguntó, y sin dejar que Desmond respondiera le lanzó una lamida a la boca que el chico no supo cómo atajar

—UFFF es lo mas suave que he sentido— Dijo el joven besándola y sorbiéndola con sus gruesos labios

—¿Querés sentirla mejor? —Dijo Malena rozando sus labios con los de él, mirándolo a los ojos y fregándole el paquete con la mano.

—Sí por favor—Rogó el chico intentando descifrar lo que le estaba proponiendo.

—Entonces desnudate— Ordenó con lascivia Malena

En pocos segundos el muchacho estaba completamente en bolas, con los pantalones y los calzoncillos a sus pies. Malena lo empujó suavemente y lo hizo recostar, apoyando el culo sobre el borde de la sólida mesa de algarrobo. En aquella pose, en que Desmond debía hacer fuerza para no perder el equilibrio, cada musculo del fornido y oscuro cuerpo del estudiante se marcaba claramente. La verga apuntaba al cielo y sobrepasaba la altura del ombligo. Aquello era un sueño echo realidad para la promiscua señora de alta sociedad pueblerina.

Malena lo admiró. Tener aquel monumento de carne para jugar a su antojo era la mejor experiencia sexual de su vida. Sin dejar de admirarlo, se quitó la ropa provocadoramente y quedó desnuda de la cintura para arriba. Dos enormes y paradas tetas blancas como los dientes de Desmond se balancearon frente al chico. El muchacho, obnubilado, intentó manoseárselas, pero ella lo apartó y se pegó a él para besarlo. Cada uno sintió la piel del otro, y antes que Desmond reaccionara Malena se encontraba lamiendo sus pectorales y encaminándose hacia su entrepierna.

—A ver que tenemos por acá—Provocó Malena mordisqueando y chupando pezones, abdominales y finalmente tocando la punta del glande con su pera.

—¡Uhhhh! ¡Hola grandulón! —Malena le hablaba al falo del muchacho como si fuera otro ser humano.

Lo tomó por el tronco, miró al chico relamiéndose y mojándose sus propios labios con la lúbrica lengua y se zambulló a chupar y besar aquel monstruoso y palpitante glande.

—OH FUCK OH YEAHGGG—Apenas articulaba el chico.

Realmente no le salía tan bien hablar en otro idioma cuando estaba siendo estimulado de aquella forma.

Mientras tanto, los cinco sentidos de Malena estaban puestos en gozar de aquella mamada, haciéndosela lo mas placentera posible al inexperto muchacho. El gusto ácido del glande y el suave olor a desodorante que provenía de sus ingles (Desmond estaba bien preparado) la embriagaban.

La verga era enorme, gorda, dura y suave. Para poder metérsela en la boca Malena casi tenía que dislocarse la mandíbula. Y pensarlo de esa manera la ponía cada vez mas perra. Desde el primer momento supo que el chico no duraría mucho, y recordó que ella misma le había pedido que parara de masturbarse. Sentirse en control de semejante manera era espectacular para la vicedirectora.

—A ver cuan cargado estás, bebe—Dijo Malena pajeandolo a dos manos y metiéndose la cabeza en la boca como si estuviera intentando comerse una berenjena sin cortarla.

La mamada era ruidosa y babosamente resbalosa (“sloppy” la llamaba Desmond). Por momentos Malena abría la boca y se incrustaba media verga. Por otros, ponía pico de pato y la recorría de arriba abajo. Se la sacaba, la escupía y con las manos esparcía la saliva por todo el miembro, decía groserías. Le hablaba al chico y a la pija como si fueran dos entes separados, dos buenos amigos compitiendo por su atención.

—¡Mirá como supura! —exclamaba la madura al apretar la pija y extraer una viscosa gota de líquido pre-seminal que levantaba con su lengua mientras miraba al chico a los ojos.

—¿Me vas a dar mi merienda de leche, Des? —Provocaba—Dale, mi vida, dale que estoy hambrienta.

El muchacho ya no daba más. Gritaba, producía onomatopeyas ininteligibles, gruñía, bufaba, echaba estocadas pélvicas al aire. Insultaba.

—Shit oh FUCK ¡SHIIIIT!

Ella empezó a insistir

—Dámelo, bebé, dame mi lechita ahora—Insistía la madura totalmente fuera de control subiendo y bajando la boca y las manos a lo largo del mástil oscuro.

Aquello fue demasiado y Desmond comprendió que iba a eyacular.

—I’m Cumming, ¡careful! —Intentó prevenir Desmond, que no quería sorprender a la mujer eyaculando en su boca sin avisar.

—En mi boca, amor, venite en mi bocahhhggg—La madura intentó darle luz verde, pero se atragantó con los primeros chorros de leche

—YEAAAAAHHHHH FUCK YESSSS

El chico corcoveaba como un potro oscuro tapado que acaban de desatar del palenque. Sus manotas en la espalda de la mujer empujaban suave, pero perceptiblemente, hacia abajo y su cadera bombeaba hacia arriba, como queriendo coger la boca de aquella experta mamadora. Cada chorro de esperma era un empujón pélvico del negrito.

Finalmente, cuando cesaron las contracciones del muchacho, ella se separó riendo, con la boca chorreando leche por la comisura y por el labio inferior. Se había tragado la mayoría, pero no todo.

Al verla así, Desmond la levantó en vilo, la abrazó y la besó apasionada y sorpresivamente, comiéndose a besos, con sus labios carnosos, cada uno de los restos de semen que había en la cara de la madura amante. Lo hizo por instinto, pero con suma ternura.

Malena quedó encantada. Había chupado muchas vergas. Había tragado buena cantidad de leche en su vida y había besado hombres son su boca enlodada de esperma. Pero, excepto por su propio esposo, nunca un tipo había hecho aquello de una manera tan natural, apasionada y tierna. Y a pesar de no haber acabado, Malena se sintió, en cierto modo, satisfecha.

Los amantes se quedaron conversando y riendo sin prestar atención al tiempo, y estaban besándose en el comedor apasionadamente, semi-desnudos, sudorosos, pegajosos de leche, cuando escucharon el portón del garage de la casa.

—¡Mi Marido! —Exclamó ella— Rápido, agarrá tu ropa y corré al baño. No salgas hasta calmarte, lavarte y vestirte, pero salí tranquilo. Mario ni se va a dar cuenta.

El chico asustadísimo siguió las instrucciones.

Ella se vistió prontamente, pero sin parar de reír. ¡Como disfrutaba aquello!

Luego desparramó los libros y cuadernos de Desmond sobre la mesa y salió por la puerta del fondo al patio.

El esposo ingresó a la casa y vio los cuadernos del estudiante. Había silencio en la casa.

—¡Male! ¿Dónde andás? —elevó la voz.

Desmond oía todo desde el baño. Una lejana voz respondió desde el patio.

—¡Afuera amor!

Mario fue a la puerta del patio y casi se lleva por delante a Malena que entraba atropellada. Traía las manos sucias de barro.

—Hoola mi vida—dijo ella estampándole un beso en la boca con los mismos labios con que acababa de vaciar la descomunal verga negra de Desmond.

El esposo no sospechó nada, en parte por la sorpresa con que fue tomado, y en parte porque Malena se había enjuagado cuidadosamente la boca y los labios con agua de la manguera del patio antes de embarrarse un poquito las manos para disimular.

—Hola, Male, ¿que hacías?

—Ah! Jajaja estaba moviendo el regador en el patio mientras Desmond terminaba su tarea…—Dijo ella sacudiéndose las manos y luego mirando a la mesa vacía preguntó—¿Y Desmond?

—Ni idea—Repondió Mario—Acá no hay nadie, sólo ese desorden de libros y cuadernos

—DEEEESSSMOOOND—Gritó Malena con cara de intriga.

La respuesta fue una descarga del depósito del inodoro en el baño cercano al living-comedor.

Los dos esposos rieron

—Pobre flaco, capaz que le cortamos la inspiración— bromeó Mario sin saber cuan cierta era su frase. Le había cortado la verdadera inspiración unos minutos antes al llegar sin avisar.

—Hola. Acá estoy…—Exclamó tímidamente el muchacho al salir del baño

Los dos esposos sonreían y se pusieron a conversar con el chico. El brutal orgasmo seguido de nervios de pánico por ser descubierto había hecho bajar la erección del chico que no tuvo nada que preocuparse en ocultar.

Luego de simular que revisaba su tarea con Malena, Desmond se fue a su casa. Esta vez no iba tan excitado como la vez anterior, a pesar de que lo que le había ocurrido era mas excitante. Esta vez iba asustado y con culpa. Mario parecía un buen tipo y su esposa lo engañaba con frialdad de témpano…Peor aún: él era parte del engaño. Mientras mascullaba todo eso no pudo dejar de pensar en Virginia y Francisco. Si ella accediera, él engañaría al Patán de Francisco con gusto. Ahí sí. ¿Pero Mario? Aquello no estaba bien, definitivamente.

Malena, por otro lado, no sentía culpa alguna. Ella era la primera en reconocer que su esposo era un tipo espectacular. Pero aquello no era algo personal. Ella simplemente se estaba dando un gustazo que nada tenia que ver con Mario. Y Cuando se fue Desmond, ella volvió a ser la cariñosa y juguetona esposa que le gustaba ser con su pareja. Incluso bromearon sobre el chico y sobre haberlo desconcentrado en el baño.

Después de cenar y al ir a la cama, Malena y Mario volvieron a hacer el amor apasionadamente. Esta vez los dos se vinieron al unísono antes de caer exhaustos. El ultimo pensamiento de Mario fue cuán afortunado era de tener una esposa así. Y el último pensamiento de Malena fue cómo se sentiría la enorme verga de Desmond (en vez de la de Mario) dentro de ella.

Continuará

¡Negro, préñame!

Estoy casada con un hombre maravilloso… Vivimos en una bonita casa en un buen barrio… Mi esposo viaja a menudo por negocios y planea hacer un viaje largo esta semana.

Sus largos viajes a veces me dejan sexualmente frustrado por lo que tengo que recurrir a jugar con mis juguetes… Mi mente comienza a divagar mientras juego con mi vibrador, frotando mi clítoris.

Puedo ver una imagen en mi cerebro… Es la de nuestro nuevo vecino… Es negro y muy musculoso… Pienso que podría ser un hombre muy dominante.

Fantaseo con una situación en la que estoy teniendo una relación con él desde hace tiempo… Nos hemos visto a menudo… Siempre cuando mi esposo esta en uno de sus viajes.

Recibo una llamada suya unas horas antes de que mi esposo se vaya de viaje… Me dice que le gustaría preñarme.

Intento explicarle que mi esposo me mataría cuando se enterara de que estoy embarazada y tendré un bebé negro… No escucha mis súplicas… Me explica cómo quiere que me prepare para esta noche.

Me dice esto antes de levantarme y me paso todo el día en mi trabajo en un estado de excitación, terrible, pensando en lo que pasará.

En el descanso para almorzar tal vez suene mi móvil y sea él dándome sólo una pequeña pista sobre lo que me hará y una ‘sugerencia’ sobre dónde y cómo debo estar cuando llegue a mi casa esa noche.

Preparo la cena y llega un poco tarde a la puerta de mi casa… La mesa está puesta y saco una botella de vino y un par de vasos para servirnos una copa.

Subo a quitarme la ropa… Cocinar desnuda no es una buena idea cuando estás excitada y es probable que derrames algo y te puedas quemar… Pero él lo quiere así.

Nos sentamos en la terraza mientras se pone el sol y él me cuenta el resto de sus planes.

Me encanta sentir el viento en mi cuerpo cuando estoy desnuda… Me encanta tomar el sol desnuda en ésta época tan cálida… Sospecho que mi vecino me ha visto muchas veces desnuda en mi patio trasero.

Cuando empieza hacer frío, por la noche, me voy a sentarme con él en un sofá de dos plazas en nuestro porche trasero.

Me muevo para sentarme en su regazo… Ya estoy mojada, igual como he estado todo el día, más o menos.

Me pregunto cómo supo que hoy era el día en que ovulo, ya que ni siquiera yo suelo llevar un registro de mis períodos tan exacto… Yo no soy muy organizada, y él sí lo es.

Me dice lo sexy que soy, mientras pasa sus manos arriba y abajo por mis costados y acaricia mis pechos antes de pellizcar mis pezones.

– «Quiero ver que se hagan aún más grandes.»

Me estremezco con sus palabras… Mi coño se siente como un vacío, tirando del resto de mi cuerpo hacia él, desesperado por ser llenado con algo.

No puedo resistir más… Me agacho para tocarme, pero me coge la mano y me lo impide, diciendo:

– «Esta noche, no recibirás nada que no te dé yo.»

Hago un ruido entre un gemido de frustración y una sonrisa… Él sabe que es el que me tiene que dar y yo, recibir… No me considero sumisa, pero cuando él quiere algo, se lo doy de inmediato y eso me excita y calienta en gran manera.

Mucha gente usa las palabras dominante y sumisa en las relaciones de sexo… Si es así, esta noche, él, como dominante, quiere preñarme, y yo, como sumisa, seré preñada.

Siento ahora que tras palparme mucho, se inclina hacia mí, toma mi pezón en su boca, muerde suavemente y luego me sonríe… Juega un rato con esto para calentarme mucho y luego me dice:

– «Vamos arriba.»

Sé lo que va a suceder… Si quisiera, podría decirle que no, y él lo respetaría… Pero no quiero decir que no… Él lo ha decidido así.

Se pone de pie, entramos a la casa y subimos juntos las escaleras hasta mi dormitorio principal… Es el dormitorio que compartimos mi esposo y yo… Las luces no están encendidas, pero la habitación no está completamente a oscuras… Una luz exterior entra por la ventana e ilumina la cama.

– «Acuéstate», me dice.

Sé que va a follarme fuerte y estoy lista para ello… Estoy apoyando la cabeza sobre mis brazos cruzados, mirándolo y esperando.

Vi cómo se desabotona la camisa, la dobla sin prisa… Lo normal en él es dejar caer sus ropas al suelo, con rapidez y tirarse encima de mí.

– «Qué malo eres», le digo.

Él me sonríe… Se desabotona los pantalones, se quita los calzoncillos y sus zapatos… Queda desnudo ante mí.

Yo abro las piernas, me muevo, espero provocativamente, y él se sube a la cama y me gira boca abajo… Me da una palmada en el culo, diciéndome:

– «Quédate quieta.»

Empieza a frotar mi espalda, comenzando por mis hombros, la parte de atrás de mi cuello, que se inclina para besar, y luego comienza a lamer mi columna hasta llegar a mis nalgas.

Parecen horas y tan sólo han pasado unos minutos, antes de que me diga que me dé la vuelta y lo hago… Me dice:

– «No puedo esperar mucho para ver crecer tu barriga y saber que estas preñada y que ese es mi hijo.»

Él coloca una mano en mi vientre, aproximadamente donde estará mi bulto y me dice:

– «Quiero follarte por detrás cuando estés con la barriga gorda y pesada por llevar dentro un niño negro… Quiero beber de tus pezones y verte retorcerte, sabiendo que fui yo quien te preño y lo volveré a hacer otra vez.»

Se sienta en la cama y me hace un gesto para que me ponga encima de él… Lo hago… Me la mete en mi coño y me dice que baje y me siente entre sus piernas… Me quedo totalmente empalada.

Inclinándose sobre mí, pasa sus manos por mi cuerpo, palpándome… Me coge mis pezones, que están tan duros que me duelen y me los estira, retuerce y aprieta… Disfruto mucho con todo esto.

Cuando se cansa de esta posición, me hace erguirme, arrodillada… Su polla queda ahora fuera de mi coño… Desliza sus manos debajo de mí, dándole acceso completo a mi entrepierna bien abierta y pudiéndome coger el coño como mejor le apetezca… Esto me calienta mucho, mucho.

Sentir sus dedos pasando suavemente por los labios de mi coño, que son gruesos y carnosos, le permite además, pellizcármelos y tirar de ellos hasta producirme dolor.

Luego toca mi clítoris y me vuelve loca porque sabe que soy muy sensible en ese punto de mi coño… Jadeo y me esfuerzo para abrir más las piernas para que me lo toque bien tocado.

Mi coño se esfuerza, anhelando algo, cualquier cosa que lo llene… Que se meta dentro de mí y que llene los lugares vacíos como la naturaleza quiere que se llenen.

Presiona primero con un dedo luego con dos dentro de mí y no puedo evitar que mi coño se apriete sobre ellos, pero los retira deliberadamente, dejándomelo más vacío que nunca.

– «Te quiero dentro de mí», le digo, sumamente excitada.

Él lo hace de nuevo, más fuerte, presionando esta vez con la palma de su mano contra mi hueso púbico y me doblo, desesperada por correrme.

Su polla negra está tan dura como una roca… La puedo sentir muy cerca de mí, pero sin metérmela dentro de mi coño.

– «Por favor», gimo buscando ser follada.

– «Dime que quieres», me dice, deteniendo el movimiento de su mano, aunque la presión permanece… Yo me retuerzo en busca del mayor placer posible.

– «Quiero que me folles…Por favor, fóllame.»

Él sonríe, inmóvil, y sé que quiere escucharlo todo.

– “Por favor, fóllame y córrete dentro de mí y déjame embarazada… Quiero tener tu bebé… Quiero que me folles cuando esté embarazada y con la barriga hinchada… Y quiero que lo hagas una y otra vez.»

Y él responde, follándome.

Su polla se desliza dentro de mí fácilmente, como si su polla estuviera hecha para encajar como un guante hecho a medida dentro de mi coño.

Su polla es grande pero la recibo bien y sin molestias dentro de mi coño… Se inclina sobre mí, acomodándose en la cama, hasta que no puedo soportarlo más y muevo las caderas… Él me está llenando el coño con su gran polla, pero todavía necesito más y lo sabe.

Entonces, él retrocede hacia atrás dentro de mí y yo empujo mis caderas hacia él para que no se vaya… Luego me la clava hasta el fondo y yo tengo que retroceder… Juntos comenzamos la larga caída hacia éxtasis, acelerando juntos a medida que ambos nos acercamos a nuestro clímax.

Me corro rápidamente y justo cuando ya me siento agotada, la cabeza de su polla choca repetidas veces contra mi cuello uterino, y me corro de nuevo, pensando en la cercanía de su corrida dentro de mi fértil vientre.

– «Córrete dentro de mí… Quiero sentir tu semen en mi vientre, preñándome», le digo jadeando, sin aliento.

Escuché, aunque nunca lo creí, que las mujeres pueden sentir cuando un hombre eyacula dentro de su coño… Los científicos insisten en que eso no es posible, pero ahora yo les puedo decir que si lo es.

Él explota dentro de mi coño lanzando un grito ahogado y un repentino estallido de temblor en mi cuerpo desencadena tener una tercera corrida.

Envuelvo mis piernas con más fuerza alrededor de su culo… Él permanece encima de mí, y su gran polla dentro de mi coño, mientras le murmuro a su oído para calentarlo y me siga follando:

– “Siento que me has preñado… Me has tirado mucho semen dentro de mi coño… Y si no, repetiremos hasta que me preñes… ¿Te apetece?

Su respuesta fue volver a bombearme de nuevo de coño con su gran polla hasta que nos corrimos una vez más… Qué final tuvimos más completo porque perdí la cuenta de las veces que nos corrimos.

En pocos meses, mi barriga sería la prueba de todo lo que estábamos disfrutando… Mi marido me tiraría de casa y tendría que irme a vivir a la casa de al lado… ¡Qué desastre de matrimonio por culpa de haberme enviciado de esa gran polla negra… No lo puedo evitar… Me mata de placer y quiero más… ¡Soy insaciable!

F I N