amor sexo en Familia

Soy Pablo, tengo 22 años y estudio ingeniería en la universidad. Mi vida es bastante normal: clases, trabajos en grupo, alguna salida con amigos los viernes. Pero los fines de semana, cuando voy al pueblo a casa de mi abuela, todo cambia. Ahí está Lucía, mi prima, 19 años, estudiante de psicología, con esa mezcla de inocencia y provocación que siempre me ha descolocado. No es solo que sea guapa —que lo es, con su pelo castaño largo y esos ojos que te atraviesan—, es cómo me hace sentir cuando está cerca. Y lo que pasó el verano pasado cruzó una línea que nunca imaginé cruzar.

Fue un sábado de julio, de esos días tan calurosos que el aire parece pegarse a la piel. Mi abuela se había ido al mercado del pueblo, mis tíos estaban en el campo trabajando, y la casa estaba en silencio, solo se oía el zumbido de un ventilador viejo en el salón. Lucía y yo estábamos en el porche, sentados en unas sillas de plástico gastadas, con un par de cervezas que ella había sacado del fondo de la nevera. “Si nos pillan, diré que fue idea tuya”, bromeó mientras me pasaba una botella helada. Yo reí y le seguí el juego, como siempre. Hablamos de tonterías al principio: sus clases, mis exámenes, lo aburrido que era el pueblo. Pero poco a poco, el tono cambió.

Ella se acercó más, apoyando los codos en la mesa que nos separaba, y me miró fijo. “¿Nunca te has preguntado cómo sería si no fuéramos primos?”, soltó de repente. Me quedé helado, con la botella a medio camino de la boca. No supe qué decir, pero mi silencio habló por mí. Ella sonrió, esa sonrisa traviesa que me ponía nervioso, y puso su mano en mi rodilla. “No seas tan serio, Pablo”, dijo, y antes de que pudiera procesarlo, se inclinó y me besó. Fue un beso corto, casi tentativo, como si estuviera probando el terreno. Pero cuando vio que no me aparté, volvió a por más, esta vez más profundo, con su lengua buscando la mía. Mi cabeza gritaba que parara, que esto estaba mal, pero mi cuerpo no escuchaba.

“Ven”, susurró, levantándose y tomándome de la mano. La seguí como hipnotizado hasta su cuarto, al fondo del pasillo. La puerta apenas cerró tras nosotros cuando ella me empujó contra la pared y empezó a besarme el cuello, sus manos levantándome la camiseta. Sentí su respiración caliente en mi piel, y mis manos, casi por instinto, bajaron a su cintura, deslizándose bajo su top corto. Su piel estaba suave, cálida, y cuando le quité la camiseta, vi sus pechos pequeños pero firmes, libres del sujetador que no llevaba por el calor. No pude evitar tocarlos, primero con cuidado, luego más decidido, mientras ella gemía bajito y se apretaba contra mí.

Nos movimos a la cama, un colchón viejo que crujió bajo nuestro peso. Ella se puso encima, desabrochándome el cinturón con dedos rápidos y ansiosos. “Siempre quise hacer esto contigo”, confesó mientras bajaba mis jeans y mi bóxer de un tirón. Sentí el aire fresco un segundo antes de que su boca me envolviera, cálida y húmeda, moviéndose despacio al principio, luego más rápido. Tuve que apretar los dientes para no gritar, porque cada roce de su lengua me llevaba al límite. No duré mucho así; le pedí que parara antes de perderme del todo.

Entonces me tocó a mí. La tumbé en la cama, le quité los shorts y la ropa interior en un solo movimiento. Estaba desnuda frente a mí, con esa mezcla de vulnerabilidad y deseo que me volvía loco. Besé su cuello, bajé por su pecho, deteniéndome en sus pezones hasta que la oí jadear, y seguí descendiendo. Cuando llegué entre sus piernas, ella se estremeció al primer contacto de mi lengua. Sabía dulce, y sus gemidos se hicieron más fuertes mientras mis manos agarraban sus caderas para mantenerla en su sitio. No paré hasta que su cuerpo se tensó y un grito ahogado escapó de su garganta.

No hubo pausa. Ella me jaló hacia arriba, me besó con urgencia y me guio dentro de ella. Estaba tan húmeda que entré sin esfuerzo, y los dos soltamos un gemido al mismo tiempo. Empecé despacio, sintiendo cada centímetro, pero ella me pidió más, clavándome las uñas en la espalda. “Más fuerte, Pablo”, susurró, y perdí el control. La cama chirriaba como loca, el calor nos hacía sudar, y el sonido de nuestros cuerpos chocando llenaba el cuarto. Fue intenso, rápido, casi desesperado. Cuando terminé, ella temblaba debajo de mí, y nos quedamos ahí, jadeando, sin decir nada por un rato.

Desde ese día, cada visita al pueblo es una excusa para repetir. A veces es rápido, en el baño o el granero; otras, nos tomamos nuestro tiempo cuando la casa está vacía. Nadie sospecha nada, o eso creo. Pero vivo con el corazón en la garganta, esperando el próximo fin de semana, sabiendo que esto no debería pasar, pero incapaz de parar.

Soy Lucía, y esto pasó cuando tenía 18 años, justo después de mi cumpleaños en agosto. No sé si contarlo me hace sentir viva o me quema por dentro, pero es real, y cada tanto vuelve a mi cabeza como un relámpago. Vivíamos en un departamento chico, mi papá y yo, desde que mamá se fue cuando era niña. Él tenía 40 entonces, un tipo serio, callado, pero con esa presencia que llenaba el espacio: alto, fuerte, con manos ásperas de trabajar constructiones toda la vida. Yo siempre lo vi como “papá”, nada más, hasta ese verano.

Hacía calor, un calor pegajoso que te hace odiar la ropa. Mis amigas estaban de viaje, y yo me pasaba los días tirada en casa, aburrida, con el ventilador apuntándome a la cara. Papá trabajaba hasta tarde, pero esa noche llegó temprano, tipo ocho, con una cerveza en la mano y el pelo mojado de sudor. Se tiró en el sillón del living, me miró y dijo: “¿Qué hacés ahí como muerta? Vení, charlemos”. No era raro que habláramos, pero algo en su tono me puso nerviosa.

Me senté al lado, en shorts y una musculosa vieja que apenas me tapaba. Él abrió otra cerveza y me pasó una, aunque sabía que no tomaba. “Probá, ya sos grande”, dijo, y yo la agarré, más por no discutir que por ganas. Empezamos a hablar de nada: el calor, su trabajo, mis planes. Pero el aire estaba raro, pesado, como si algo flotara entre nosotros. No sé si fue la cerveza o el cansancio, pero sus ojos se quedaron más tiempo en mí, recorriéndome despacio. Intenté ignorarlo, pero mi piel se erizó.

En un momento, se acercó para sacar una pelusa de mi pelo. Su mano se quedó ahí, rozándome la nuca, y me miró fijo. “Estás distinta, Lu”, murmuró, y su voz sonó más grave. Yo no sabía qué decir, pero no me moví. Algo en mí quería que se acercara más, aunque mi cabeza gritaba que estaba mal. Entonces me besó, lento al principio, como probando, y yo no lo paré. Mi cuerpo reaccionó solo: lo besé de vuelta, torpe, con el corazón a mil.

El Momento en que Todo se Desató

Todo explotó rápido. Me levantó del sillón como si no pesara nada y me llevó a su cuarto. La ropa voló en segundos: mi musculosa, sus jeans, todo tirado en el piso. Me acostó en la cama, y cuando se puso encima, sentí su peso, su calor, y un nudo en el estómago que no era miedo, sino otra cosa. Me tocó con esas manos ásperas, primero suave, luego más fuerte, y yo me arqueaba sin querer, respirando entrecortado. Cuando me penetró, fue intenso, casi doloroso al principio. Sentí cada centímetro, un estiramiento caliente que me hizo jadear y clavarle las uñas en los hombros. Él gruñó bajito, moviéndose despacio, y yo me perdí en esa mezcla de presión y placer que me llenaba entera.

No duró mucho. Sus movimientos se aceleraron, y yo lo seguí, apretándolo con las piernas como si no quisiera que parara nunca. Cuando eyaculó dentro de mí, fue como una ola: lo sentí cálido, profundo, inundándome mientras él temblaba encima. Mi cuerpo respondió con un estremecimiento que no controlé, un calor que me subió desde el pecho hasta la cara. Nos quedamos quietos un segundo, jadeando, con el sudor pegándonos la piel.

Después, el silencio me aplastó. Él se apartó, se sentó en la cama y se pasó las manos por la cara. “Esto no debería haber pasado, Lu”, dijo, con la voz rota. Yo no contesté; solo me tapé con la sábana, temblando todavía. “No digas nada, por favor”, le pedí, y él asintió. Me fui a mi cuarto, y al otro día actuamos como si el mundo no se hubiera derrumbado.

Nunca lo repetimos. Nunca lo hablamos. Pero esa noche está ahí, grabada en mi piel, en cómo sentí todo, desde el primer roce hasta el final. No sé si lo odio o lo guardo como un secreto que me define.

Soy Matías, tengo 20 años ahora, pero esto pasó cuando tenía 18. Era verano, de esos que te derriten hasta los huesos, y mi vida era un desastre: recién había terminado el colegio, no tenía idea de qué hacer y mis viejos me tenían harto con sus sermones. Vivíamos en una casa grande, mis padres, mi hermana mayor, Clara, y yo. Clara tenía 21 entonces, y siempre había sido la típica hermana que manda, que organiza todo y que, de paso, te hace sentir como un idiota sin esforzarse. Pero también era guapa, joder, demasiado guapa: pelo largo castaño, ojos verdes que te perforan y un cuerpo que, aunque intentara no notarlo, era imposible ignorar.

Ese verano, mis viejos se fueron diez días a un viaje de trabajo. Nos dejaron solos en casa con una lista de reglas y un “pórtense bien” que sonó más a amenaza que a consejo. Clara, como siempre, se puso en modo jefa: “Vos limpiás, yo cocino, y no hagas cagadas”. Yo asentía, pero en el fondo me importaba poco. Los primeros días fueron normales: ella en su mundo, yo en el mío, jugando Play o viendo series hasta las tantas.

Todo cambió la cuarta noche. Era viernes, y el calor era insoportable, de esos que te pegan la ropa a la piel. Yo estaba en mi cuarto, en bóxer, con el ventilador a full cuando Clara entró sin tocar. Llevaba una remera suelta y unos shorts diminutos, el pelo mojado de haberse duchado. “Hace demasiado calor para dormir, bajá al living”, dijo, como si fuera una orden. Bajé detrás de ella, medio zombie, y la encontré tirada en el sillón con una botella de vino que había sacado de la cava de papá. “¿Querés?”, me ofreció, alzando una ceja. No suelo tomar, pero dije que sí porque no quería quedar como el hermanito débil.

Nos pusimos a hablar mierda, primero de la familia, luego de pelis, y al rato ya íbamos por la segunda botella. El vino me pegó rápido, y a ella también, porque empezó a reírse más fuerte y a mirarme raro. En un momento, se estiró en el sillón y su remera se levantó un poco, dejando ver su cintura. Intenté no mirar, pero ella se dio cuenta y soltó: “¿Qué pasa, te da vergüenza o te gusta?”. Me quedé helado, pero el alcohol me soltó la lengua: “No soy ciego, Clara”. Se rió, pero no como burla, sino como si le hubiera gustado la respuesta.

No sé quién dio el primer paso. Creo que fue ella, porque de repente estaba más cerca, con esa mirada que no te deja escapatoria. “Esto es una locura, Matías”, murmuró, pero no se alejó. Yo tampoco. La besé, torpe, con el corazón en la garganta, esperando que me empujara y me gritara. Pero no lo hizo. Me devolvió el beso con fuerza, como si lo hubiera estado guardando hace tiempo. Sus manos se metieron debajo de mi camiseta, y yo la agarré por la cintura, tirándola más cerca.

Todo se descontroló en segundos. Le saqué la remera, ella me arrancó el bóxer, y terminamos en el suelo del living, sobre la alfombra que mamá siempre decía que cuidáramos. No había delicadeza ni romanticismo; era puro instinto. Sus uñas se me clavaron en la espalda mientras yo la apretaba contra mí, sudando como loco. Ella gemía bajito, mordiéndose el labio para no hacer ruido, pero a veces se le escapaba un grito que me volvía loco. Me subí encima, y ella me guió con las manos, moviéndose debajo de mí como si supiera exactamente cómo romperme. Fue rápido, desordenado, y terminé antes de lo que quería, pero ella siguió hasta que se tembló entera y se quedó quieta, respirando pesado.

Nos quedamos ahí un rato, en silencio, con el ventilador zumbando de fondo. El vino, el calor, el subidón, todo se mezclaba en mi cabeza. Ella se levantó primero, se puso la remera y me miró seria. “Esto no pasó, ¿entendés?”, dijo, con un tono que no admitía réplica. “Nunca”, contesté, todavía mareado. Se fue a su cuarto, y yo me quedé tirado, mirando el techo, preguntándome qué carajo había hecho.

Los días siguientes fueron raros. Actuábamos normal, como si nada, pero había una tensión que no se iba. Ella me esquivaba la mirada, y yo no sabía cómo mirarla sin que se me notara todo. Mis viejos volvieron, la rutina volvió, y nunca hablamos de eso. A veces pienso en esa noche y me siento culpable, pero también sé que no la cambiaría. Fue mi primera vez, y aunque no debería haber sido con Clara, fue real, intensa, y me marcó de una forma que no puedo explicar.

Soy Lucas, y esto pasó cuando tenía 19 años, hace tres veranos. Todavía lo pienso y me da un vuelco el estómago, no sé si por vergüenza o porque fue tan intenso que no lo puedo sacar de mi cabeza. Todo empezó en julio, cuando mis padres me mandaron a pasar unas semanas con mis tíos en su casa de campo, a unas dos horas de la ciudad. Querían que “despejara la mente” después de un semestre horrible en la universidad. Yo no tenía ganas, pero no me dieron opción.

Mis tíos tienen una hija, Sofía, mi prima. Ella tenía 21 entonces, dos años mayor que yo, y siempre había sido esa chica que te hace girar la cabeza sin querer. No era solo que estuviera buena —que lo estaba, con ese cuerpo bronceado, piernas largas y una sonrisa que te desarma—, sino que tenía una vibra de “me importa una mierda lo que pienses”. Nos llevábamos bien de chicos, pero desde que crecimos apenas nos veíamos, así que no sabía qué esperar.

Llegué un viernes por la tarde. Mis tíos me recibieron con abrazos y un montón de comida, pero se notaba que estaban apurados. Me contaron que al día siguiente se iban a un viaje de trabajo por una semana y que Sofía se quedaría a cargo de la casa. “Tú la ayudas con lo que necesite, ¿eh?”, dijo mi tía mientras me pasaba una gaseosa. Yo asentí, aunque en mi cabeza solo quería tirarme a ver series y olvidarme del mundo.

Esa noche, después de que se fueron a dormir, Sofía apareció en la sala donde yo estaba zapeando en la tele. Llevaba una camiseta vieja que le quedaba grande y unos shorts que dejaban poco a la imaginación. Se tiró en el sillón a mi lado, con una cerveza en la mano, y me miró de reojo. “¿Qué, te mandaron a babysittearme o qué?”, dijo riéndose. Le contesté que no, que era más bien al revés, y empezamos a hablar mierda, como en los viejos tiempos. Me ofreció una birra y, aunque no suelo tomar mucho, dije que sí.

Al día siguiente, mis tíos se fueron temprano. El sol pegaba fuerte y la casa estaba silenciosa. Me levanté tarde, tipo once, y encontré a Sofía en la cocina, sudando mientras intentaba arreglar una licuadora que se había jodido. “Necesito ayuda, inútil”, me dijo sin siquiera mirarme. Me acerqué, medio dormido, y traté de echarle una mano, pero ella se movía por todos lados, rozándome sin querer —o eso pensaba yo—. En un momento, mientras forcejeábamos con el cacharro, su mano se quedó un segundo de más en mi brazo y me miró fijo. “¿Qué pasa, te pongo nervioso?”, dijo con esa voz medio burlona que usaba siempre. Me reí como idiota y dije que no, pero mi cara seguro me delató.

Esa tarde, después de comer, me pidió que la ayudara a mover unas cosas en el galpón de atrás. Era un lugar polvoriento, lleno de trastos viejos, y hacía un calor del demonio. Ella estaba en una musculosa ajustada y shorts, el pelo recogido en una coleta desordenada, y yo no podía concentrarme en nada. Mientras cargábamos unas cajas, se agachó justo enfrente de mí, y juro que casi se me cae lo que tenía en las manos. Ella lo notó, claro, y se dio vuelta con una sonrisa pícara. “¿Qué mirás tanto, Lucas?”, dijo, y yo me puse rojo como tomate. “Nada, el paisaje”, solté, tratando de sonar cool, pero salió patético.

No sé cómo pasó, pero el aire se puso pesado. Ella se acercó despacio, todavía con esa sonrisa, y me dijo: “Si vas a mirar, al menos hacelo bien”. Antes de que pudiera procesarlo, me empujó contra una pila de cajas y me plantó un beso. No fue suave ni tímido; fue como si me quisiera arrancar el alma por la boca. Mi cabeza explotó. Era mi prima, sí, pero en ese momento no me importó una mierda. Le devolví el beso con todo, torpe al principio, pero después dejé que el instinto tomara el control.

Nos tropezamos con unas cosas y caímos sobre un colchón viejo que estaba tirado ahí. Le saqué la musculosa de un tirón, y ella me arrancó la remera como si tuviera prisa. Sus manos estaban por todos lados, y yo no sabía ni dónde poner las mías. Tocarla era como tocar fuego: su piel estaba caliente, sudada, y cada vez que gemía bajito se me iba la cabeza. Me bajó el pantalón con una mezcla de fuerza y desesperación, y yo hice lo mismo con sus shorts. No había tiempo para pensar, solo para sentir.

Fue mi primera vez, y no fue como en las películas. No hubo música ni mierda romántica. Fue crudo, rápido, desordenado. Ella se subió encima de mí, moviéndose como si supiera exactamente lo que hacía, y yo traté de seguirle el paso, agarrándola de las caderas mientras el colchón chirriaba debajo. El calor del galpón, el polvo, el sudor, todo se mezclaba con su respiración acelerada y mis jadeos. No duré mucho —qué vergüenza admitirlo—, pero ella no paró hasta que terminó también, temblando encima de mí con un gritito que se me grabó en la memoria.

Cuando todo acabó, nos quedamos ahí, tirados, respirando como si hubiéramos corrido una maratón. El silencio era raro, pero no incómodo. Ella se levantó primero, se puso la ropa y me miró con cara de “esto pasó y punto”. “No le contás a nadie, ¿eh?”, dijo, igual que si me pidiera que no dijera que se comió el último pedazo de pizza. “Nunca”, respondí, todavía en shock. Se fue caminando hacia la casa como si nada, y yo me quedé un rato más, mirando el techo del galpón, preguntándome qué carajo había pasado.

Esa semana seguimos como si no hubiera pasado nada. Hablábamos, comíamos juntos, veíamos tele. Pero cada tanto me miraba de una forma que me hacía hervir la sangre, y yo sabía que ella también lo recordaba. Nunca más lo hicimos, y nunca lo hablamos. Mis tíos volvieron, yo me fui a casa, y la vida siguió. Pero cada verano, cuando huelo el calor seco o paso por un galpón, me acuerdo de Sofía y de esa primera vez que me marcó para siempre.

Esto pasó hace un par de años, en pleno verano. Mis tíos se habían ido de viaje y dejaron la casa a cargo de mi prima Carla, de 25 años, con un cuerpo increíble y una actitud rebelde. Yo tenía 22, estaba aburrido y ella me pidió que pasara a “ayudarla”. Spoiler: lo que quería era compañía.

Llegué cerca de las nueve de la noche. El calor era insoportable. Carla estaba en el garaje, con shorts ajustados y una camiseta sin sostén, sudando mientras movía cajas. Me puse a ayudarla, pero no podía dejar de mirarla. Ella lo notó, se rió y dijo: “¿Qué pasa, te gusta lo que ves?”. Me quedé mudo. Entonces, se acercó, me puso la mano en el pecho y me arrinconó contra la pared.

 El Momento en que Todo Explotó

“No te hagas el tonto”, susurró, y me besó con una intensidad salvaje. De ahí, todo se descontroló. Le quité la camiseta, ella me bajó el pantalón y en segundos estábamos en el suelo del garaje. Fue una noche caliente en todos los sentidos: pasión, sudor y gemidos sin control. Carla se movía encima de mí como si el mundo se fuera a acabar, y yo la seguí el ritmo hasta que los dos colapsamos, jadeando.

Un Secreto Bien Guardado

Cuando terminamos, ella se levantó, me miró y dijo: “Esto no se lo cuentas a nadie, ¿eh?”. Asentí sin decir palabra. Hasta hoy, es mi recuerdo más intenso de ese verano.

Espero que la memoria no me falle y poder recordar cómo pasaron las cosas aquella vez, ahora tengo 59 años, aún trabajo en una empresa, solo vivo con mi esposa porque mis hijas se fueron de casa hace tiempo. Todo empezó cuando salimos de paseo en familia a un pueblo cercano de la ciudad donde vivíamos, fuimos allí porque es un clima perfecto para descansar en familia y además tiene sitios de recreación excelentes. Llegamos al hotel donde nos hospedamos, nos tocó a todos en un solo cuarto, mis hijas en una cama y nosotros en otra. Eran unas niñas hermosas, una de ellas tenía 7 y la mayor 10 años, después que dejamos todas las cosas en el hotel y cambiarnos, salimos a conocer el pueblo, buen clima y la gente muy amable. Estuvimos un buen tiempo caminando por varias calles y luego nos devolvimos para el hotel, llegamos y enseguida bajamos para la piscina, a mis niñas les encantaba mucho, cada vez que tenían la oportunidad la aprovechan hasta el cansancio. Bajamos todos a la piscina y compartimos largo rato, yo estaba un poco cansado y les dije que me iba para mi cuarto, que deseaba descansar un poco y que luego nos veríamos, así pasó, me subí al cuarto y descansé un poco, al rato me levanté y me fui a duchar, lo hice, pero no cerré la puerta del baño, estaba solo. Cuando me estaba bañando entró mi hija de 10 años, no me di cuenta y como estaba desnudo ella me vio, la verdad no sé cuánto tiempo estuvo ella viéndome, solo que al voltear la vi ahí, era la primera vez que ella me veía completamente desnudo, pero yo a ella muchas veces, cuando me bañaba con ella siempre la desnudaba para bañarse, pero yo me quedaba siempre en bóxer, en ese momento me preocupaba que mi pene estaba erecto y con el vello púbico se veía aterrador para ella. Padre: Hija porque no golpeaste la puerta, qué pena contigo, mira como estoy. Siguió con su mirada baja viendo mi pene. Hija: Que pena contigo papi no sabía que te bañabas, pero como tengo ganas de hacer chichi por eso entre sin golpear. No entendía porque no fue hasta el baño del lobby, sabía que me estaba bañando, me pregunté, porque no esperaba hasta que saliera de la ducha para entrar al baño, en fin, solo pensé. Ella salió del baño y se dirigió a su cama, le pregunté por su hermana y su mamá, Hija: Se quedaron en la piscina. Yo cerré la puerta y seguí en mi baño, pensaba en que ella me quería ver desnudo y despertó una sensación rara en mí, me gustaba lo que estaba sintiendo. Entonces recordé unos años atrás, cuando tenía como 8 años tal vez, me encantaba que se sentará en mis piernas cuando tenía sus vestidos y yo en pantalones cortos, en algunos momentos alcanzaba a tener pequeñas erecciones porque sentía la piel de sus pequeños muslos cuando rozaban los míos y no puedo negar que algunas veces mis manos terminaban masajeando sus pequeños muslos una y otra vez, pero nunca llegué a tocar su vagina. Algunas veces cuando se bañaba conmigo y estábamos solos en el apartamento, al terminar nuestro baño, me colocaba mi toalla para cubrir mi pene y la envolvía en su toalla, la llevaba alzada hasta mi cuarto y me acostaba con ella en la cama, le decía que era para que se nos quitara el frío y no dejaba que ella me viera desnudo, nos acostábamos debajo de las sábanas y nos quitábamos las toallas, luego la abrazaba por largo rato para sentir su cuerpo, después me sentaba y la sentaba en mis piernas con sus piernas abiertas sobre mi pene y colocaba sus piernas alrededor de mi cintura y le hacía colocar sus brazos rodeando mi cuello, siempre nos cubrimos con la sábana para que ella no me viera el pene, me encantaba tenerla así, solo que no sentía deseo por ella pero tenía pequeña serecciones, creo que ella no sentía, nunca me dijo nada, me gustaba sentir sus labios vaginales rozando mi pene y abrazarla fuerte, ella siempre me decía que le picaba mucho su vaginita, imagino que pasaba porque rozaba con mi vello púbico, pero no le decía nada, era nuestro juego, pero no hacía nada más. No entendí porque esos recuerdos llegaban a mi mente en ese momento, algo extraño porque nunca había pasado, llegué a pensar que ella tal vez los recordaba y quería confirmar algo, pero eran solo suposiciones y tampoco le preguntaría a ella para confirmar. Para salir del baño me coloque una toalla, solo que aún se me notaba mucho mi erección. Al llegar a su lado le dije que ya podía entrar al baño, había terminado de bañarme. Ella se levantó de la cama y se dirigió al baño, me di cuenta que su mirada iba dirigida hacia mi pene. Ese día pasó así, después que pasó solo pensaba en ese momento, recordaba como la vi mirándome desnudo cuando me bañaba, era algo inexplicable y aterrador para mí, no entendía porque estaba sintiendo tanto deseo por ella, era algo incontrolable. Al regresar a casa del paseo, mi cabeza me cuestionaba por lo que empezaba a sentir por ella, las preguntas aparecían todos los días. ¿Sería que le había gustado verme así? ¿Recordó cuando jugábamos debajo de las sábanas y deseaba saber que le hacía sentir cosquilla en su vaginita? ¿Tal vez quería volver a sentir esas sensaciones y le daba pena decirme? ¿O por el contrario se había molestado conmigo por no haber cerrado la puerta? Entonces empecé a imaginar cómo podría comprobar todas mis dudas y preguntarle porque se quedó mirándome sin decir nada. Solo debería esperar el momento oportuno para confirmar todas mis dudas y eso podría ser cuando estuviera solo con ella.

por decir algo. Alta, cuerpo precioso, linda car, cuello alto tetas grandes, pezones grandes con grandes aureolas, cuerpo firme, vientre plano, culo redondo, su matorral siempre recortado, piernas largas. Nos bañábamos en la piscina y nos conocíamos bien . Un día empezamos a hablar de pornografía y que nos gustaba. LIna me dijo que le gustaba mirar a las lesbianas y a las pareja s swingers y yo le conté que miraba a las chicas más jóvenes que tiraban desvergonzadamente. Sin pensarlo se me erectó mi polla y LIna me dijo…oye que pollaza te gastas chico….ja.ja.ja.
si quieres te la muestro para que me digas si te gusta? Echa afuera chaval…me saqué el bañador y quedé desnudo total…¿qué me dices Lina? …excelente polla amor…tócala es toda tuya Lina y puedes hacer con ella lo que desees. LIna la tomó y la acarició un par de minutos por lo que mi jugo seminal salió naturalmente. Ella sin decir nada se acomodó y se la metió en la boca succionándome el jugo y empezó a chuparla con maestría. Veo que res experto Lina ¿cuantas has chupado ya? Curioso…dime por favor…ja.ja.ja…más de diez y menos de quince…bien putaza hermana…no lo niego pues me vuelve loca tener sexo…a ver ven para acá, le dije y la atrai hacia mí…luego le bajé el sostén del bañador y le bajé la tanga…espera Toni me dijo y se incorporó…se sacó todo y se puso a mi lado acariciándome el pecho…la besé y me respondió amorosa y jugosamente con toda su lengua metida en mi boca…babeábamos los dos, empecé a acariciar las tetas, firmes y duras con unos pezones preciosos, duros y parados con la excitación…No esperó mucho pues estaba excitadísima y empapada, me puso de espaldas y se ensarto mi polla hasta los pendejos, completa y eso que tiene unos no despreciables 17 centímetros y empezó a cabalgarme con mucho brío….yo el manoseaba las tetas y ella me pasaba los pezones para chuparlos y pellizcarlos…estuvimos follando durante una hora, le metí dos enormes polvos eyaculados abundantemente y ella tuvo dos enormes orgasmos bien gemidos, tiritados y llenos de sensaciones gratificantes…la vi gozar como nunca había visto alguna de las chavalas que me he follado…descansando hablamos…Sabes toni que he quedado fantástico mejor que con mi novio y con los seis más con que he follado, lo que quiere decir que el incesto es el ideal pues es algo que no se puede tener con los extraños ¿qué te parece? excelente amor y creo que seguiremos así por mucho tiempo…ja.ja.ja…dicen que el incesto entre hermanos dura toda la vida así es que ya te veo culiándome a los ochenta ja.ja.ja….Sabes LIna por lo menos tendremos siempre sexo cualquiera sea la condición en que nos encontremos…obvio así es que ya somos infieles antes de casarnos ja.ja.ja.
De esto hace ya varios años y seguimos igual follando a los menos dos veces por semana pues ella ya está casada y yo debo atender a mi novia pues me casaré en dos meses más.
Debo decir que el incesto es maravilloso pues tiene varios ingredientes más que la pareja corriente. En realidad lo recomiendo y ojalá empezarlo temprano por ejemplo a los quince ellas y ellos cuando ella esté dispuesta. Es una forma extraordinaria de gozar el sexo.

Al escuchar los ruidos que venían de la sala, nos separamos y arreglamos nuestra vestimenta, yo me senté en una silla y me hice el dormido, Adela como que metió los vasos al lavabo de la cocina, y salió a ver quien era, en eso escucho que dice….HIJITA…QUE PASA…en eso Analí, MAMA TENGO SED QUIERO AGUA , y entró a la cocina al verme dormido en la silla dijo…….MAMA MI PADRINO ESTA DORMIDO…MEJOR LO LLEVAMOS A LA SALA Y QUE DUERMA EN UN MUEBLE……POBRECITO MAÑANA VA ESTAR MAL, ..Adela, aceptó la propuesta de Analí, las dos vinieron a cargarme para acomodarme en la sala, en eso yo me despierto, y vi a las dos frente a mi, mis ojos se fijaron en Analí, que tenía su ropa de dormir que mostraba sus encantos, ella me abrazó para ayudarme, yo les dije, …ME QUEDE DORMIDO …ESTABA CANSADO , ME VOY A MI CASA…..NO QUIERO MOLESTAR, ellas se opusieron a que me vaya, yo insistí, por que la calentura estaba subida, las ganas de quedarme también martillaban mi calentura, no podía poner en riesgo la confianza y el cariño que me ofrecieron. Al día siguiente me quedé en casa a descansar y arreglar un poco , en la tarde vino la chibola de la pensión, a lavar mi ropa hacer limpieza, terminó }, yo la atajé, nos bañamos , en mi cuarto nos pusimos a ver una película acostados en mi cama, a media película, ella comenzó a besarme y luego su mano estaba en mi verga pajareándolo, me puso en pindinga, yo comencé a besar sus senos tiernitos ya sus pezones estaban paraditos , la chibola gritaba cuando le metía mi verga a su conchita ajustadita, AYYYY …PAPITOOO….QUE RICOOO…….ME CACHASSSS ME GUSTA TU RICA PINGAAA, …la chibola estaba ya acostumbrándose a mi forma de cachar, ella se acomodaba en todas poses, la que más le gusta era era piernas al hombro, ella no quería que saque mi verga de su concha, toda mi leche se quedaba en vagina. Al día siguiente a eso de las 10 de la mañana me cayeron Adela y su hija, estaban hermosísimas, traían unos shorts, provocativos, para invitarme a almorzar a un restaurante, la que más insistió fue mi futura ahijada, llegamos al restaurante, buena atención, la comida aceptable, y lo mejor tenía grupo musical, Adela me invitó a bailar, Gustavo le daba permiso, bailamos , luego fue mi ahijada, se movía provocativamente, yo estaba un poco avergonzado, seguíamos tomando, Gustavo ya estaba mareado, yo me batía con las dos, a eso de las 4 de la tarde le dije a Adela…..Creo que ya es hora de irnos , tu marido está borracho, comprendió la situación y nos fuimos, llegamos a su casa y querían seguirla, sobre todo mi ahijada, yo lr dije……YO ESTOY CANSADO, MAÑANA TENGO QUE IR A TRABAJAR…OTRO DIA LO CONTINUAMOS…..Mi ahijada dijo…….MIRA PADRINO…..ESTAMOS QUEDANDO, Les di un beso y me fui, estaba carretón. Como a los dos días me encontré en el Mall con mi ahijada, estaba con unas amigas, estaban buenas pero ella tenía mejor cuerpo, vino me abrazó y me dio un beso en la mejilla, y me dijo….PADRINO….INVITAME UN HELADO….yo le dije …Y TUS AMIGAS VIENEN ?……ella dijo….NO…ELLAS NO VIENEN…QUIERO ESTAR SOLA CONTIGO…LE INVITÉ EL HELADO…NOS PUSIMOS A CONVERSAR…ME CONVERSABA MAS DE SUS PADRES. ..QUE ELLOS TENIAN MUCHAS PELEAS…MI PAPA TOMA MUCHO. Y QUE YO CONVERSARA CON ELLOS….yo le dije …BUENO…VERÉ EL MOMENTO PARA CONVEDRSAR CON TUS PADRES, …terminamos de tomar el helado y nos fuimos con dirección a su casa, la dejé y yo me fui a mi casa, como a los tres días me llamó por teléfono para encontrarnos en un parque y que por ahí había una heladería. Llegué al parque ella estaba en la heladería, pedimos helados y nos pusimos a conversar, pero esta vez yo le preguntaba ….SI TENIA ENAMORADO, ….ella ……..NO TENGO NI QUIERO TENER, MIS COMPAÑEROS SON MUY TONTOS …A MI GUSTAN HOMBRES MAYORES, la conversación estuvo muy amena, estuvimos como dos horas, y nos fuimos, ella me tomó de la mano, yo no dije nada, tomamos un taxi , venía bien junto a mi y mi mano la puso por detrás de su cabeza y me dijo……PADRINO ABRAZAME….yo la abracé, llegamos a su casa, se despidió de mi con un beso en la mejilla, me puso en pindinga. Como a los tres días me buscó Adela en mi casa en la tarde a eso de las 5, yo salía de l trabajo a las 4. Yo abrí la puerta ella entró embalada me abrazó y me beso en la boca, en eso ella me dijo….AMOR TE NECESITO…..NO AGUANTO…QUIERO QUE ME HAGAS FELIZ….PAPITO NO PUEDO ESTAR SIN TI…ERES MI HOMBRE Y TU SI SABES CACHAR…subimos a mi dormitorio, nos desvestimos, hicimos el amor dos veces, cuando terminamos , nos quedamos abrazados en la cama y dijo….AMOR QUIERO VIVIR CONTIGO…MI MARIDO ME TIENE HARTA , UNO PARA BORRACHO, ..SE GASTA EL DINERO EN EL TRAGO, Y LO PEOR A MI ME HA OLVIDADO POR COMPLETO, POR ESO QUIERO VIVIR CONTIGO, yo me quedé pensando un rato lo que le iba a decir y le dije….ADELA…ESCUCHANE UN RATO POR FAVOR…..ESA NO ES LA SOLUCIÓN, USTEDES TIENEN DOS HIJOS, TU TIENES QUE TOMAR LA INICIATIVA PONER LOS PUNTOS SOBRE LAS IES, HAGANLO POR SUS HIJOS, PIENSO QUE TU MATRIMONIO TODAVIA PUEDE SALVARSE…PIENSALO BIEN…HAZLO CON EL CORAZON Y NO CON EL HIGADO….CON ESTO NO QUIERO DECIR QUE NO TE QUIERO…TU SABES QUE TE AMO…ERES MI MUJER…TE DIGOESTO POR QUE TE QUIERO, ella se abrazó de mi y se puso a llorar, la consolé hasta que se calmó, en eso me dijo….AMOR DEJAME CHUPAR TU PINGA…QUIERO TU LECHE,…YMW VOY, ella agarró mi verga y comenzó a mamarla, se la metía dentro de su garganta, me pajeaba y chupaba hasta que me vine, estuvimos un rato en la cama, nos vestimos y despedimos y se fue. Al día siguiente me buscó en mi ahijada, estaba bien bonita y bien perfumada, la hice pasar , se abalanzó sobre mi me dio un beso en la boca, yo me puse carretón, le tomé de las manos y………………………CONTINUA PARTE 4

Quiero ser tu puta cachonda y embarazada para toda la vida … Todo el tiempo ….
Tía Fiordaliso no cabía en sí de felicidad, parecía querer saltar por toda la sala de estar, se subió al sofá arrodillándose y dándome la espalda.     Movió su trasero seductoramente invitándome a ir tras ella.

—Pensé que debía recompensarte en algún modo después del maravilloso trabajo que hiciste … ¿Quieres follarme? …

Sus pestañas aletearon a mil por hora mientras lo decía.     No necesitaba mayor aliento que eso.     Toda mi ropa quedó esparcida sobre la alfombra y me estacioné con mi pija dura como el acero, justo detrás de ella.     Haciendo pasear mi polla entre sus blanquizcas nalgas.     Apreté sus apretados labios vaginales con mi glande lustroso y empujé para penetrarla.     Deslizarme dentro de su coño se sintió increíble, deslicé mis manos bajo su delantal y aferré sus duras y pesadas tetas, haciéndola arquear su espalda y afondando más mi polla dentro de ella.

—Siii, Mateo … Apriétame toda …

—Así que estás embarazada, ¿eh? …

—Así es … Embarazadísima …

Lo dijo bien fuerte, remarcando feliz y radiante la palabra.     Finalmente podía decirlo después de probar por varios años.

—Eso quiere decir que viniste aquí solo en busca de sexo, ¿verdad? … Solo quieres ser follada, ¿eh? …

—Bueno … Sí, eso es lo que quiero …

—¿Sabes que significa eso? …

—Que soy una … ¿Puta? …

—Eso es lo que eres … Una puta caliente en busca de una polla que la folle …

—Bueno … Entonces si soy una puta caliente y preñada … Fóllame … Hazlo, por favor …

No me hice repetir el ofrecimiento y hundí mi polla en su coño hermoso y apretadito con mayor fuerza, la habitación se lleno con los sonidos de mis muslos abofeteando sus firmes glúteos.

—Virgen Santísima …

—Para nada … Soy solo una puta preñada … Y por favor dámelo más fuerte y duro …

Sin duda que esa era mi intención, así que aferré sus esculturales caderas y la embestí con todas mis fuerzas, Luego la agarré del pelo y la tiré hacia atrás cada vez que le daba un golpe hacia adelante.     Tía Fior gemía de lujurioso placer y siguió suplicándome que se lo diera más fuerte.

—Más, Mateo … Dame más … Que rica que es tu polla … Dámela fuerte y duro …

Era una exquisita e increíble sensación.     Ella me quería no solo por mis espermatozoos, sino también porque le gustaba mi pija.     De hecho, había venido exclusivamente a regalarme con su coño, quería tener sexo conmigo.     Me sentí mucho más mayor y contento.     Sentí que de un momento a otro podía correrme, pero a mi edad sabía que podía repetir mis prestaciones muchas veces.

La agarré por los hombros y la tiré hacia mí, haciendo que su hermosa espalda se arqueara y su cabeza se colocara casi junto a la mía, entonces le gruñí cerquita de su oreja:

—Me voy a correr, tía … Tú ya estas embarazada, ¿verdad? … No te sucederá nada, ¿eh? …

No me contestó nada, pero su cuerpo comenzó a temblar.     La solté hacia adelante y aferré sus caderas, comenzado a follarla con todo mi ímpetu de adolescente.     Mis muslos chocaban violentamente con su trasero, le enterré mi entera polla en su coño jugoso y con un gruñido animal me descargué dentro de ella.      Tía Fiordaliso gemía sonoramente, se agarró al respaldo del sillón con sus uñas finamente pintarrajeadas, encorvadas y clavadas en la felpa del sofá.     Su cuerpo no cesaba de estremecerse, luego como una liberación lanzó un rugido de tigresa.

—Uuuurrrggghhh … Arghhh … Ummmmmm … Umpf … Aaaahhhh … Ssiii, Mateo … Ssiii, umpf … Soy … Soy tú puta embarazada … Uhmmmmmm …

—Me encanta que seas así, tía … Me follaste y quedaste embarazada … Hiciste que me corriera dentro de ti una y otra vez … Y ahora esperas un bebé …

Ella todavía no podía tomar el control completo de su cuerpo.     Se estremecía en convulsivos espasmos, gimiendo y suspirando.     Al parecer tía Fior se había corrido cuando eyaculé mi cálido semen en ella.

Estuvimos allí por un rato.     Ella de rodillas sobre el sofá y yo de pie detrás de ella con mi polla todavía entera dentro del coño de mí tía resbaladizo e hinchado.     Tía Fior dio un respiro profundo y salió de su frenesí y paroxismo de pasión y me dijo:

—Uhmmmmmm … Al parecer le has tomado gusto a eyacular en mí, ¿eh? … Te gusta dejarme llenita, ¿verdad? …

Todavía con mis manos en sus caderas, la tiré contra mi polla y se la volví a clavar hasta el fondo, dando ligeros gruñidos en respuesta.

Nos desplomamos juntos sobre el sofá, yo encima de ella.     Se sentía tan bien su culito redondito y firme presionando mis muslos.     Hubiese querido permanecer en esa posición por toda mi vida.     Me sentía feliz.     Había ayudado a la mujer más bella del mundo a cumplir su sueño, a cambio había obtenido experiencias maravillosas, relaciones sexuales increíbles.     No podía pretender ni querer nada más.     Estaba satisfecho.

Tía Fiordaliso y yo dejamos de vernos por algunos años.     Ella tuvo un hermoso bebé y las únicas veces que nos veíamos eran en reuniones de familia.     Todos estaban felices con el nuevo arribado a la familia, nadie reparó en nada.     Nuestra relación volvió a ser igual a la de antes de que iniciáramos la “Operación bebé”, tía y sobrino.     Nadie pareció notar nada de extraordinario ni extraño.

Las vueltas de la vida y el destino, a veces nos juega unas pasadas inesperadas e insólitas.     Una tragedia terrible golpeó a la familia.     Tío Jairo murió en un accidente aéreo.     Toda la familia se puso de luto, por supuesto también mi madre y yo.     Tío Jairo había sido un buen tipo y todos lo recordábamos de ese modo.

Tía Fiordaliso heredó toda la fortuna de mi tío, más un suculento seguro de vida de varios cientos de millones.     Pero al parecer ella no pensaba en el dinero en ese triste momento.     La consolé durante el funeral, la sostuve y sequé sus lágrimas.     Mamá insistió y no la dejo ir de vuelta a su casa en completa soledad.     Fue entonces que ella con toda naturalidad comenzó a acercarse a mí en busca de compañía y calidez humana.

Esta vez nos acercamos de una manera distinta.     Me sentaba en el sofá y ella se acurrucaba a mí lado.     Como una gatita desesperada que simplemente no puede soportar una vida de soledad.     Cuando yo me ausentaba terminando mi educación secundaria, ella me esperaba y corría a mi encuentro al momento de regresar a casa.     Necesitaba estar cerca de mí.

Terminé la universidad, hice mi tesis, me titulé de abogado y celebrando mi titulación en casa.    Di la noticia que ya había encontrado un trabajo a tiempo completo.     La reacción de mi tía fue inolvidable.     Dejó de cenar, cerró sus ojos y contuvo la respiración.     Tan pronto como dije que sería en la misma universidad, cerca de casa mía y casa suya; lanzó un suspiro de desahogo y sonrió.     Entonces supe que ella no quería que me fuera lejos de ella.

Seguimos frecuentándonos regularmente.     Ella visitaba nuestra casa y otras tantas yo iba a su casa.     Cenábamos juntos, salíamos a caminar juntos, compartíamos juntos en nuestras fiestas familiares.     No se como nuestra relación se convirtió en algo de estar juntos.     No había nada de oficial ni de relación carnal, simplemente disfrutábamos estar en compañía el uno del otro.     Todo evolucionaba gradualmente, como una via obligada hacia nuestra felicidad.

Me di cuenta de esto una vez especial, nos sentamos juntos en el diván con mis padres, estábamos jugando un juego de mesa.     Mientras nos divertíamos y reíamos en familia, ella me abrazó y me besó en la mejilla como si fuera la cosa más natural del mundo.     Nadie reparó en ello.     Pasaron algunos meses y ella y yo comenzamos a volvernos cada vez más íntimos, ya no solo nos abrazábamos, sino que nos besábamos como pareja.     Tampoco nuestras familias reaccionaron en algún modo negativo, a pesar de que ella era más de diez años mayor que yo.     Tía Fiordaliso era parte de la familia y todo el mundo la amaba.

Un día en que estábamos disfrutando de una cálida jornada de sol, cuando su hijo, Mauricio, vino corriendo, mamá lo perseguía a corta distancia.     Hizo una finta cubriéndose con el cuerpo de su madre y luego salió corriendo por la otra puerta y mamá chillando detrás de su sobrino-nieto, o mejor dicho su verdadero nieto.     Fiordaliso me tomó la mano y mirando la puerta por donde había escapado Mauricio y mi madre, dijo:

—Parecen felices, ¿no? …

—Así es …

—¿No crees que a tu madre le gustaría tener también una nietecita? …

La miré un tanto sorprendido.     Ella se levantó y se paró frente a mí.     Inclinándose hacia adelante se quitó graciosamente sus bragas y las lanzó en mi regazo, dándome a entender que ahora estaba totalmente desnuda debajo de su vestido.     Pestañeé y recién me di cuenta de que no habíamos vuelto a tener relaciones sexuales desde aquella vez en que vino a darme la noticia de que estaba embarazada.

Nos habíamos involucrado sentimental y románticamente sin pensar en ello.     No habíamos pensado en el sexo, hasta ahora.

—¿Quieres aquí mismo? …

Pregunté asombrado e inquieto pensando a que mamá podría volver.     Ella se ruborizó, pero asintió, me bajé los pantalones hasta mis tobillos y ella me montó ahí mismo sobre el sofá.

—Hazme el amor y no pensemos en nada …

Susurró en mi oído.     Sentí la cálida humedad de su coño cuando mi polla se sumergió en sus empapadas paredes vaginales.

—Oh, estás mojada … ¿Acaso estabas pensando en esto de antes? …

—Uhm … No sé … Tal vez, sí …

—Quieres que te deje otra vez embarazada … Lo pensaste desde hace algún tiempo, ¿eh? …

—Ehm … Tal vez, sí … Podría ser …

—Quieres volver a ser mi puta cachonda y embarazada, ¿eh? …

—Sí … Ssiii … Eso quiero …

Luego se inclinó hasta un lado de mi cara y me susurró con una voz ronquita.

—Quiero ser tu puta cachonda y embarazada para toda la vida … Todo el tiempo …

Se echó hacia atrás y me regalo una de sus estupendas sonrisas diciéndome.

—Pero primero tenemos que intentarlo … Todas las veces que sea necesario, ¿quieres? …

Ciertamente no podía oponerme a tan poderosa razones.

El fin.

***** ***** ***** ***** ***** ***** ***** *****

El regalo más preciado de quien escribe es saber que alguien está leyendo sus historias.  Un correo electrónico, a favor o en contra, ¡Tiene la magia de alegrar el día de quien construye con palabras, una sensación y un placer!

—¡Hey! … Espera un momento … ¿Acaso estás ansioso? … ¿Qué tal si quiero pedirte que me vengas a cortar el césped? ….
Pasaron varias semanas, se completó un mes.     Luego otro mes.     Se acercaban las festividades de Fiestas Patrias, durante todo ese tiempo no había tenido noticia alguna de tía Fiordaliso.     De vez en cuando me encontraba a pensar en ella y me preguntaba si la impregnación casera había funcionado o no.     ¿Estaría ya embarazada?     ¿Lo comunicaría ella misma a la familia o lo diría primero a mí?     ¿Lo publicaría en su sitio de Facebook?     ¿O simplemente se presentaría en familia luciendo una enorme panza?

Supuse que ella no quería que yo me involucrara mas de lo necesario en la procreación de un bebé, puesto que ella quería hacer creer a su marido de que el bebé sería suyo.     Me sentí un poco frustrado al no saber nada, entonces decidí concentrarme en mis estudios, debía analizar los gobiernos en la Roma antigua, la Republica según los romanos desde el 509 a.c. hasta el 27 a.c.     Pero mis esfuerzos fueron vanos.      Mi atención volvía una y otra vez a la imagen de una pelirroja impresionante y con curvas que harían voltear la cabeza a cualquier hombre.

Recibir una llamada de esa guapa pelirroja, solo logró ponerme aún más nervioso.     Tan pronto mi celular comenzó a vibrar con una llamada ingresando de un ya conocido número, inmediatamente lo contesté:

—¿Sí? …

—Hola … ¿Mateo? …

—Sí …

—Oh … Necesito …

—Está bien … Lo haré …

—¡Hey! … Espera un momento … ¿Acaso estás ansioso? … ¿Qué tal si quiero pedirte que me vengas a cortar el césped? …

—Oh … ¿Es eso lo que necesitas? …

—No … No, tienes razón … Necesito de ti otra vez … Debemos volver a probar …

—Está bien … iré para allí …

—¿Puedes venir este sábado? …

—Bien … nos vemos el sábado …

—¡Ah! … Mateo … 

—¿Sí? …

—Me encanta que estés ansioso … Me gusta mucho sentirte entusiasta …

Colgó apresuradamente y me dejó con mis pensamientos y conflictos.     Hacía ya un tiempo que no la veía, pero la imagen de ella luciendo esa bata negra estaba fresca en mi mente, también su cuerpo tembloroso retorciéndose sobre su cama con su panocha enrojecida y excitada al máximo.     Había alabado la copiosa eyaculación de mi segunda corrida comparándola con la cantidad de esperma que produce su propio marido.     Todo eso hizo que mi cachondez aumentara sorprendentemente, recordé todo vívidamente.     Estaba claro que toda la situación no me estimulaba solamente a mí, tía Fior se había corrido como una puta en celo.     Ya no era simplemente una cosa de donación de esperma, por lo menos no para mí y pienso que tampoco para ella.

Faltaban dos días para el sábado.     Iban a ser unas cuarenta y ocho horas muy sufridas.     La pensaba constantemente.     ¿Por qué me había llamado con dos días de anticipación?   ¿Por qué no me llamo el día antes?     Igual habría estado listo y no habría tenido que sufrir dos días interminables pensando en ella.     El tiempo se ralentizó y las horas no pasaban.

Esperaba verla otra vez en toda su esplendorosa belleza.     Necesitaba ver su cuerpo escultural vestido con esa sugerente y reveladora bata.     Quizás ella se volvería a masturbar en su cama dejándome mirarla.     Ella sabía ya que si yo me calentaba podía generar mucho más semen y, para sus propósitos, era justo lo que se necesitaba.

Finalmente llegó el sábado, pero hubo un contratiempo.     Debido a un accidente en la ferrovía, el personal del metrotrén estaba en huelga y los servicios de trenes habían sido reemplazados por buses de acercamiento.     Eran ya las catorce horas cuando el bus salió de la estación.     Una hora después descendí en la estación.     Todo el tiempo me fui pensando en tía Fiordaliso.     Ella me esperaba en su auto, esta vez no había bata ni vestido adherente, ella estaba vestida con un blazer acolchado que la cubría hasta las rodillas, seguramente porque la jornada estaba muy fría.

—Ya tengo todo preparado para esta noche …

Me dijo luego de un escueto saludo.

—Uhm … Está bien …

—Sí … tú madre sabe que te quedarás aquí y mi marido está en Uruguay por negocios … regresará la próxima semana … tendremos mucho más tiempo tú y yo …

—Bueno …

—No te llamé antes porque tenía que esperar a ver si la inseminación había tenido éxito … bueno, no lo tuvo … después necesitaba que repitiéramos todo de nuevo, pero para eso tenía que hacer coincidir mi ovulación con un viaje de tu tío y hacerlo que me follara antes de irse … eso sucedió ayer y hoy estoy lista para que probemos una vez más la impregnación casera …

Ella continuaba con su perorata y yo la escuchaba sentado en el asiento del pasajero.     Honestamente no le prestaba ninguna atención, mi mente divagaba en las imágenes de ella desnuda.     Su voz sonaba muy diferente a los grititos y chillidos que daba mientras se follaba con el vibrador, era un delicioso recuerdo estampado en mi cerebro y esperaba volver a verla en ese estado de calentura muy luego otra vez.

Tía estacionó el auto directamente en la cochera y descendimos para ingresar a la casa.

—Entra … Entra … Que hace frio …

Me dijo mientras me acompañaba al ingreso.     La escuché cerrar la puerta detrás de nosotros.     Me quité la parka, la casa estaba temperada.     Luego me volteé para dirigirme al baño, pero ella me detuvo:

—No … No … No vayas para allá … solo quítate los zapatos y entrégame tu camisa …

—Oh … está bien …

Hice tal como me había pedido, preguntándome que es lo que estaba tramando.     Me quedé allí en el pasillo de pie vestido únicamente con mis jeans, tía Fior me dio una apreciativa mirada recorriendo mi cuerpo de arriba abajo, me regalo su maravillosa sonrisa después de una exploratoria ojeada a mis pectorales y abdominales.     Luego habló:

—Uhm … Estás en forma … Qué bien … Ehm … Ya sabemos que eyaculas mucho cuando te excitas … Y si te excitas puedes correrte más de una vez … Por cierto, eso me gusta mucho … Ahora bien …

Dio un paso hacia mí, todavía vestida con su blazer, me sonrió astutamente.

—Esta noche haré todo lo posible para excitarte al máximo … Me aseguraré de que funcione esta vez … Para eso he planeado ponerte tan cachondo que me llenarás el receptáculo dos veces … ¿Crees que puedes lograr eso? … ¿Eh? …

Mientras me preguntaba eso, su mano recorría mi pecho desnudo.     Un escalofrió recorrió todo mi cuerpo.     Podía sentir sus finas uñas arañando suavemente mi piel alrededor de mis tetillas.

—Ehm, sí … Creo que sí … Por supuesto que sí …

Dije en una voz repentinamente enronquecida.     Al parecer esta era la primera señal de que su plan estaba funcionando.     No podía esperar para volver a disparar mis jugos en esa taza con tapa a rosquilla.     Y con suerte, verla otra vez estremeciéndose y revolcándose sobre su edredón floreado mientras follaba su coño con un vibrador.     Con la misma sonrisa retorcida ella se alejó unos pasos de mí y se quitó el blazer para revelar lo que llevaba abajo.     Mi corazón se apresuró a latir velozmente cuando vi la misma prenda negra y trasparente, acompañada por medias negras autoadherentes y nada más, no había bragas ni sujetador.     Sus tetas bamboleaban libres y los labios de su coño escondían el agujero caliente hacia el paraíso.     Los pequeños pezones apuntaban directamente hacia mí y no pude quitar mis ojos de esas areolas perfectamente redondas y ligeramente rosadas.

—Te gusta esto, ¿verdad? …

Dijo en un arrullado susurro.

—Sí, tía …

Se volteó para hacerme ver sus firmes nalgas blanquecinas con la marca de su bikini y el resto de su espalda, caderas y piernas esculturalmente torneadas.     Cuando dejó de girar, se encaminó hacia las escaleras, haciéndome señas para que la siguiera al piso superior.

—No te acerques tanto para que puedas ver bien mi culo y mi panocha entre mis piernas … Quiero que me mires mucho y te calientes al máximo …

Hice tal como ella me dijo, me quedé un par de pasos detrás de ella.     Su trasero se veía formidable con ese atuendo sexy que alcanzaba a cubrir a mala pena la redondez de sus glúteos maravillosamente redonditos y duritos que se movían al ritmo que ella subía las escaleras, a cada paso una nalgas se alargaba y la otra se encogía, la harmonía del universo estaba plasmado en el culo de mi tía.    Intenté mirar entre sus piernas, solo que no había espacio suficiente para poder ver su panocha en todo su esplendor, pero el espectacular culo de ella colmaba todos mis deseos.

La seguí escaleras arriba y entramos en su habitación.     Otra vez había decorado su cuarto para crear una atmosfera agradable.     Las velas encendidas daban un erotizante aroma que me hacía recordar de la vez pasada cuando ella se retorcía y revolcaba sobre su cama.     La tenue luz era la apropiada, no era necesario encender las luces eléctricas.     Tía Fior puso una suave música de saxofón que completaba el ambiente cachondo que ella quería imprimir en la escena que estaba por desarrollarse.

Tía Fior comenzó a danzar para mí en forma seductora, haciendo que mi corazón se agitara y latiera con más fuerza.     Sus brazos acariciaban sus flancos y sus pesados pechos.     Haciéndome desear de ser yo quien acariciara cada centímetro de su tersa piel alhajada con diminutas gemas de Berilo dorado marrón, las preciosas pecas que embellecían todo su cuerpo.     Lentamente sus manos descendieron a la convergencia de sus piernas, acariciándolas con los ojos cerrados.     No podía apartar mis ojos de ella.     Se veía increíblemente sexy.     Su cabello rojo cobrizo que parecía encendido en llamas de lujuria a veces caía a cubrir parte de sus tetas y parcialmente su rostro cachondo.     Su manto de piel pálida parecía despedir chispas y centellas a través de la bata trasparente.

Serenamente comencé a acariciar mi polla por sobre la tela de mis jeans.      Lo único que quería era quitármelos, pero mí tía siguió bailando durante un largo rato.      Cuando ella se acercó a mí me quedé paralizado, se sentó a horcajadas en mi regazo colocando sus tetas a centímetros de mi nariz.     Casi se me corta la respiración y mi corazón latió desbocado viendo como se cimbraban en un movimiento perpetuo y cautivador sus senos prominentes y pesados,     Cuando se levantó mi pene estaba tan duro que me sentí incómodo.

—Ven a mí …

Me susurró haciéndome señas con su dedito índice.     Me levanté de un salto, pero ella me detuvo en seco.     Me miró con sus ojitos de gata y dijo:

—No te apresures … Sigue mi plan … Esto es solo la primera parte …

—¿Y ahora qué?

—No te preocupes por eso … Déjalo todo a mí … Yo me encargaré de ti … ¿Vale? …

Estiró sus manitas y las puso en la pretina de mis jeans, luego lentamente desabrochó el botón, comenzando a hacer descender la cremallera, para luego bajármelos a mitad de mis muslos, metió sus manos entre mis piernas y acarició mis bolas por sobre mis boxers.     Arañaba suavemente la delgada tela dibujando y sintiendo mi escroto.     Esto me estaba pareciendo una tortura china.

Cuando finalmente bajó mis boxers, mi polla saltó hacia la libertad como un resorte.     Di un suspiro de alivio y mi tía sonrió al verlo blandir el aire como un garrote de un cavernícola.

—Uhmmm … Así está bien … Así es como me gusta …

—Me estás torturando, tía …

—Quizás … Pero continuaré lento hasta que estés listo … Confía en mí … De este modo se acumulará más y luego me darás más … Que es exactamente lo que quiero …

—Umpf … Ooohhhhhh …

Gemí algo frustrado y acalorado.     Pero entendiendo lo que me estaba haciendo.     Probablemente, llegado el momento, mi orgasmo iba a ser muy potente y copioso.     Solo que el ritmo de todo me parecía demasiado lento.     Ella se subió a la cama. Eligió uno de sus vibradores y se recostó mientras me decía:

—Si quieres puedes tocarte … Pero hazlo lentamente …

—Ummm, bueno …

Me estaba poniendo cada vez más caliente al ver a mi tía jugar consigo misma.     Volvió a mi mente la visión de su hermoso e inquietante figura contorsionándose sobre el lecho.     Sus sonidos.     Quería correrme ahora ya.     La sensación era tan intensa que tuve que soltar mi pene para evitar de explotar en ese mismo instante.

—Oh … ¿Qué te sucede? … Tienes problemas, ¿verdad? … Déjame ayudarte …

Dijo tía Fior reptando sobre la cama hacia mí, todavía boca arriba.     Cuando llegó al borde de la cama, apretó el vibrador entre sus piernas, estiró su mano libre y me tocó.

—Uhmmmmmm …

Gemí temblando, su mano se posó entre mis muslos y luego la deslizó hacia arriba hasta tocar la bolsita de mi escroto que contenían mis pelotas en completa ebullición y dijo.

—Ummmmmm … Esta muy caliente aquí … Parecen muy pesaditas y llenitas …

Ahuecó su mano y envolvió suavemente mis cojones, me hizo cosquillitas con sus bien cuidadas uñas, haciendo que mi polla se sacudiera y que gotitas perladas aparecieran en mi meato, su mano estaba surtiendo una abrasadora reacción sobre mi verga.

Luego inesperadamente su mano fue más arriba y tocó el tronco endurecido de mi miembro, con dos deditos arremangó mi prepucio antes de rodear toda mi polla con su mano y estrujarla, gotas de pre-semen cayeron sobre su muñeca, lo que la hizo reaccionar y se enderezó acercando su carita angelical a centímetros de mi polla.

—Uuuhhhhhh … Esto está listo a explotar …

Dijo moviendo su mano suave y lentamente hacia arriba y hacia abajo.     Se sentó sobre sus talones, arrodillada frente a mí.     Extrajo el grueso consolador de la canasta, lo apoyó bajo su ingle y se empaló en él.

—Ay … Ummmmmm … Aaaahhhhhh …

Gimió con los ojos cerrados y la boca abierta sicalípticamente aguantando un ahogado grito mientras el enorme falo de plástica penetraba sus ardientes carnes.     Estiró sus manos y volvió a aferrar mi polla dura como palo, comenzando a jalarla lentamente mientras follaba el grueso consolador moviendo sus caderas sinuosamente.

—Uuuhhhhhh … Uuumm … Mmmm …

Siguió gimiendo mientras rotaba sus caderas y saltaba con el enorme consolador afondado profundamente en su coño.     Abrí mis ojos y al mirar hacia abajo el espectáculo fue increíble.     Cómo fondo estaba el hermoso rostro de tía Fiordaliso, a la misma altura de mi polla palpitante.     Nunca pensé en presenciar algo así.     Ella todavía parecía sonreír, pero su cachondez era notable.     Pude ver que ella prácticamente estaba con sus glúteos sobre el edredón, por lo que deduje que el enorme consolador estaba incrustado profundamente en su chocho, ella movía sus caderas en vaivén casi desenfrenado, estaba perdiendo el control de sí misma.     Sus muslos tiritaron y su cuerpo se estremeció.

—Aaaahhhh … Umpf … Umpf … Hmmmmmm … ¡Qué rico! … Me estoy corriendo … Ya vendrá tu turno, Mateo … No desesperes …  

Frustrado me mordí los labios, ella se sonrió y siguió magreando mi polla hacia arriba y hacia abajo, pero muy lentamente para evitar que me corriera.     Hubiese querido tomar mi polla ahora mismo y desparramar mi esperma por toda su carita angelical en venganza por el sufrimiento que me estaba haciendo padecer, pero no lo hice en espera de mi recompensa y alivio.

—Mmm … Parece que no estás contento con mi trabajo, ¿eh? …

—Urgh …

—¿Acaso no te gusta la sensación de mis suaves manos en tu polla dura, palpitante y goteante? …

—Urgh … Por favor, tía …

—Te haré que te corras, pero no todavía … Te mantendré al límite … De esa manera me darás mucho más …

—Urgh …

Me volví a quejar en frustración.     Me estaba haciendo enloquecer.     Lo único que quería ahora era correrme, mi vista se había hecho poco clara.     Todo lo que veía era el cuerpo delicioso de mi tía frente a mí, con las rodillas separadas y sus nalgas restregándose contra el edredón y el consolador perdido en el fondo de su panocha que, hacia tiritar sus nalgas y sus piernas, mientras ella chillaba su lujurioso orgasmo.     ¡Oh, Dios!  ¡Iba a enloquecer si no me corría rápidamente!     Una vez que terminaron los chillidos provocados por su orgasmo, ella terminó con su cabeza casi entre mis piernas, mi polla estaba sobre sus rojizos cabellos y ella comenzó a tirar de mis muslos para hacerme subir a su cama.

El calvario no había terminado aún.     Abrí los ojos justo en el momento que mí tía Fiordaliso había enderezado su cabeza frente a mí.     Y alucinado, vi como su suave lengua salía de su boca y acariciaba la punta goteante de mi hinchado glande, la parte más sensible de mi cuerpo.

—¡Oh, Dios mío! …

Grité desesperado.

—No exageres … Soy solo tu tía …

Me corrigió, interrumpiendo su lamida por un segundo.     Los veloces movimientos de su lengua eran hacia arriba y hacia abajo, a veces intentado de enrollar mi glande con ella.     La sensación de roce cambió a ser algo húmedo, cuando me fijé mi polla había desaparecido completamente en su boca.

—¡Carajo, tía! … ¡Umpf! … Eres realmente … Umh … Fabulosa … Ummmmmm …

—Slurp … Chup-chup … Umpf …

—¡Jesús Santísimo, mujer! … Me vas a volver loco …

Tenía la boca llena de polla, pero todavía se podía vislumbrar en su rostro una sonrisa feliz y cachonda.     No sabía que hacer ni que decir, no estaba preparado para esto.

—Oh, Dios … Me estás realmente chupando la polla, tía … No puedo creerlo … Debo estar soñando …

—No, querido … lo que estás sintiendo es la boca de una mujer cachonda chupando tu exquisita polla … ¿Quieres que te lo chupe un rato más? …

—Hmmmmmm … S-siii, tía … Hazlo por favor … Aaahhhhhh …

Ella siguió adelante impávida tragándose mi polla por entero y jalándome suavemente con una mano.     Me chupaba la punta con rápidas lamidas y luego volvía a devorarlo hasta tocar mis vellos púbicos con sus labios pintarrajeados de un intenso rojo.     Era una magnifica mamada.     Mi primera mamada y me la estaba dando mi hermosa tía.     Estaba al borde de mi clímax, pero ella era tan hábil que sabía con certeza como manejar mi polla y me estimulaba hasta llevarme en alto hasta tocar el cielo, luego apretaba mi polla y esperaba que esas sensaciones demenciales fenecieran por si solas.     Enseguida comenzaba todo de nuevo, sin darme la liberación que me hacía agonizar.

—Aaahhhhhh … Aahhhhh … Por favor, tía … No aguanto más …

Comencé a gemir en un plañido de frustración, me estaba desesperando y necesitaba esa liberación rápidamente.     Quería rogarle y mendigar para que me dejara correrme, pero ella continuaba jugando hábilmente con mi pene.

Repentinamente se detuvo.     Se giró y buscó en su cesta el vibrador rojo y negro, lo encendió y este solo ronroneó por unos breves instantes y volvió a quedar silente.     Ella también quería volver a correrse.     Miró mi cara de desesperación, volvió a acomodarse sobre la cama.     Sus ojos echaban chispas y su voz sonó ronca, cuando me dijo:

—Creo que ahora estás listo …

Me sentí eufórico, finalmente era mi turno.     Me quedé quieto esperando su próximo movimiento.     Ella puso sus manos sobre mi polla y me acomodó entre sus piernas, luego acarició mis muslos y mí abdomen.     Estaba sintiendo el característico cosquilleo en mis bolas y mi glande, estaba por explotar.     Por fin mi liberación estaba pronta.     Me dolía mi polla y continuos escalofríos recorrían mi espalda como pequeñas descargas eléctricas.     Tía Fiordaliso continuó a acariciar mi pija suavemente.

—Hazme saber cuando estés pronto a correrte …

Dijo recordándome mi deber.

—Umpf … S-ssiii …

Gruñí en una súplica.     Y yo sabía que no me faltaba mucho.     Muy dentro de mis bolas se estaba formando una ola grande como un tsunami, estaba creciendo y aumentando su potencia en manera implacable.

—Estoy cerca, tía … Muy cerca …

—No te muevas …

Me dijo mí tía, después en un rápido movimiento levantó sus piernas y poniéndolas por mis caderas, las colocó alrededor de mi espalda.     Sus talones estaban presionando mi trasero empujándome hacia ella.     Comenzó a sacudir mi polla frenéticamente y vi que ya no podía aguantar un segundo más.     Desesperado grité.

—¡La taza, tía! …  ¡Pásame la taza? … ¿Dónde está la taza? …

—Aquí … Esta aquí …

Dijo tironeando mi polla y dirigiéndola a su húmedo orificio.     Sus talones espolonearon mis nalgas y me empujaron encina de ella.     Su diminuto coño resbaladizo aprisionó mi polla y comenzó a retorcer mi verga con poderosos apretones de sus músculos vaginales.     Ella había metido mi polla en lo profundo de su panocha empapada.     Tía Fiordaliso me miró mientras esto sucedía.     Su expresión era de férrea determinación.     Mientras estaba estrujando mi polla con su coño estrecho, dijo casi en un susurro.

—Ésta es tú taza ahora … Llénala … Lléname con tus cosas …

Me sentí desconcertado, no tuve tiempo para reaccionar ni menos protestar.     El aluvión había comenzado.     Incluso si hubiese tenido fuerza de voluntad suficiente, la lujuria me sobre pasaba y de seguro no hubiese querido detenerme.     Sentí que mis jugos salían en densos y poderosos chorros haciéndome gruñir y gemir fuerte.     Tía Fiordaliso me hacía correrme dentro de ella.

—Urrrggghhh … Umpf … Umpf … Aaahhh … Umpf …

—Sí, Mateo … Córrete en mi … Córrete en lo profundo de tu tía … Lléname con tu semilla … Hazme un lindo bebé, cariño …

Mi cuerpo estaba convulsionando con espasmos a cada potente chorro que salía disparado de mi pija, mientras seguía bombeando el estrecho coño de mi tía, sentí como que se me acalambraban los pies.     Sus piernas me mantenían con fuerza pegado a su monte de venus.     Nuestras pelvis se restregaban la una con la otra y el semen continuaba a fluir de mi pene a la vagina caliente de mi tía.     Me caí encima de ella con mi polla palpitando dentro de ella.

Tía Fior también me había rodeado con sus brazos y se aferraba con fuerza a mi cuerpo como si nunca más quisiera separarse de mí.     Su voz había pasado a un susurro ronco y grave.

—Sí, Mateo … Llena mi útero … Lléname con tu semilla … Haz mi bebé … Haz como los griegos … Fecúndame …

Mis caderas chocaban al mismo ritmo de las de ella, empujando cada vez más profundo dentro de su coño.     Como si mi orgasmo no tuviera fin.     Su coño se rebalsaba con mi semen.

—Oh, Fior … Uhmmmmmm … Ooohhhhhh … ¡Carajo! …

—Sí, querido … Sigue corriéndote en mí … Todo … Dame todo dentro …

Me parecía haber perdido el sentido de mis piernas, no tenía un control de ellas.     Me había deslizado más hacia adelante y más encima de mí tía, estaba chocando con su ingle y su estrecho chocho había aprisionado mi entera polla.     Comenzaba a sentir el delicioso cuerpo de tía Fiordaliso debajo de mí.     Mis pectorales comenzaban a aplastar sus exuberantes pechos y sentí la dureza de sus pezones en mi piel.     Sentí sus dedos recorriendo mis cabellos y apreté mis músculos para vaciar algunas gotas más de esperma profundamente en ella.     La escuché susurrar cerca de mi oído:

—Qué buen sobrino que eres …

—Uhhmmrrggg …

Gruñí feliz en su oído.     Nunca en mi corta vida me había sentido más hombre que ahora.     Mi cabeza todavía giraba.     Me quedé sin aliento y me relajé un poco encima de ella, pero mi centro de gravedad estaba concentrado en mi polla que estaba incrustada profundamente en la conchita de tía Fiordaliso.     Todavía dudaba de que esto estuviese realmente sucediendo.     Mantuve mis ojos cerrados disfrutando de la exquisita sensación de estar dentro de su cuerpo cálido y suave.     Ella mantenía sus piernas firmemente alrededor de mí y empujaba suavemente su pelvis contra la mía como para incitarme a descargar todo dentro de ella.

No sé cuanto tiempo nos mantuvimos estrechamente atados el uno al otro.     Luego relajó sus piernas y yo me derrumbé a su costado.     Nos quedamos ambos boca arriba por un poco, tratando de recuperar nuestra respiración.     Fue entonces cuando ella inició a acariciar suavemente mi pecho con sus delicados dedos, deslizándose hacia abajo sobre mis abdominales, mi vientre y luego más abajo.

Mi polla había perdido algo del vigor inicial, pero sus caricias hicieron la magia de volverlo duro como una roca.     Luego se inclinó y se lo llevó nuevamente a su boca tibia y mojada.     Enseguida me montó a horcajadas y se empaló suavemente en mi erguido ariete.     Con una blanquísima sonrisa, me miró y dijo gozosa.

—Esa fue la parte dos …

—¿Parte dos? …

—Sí … Porque no he terminado contigo … Tu madre ya sabe que no volverás a casa esta noche … haré que me folles una y otra vez durante toda la noche …

Tía Fior comenzó a moverse rotando sus caderas, podía sentir mi polla tocando profundamente el interior resbaladizo de su panocha.     Me deslizaba sin esfuerzo dentro y fuera de su coño empapado, aún cuándo su conchita me apretaba como un estrecho guante.     Se apoyó en mi pecho con sus manos y siguió dando suaves saltitos sobre mi polla, mientras gemía y chillaba susurrándome diferentes cosas.

—Uhmmmmmm … Que rico que estés aquí conmigo … Lo haremos una y otra vez … Y muchas veces más …

—Oohhmmmmmm … Umpf …

Levanté mis manos para alcanzar sus pesadas tetas, las sostuve apretándolas suavemente juntándolas la una con la otra, luego tomé en forma individual cada una de ellas, la amasé, la sobajeé, la apreté tratando de urgir su pezón hacia adelante, su areola pareció expandirse.     Tía Fiordaliso siguió montando mi polla hasta correrse temblando y gimiendo de placer, pero no se detuvo hasta que hizo explotar mi polla dentro de su chocho otra vez.     Me sentí feliz.     Se sintió maravilloso.

—Eso, Mateo … Córrete dentro de mi útero fértil … Dame toda tu carga tibia y jugosa …

—Hhmmmmmm …

—Me gusta más este método casero, ¿no crees? …

—Ummmmmm … S-siii …

Tía Fiordaliso no me dejó en paz en toda la noche; incluso temprano el domingo lo hicimos varias veces.     Lo hicimos como lo hacen los amantes.     Dormíamos un rato y luego nos despertábamos para tener relaciones sexuales.     Comimos algo y luego teníamos relaciones sexuales.     Nos duchamos juntos y luego … Bueno, ya entienden lo que hicimos.

Follamos en el dormitorio, en el baño, en la cocina, en la sala de estar.   Ella me mamaba y yo la chupaba.     Ella me enseño cosas que yo había visto solo en videos y me dejó hacer prácticamente cualquier cosa depravada sobre ella.     Cada vez que me acercaba al orgasmo, ella se aseguraba de tener mi polla profundamente en su coño para recibir mi carga completa dentro de ella.

Cuando finalmente me dejó ir el domingo por la tarde, me sentía agotado.     Tenía dolores en todas partes y me costaba moverme, todos los músculos de mi cuerpo estaban sin energía.     Aún así, me pareció que era un tipo de cansancio bueno, que no me importaba sufrir.     Durante todo el viaje de regreso a casa no pude quitar la sonrisa de mi rostro.     Mi huesito pélvico me dolió por muchos días y cada vez que sentía ese dolor, no podía evitar de sonreír.

Después de esa vez, no supe más nada de ella.     Pasaron un par de meses y mamá tuvo que hospitalizarse para una intervención quirúrgica, me encontraba solo en casa por algunos días.     Seguía pensando en tía Fiordaliso y mi última experiencia con ella.     La forma en que me había excitado.     La forma en que había hecho que me corriera tantas veces.     No había manera de quitármela de la mente, estaba allí en todo momento.

No había nadie como ella.     Las chicas del colegio ya no me interesaban, tampoco me parecían tan atractivas como tía Fior.     No tenía ganas de salir con ninguna de ellas.     Solo pensaba en volver a follar con mí tía una vez más.     Fantaseaba con ella todo el tiempo, en la ducha, en sala de clases, en la calle, en el parque.     No importaba lo que estuviera haciendo, no podía dejar de pensar en su piel blanca y cremosa, sus pechos carnosos llenos de pecas, sus cabellos cobrizos, su culo redondo y firme.     Era una terrible e insoportable agonía.

Tampoco quería recurrir al autoerotismo, me negaba a autosatisfacerme.     Pensaba a ella que podía en cualquier momento volver a necesitar de mí.     Tenía que guardarme para ella.     Ahorrar mi semen para ella.     Pasé muchas noches despierto y con deseos de masturbarme, pero me obligaba a no hacerlo, para conservarme para ella.     Era muy frustrante no recibir su llamada.     Era una espera insufrible e interminable.

El día antes de que mamá fuera dada de alta, volví a casa del hospital.     Entré en casa e inmediatamente llegó a mis narices un olor a cocina.     Era todo muy extraño porque no había nadie más que yo para cocinar.     Sin embargo, el olor a pastel de choclo y humitas llenaba todo el ambiente.

—¿Quién está ahí? …

Pregunté desorientado.

—Hey … Aquí … Soy yo …

Era la inconfundible voz de tía Fiordaliso que llegaba desde la cocina.     La visión de mi tía cocinando fue algo digno de observar, llevaba un delantal, nada más que un delantal y nada más.     Sus maravillosos glúteos estaban totalmente expuestos en la parte trasera.

—¿Tienes hambre? …

—A-ha … Me comería un elefante …

—Qué bien …

Me pidió que me sentara y luego me sirvió un pocillo de greda con pastel de choclo.     Mi corazón latía con fuerza al ver los rápidos movimientos de mi tía con su cuerpo parcialmente desnudo.

—¿Notas algo diferente? …

Me preguntó en modo casual.

—El hecho de que estés aquí es ya algo diferente …

Dije mientras enterraba el tenedor en la costra dulzona del pastel.

—¿Cuándo dan de alta a tu madre? …

—Mañana después de mediodía …

Alcancé a decir viéndola que se metía debajo de la mesa y entre mis piernas.     No se demoró nada en desabrochar mis pantalones y encontrar lo que andaba buscando.     Suspiré profundamente cuando sentí su cálida boca en mi pene nuevamente; había pasado demasiado tiempo.

Sentir la boca de tía Fior chupándome la polla era increíble.     La situación me parecía tan irreal que pensé que me despertaría de un momento a otro.     Sin embargo, la sensación se mantuvo en el tiempo y finalmente era lo único que me importaba.     Dejé de comer y disfrute la boca de mí tía mientras me lamía y chupaba.     Succionó mi glande como una Pro, se trago toda mi polla varias veces hasta hacerla chocar con su garganta.     Me preparé para correrme muy pronto.

—Hmmmmm, tía … Ya viene … Siento que me voy a correr …

Entonces sucedió algo increíble, tía Fior no se detuvo.     Ella siguió chupándome aún con más ardor, no quería soltar mi pene, lamía y succionaba desenfrenadamente y su cabeza se movía más rápido sobre mi regazo.

—Slurp … Slurp … Gñam-gñam … Muak … Ummmmmm …

Tía Fior no dejaba de lamer, engullir y besar mi polla fogosamente y me resultaba cada vez más difícil contener mi carga.

—Ohhhh, tía … Ummm, tía … Mmmm … Umpf … Ya viene … Umpf …

—Muak-muak … Gñam-gñam … Slurp … Que rico …

—Tía … Lo digo en serio … No resisto más … Ummmmmm …

Tía Fiordaliso parecía no escucharme.     Me chupaba ansiosa y con mayor ahínco, concentrando su lengua sobre mi glande.     Parecía decidida a no detenerse.     Yo quería conservarme para su propósito y a ella parecía no importarle.      Me estaba confundiendo y no había más tiempo para pensar.     Mis piernas se estiraron y se pusieron tiesas, si seguía así ya no podría aguantar.     Traté de levantarme para escapar, pero ella me aferró con inusitada fuerza y me mantuvo sentado a la silla.

—Oooohhhh … Aaaahhhh … Tía, no … Hmmmmmm … Oh, no …

Sentí un torrente de esperma corriendo desde las profundidades de mis entrañas.     Un grueso chorro de semen salió disparado de mi polla.

—Vengo … Uuuuhhhh … Ummmmmm … Aaahhh … Umpf … Umpf … Tía, me corrooo …

Sus labios se cerraron alrededor de mi polla que se sacudía y disparaba densos chorros de semen directamente en su boca.     Al no haber tenido ningún orgasmo por mucho tiempo, me corrí con tal fuerza que me giraba la cabeza, me vino una especie de vértigo.     Agarré la cabeza de tía Fiordaliso y enterré mi polla en lo profundo de su garganta, ella nunca hizo un amago de retirarse, siguió chupando y tragando toda mi semilla.     Cuando finalmente deje de estremecerme y solté su cabeza, ella se sentó en sus talones y me miró sonriente.

—Qué tal, ¿eh? … No te esperabas esto, ¿verdad? …

—Ehm … No … Por … ¿Por qué? …

Se levantó de debajo de la mesa y me arrastro con los pantalones abajo hacia la sala de estar.     La seguí tratando de no tropezar con mis pantalones y nos dejamos caer en el amplio diván.

—¿Porqué … qué? …

—¿Por qué te tragaste mi semen? …

Me miró con una sonrisa de oreja a oreja, estaba radiante, sus ojos iluminaban todo mi horizonte.

—Porque ya no lo necesito en mi coño, Mateo … ¡Estoy embarazada! …

(Continuará …)